15/11/09

El último profanador


Créase o no: Doctorado honoris causa a Fernando Vallejo en la Universidad Nacional de Colombia. ¡Bravo!


El último profanador
Alan Pauls

Creer o reventar, la Universidad Nacional de Colombia le otorgó un doctorado Honoris Causa a Fernando Vallejo (ex alumno de la casa de altos estudios), dando pie a una ceremonia ritual en la que el gran escritor reeditó su diatriba permanente e inalterable contra sus blancos favoritos: Colombia, el Papa, los pobres, las mujeres, el estado del idioma castellano. Y sin embargo, la visión de un Vallejo furioso no debería tomarse como un caso de desdoblamiento de un yo que puede ser tan amable y encantador con los animales. Se trata, quizá, del último artista con un profundo sentido de lo sagrado.


Hace unas semanas la Universidad Nacional de Colombia homenajeó a Fernando Vallejo concediéndole un doctorado honoris causa. Aspero ex alumno de la casa, el escritor se mantuvo fiel a su costumbre y aprovechó la pompa y la muchedumbre convocadas por la ceremonia para lanzar otra de las molotov con que revitaliza regularmente la relación que mantiene con su patria. “Un Papa colombiano es lo que falta”, recetó desde el púlpito. Carcajadas, aplausos. Vallejo –que cuando lee no soporta que lo interrumpan, ni siquiera para festejarlo– se apuró y hundió un poco más su puñal. “Pero ¿quién?”, se preguntó en voz alta. Silencio en el auditorio: saliva, temor y temblor. Y después, con un énfasis serio, crédulo, como de monólogo shakespeareano de kindergarten, él mismo se contestó: “¡Yo!”.

La candidatura no prosperó: el furor anticatólico de Vallejo es célebre, cien veces más célebre que los libros extraordinarios donde suele irrumpir, caprichoso como un latigazo obsceno. Pero dio paso a estrategias más accesibles y sin duda más eficaces: por ejemplo, sobornar al jefe de cónclaves del Vaticano para que voten por un Papa colombiano. Fue un gag, un pequeño exabrupto satírico, uno de esos números de terrorismo anti-patria de los que Vallejo suele jactarse en todo el mundo, pero que nunca ejecuta con tanta fruición –arrebatado por el mismo tenaz sadismo de víctima que Thomas Bernhard sufría y ponía en práctica con Austria– como cuando pisa el suelo de su país, del que se autoexilió hace cerca de treinta años.

Cualquiera puede seguir el discurso de Vallejo on line, aunque me temo que broadcasteada por YouTube su capacidad de perturbación se empobrece. Me tocó verlo en vivo en el Festival Hay de Cartagena, de pie, solito en el escenario abrumado del teatro Heredia, con 750 personas sentadas en el filo de sus butacas y otras 300 afuera, sin tickets, amenazando con tirar abajo las puertas del teatro si no las abrían, y debo decir que fue una experiencia. Habló contra la decadencia de Colombia, contra el Papa, contra la corrupción de la clase política colombiana, contra el narcotráfico, contra el Papa, contra la guerrilla, contra los viejos, contra el Papa, contra los Estados Unidos, contra el estado de la lengua en América latina, contra el Papa... Los temas eran apenas la agenda de cualquier sociedad latinoamericana en carne viva. El estilo que los encarnaba, en cambio, era todo.

En vivo, Vallejo no habla, no improvisa, no es un orador. Lee. Más que leer, en realidad, se adhiere con ojos y dientes a las páginas que escribió hasta que las termina, las extenúa, las vacía. La lectura pública es en él una variante de la posesión. Vallejo es lo que lee: un torrente aluvional, arrasador, sin puntos, ni comas, ni separación de párrafos, que vocifera con su voz opaca y el empecinamiento de un demente. Uno de esos diluvios bíblicos con los que a menudo termina sus novelas (La virgen de los sicarios, El desbarrancadero). Jamás mira al público. Ni siquiera parece registrarlo. Blasfema, experta en la imprecación, la injuria y el escarnio, sembrada de digresiones macabras à la Jonathan Swift, autor con el que comparte toda clase de distopías misantrópicas, la palabra de Vallejo es de algún modo como la de Dios –sobre quien escupe, desde luego– pero al revés, en versión subalterna, la versión del que no tiene nada que perder. Delirio de súbdito o de huérfano, es una palabra simple, directa, cruda, repetitiva: como los alegatos de las heroínas de tragedia griega, no tiene destinatario posible y está condenada a resonar, solitaria, entre las cuatro paredes del mundo.

En La desazón suprema, el retrato filmado que le hizo Luis Ospina en 2003, Vallejo aparece relajado y sonriente, de buen humor, como satisfecho, contestando preguntas con sensatez, celebrando un cumpleaños apacible y hasta husmeando con una dosis de enternecida nostalgia la casa familiar que en El desbarrancadero describe como una pesadilla o una tumba. Pero basta que una radio lo haga opinar sobre el político colombiano que propone secuestrar e incinerar la edición entera de La virgen de los sicarios para que el monstruo vomite sus llamaradas de ira.

¿Qué hay de sorprendente en ese contraste? Vallejo siempre ha sido el Increíble Hulk de la cultura latinoamericana. El desaforado que exalta el crimen en ficciones brutales y cultiva el hobby de llamar “hijoeputa” al presidente de Colombia es el mismo moralista de la lengua que debuta en las letras escribiendo una “gramática del lenguaje literario”, Logoi, inmenso archivo de citas, figuras y trucos retóricos excavados de la literatura occidental que recopiló, dice, “para aprender a escribir”, y cuya tesis borgeana establece que ya todo está escrito, que la literatura es ready-made, que la originalidad no existe y por lo tanto cualquiera puede ser escritor. La bestia que aboga por la muerte de los pobres y abomina de la reproducción de la especie es el mismo biólogo que alguna vez redacta un ensayo refutando a Darwin, el amante del reino animal que dona los 100 mil dólares del premio Rómulo Gallegos a la Sociedad Protectora de Animales de Venezuela y el amo derretido de amor que le cepilla los dientes a su perra ante la cámara de Ospina.

No hay dos Vallejo: hay uno, y es ése que desde hace un cuarto de siglo hace todo lo que hace y escribe todo lo que escribe en su propio nombre, diciendo yo, haciendo del yo, a la vez, el altar y el infierno donde se goza de lo que se aborrece: el paraíso de la abyección. Vallejo es lo que alguna vez mereció un nombre elevado y maldito: un profanador. Es decir: un hombre –quizás el último– con un altísimo sentido de lo sagrado.

