24/4/09

Tres textos tres

I.
Un ideograma, un jeroglífico, un simple rayo de luz que dibuja en la roca una marca indescifrable. ¿Otra vez el andariego? ¿El viejo Lu que vuelve a las cenizas? Como si buscara aún lo que fue sólo incendio. Rumor indistinto en su propio oído.

Sombra de agua sobre la senda del despojo. Vestigios. Ruina que sobre ruina construye un rostro. O un ave clavada al horizonte.
Perdida la transparencia el hogar fue una suma de vacíos.
Sobre todo en las mañanas en que la humedad impregna pulmones y papeles, y deja sólo los signos de una escritura diluida. Hay sobres que tuvieron alguna vez los bordes coloreados. Un pájaro reclama su espacio en estas líneas.

II.
La voz es niebla deslizándose despacio por tus vértebras. Como en el tiempo del desierto. Como en el principio moroso de la página.
Uno dos tres
Y el aire entra ahora a los mapas de tu olvido
Borra el grito y el rastro del grito
Borra la ausencia de sombras Cortante mediodía de luz
Los insectos rondan las palabras. Zumbidos. Murmullos familiares dentro de tu propio vértigo.
Siempre hay un hueso obsesionado, decía el poema. Por el tañido de una campana. Por el enjambre que teje despiadado el calor. Por la forma perfecta de tu espalda.
Un hueso que borda el ideograma del camino. Con hilo de seda. Inventa un origen. Un signo para cada uno de tus ríos.
Nunca un nombre.
Como en el principio. Como en las piedras que dejaste una tarde sobre otros relatos.

III.
La crueldad de las estaciones juega con la tierra y lo que oculta. Así comienza el relato. El de todos. Los escombros nos son más que fragmentos de imágenes que el verano abandona. Aunque siempre queda algo que remite al primer olor. ¿Limón? ¿Verbena? Un dejo agrio. El deshielo abre pequeños hilos de agua que luego serán grietas sobre todos los nombres. Y tu padre, y el padre de tu padre habrán visto sólo fracturas en la plegaria. Se escapa el recuerdo de la piel, quizás las uñas imaginen lo que han vivido, o el fondo de tu propio oído. El del vértigo. ¿Cuáles son las raíces que arraigan…? Sonidos que fueron palabras que fueron una amorosa declaración cualquier otoño. ¿A quién? ¿Cuándo? ¿Cuál es la punta del murmullo que encerraba el polvo? Mi voz trae arrastrando las voces del olvido. ¿…qué ramas crecen en estos escombros pétreos? Equipaje ligero si el viento soplara del este. O vacío. Hubo un invierno de silencios que pesa más que todo el resto de la carga. Y no hay aire. Sólo este tiempo helado. Silere.

12/4/09

Notas cada tanto

12 de abril de 2009

Desde siempre he sentido que los domingos en la tarde sólo hay lugar para la poesía. Una vez que hemos renunciado a meternos en algún centro comercial para ver cualquier película de las que las grandes cadenas de exhibición deciden que tenemos que ver, o cuando hemos terminado de secar el último plato de la extenuante comida familiar (¿quién las habrá inventado? Me entusiasman y me agotan por igual), cuando ya no se percibe ni el zumbido del partido de futbol que ha escuchado con devoción el portero del edificio, y el perro que tienen amarrado todo el fin de semana en la terraza que se ve desde mi ventana ha dejado de ladrar (y mi Lola ha dejado de responderle), sólo queda lugar para la poesía. No es cosa de ponerse melancólica - aunque algo de eso siempre hay - sino de sentarse cómodamente (de “repatingarse” en nuestro sillón favorito, como decía Italo Calvino en Si una noche de invierno un viajero; por lo menos en la traducción que leímos hace ya demasiado tiempo) con el mejor libro de poesía que se nos atraviese en el camino, y dejarnos llevar por las palabras (iba a escribir “por la música de las palabras”, pero me pareció terriblemente cursi).
En fin, que desde hace unos meses ando devota de José Ángel Valente, así que será entre sus páginas que pasaré mi tarde de domingo de esta semana que para parte de la humanidad fue “santa”, para otra parte fue el pretexto para unas siempre breves vacaciones, y para nosotros, los hijos de mi madre, fue semana de cumpleaños y duelos.
A pesar de las tristezas, fue también semana de libros y de sol, y las dos cosas son siempre agradecibles.
Y de amorosa compañía, y eso es mucho más agradecible aún.
Me tiro en el sillón rojo que Ulises, el gato de Mariana, ha decidido que es el mejor sitio para afilar sus ya de por sí afiladas garritas, y abro al azar el libro editado por Galaxia Gutenberg:

El amanecer es tu cuerpo y todo
lo demás todavía pertenece a la sombra.