En Radar libros, 8 de noviembre de 2009
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-3602-2009-11-15.html

14/11/09

Vínculo


Acabo de terminar de leer la novela Vínculo de Isabel Fonseca. Me gustó muchísimo. Es un texto inteligente, irónico, denso, que pone en escena la relación entre la fidelidad y la infidelidad. Las traiciones. El desgaste en los matrimonios. Habla también de la muerte, del paso del tiempo, del cuerpo. Sobre todo: del cuerpo. Del cuerpo gozoso, del cuerpo del placer, y - claro - de la otra cara de la moneda: del cuerpo enfermo, del cuerpo envejecido.
El título en inglés es Attachment que alude, a la vez, a fuertes lazos familiares o afectivos, y a los archivos adjuntos que pueden acompañar un mensaje de correo electrónico. Los dos sentidos tienen un papel fuerte en el texto. Pero ¡no les cuento más! Les aseguro que se van a enganchar desde las primeras páginas.
Vale la pena leer la nota que salió en El País hace unas semanas (12-09-2009): http://www.elpais.com/articulo/semana/Estados/Unidos/adoran/exito/Inglaterra/odian/elpepuculbab/20090912elpbabese_8/Tes
Ahí mismo viene un pdf con el comienzo de la novela.

Un dato más: Isabel Fonseca es hija del escultor uruguayo Gonzalo Fonseca y esposa de Martin Amis.

6/11/09

Algunos de los libros que me han acompañado esta semana

6 de noviembre de 2009

Maus, de Art Spiegelman. Memoria y literatura una vez más. Uno de los mejores libros que se han escrito sobre el nazismo y sus consecuencias. Y quizás uno de los más entrañables. ¿Qué lo hace diferente? Que se trata de un cómic. (Hablaré de esta maravillosa obra el domingo 8 de noviembre en W Radio http://www.wradio.com.mx/)



El mar, de John Banville. El duelo y la memoria del personaje principal, también narrador de este conmovedor relato, me han acompañado durante la semana (ida y vuelta MEX-GDL-MEX, como decía el boleto de avión de la FIL) y aún no puedo ni quiero desprenderme de su voz. Dicen por ahí que la de Banville es la mejor prosa en lengua inglesa.
Con qué ferocidad sopla hoy el viento, golpeando con sus grandes puños suaves e inútiles los cristales de la ventana. Es la clase tiempo otoñal, tempestuoso y despejado, que siempre me ha encantado. El otoño me parece estimulante, al igual que se supone que la primavera lo es para los demás. El otoño es época de trabajar, en eso coincido con Pushkin.



La muerte me da, de Cristina Rivera Garza. Me ha acompañado, por supuesto, como nueva ganadora del Premio Sor Juana. Gran novela. Inteligente, valiente, compleja, sensible. La presencia constante de Alejandra Pizarnik, la exploración del propio ejercicio de escritura, la presencia del cuerpo, le dan una muy interesante dimensión de profundidad a este thriller poco común.



Y un homenaje a Claude Levi-Strauss. ¡Salud Maestro!

31/10/09

Verloso de Felipe Soto Viterbo en W Radio

Para escuchar el comentario, vayan por favor a:

http://www.wradio.com.mx/programa.aspx?id=795393&au=900054

¡Ojalá les guste!

25/10/09

Nombrarlos a todos

Hoy aparece mi artículo "Nombrarlos a todos" en El Universal. Por si se les antoja leerlo, aquí va el enlace:

http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/46078.html

18/10/09

Lenguaje e imágenes balbuceantes

“Palabras de sobrevivencia, palabras derrotadas, palabras
de ceniza, palabras para salvarnos” palabras e imágenes que
Sandra Lorenzano —autora de Escrituras de sobrevivencia y
Aproximaciones a Sor Juana— hila y entrelaza en este texto
en el que la guerra y el horror; los nombres y las ausencias; el
pasado y el presente hablan por sí mismos.


Si quieren ver el artículo, está en:
http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/2506/pdfs/76-80.pdf

11/10/09

La cama es mi Plaza de Marrakesh

En el suplemente Kiosko de El Universal de hoy aparece mi artículo "La cama es mi Plaza de Marrakesh".

Mañana lo subo al blog. Prometido!

4/10/09

"La justicia" en la Suprema Corte

En El Universal de hoy

México D.F., a 4 de octubre de 2009

"La justicia” en la Suprema Corte

Sandra Lorenzano



En México hay un altísimo porcentaje de personas en la cárcel esperando que les dicten sentencia. La duración de los procesos (y la referencia a Kafka implícita en este término no parece casual) excede vergonzosamente los plazos establecidos por la Constitución. Esto quiere decir que quizá muchos de quienes (sobre)pueblan nuestros reclusorios sean inocentes, o hayan ya cumplido el tiempo que les correspondería como pena. Por supuesto, la mayor parte de estas demoras se da entre gente de escasos recursos, entre otras cosas por la ineficiencia y la corrupción de los “abogados de oficio”, tal como lo reportan los informes de la Comisión de Derechos Humanos del DF sobre el tema. Archivos y más archivos, expedientes y más expedientes se acumulan, amontonados, amarillentos, olvidados, postergados, en más de una oficina. Ya lo contó José Clemente Orozco en uno de los murales que pintó en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Y este es sólo uno de los vicios de nuestro sistema judicial.
Por otra parte, muchos delincuentes circulan libremente junto a nosotros, habiendo convertido a nuestro país en uno de los más violentos e inseguros del mundo. Claro que muchas veces estos delincuentes usan uniforme u ocupan cargos públicos.

De estos temas habla, entre otras cosas, la obra que Rafael Cauduro realizó, casi siete décadas después que el muralista tapatío, también para la SCJN. Su título es La historia de la justicia en México y fue inaugurada el pasado mes de julio. De estos temas habla. De las terribles fallas del sistema de justicia mexicano. O dicho de otra manera: de algunos de los rostros de los condenados de la Tierra.

En una superficie de 290 metros formada por ocho muros ubicados en tres niveles, en la llamada “escalera de magistrados”, los “siete crímenes mayores” que ahí aparecen son una bofetada de realidad en el recinto que ocupa la autoridad máxima del Poder Judicial. Imágenes de homicidios, violación, secuestros, torturas, procesos viciados, represión estatal nos golpean desde esas paredes convertidas en denuncia y recordatorio permanente de nuestra ensangrentada cotidianidad.

¿Habrán pensado en algo así los máximos jueces de la nación al encargar el proyecto? El día de la inauguración, el ministro Ortiz Mayagoitia hizo votos para que las futuras generaciones vieran esta crítica como aquello que nuestro país logró superar. El pintor fue quizá menos optimista; frente al panorama actual no se trata, dijo, de hacer “celebraciones” de ningún tipo al hablar de la justicia.

Por supuesto que, a pesar de una que otra denuncia, son mucho más tranquilizadoras las imágenes creadas por Luis Nishizawa, Leopoldo Flores e Ismael Ramos para las otras tres esquinas del recinto. La propuesta de Cauduro es artísticamente sorprendente. Simbólicamente brutal. No parece haber salida posible en los relatos que cuentan esos muros convertidos en pesadilla.

Allí está el tzompantli cuya vista recibe cada día a los ministros cuando pasan del estacionamiento a la puerta del elevador que los llevará a sus oficinas. No dudo que muchos de ellos entren mirando al suelo o desviando los ojos. Las hileras de cráneos sobrecogen a pesar de la pátina que les da el “tranquilizante” relato de la arqueología. Está también la “sala de expedientes” —mi fragmento favorito del mural—, con el óxido que cubre por igual los legajos y los rostros desesperanzados que alcanzan a vislumbrarse en los cajones, como fantasmas de la angustia y la resignación. Sobre otro de los paneles, la perspectiva nos envuelve en el vértigo de la caída para llevarnos al fondo de un pozo; allí compartimos el espacio con un cuerpo cuya silueta está señalada con una línea blanca.

¿Quién ha cometido el crimen? ¿Alguno de los cientos de reclusos que se asoman por los barrotes de una cárcel cuya diabólica estructura se pierde en un horizonte sin salidas? ¿O el secuestrador que tiene arrinconado en un cuarto a un hombre de camisa blanca y corbata? ¿O tal vez el que ha violado a la mujer que sangra sobre una silla? ¿O quizá alguno de los que miran desde “afuera” como si se tratara sólo de un espectáculo? Lo turbio, lo oscuro, lo perverso, lo violento de nuestra sociedad y su sistema de justicia está ahora sobre los muros que ven cada día los funcionarios del máximo tribunal de la nación. Ni más ni menos.

El trabajo de planos y perspectivas es magistral. El mensaje, desconsolador. Esas escenas que rematan con la represión a una marcha que a, su vez, sale de una pared grafiteada que, a su vez, es parte de los cuerpos de los soldados que, a su vez… en un juego de cajas chinas que recuerda en algo a los laberintos visuales de Escher, pero pasados por el horror de nuestra realidad nacional, buscan la continuidad entre la calle y el silencio del recinto. El inicio de la escalera está junto a una puerta que da al exterior. La semejanza que desde ahí se ve entre lo pintado por Cauduro y el “cuadro viviente” que ofrece el Centro Histórico no es mera coincidencia.

En el último piso unos uniformados montan guardia sobre los vidrios (de hecho, Rafael Cauduro fue el único de los artistas invitados a pintar en los muros de la Corte que utilizó y modificó también las ventanas). Tras esas figuras militares o policiales, un grupo de ángeles con rostro de mujer intenta desplegar las alas. Si lo lograrán o no es una de las tantas preguntas que quedan abiertas. Del inframundo de los cráneos que nos reciben en el sótano a un cielo que dudosamente pueda consolarnos.

Las respuestas —después de las resoluciones de Acteal, del caso Lydia Cacho, de los curas pederastas, del nombramiento del nuevo procurador general de la República, de los también “nuevos” 6 millones de pobres, de los más de 14 mil asesinados en lo que va del sexenio, de los narcotraficantes en las listas de Forbes, etcétera, etcétera, etcétera— pueden ustedes imaginarlas.




Escritora

29/9/09

¿Justicia?


¡¡Excepcional la obra de Rafael Cauduro en la Suprema Corte de Justicia de la Nación!!

20/9/09

A GUIT IUR!!! (o "Feliz año nuevo" en la vieja lengua que hablaban los abuelos)

Travesías de domingo


Acabo de recibir un libro delicioso - A Plea for Eros - de una de las narradoras que más me interesan en este momento: Siri Hustvedt. Se trata de un conjunto de ensayos de corte más bien autobiográfico, que exploran la memoria personal y familiar así como el contexto en que surge la escritura, en relación con el propio oficio literario.
Va un parrafito, sólo para abrir boca:

"In my walking life, I'm a woman, buy sometimes in my dreams I'm a man... In every book, the writer's body is missing and this absence turns the page into a place where we are truly free to listen to the man or woman who es speaking. When I write a book, I am also listening. I hear the characters talk as if they were outside me rather than inside me.(...) ...when I write the same ambivalence becomes muy liberation, and I am free to inhabit both men and women and to tell their stories."

Vale la pena acercarse a las dos últimas novelas de Hustvedt publicadas en español: Todo cuanto amé y Elegía para un americano (ambas están en Anagrama). Siri Hustvedt es una maestra de la construcción narrativa, con una prosa tersa y compleja a un tiempo, con un excepcional diseño de personajes. Son las suyas narraciones inteligentes, sumamente elaboradas, profundas, con una sensibilidad seguramente enriquecida, entre otras cosas, por sus años de dedicación a la crítica de arte. En este campo, sus ensayos compilados en el libro Mysteries of the Rectangle muestran su veta más analítica y reflexiva.

Parece que este año podremos escucharla en la FIL de Guadalajara. Ojalá...

8/8/09

Ay, Rosario...

Sandra Lorenzano
Publicado en El Universal
Viernes 07 de agosto de 2009

http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/45153.html


Una de las novelas que no sólo más profundamente me ha marcado en términos personales sino que considero fundamental para entender el México de hoy —a pesar de que apareció en 1957— es Balún Canán de Rosario Castellanos. En esas páginas en las que se cruzan las palabras de una narradora niña con la memoria ancestral de los pueblos indígenas, la corrupción oficial con la prepotencia de los latifundistas, el alcoholismo con la violencia dentro y fuera de cada hogar, aparecen los claroscuros de una realidad signada por las desigualdades, el sexismo y la explotación.
Allí están muchas de las respuestas para quienes en enero de 1994 se preguntaron con una mezcla de perversa ingenuidad e irresponsabilidad: “¿Cómo? ¿Todavía pasan estas cosas en Chiapas?”. Casi 40 años antes, Rosario Castellanos las había visto, las había sufrido, las había señalado. Pocos, muy pocos quisieron verlo entonces. Muy pocos quieren verlo aun ahora.