Tus lentas oleadas fuerzan
la delgada membrana
del despertar.

Anuncias qué: no el día,
sino la quieta
duración del latido
en la sombra matriz.

Te anuncias,
proseguida y continua como
la duración.

Durar, como la noche dura,
como la noche es sólo sumergido cuerpo
de tu visible luz.

23/3/09

24 de marzo de 1976 - 24 de marzo de 2009

A 33 años del golpe militar que instaurara la más sangrienta de las dictaduras en la Argentina:

¡Ni olvido ni perdón!


LA MEMORIA (León Gieco)
http://www.youtube.com/watch?v=_bC9mqsGeJQ

22/3/09

Algo más de Tomás Segovia para las saudades del domingo

Soplos en la noche

Aquí contra mi piel el soplo
de tu respiración dormida
Y al otro lado afuera
El susurro del viento errante por la noche
Que trae de los trasfondos la efusión solitaria
Del tumulto callado de las cosas
Y entre uno y otro soplo
Con las alas abiertas cayendo por el tiempo
La extensión del abrazo
de un dichoso yo mismo de musical ausencia
Que bebe un hondo río de amor y de misterio
Cuyas dos manos son
Dos alientos disímiles.

20/3/09

Travesías de domingo (¡en viernes!)
20 – marzo – 2009

Para María Luisa y Tomás

¡Cuánto silencio en este blog! Y no del bueno, del que hay que buscar para encontrar la palabra verdadera, como decían por ahí. No. No ese silencio que algunos persiguen en las montañas, como el gran marginal Erri de Luca, ese “gran menor” (perdón por la deleuziana referencia) que se siente en las montañas (Alpes, Apeninos, lo mismo da) como en su casa, o mejor que en su casa. Erri de Luca trabajaba en la Fiat, o a veces como obrero de la construcción, mientras militaba en la izquierda más extrema que ha dado Italia, pero tenía dos caminos con los que escapaba de la fábrica y de la militancia: la Biblia (él, el gran ateo, se despertaba unas horas antes que sus compañeros y aprendía hebreo para leer los antiguos relatos. Después aprendió yiddish para no dejar que una lengua muriera. Él, sin una gota de sangre judía, se despertaba para sostener, con 22 letras, el universo entero), y el montañismo. Hay que ir a sus cuentos, a sus personajes solitarios, a la hermosísima novela de formación Montedidio para saber lo que el descubrimiento de la soledad y del aire transparente de las montañas han hecho con este hombre de pocas palabras. ¿Para qué más si todo está en unas cuantas miles de páginas que nos acompañan casi desde siempre?
No fue el mío ese silencio que otros buscan con largas, larguísimas caminatas, de días y días, con apenas una pequeña mochila a la espalda (“la enana”), como este noruego que acabo de descubrir: Tomas Espedal. Su libro Caminar (o el arte de vivir una vida salvaje y poética), publicado el año pasado por Siruela, es un lujo: ágil, profundo, irónico… Se convierte a las pocas páginas en un cómplice entrañable, por lo menos para quien (como yo, tengo que confesarlo) añora cada tanto largos momentos de aislamiento y soledad (¿habrá acaso otro espacio para escribir?). Espedal lleva al extremo el deseo de tantos de abandonar la ciudad de siempre, la rutina, las “comodidades de la modernidad”, y se lanza a los caminos noruegos, o franceses, o italianos, o turcos… Lo importante es caminar, retar al cuerpo a seguir y seguir, y recordar, por ejemplo, algo de las Confesiones de Rousseau: “Nunca pensé tanto ni viví tan intensamente, nunca tuve tantas experiencias ni estuve tanto conmigo mismo – si se me permite usar esta expresión – como durante los viajes que hice solo y a pie. Hay algo en eso de caminar que estimula y reaviva mis pensamientos. Cuando me quedo quieto en algún lugar apenas puedo pensar nada…”. (p.29) Unos zapatos cómodos, un impermeable, un buen libro y salir a encontrarse con la soledad, con el ritmo de la propia sangre, pero también con Heidegger, con las cantatas de Bach, con Whitman. No hay nada como estar solo para llegar a lo más querido, a lo imprescindible. En fin... un gran libro de viajes hacia ninguna parte, como son los mejores viajes.
Pero el silencio de este blog no ha sido el de las caminatas del noruego, ni el de las montañas de Erri de Luca, sino el del que se ha dejado comer (“engullir” sería mejor, o “aplastar”) por el puré del lenguaje cotidiano. El horror. Por suerte siempre está ahí, si queremos verla, una de las mejores maneras de llegar al mejor silencio: la poesía.
Quizás lo que más me ha enriquecido de haber ido al Salón del Libro de París haya sido el encuentro con Tomás Segovia. Frente a tanta palabrería (claro que también hubo buenos escritores, buenas intervenciones y sobre todo buenos amigos) se agradece la falta de vedettismo de Tomás, su modestia propia de los grandes, su calidez; pero más que nada, se agradece, agradezco su palabra poética.
VIENTOS

Ya por el horizonte
se difunde la noche, agua sombría
que moja lo mojado de las nubes murales.
Yo con pasos ausentes recorro la penumbra,
bajo el ala del Tiempo que sobre mí extendida
ingrávida y pausada se desplaza.
Vientos turbios y equívocos disponen
todo el húmedo clima donde arraiga,
ofrecida a la lluvia su fresca carne pura,
como un fruto partido, el peso del destino.
(Este soplo me llega desde oscuras distancias,
cruzó mares que he visto,
arrastra los perfumes de tierras que he pisado,
llenó claras llanuras o bosques sofocantes
donde yo enmudecía y sangraba de amor.
Y en la mitad de este aterido viento,
donde errabundas gotas viajan ciegamente,
siento soplar de pronto un viento diferente,
abierto y luminoso.)
Oh viento tibio y firme, viento bueno
que plasmaba de pronto en aguda presencia
el campo de mi infancia donde una abeja zumba.
Los árboles se instalan noblemente,
los caminos recorren inamovibles huellas,
los sitios tienen nombres persuasivos
que los hacen carnales como el hueso a la fruta.
Y la luz brota desde todas partes,
luz increada y siempre fiel, que inunda
la llanura sin muros donde un niño,
de estatura menor que las yerbas del mundo,
todo él suspendido de dos intensos ojos
que inmóviles lo clavan
a la inasible rotación del día,
se ve sobrepasado por su propio silencio,
que ya secretamente se entiende con la vida.

(Y otra vez desemboco en la áspera tierra
del llovido presente
que palmo a palmo con mis plantas palpo,
andando entre desnudas ondas donde anida
esta memoria que en murmurios muere,
tropezando en la sombra a cada instante
con su imperio cambiante.)

Y este múltiple viento informulable,
como el mudo lenguaje de un destino,
recorre con su soplo las horas de mi vida.
Y dice que su afán secreto fue tan solo
entender aquel puro silencio con que un día
yo descifraba el Tiempo.

18/1/09

Y porque las "Travesías de domingo" son también - son sobre todo - inmersiones en las palabras: entonces, y parafraseando a Adolfo Castañón - a quien quisiera felicitar por el más que merecido premio Xavier Villaurrutia -, a veces (como hoy) prosa...poética

18 de enero de 2009

Entre un silencio y otro no se vislumbra el infinito sino la marca que deja el caracol en el suelo frío. De qué serviría si no tanta derrota. Tantas plegarias dichas a cualquier oído. O aun al vacío de una tarde de invierno. Sin laberinto que hospede al vértigo. El azar no tiene que ver con los dados o el destino. Pesan demasiado las palabras cuando sólo busco hablar de la línea más pequeña de tu mano. Y sigue el caracol de a poco arrastrándose. Alguien dijo que tu vientre sería el libro que colmara mi cóncava curiosidad analfabeta. Huérfano de guerra aprendí entonces a llamarme. Y letra a letra fui marcando cada uno de mis huesos. Única riqueza del baúl del transtierro. Es viscoso el brillo que marca como huella. Vía Láctea de lo mínimo. Para qué más que esta confesión de la minucia, reconcentrada en sí misma.