Balún Canán es sobre todo una novela sobre el poder. Una novela política en el mejor sentido, en la que está presente tanto la política nacional —desde la conquista al gobierno de Lázaro Cárdenas— como las micropolíticas que arman el tejido de nuestra cotidianidad. Castellanos, de cuya muerte se cumplen 35 años hoy, había aprendido en carne propia que “lo personal es político”. Sobre todo para las mujeres. El sector más oprimido de los oprimidos en las páginas de la novela. Y fuera de ella. La discriminación y la opresión construyen una pirámide en la que quienes están abajo son también los que menos tienen, los más desposeídos, los indios, pero hay además otra línea que atraviesa esa pirámide: la del género.

Sin duda muchas cosas han cambiado desde que se publicara el libro, o desde que una jovencísima Rosario se atreviera a pensar la filosofía que aprendía en la UNAM desde otra perspectiva, con otra mirada: la mirada oblicua, cuestionadora, de las mujeres inteligentes. Muchas cosas han cambiado. Muchas otras no, o no de manera homogénea en todo el país.

Por recordar sólo lo que sucede en Guanajuato, cito lo que escribió hace dos semanas, en este periódico, José Gerardo Mejía: “Por recomendación de la Secretaría de Gobernación, el Sistema Nacional para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres rechazó conformar una comisión investigadora para esclarecer distintas agresiones a los derechos humanos contra mujeres, incluida la violación de una menor de nueve años de edad”. Por recomendación de la Segob. ¡Caramba! Y podríamos hablar también de los crímenes que continúan impunes en Ciudad Juárez o en el estado de México (que tan “glamoroso” se presenta en otros aspectos) o en la frontera con Guatemala. O pensar en el caso de Ernestina Ascencio o en el de las hermanas triquis Daniela y Virginia, por si queremos decir algo de las constantes violaciones a los derechos humanos por parte de nuestro patriótico Ejército. Vale la pena entrar al sitio del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio y darle una mirada a los aterradores datos que presentan.

O podríamos pensar en el retroceso en cuanto a legislación sobre salud reproductiva que ha habido en varios estados. Desde la histórica sentencia de la Suprema Corte en la que declara la constitucionalidad de la despenalización del aborto en el DF en las primeras 12 semanas de gestación (http://informa.scjn.gob.mx), 14 estados modificaron sus constituciones para “proteger la vida desde el momento de la concepción/fecundación”. Esto se traduce en la vulneración y desconocimiento de los derechos fundamentales de las mujeres, como el derecho a la vida, a la intimidad, a la libertad y a la autodeterminación reproductiva, todos reconocidos por la Constitución. Así lo argumentan las más de 500 mujeres que se han amparado contra las decisiones de las autoridades locales.

Es evidente la flagrante complicidad de muchos de los organismos oficiales con los sectores más conservadores de la sociedad. El desplegado redactado en el marco de la Cuarta Reunión Nacional de los Mecanismos para el Adelanto de las Mujeres en las Entidades Federativas del Sistema Nacional para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, entre otras cosas, dice: “Exigimos que los institutos de las Mujeres y las dependencias federales, estatales y municipales cumplan con su responsabilidad jurídica de hacer realidad el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia”.


Como plantea la antropóloga de la Universidad de Brasilia Rita Segato, en el caso de la violencia contra las mujeres no estamos hablando de “violencia de género, sino sobre cómo el género es violencia y esa violencia es la fundadora de todas las otras formas de violencia. (…) El género es —desde esta perspectiva— una máquina genocida”. Ay, Rosario…


Escritora




© 2009 Copyright El Universal-El Universal Online

1/8/09

Libros y más libros

Mi amiga - y estupenda fotógrafa - Moramay Herrera Kuri, que trabaja en el Fondo de Cultura Económica, me hace las siguientes preguntas:

A tu juicio, cuáles son los 10 libros más importantes que se han publicado en el Fondo a lo largo de estos 75 años, o tus favoritos en realidad...

La segunda es cuál es tu experiencia como escritora, lectora o editora del Fondo. Lo que queremos es que nos narres alguna anécdota o experiencia que hayas tenido en el FCE.

Va mi respuesta:

Empiezo por la segunda pregunta que, en realidad, da la clave para la primera:

Desde que tengo memoria, mis padres guardaban en el clóset más alto de la casa – después aprendí que eso en buen idioma argentino se llama “baulera”, aunque en mi casa se llamara simplemente “el placarcito del baño”, porque curiosamente esa especie de tapanco de entrada pequeña pero muy profundo, estaba en el baño (¿qué habrá pensado el arquitecto que diseñó la casa en los años 40? Si es que la diseñó un arquitecto, claro. Nunca lo supimos a ciencia cierta) -, pero bueno, a lo que voy: decía que guardaban en ese lugar varias cajas (¿cinco, seis, ocho? Como todo recuerdo, éste es incierto) con libros. Me sorprende la normalidad con que veíamos nosotros, los chicos, allá por los años sesenta, que una parte de la biblioteca familiar estuviera oculta. Parecía tan natural como el pan con manteca y azúcar de las mañanas, o las "vueltas manzana" en bicicleta, o las moscas del verano porteño. Sabíamos que había habido un golpe de Estado hacía poco tiempo. Me acuerdo del momento en que entró una vecina mientras desayunábamos y le dijo a mi mamá: “Graciela, prendé la radio que hubo golpe”. Pero como ése no era el primero ni sería el último, las cajas con libros (“huacales”, en realidad, dicho en mexicano) estaban allí y seguirían allí por diez años más. Iba a escribir para siempre, pero no fue así.
Cuando el 24 de marzo de 1976 hubo un nuevo golpe militar, mi padre decidió que era el momento de deshacerse de la parte más querida de su biblioteca, la del “placarcito del baño”. Empezamos entonces a usar más que nunca la parrilla del fondo del jardín. Todas las noches, encendíamos el fuego para ir quemando el tesoro de la familia. Todos llorábamos. ¿Sería cierto que no había otra forma de salvar la vida? Papá ya había estado preso por “ideólogo de izquierda” (?) en el 68 y parecía que ahora “la mano venía más dura”. Deshacernos de los libros era protegernos. Varias noches repetimos el ritual, hasta que un vecino, de los muchos cómplices del autoritarismo que rondan siempre por ahí, comentó una tarde: “¿No está haciendo demasiados asaditos, doctor?” Fin de las fogatas.
A partir de entonces, llenábamos maletas y las tirábamos al río. Otra vez, claro, llorábamos todos. Lo que vino después es historia conocida: la represión, los desaparecidos, el exilio. Los libros del placarcito fueron las primeras víctimas de la familia.
Cualquiera que conozca el catálogo del Fondo puede imaginarse cuántos de sus títulos murieron en la hoguera. Yo recuerdo algunos en este momento:
Los dos tomos de La breve historia de la Revolución Mexicana de Jesús Silva Herzog (¿cómo iba a estar en un lugar visible un libro con la palabra “revolución” en el título. Cuando llegamos a México y descubrimos que acá se llamaba así la avenida por la que caminábamos todos los días para ir al colegio, pasando por el mercado de Mixcoac, no podíamos creerlo.)
Los de abajo de Mariano Azuela. Un título demasiado “populista”.
El pensamiento hispanoamericano de José Gaos. Era sospechoso a pesar de que no dijera “latinoamericano”, palabra mucho más subversiva. Y por supuesto todo el marxismo publicado hasta ese momento.