11/1/09

Travesías de domingo
11 de enero de 2009



También aquí llega - cómo no –, al silencio y a la paz del jardín de Cuernavaca que miro por la ventana. Acabo de leer en Nexos de enero, el primer número de esta nueva época, el texto de Eliseo Alberto “Así escribo”. El querido Lichi empieza diciendo “Una ventana. Necesito tener delante una ventana para sentarme a escribir…” y yo no puedo más que sentirme absolutamente identificada con su deseo. Como aquella mujer de Pánico o peligro, la novela de María Luisa Puga, o como la “Juana” de la canción de María Elena Walsh (“Sé que ustedes pensarán, qué pretenciosa la Juana…”) también yo necesito una ventana para poder escribir, para poder vivir. Aunque hay momentos, como éste, en que quisiera cerrar una oscura cortina para no distraerme, para no cuestionarme, para no sentir la inutilidad de estar metida desde hace casi tres horas en la cabeza y el cuerpo de Leo, mi personaje, músico que huye de la ciudad y se instala en una fría playa casi desierta, o de estar imaginando metáforas para terminar el libro Vestigios que – ahora sí – urge que cierre de una vez, antes de terminar de arruinarlo. Hay momentos como éste, en que quisiera cerrar una oscura cortina, porque también aquí, al jardín de Cuernavaca, llega el estruendo de la guerra en medio oriente. Y llega, por supuesto, cargado de horror, de sensación de impotencia, de indignación, pero también de los ecos de la polémica que ha tenido lugar en el diario mexicano La Jornada, en los últimos días, sobre el antisemitismo de algunos medios de comunicación. El bombardeo israelí sobre la franja de Gaza comenzó en medio de la polémica. Muchos de quienes firmamos una carta contra las expresiones antisemitas de uno de los columnistas del diario, también quisimos expresar nuestro desacuerdo y nuestro horror ante la matanza de palestinos. Ésta es la carta que yo misma publiqué el 6 de enero en el correo de lectores:

Ante la masacre que el Estado de Israel está perpetrando en la franja de Gaza, quisiera expresar mi repudio con una frase que el gran músico de origen argentino Daniel Barenboim dijera hace pocos días:
"Nosotros, el pueblo judío, debemos saber y sentir con más urgencia que otros que el asesinato de civiles inocentes es inhumano y inaceptable".
No hace falta ser judía para oponerse al antisemitismo. Ni negra para oponerse al racismo. Ni palestina para oponerse a la violencia en Medio Oriente. Ni homosexual para oponerse a la homofobia. O hace falta, justamente, serlo todo a la vez: soy judía, soy negra, soy palestina, soy homosexual, soy indígena. Por eso hoy estoy obligada a gritar:
¡ALTO A LA MATANZA DEL PUEBLO PALESTINO!


Hoy, frente a mi ventana, el estruendo de la guerra me trae también la posibilidad de reflexionar, de analizar, de separar el trigo de la cizaña. Una vez más, como tantas otras, esta posibilidad encuentra palabras en un texto de Ricardo Forster publicado en Página 12.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-117998-2009-01-11.html
Vale la pena leerlo y releerlo. Vale la pena pensarlo. Vale la pena recuperar lo mejor de la tradición del humanismo judío, reflexivo, sensible, hospitalario. El humanismo de Franz Rosenzweig, de Martín Buber, de Emmanuel Lévinas, de Edmond Jabès y tantos otros. O el de las voces que se levantan hoy incluso en Israel en contra de los asesinatos a palestinos: la voz de Daniel Barenboim, la de Amos Oz. Del primero extrañamos el diálogo agudo y comprometido que sostuvo durante tantos años con Edward Said y que proyectos tan importantes generó. De Amos Oz recupero, como lectura de domingo, sentada ante mi ventana, el libro Contra el fanatismo. Con él seguiré la travesía de hoy.

10/1/09

1. Y el fragmento es eso simplemente: el talento de la piedra, en el calor del verano, para encontrar el ritmo preciso sobre el agua. O podría decirse de otra manera. Más cercana a la piel quizás. Al deseo que encierran las chicharras. Al delirante grillo que te nombró toda la noche. En otro paisaje. Tentada estuve de escribir “En otra vida”. Como si las estaciones cambiaran con los años. Como si los trenes sucumbieran ante el vértigo, lejos del embrujo de las siestas de sábanas húmedas.

2. No es más que el rumor de alas que escuchábamos por la tarde. Uno: Dos: Y al tercer salto sólo queda ahogarse sin haber conocido el nombre que gritaba el ángel. Aunque también está la opción de los caminos de tierra y las flores amarillas. Como tu frente contra el espejo. Más claras tal vez. O más brillantes. De todos modos sería una imagen repetida. Similar a las postales que guardabas en el sobre. Pedazos sueltos.

3. Pero podría haber sido un día lluvioso. Un festín de humedad los huesos a la intemperie. Para dejar una marca más en la pared. Una hendidura, una huella. Sabes que lo mismo da. De todos modos el viento ignorará estas cenizas. El barro que guarde tus rodillas se secará como cada año. Las gaviotas escarbarán sin pudor en los desechos. Como siempre. Hay cosas que no cambian. Aunque sería mejor buscar otra imagen. Otras palabras.

10 de enero de 2009

30/12/08

Seguimos con los "poemas". No es mal modo de terminar el año, no?

Los pasos van pautando el ritmo del silencio. Y es el aire solamente una cortina de luces. Un refugio que ha olvidado el desierto. Fue de sangre la primera palabra.
De la densa sangre del ausente.
De la carne robada al horizonte.
Humus oscuro.
Peces en llanto.
Un fulgor dibujaba las pupilas, el nombre escondido en el aliento. Para que la forma engendre a la forma. El contorno de las manos cóncavas. El rastro nocturno de tus voces.
Amarilla es la sal de cada ola, la que orla las orillas de tus mares. Salado bautizo de los pájaros. Errante simiente entre las islas. El origen es siempre huella en la madrugada. Transparencia de cenizas. Recuerdo de otros huesos.

3/12/08

1.
Y si tu piel se cubre de algas seré el reflejo sobre la arena. La voz que recuerde tus pupilas. La penumbra de tu tacto. Arde la brisa sobre el mar. Pero son otras las historias que te cuento para adormecerte. Sin naufragios. Sin campanas. Sólo con el sepia de tu nombre. Con el vuelo errante del ángel. Con las ciudades que atardecen antes de tiempo.

2.
Lengua madre. Violenta. Azul entre los restos de la batalla. Tartamuda insigne.

3.
Porque de azares está hecho el juego del invierno. Desterrado de ti había escrito alguien en el muro. Bajaba la hiedra y el horizonte era el futuro más lejano. Algo de humor habían pedido, algo un poco más ligero. Pero yo tenía cenizas en las manos.

4.
Despliega las velas de tu silencio. Para amarte plena.

25/11/08

“La isla en otro tiempo fue la ausencia, el agujero, el olvido.” (E. Jabès)
Túmulo perdido en el grano más callado de la sal
Sombra de tu cuerpo en las madrugadas de viento
Las que guardas en las puntas de los dedos
En la huella violenta de las comisuras
Y era humedad de hojas la que inventaba el aliento
Para hablar otra vez del desfile de tus huesos.
Si nunca aparecieran tras la bruma las voces
Te quedarías sin muelles
Sin retazos de historias
Sin la luz que se filtra vuelta rastro del insomne
De nada valdría entonces ser el que invoca el latido de la hierba
La caricia
El canto
La plegaria oscura del desencuentro.

3/11/08

1. La imagen se escapa como siempre transformada en cenizas.

2. Respiran tierra. Raíces húmedas. El camino que inventaron las hormigas. Precaria salvación la que buscaban.

3. No hay rezo posible en agosto, señora de tinieblas. El mes más cruel se deshace en bruma que oculta las orillas.

4. Si hubo tibieza hoy es Kaddish mudo ante el sol.

5. Quizás sea el rastro del susurro, la sombra suave en la curva del cuello, los dedos que acarician la madera.

6. El nombre pudo haber sido cualquier otro, pero no los ojos, no las voces. No su voz.

7. ¿Será cierto que las manos forman las palabras? Como cántaro ansioso del que beberemos. Como caricia en cada hueso.

8. Con los brazos en cruz. La cabeza hacia el Oriente. Como si fuera uno más de los muertos del desierto. De los muertos tartamudos del desierto. Lejos del mar. Lejos del camino que permite el regreso.

9. Los brazos en cruz. La cabeza hacia el Oriente. El rezo lejos del mar.

10. El murmullo crece. Murmullo tartamudo del desierto.

11. Pero el mío es paisaje de ríos y de otoños, de luz que se filtra por las hojas. Paisaje de aire.

12. Paisaje de abandonos.

13. Los ríos son también la tumba secreta. Violencia de ramas y lodo que se arremolinan. La cabeza hacia el Oriente.

14. Podría recordar ahora alguna imagen lejana. Podría, tal vez, hablar de la piel en el instante en que entra al agua, del temblor, de las huellas en el cuerpo. De los vestigios de un tiempo ajeno en las tribulaciones de la lengua. En el balbuceo que me deja sin nombre. Podría, quizás, añorar el desierto.