En mi catálogo personal se suman muchos libros del Fondo a los que vuelvo una y otra vez, para escribir sobre ellos, para dar clases o simplemente por el puro “placer del texto”.
Pienso, por ejemplo, en El llano en llamas que fue el primer libro que me regalaron en México. Me lo dio Pilar García Fabregat que era mi profesora de historia, con una hermosa dedicatoria que me invitaba a conocer de verdad mi nuevo país. Después corrí a la librería a comprar yo sola Pedro Páramo, por supuesto.
Pienso en Balún Canán de Rosario Castellanos que me enoja y me conmueve por igual cada vez que lo leo. O en los cuatro tomos de las Obras Completas de Sor Juana que otra maestra – Anamari Gomís - me regaló cuando entré a la Facultad.
Pienso en Libertad bajo palabra y en El arco y la lira. Los dos libros que me resultan más entrañables de Octavio Paz. En Memorias póstumas de Blas Cubas de Machado de Assis. O en Arte y poesía de Heidegger al que llegué gracias a Paul Celan.
Y muchos otros que me han revelado mundos – exteriores e interiores – y que me acompañan de manera cómplice y generosa en la vida. Lejos de cualquier tapanco.

31/7/09

El triunfo de la "narcocultura"

Sociedad / íconosEl triunfo de la "narcocultura"

Canciones populares, ropa fabricada especialmente y una imagen social que penetra en la juventud son algunas marcas del narcotráfico que, una vez globalizadas, impactan en la sociedad más allá de las políticas contra la droga

lanacion.com | ADN Cultura | S?do 2 de mayo de 2009

25/7/09




In the Shadow of the Sun (1980)

A Derek Jarman film with music by Throbbing Gristle



IMDB User wrote:
Derek Jarman used some of his 70s home movie footage to produce this wonderful piece of exploitational avantgarde cinema. Actually the original material has been slowed down to a speed of 3-6 frames, then Jarman added colour effects and the pulsating, menacing score by Industrial supergroup Throbbing Gristle

The result is a piece of art not to dissimilar to Jarman«s painting work in using found footage as elements of memory and mind that resemble ideas reflected in the Cabala and in C.G. Jung`s writings about an archetypical past that is hidden in everyone of us.

senseofcinema wrote:
The first, In the Shadow of the Sun (1974-80), was originally put together by Jarman himself in 1974 from re-shot Super-8 material including footage from The Art of Mirrors and Journey to Avebury, amongst several others. The film was eventually blown-up to 35mm and premiered at the 1981 Berlin Film Festival. The focus on ritual, mysticism and obscure alchemical symbolism links it with the work of Anger. However, Jarman's preference for the work of Carl Jung and the "white" magician John Dee, is quite distinct from Anger's invocations of the "black" magician Alistair Crowley.

14/7/09



A veces un lugar se puebla de ausencias y es difícil actuar como si no pasara nada. Los ausentes suelen ocupar, en esos espacios, mucho más que los presentes. Algo así me pasa en esta casa a la que he venido pocas veces desde que ya no vivimos en ella. Extraño a los que alguna vez estuvieron.

10/7/09

UNIVERSITY OF CALIFORNIA, SANTA BARBARA

SEGUNDO COLOQUIO DE VERANO
LITERATURA MEXICANA

A LA UNA, A LAS DOS Y A LAS TRES
ESCRITORAS UC-MEXICANISTAS
ROSA BELTRÁN, SANDRA LORENZANO, CRISTINA RIVERA GARZA


Sábado 11 de julio de 2009
G i b r a l t a r (S a n t a Y n e z Apartments 6750 El Colegio Road)

Apertura: Arturo Giráldez

A la una: de 1:00 a 1:45 pm

Debra Herrick, “Disneylandia, el espacio en ‘Diletantes: amor en la postmodernidad’ de Rosa Beltrán”

Oswaldo Estrada, “Juego de damas en Rosa Beltrán”

Nora Marisa León-Real Méndez, “Mi reino por un Imperio en La corte de los ilusos de Rosa Beltrán”

Modera: Julio González-Ruiz

A las dos: 1:50-4:00 pm

Arturo Giráldez, “Saudades, memoria y deseo”

Sara Poot-Herrera, “Saudades y fidelidades de Sandra Lorenzano”

Miguel Zugasti, “Re-hacer el espejo roto. Saudades de Sandra Lorenzano”

Re-ceso, recesan… resesiones

Nicola Gavioli, “Through the Cutlery: Who’s Afraid of Cristina Rivera-Garza? La ansiedad del lenguaje en La muerte me da”

Danielle Borgia, “Vaivenes de género en La cresta de Ilión de Cristina Rivera Garza”

Omar Miranda Flores, “El adjetivo interior en La muerte me da de Rivera Garza”

Modera: Beatriz Mariscal

Intermedio: 4:00-5:00 pm [pinchos y botanas]
No sólo de leer vive el hombre… y tampoco la mujer… (pa’ella, pa’él y pa’todos)

A las tres: 5:00-6:00 pm

Jorge Ruffinelli, “Rivera Garza, Beltrán, Lorenzano: sin fronteras”

Sandra Lorenzano, “Saudades de Saudades”

Cristina Rivera Garza, “29 misivas desde la frontera más distante”