15. Tartamudas son las venas que me alejan de la arena. Los brazos en cruz. Las palabras que me faltan. La piel que tiembla al entrar al agua. El murmullo crece. Vestigios.

16. A lo lejos suena una sirena, ladra un perro. El mundo es el que es aunque las palabras se ahoguen en el quiebre. Aunque no haya ríos. Ni otoños. Aunque agosto sea el mes más cruel.

Octubre de 2008

10/10/08

Un intelectual sin miedo a la política
Estudiantes y activistas se asomaron gracias a él por primera vez al pensamieto crítico. Tuvo que exiliarse durante la dictadura y en 2004 ganó el Konex al Ensayo Filosófico. Fue uno de los impulsores del espacio Carta Abierta.



Por Facundo García

Nicolás Casullo falleció ayer a los sesenta y cuatro años, víctima de un cáncer. Los libros van a recordar al intelectual comprometido que se centró en temas como la memoria, el peronismo, la escritura y la crítica cultural. Pero hay otra dimensión igualmente intensa por la que el investigador, docente y escritor merece quedar para la posteridad: la lucidez con la que encaraba sus intervenciones políticas, y la calidad de sus clases en la universidad pública –donde aunaba erudición y giros callejeros– permanecerán en el recuerdo de los miles de estudiantes y activistas que gracias a él se asomaron por primera vez al pensamiento crítico.

El maestro, nacido en Buenos Aires en 1944, era de los que se cuentan con los dedos de la mano. Pocos saben que su abuelo había sido pastor metodista, por lo que la frecuentación de la Biblia era casi obligatoria en su casa de infancia. “Cosa que agradezco –decía él– porque quizá lo que le falta en un noventa y cinco por ciento al pensamiento científico social, al pensamiento de las humanidades, es una lectura de lo bíblico, una lectura en cuanto a darse cuenta de que todo proviene de ahí.”

Junto a una inteligencia vivaz, Casullo era capaz dar sentido a las emociones, al plano mítico y las fiestas del cuerpo. Confesaba que en Almagro había aprendido desde temprano los rudimentos del peronismo. Y no asimilando frías concepciones, sino pateando veredas y relojeando las cantinas. Su familia, de origen vasco-italiano, era un polvorín cuando se hablaba del asunto. Su madre era partidaria de Evita y su papá, un antiperonista recalcitrante. Avanzando en ese terreno minado, el hijo supo ver en el movimiento de los descamisados una senda posible para el cambio social.

La juventud confirmó el amor por las letras y las reivindicaciones populares. A los veinticuatro años Nicolás está en París, con el entusiasmo inflamándole la sangre. Corre Mayo del ’68 y el muchacho presencia, emocionado, una rebelión que intuye histórica. Las anotaciones en su diario íntimo llegarán a las librerías tres décadas después, en París 68. Las escrituras, el recuerdo y el olvido. Mao, Sartre, el Che, Lumumba, todos están en esas hojitas que ya muestran la pasión de quien quiere fundar un vivir-razonando a partir de las herramientas que daban las grandes figuras, pero también con trozos de política argentina concreta e impresiones personales.

Su primera novela carga un título de oro. Para hacer el amor en los parques se publicó en 1970 y casi inmediatamente fue prohibida y requisada. También en este caso hubo que esperar más de treinta años para conseguir el texto en las librerías; y a medida que las nuevas generaciones descubren ese relato salpicado de irreverencias, se remueve una porción del velo histórico que se impuso sobre el ambiente universitario de principios de los setenta. “Sentíamos que la revolución estaba a la vuelta de la esquina”, solía sincerarse el autor.

En noviembre del ’74 la onda estaba tan pesada que Casullo debió exiliarse. Venezuela, Cuba y finalmente México fueron las sedes de una nostalgia que se haría más fuerte a medida que se conocían los desmadres de la dictadura. Como fundador de la revista Controversia (1979-1981), el investigador fue protagonista de un proceso de análisis sobre el sentido de la progresía, que se dividía entre apoyar al peronismo o construir un proyecto más cercano a la ortodoxia marxista.

El retorno de la democracia fue una luz que en su reverso trajo ciertas decepciones. El peronismo, con su flamante ala de caudillos neoliberales, estaba justo en las antípodas de lo soñado por Casullo en el ostracismo. De esa etapa es El frutero de los ojos radiantes, una historia de inmigración y exilio en clave de novela familiar. Siguió una serie ilustre. Obras como Pensar entre épocas –donde Casullo se preguntó acerca del porqué de la hecatombe progresista– o Sobre la marcha –que recupera las entrevistas que le hicieron en su carrera– quedarán como referencia obligada para los que se atrevan a observar el país por fuera de las torres de marfil que ofrecen las teorías cerradas.

Y hubo más. Casullo desarrolló una reconocida labor docente en las universidades de Buenos Aires, Quilmes, Entre Ríos y Córdoba, al tiempo que editaba la revista Pensamiento de los Confines. Asimismo, pasó por la Universidad de México (UNAM) y fue consultor de la Universidad de París. Publicó Comunicación, la democracia difícil en 1985; El debate modernidad–posmodernidad en 1989; Viena del 900, la remoción de lo moderno, en 1990, Itinerarios de la modernidad en 1994; París 68, las escrituras y el olvido en 1998 y Modernidad y cultura crítica, en ese mismo año. A esto hay que sumarle una catarata de trabajos periodísticos, muchos de los cuales aparecieron en PáginaI12.

Con La cátedra (2000), el querido cultor del bigote y el jopo aflequillado se despachó con una narración que alcanzaba proporciones alquímicas de calle y erudición. Más tarde, en vísperas del 19 de diciembre del 2001, Casullo ofreció una clase extraordinaria, fuera de horario y abierta a quien quisiera pasarse por la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Los que estuvieron ahí guardan esas dos horas como un tesoro para todo el viaje. El orador destiló romanticismo y conciencia social, y los que lo escucharon salieron convencidos de que había que integrarse, de una u otra forma, en los conflictos que se avecinaban.

Esa efervescencia provocaba Casullo. Salir de una de sus charlas era sentir que se abría un universo de capítulos, discusiones trasnochadas, cambios colectivos y señoritas que habían empezado a leer a Sade y deseaban romper la rutina burguesa. Su talento se fue perfeccionando, y no es casualidad que los últimos años hayan sido consagratorios. Ganó el premio Konex 2004 al Ensayo Filosófico, y en obras como Las cuestiones o Peronismo. Militancia y Crítica (1973-2008) apostó por los vientos de cambio que recorren la región. “Lo que no se le perdona al populismo –denunciaba– es que restituya el terreno de la política a un primer plano.”

La enfermedad no lo alejó del compromiso. Recientemente seguía difundiendo sus aportes en este diario; y se había ligado al grupo Carta Abierta, que defendió los postulados del Gobierno frente al lockout rural y se perfila como un polo de apoyo crítico a Cristina Kirchner. “Los medios, que evidentemente forman parte del establishment, se han convertido en los reales partidos de derecha”, se quejaba.

Los restos de Casullo –que según trascendió padecía cáncer de pulmón– fueron velados en la Biblioteca Nacional y recibirán sepultura hoy en el Cementerio Británico. Su ausencia será un desafío, no sólo para su esposa y sus dos hijas. Los que lo leen añorarán sus consideraciones siempre reactualizadas. Los que disfrutaron sus clases echarán de menos al docente que convocaba a “los fantasmas de Nietzsche, de Baudelaire o de Sartre” como si fueran sus amigos de Racing.

Y si el dolor permanece es porque el que se fue era un tipo generoso. Un tramo elegido al azar, en este caso de París 68. Las escrituras, el recuerdo y el olvido, sirve para demostrarlo. Semiocultas, las líneas tienen ya diez años y hablan de cómo el hombre registraba minuciosamente su propio crecimiento: “Cambió mi manera de marcar los párrafos. Ahora es con un lápiz suave y atildado, por si alguna vez les doy cualquiera de esas páginas a mis alumnos. Antes era con birome fuerte, definitiva, para ninguna otra cosa, calculo, que para esa gran historia que no habría de saber nunca de tal gesto”.



Permalink:
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-113082-2008-10-10.html

Dos joyas filmadas por mujeres

 En los días en que estuve a media máquina vi dos joyas filmadas por mujeres:  - "Atlantics", película franco senegalesa de Mati D...