Sara Poot-Herrera, “Somos mucho más que tres. Diálogo con Sandra Lorenzano y Cristina Rivera Garza”

Clausura: Ricardo Maldonado

Hispanic Summer Institute, UCSB
Department of Spanish and Portuguese, UCSB
UC-Mexicanistas
Silvergreens

9 de julio

Volamos toda la noche y llegamos a la mañana temprano. Hacía frío. Siempre hace frío al amanecer en el aeropuerto de la ciudad de México. Claro que eso lo aprendí después. Apenas habíamos dormido por la mezcla de miedo, tristeza y excitación. Yo, que me había vuelto fanática de la obra de Ferrer y Piazzolla, “María de Buenos Aires”, me repetí fragmentos de las canciones durante toda la noche (las rarezas que uno puede hacer en la adolescencia serían motivo de otro texto); cualquier interpretación resulta obvia, lo sé. A lo mejor el disco era de los que nos había dejado Luis, el hermano de papá, que había llegado a México un par de meses antes que nosotros, y que había tenido un par de programas en Radio Universidad de Córdoba – uno de jazz y el otro de tango – antes de la dictadura. En Argentina era “fecha patria” – el día de la declaración de la independencia – y para nosotros, en la familia, el día en que celebramos el cumpleaños de mi padre. No sé si el mover los cumpleaños a los feriados es una costumbre de todos los argentinos o una característica familiar. Él nació el 8 de julio, pero inscribirlo el 9 podía significar que se salvaría de hacer el servicio militar. ¿Y qué madre quiere que su hijo entre al ejército? Por lo menos mi abuela no.
Tengo un recuerdo confuso de la llegada. Sólo sensaciones. El frío. La extrañeza. El llanto de mis hermanos menores.Los demás pasajeros iban pasando uno a uno por los escritorios del personal de migración. “Háganse a un lado”, nos dijeron a nosotros. Los cuatro chicos y mamá, que tenía entonces diez años menos de los que tengo yo ahora, nos quedamos paraditos muy tiesos y asustados a unos pasos del funcionario, cruzando los dedos para que todas nuestras maletas, maletitas, bolsas y muñecos, no lo hicieran dudar de la verdad de lo que anunciaba el sello que el Consulado había puesto en nuestros pasaportes: 45 días.
Han pasado treinta y tres años.
“La edad del Cristo azul se me acongoja”, escribió López Velarde.

9/7/09


Maravillosa exposición de Robert Frank en el Museo de Arte Moderno de Los Ángeles. Es la suya una mirada privilegiada para ver el lado más descarnado y solitario del "american dream".

5/7/09

Gracias, querido Pavese, por dejar que la poesía tape un poco el ruido de las elecciones.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Mudos, descenderemos en el remolino.

2/7/09


Y siguiendo con el tema de la infancia encontré esta frase maravillosa y atroz de Alejandra Pizarnik (tan lejos del melancólico recuerdo de la hora de la leche, y tan cerca de los fantasmas infantiles que también nos han marcado a todos):

Yo no sé de la infancia más que un miedo luminoso y una mano que me arrastra a mi otra orilla.

29/6/09

Notas cada tanto, 29 de junio de 2009

(Ayer, domingo 28, publiqué un artículo sobre los escenarios políticos en la Argentina de las elecciones legislativas. No me gustaron los resultados de las votaciones, así que abandono por unos días mis “inquietudes políticas” y vuelvo a la escritura porque sí, a la del puro placer de sentarse ante una hoja en blanco e intentar crear un mundo. De ahí surgen estas casi confesiones de hoy - que ahora que releo estoy a punto de hacer desaparecer gracias a las virtudes de la tecla delete -)

Soy de las personas que se pasman y no saben qué contestar cuándo les hacen preguntas del tipo de ¿Cuáles son tus diez escritores favoritos?, o ¿Qué libros te llevarías a una isla desierta?, o ¿Quién es tu compositor (o tu lugar del mundo, o tu marca de plumas, o lo que sea) preferido? Me pasmo y no puedo dar una respuesta medianamente coherente. Eso me pone en aprietos y muchas veces me hace aparecer como quien en realidad no ha leído ni leerá a diez escritores, o diez libros diferentes, o que nunca ha usado más que una Bic porque, finalmente, “no sabe fallar”. Cuando alguien empieza con esas cosas – suele ser gente muy joven, los estudiantes, en general, o algún despistado que no se ha dado cuenta que no son preguntas que se hagan en una reunión de “intelectuales” como ésta. ¿Quién lo habrá invitado? – intento hacer un gracioso mutis por el foro y evitar poner mi cara de pasmada (cabe aclarar que no es mi mejor cara).

Hace poco, alguien me preguntó si el amanecer era mi hora favorita del día. La pregunta surgió porque hablamos de un personaje de la novela que estoy escribiendo que se levanta antes del alba. Y ahí tuve que contestar que tengo dos momentos diferentes del día que son los que prefiero. Sé que con esa respuesta doble estaba traicionando las reglas tácitas de ese tipo de cuestionamiento. Elegir lo “favorito” nos obliga a señalar una sola cosa en detrimento de todas las demás. Pero, para ser honesta (otra regla tácita), tuve que hablar de mis dos momentos. Uno sí es, por supuesto, como lo vislumbró con perspicacia mi interlocutor/a, el que forman los instantes anteriores a que empiece a amanecer. Como soy obsesiva, pongo todos los días el despertador muy temprano para que ese momento me encuentre ya sentada frente al escritorio y a la maravillosa ventana que me permite ver cómo van tiñéndose de colores las nubes. Me levanto, me preparo un café y empiezo a trabajar. Ni Lola, mi perra, ni Ulises el gato, ni mucho menos Mariana, dan aún señales de pensar siquiera en despertarse. Lo más que me ha sucedido es que Lola abra un ojo y poniendo cara de “estás loca”, se quede disfrutando por lo menos una horita más de la cama que yo acabo de dejar y ella de usurpar. Si por alguna razón - porque estoy de viaje o porque la noche anterior me desvelé o por lo que fuera – no cumplo con este ritual, me invade una sensación de pérdida de tiempo que provoca que de verdad el resto de mi día resulte bastante poco productivo.

El segundo momento que prefiero no tiene una hora específica sino que está marcado por un ritual; en realidad por un ritual que hace tantos años que no practico, que ahora que me propongo contar de qué se trata me doy cuenta que estoy haciendo en realidad un ejercicio de arqueología personal. Ese segundo momento es “la hora de la leche”; quienes tienen más o menos mi edad y comparten mi país de nacimiento saben de qué hablo. No sé si el ritual sigue existiendo ni si continúa llamándose así. Quizás algunos lo confundan con “la hora del té”, pero simbólicamente son muy distantes. La hora de la leche era un paréntesis que aparecía por ahí de las 5 o 6 de la tarde – según la estación del año, o según el turno en el que fuéramos a la escuela (mañana o tarde) – acompañado de un café con leche, o de una taza de mate cocido, o de una vaso de leche fría con chocolate si afuera hacía calor. En la panera había siempre algunas tostadas que mamá nos preparaba y que comíamos Pablo mi hermano y yo poniéndoles manteca (léase “mantequilla”) y azúcar, o kilos de dulce de leche. El olor de las tostadas, el del café, la voz de mamá, todo eso convirtieron ese momento de estar los tres sentados a la mesa de la cocina en uno de los mejores recuerdos de mi infancia. Es más, creo que si soy quien soy se lo debo en gran medida a esa media hora de charla y risas. A veces se quedaba alguno de nuestros amigos. “Ma, ¿se puede quedar César a tomar la leche?”, era la pregunta de cajón. César era el vecinito de la vuelta con el que compartíamos la pasión por salir a andar en bici por el barrio. “Claro, pero que avise en su casa.” Otras veces éramos nosotros los invitados a celebrar el ritual en otro lado. “¿Me puedo quedar en la casa de Adriana (o de Norma. El nombre era intercambiable: eran mis dos mejores amigas a los 8 años)? Adriana Klock y Normita Bellagamba; apellidos que daban testimonio de aquello que se decía en el preámbulo de la Constitución y que alguna vez, por cierto, tuvimos que aprender de memoria:

Nos, los representantes del pueblo… con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino… ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución...

Para todos los hombres del mundo… Y ahí estaban Enrique, el papá de Adriana, que tenía un almacén, y Giulio, el papá de Norma, que era obrero de la Ford. Así fue mi infancia, con Oscarcito Spengler, Daniel Rasteiro, con Dicky Robinson. O con “Pety” Tateno cuyos padres habían nacido en Japón y cuyos hermanos mayores, que cuidaban el vivero de la familia, se iban muriendo antes de cumplir los 25 años por una extraña enfermedad genética. Vinieran de Alemania, de Galicia, de Rumania o de Nápoles, en todas las mesas de todas las cocinas de mi infancia había una hora de la leche. Aunque hay que decir que no nos gustaba tanto – ni a Pablo ni a mí – quedarnos en la casa de Adriana o de Norma porque ahí a la leche se le hacía “gordura”: una nata que nos parecía inmunda y que en casa mamá colaba, pero en otros lados te la tenías que tragar aunque te diera asco. Tampoco nos gustaba ir al baño porque no tenían baño sino letrina y pensábamos que nos íbamos a caer al pozo en cualquier momento. El sueño que prometía la Constitución no había alcanzado para baños. Qué se fizo el Rey Don Juan, se pregunta para siempre Jorge Manrique.

Porque además de obsesiva son una melancólica irredenta, mi momento favorito del día es la hora de la leche. Por eso cuando ando “chípil” (maravillosa palabra inventada por los mexicanos) me siento en la cocina a eso de las 5 o 6 de la tarde, me preparo una taza grande de café con leche y brindo por los que no están.

15/6/09

Comentario sobre la novela La casa de los conejos de Laura Alcoba
Domingo 7 de junio de 2009

14/6/09

Domingo de poesía (y de bicicleta)
¿Será que la bicicleta me da ganas de leer poesía?

Fragmentos de La memoria y la mano de Edmond Jabès

Hubo, antaño, una mano
que nos condujo a la vida

¿Habrá un día una mano
que nos conduzca a la muerte?

I. Con las dos manos

A quienes se les ha quitado el derecho a vivir, tienen, al menos, derecho a un recuerdo.

...un recuerdo que les pertenecería por derecho propio.

La mañana entera caba en dos manos.
...manos que arden con el día.

La noche tal vez sea consumación de nuestras manos.
Sin embargo, no hay que confundir ceniza y sombra;
-¿mas quién sabe?-
¿No es la noche, a la vez, preludio y final de un incendio?

Ya no tienes manos. Duermes.

Uno muere por sus propias manos.

(Morimos sin manos.)


II.

El vocablo separa la mano de la mano que lo forma.

Al libro le basta una mano.

...la mano que ha sustituido a la mano y cuyo vocablo dice su pertenencia.

Mucho ruido en la desaparición del ruido.
Silencio para nada.

La mano sólo oye el silencio; sólo oye la mano.

26/5/09

Sandra Lorenzano habla sobre Atiq Rahimi y La piedra de la paciencia

http://www.wradio.com.mx/oir.aspx?id=795393

23/5/09

Un par de textos míos (nomás porque sí)

Si hay un nombre secreto, el nombre que un huidizo dios escribiera alguna vez sobre la arena, te llamaría yo piedra, mano, agua que corre, para tratar de adivinar sus designios. Dibujaría entonces sobre tu vientre los signos ambiguos del consuelo - como la hoguera que arde detrás del último médano - para hacer de tu piel mi rezo cotidiano.
Si hay un nombre secreto debe contener dentro de sí todas las palabras. También las del dolor. Las de la ventana que mira a ninguna parte. Las de la ceniza que dio forma a tus huesos. Las del brillo acerado de las aves que viven cada noche dentro de los sueños. O tal vez sean alas de ángeles que repiten el nombre en tus oídos, como cuentan en otoño quienes saben. Bajo una llovizna inacabable. Bebo de ti entonces como si de algas fuera la sal de tu lengua. Bebo para encontrar aquella primera letra. Origen. Vértebra. Vino oscuro que se derrama.
Volver a ser la línea que separa las historias del zumbido feroz del mediodía. Como en el inicio. Predecibles eran entonces el sudor y las alas de los insectos. Lo esperado si el vapor de los ríos marcaba las horas y en un pliegue imperceptible del aire se quebraba el aliento. Lo que anhelaba la piel. El frágil golpeteo en las sienes, el reflejo en el pardo dibujo del agua.

Como el vidrio pulido que guardabas en la mano
Como el hilo que marcaba la frontera
Como el vino derramado en la tierra
(una aureola es la carta marina)

Y el sol en lo alto
¿siempre?
que quema la imagen por los bordes
que satura los colores
que hace del calor marca de fuego
herrumbre.


Los hermosos años del castigo, extraño y bello libro de Fleur Jaeggy, que con un lenguaje contenido, sobrio, austero y con un dejo de misterio, como si algo estuviera siempre a punto de suceder, cuenta la relación entre la protagonista y Frédérique durante la adolescencia. El escenario es el Bausler Institut, un internado en la zona de Appenzell, muy cerca del hospital donde vivió Robert Walser. Algo también inquietante, sobre todo para los lectores. Pocas páginas que más que decir, callan: la sensualidad, la soledad, la necesidad de afecto de estas jóvenes ricas que viven alejadas de sus padres y de su entorno familiar, imaginando un mundo que quizás nunca descubran realmente. Paisajes solitarios, sentimientos contenidos, sueños que algún día la realidad destruirá.
“Allí arriba me sentía en un estado que podría llamarse de malafelicidad. Exigía la soledad, era un estado de ebrio y tranquilo egoísmo, una venganza feliz. Me parecía que esa ebriedad era una iniciación, y el malestar de la felicidad se debía a un aprendizaje mágico, a un rito. Luego se estropea.”
FLEUR JAEGGY
Entrevista: Una cierta glacialidad también revela sentimientos.

(apareció en la revista Shangri-la http://shangrilatextosaparte.blogspot.com/2007/02/carpeta-fj-y-viii-entrevista-una-cierta.html)


Para muchos es la escritora italiana más importante de la actualidad. Su tercer libro, Los hermosos años del castigo, fue un descubrimiento en toda Europa. Escribe obras trágicas y afiladas. Ha publicado seis títulos en casi cuarenta años. En esta entrevista reivindica la brevedad y el silencio y habla de Proleterka, una novela de iniciación que acaba de aparecer en España.

Fleur Jaeggy nació en Zúrich y vive en Milán. Ésa es toda la información que aparece en la solapa de sus libros. Lo demás hay que intuirlo por el texto. La familia distante, el ambiente burgués y fríamente luterano, el internado femenino, la soledad, las enfermedades y los suicidios son temas recurrentes, y en ellos hay algo de autobiográfico. La escritora reside efectivamente en un elegante piso milanés. Es una mujer tímida, muy bella, muy cortés, en cuya conversación asoman fogonazos autoritarios que ahoga de inmediato en una duda o una sonrisa. No le entusiasman las entrevistas y sufre al ser fotografiada. Sus obras son breves, tersas, tragedias afiladas y oscuramente irónicas. La más reciente es Proleterka, la historia de un crucero por el Mediterráneo que reúne una despedida, una iniciación sexual, un cortejo fúnebre y un misterio.







PREGUNTA. Proleterka hace una referencia a Billy Budd.


RESPUESTA. Sí, Herman Melville, me gusta muchísimo Melville. Y Billy Budd es una historia maravillosa. El inocente castigado... La leo a menudo, y cada vez consigue conmoverme.


P. ¿Por qué hace esa mención justamente en este libro?


R. Porque Proleterka trata del viaje de una nave y al escribirlo me vino a la mente el barco de Billy Budd. Y dada mi particular inclinación por Melville, decidí incluir esa frase. También me gusta mucho el relato del gallo en la chabola de la familia pobre. Y Bartleby, el escribiente, ¿recuerda?: "Preferiría no hacerlo...".


P. ¿Hay un inocente castigado en Proleterka?


R. No lo he pensado. La protagonista no parece tener una vida fácil, hay una cierta soledad en torno a ella... Los castigos le pasan cerca, la rozan. El desastre... Hablar de mi libro es... Hace años escribí un libro que se llamaba Los hermosos años del castigo.


P. ¿No es el padre, Johannes, un inocente castigado por la vida?


R. El padre parece un ser un poco romántico, que no pide nunca nada. Permanece distante del mundo. Quiere estar con esta hija, pero no... Johannes pide poco.


P. ¿Por qué sus personajes no muestran emociones?


R. Porque en un libro uno hace ciertas elecciones y... Tengo la impresión de que a Johannes le aflora algún sentimiento. Quizá entre líneas. Yo me limito a estar sentada ante la máquina de escribir y a golpear las teclas; si luego resulta que los personajes no exteriorizan nada, ¿qué puedo hacer yo? Creo que, en realidad, algunos personajes son bastante extremos. Una cierta glacialidad también revela sentimientos.


P. ¿Siempre utiliza esa máquina de escribir?


R. Sí. Me digo que un día usaré el ordenador, pero ese día aún no ha llegado. Escribo a máquina desde hace más de treinta años, y me gusta el ruido de los tipos golpeteando sobre el papel.


P. ¿Cuánto tiempo lleva escribir un libro?


R. No me gusta hablar de eso, porque publico poco. Creo que el anterior apareció hace seis o siete años. Son pocas páginas para tantos años, ¿no?


P. ¿Sus borradores son también breves?


R. No suelen ser muy largos, pero con Proleterka, que escribí durante años, acumulé mucho papel. Llegado un cierto punto me fui a Alemania, a una región de la antigua RDA, y me alojé en un lugar bastante bello, un castillo con un lago y un bosque que pertenecía a Achim y Bettina von Arnim y ahora es del Estado. Me invitaron. Me llevé un puñado de libros, las primeras pruebas de la novela y papel. Aquello no podía seguir así, tenía que terminar. Pasé dos meses en el castillo, cortando, pegando con cola nuevos fragmentos sobre el original, y finalmente me dije que estaba más o menos acabado. Eso ocurría en un mes de marzo. Pero de regreso a Milán seguí trabajando sobre el texto. Y en septiembre aún hice una última llamada telefónica al tipógrafo, con el libro ya en imprenta, para añadir un pequeño detalle.


P. ¿Cuál?


R. Creo que era la estrella roja pintada sobre la chimenea del barco. Y finalmente terminé. Aquí en casa me costaba mucho avanzar, hay demasiados libros. Sin embargo, necesito escribir con una pared desnuda a mi espalda.





P. ¿Por qué la pared desnuda?


R. Porque me gusta el vacío y no lo tengo. Saber que a mi espalda la pared está vacía es un alivio. Ahora tengo menos libros porque a principios de año me desprendí de muchos de ellos. Lo invadían todo, se amontonaban por el suelo. Hoy esto está bastante ordenado porque venía usted. Simpatizo mucho con las paredes vacías. ¿Puedo añadir una cosa? Como veo que a usted le gustan los gatos... [El periodista ha acariciado a Tsanga, el gato de Jaeggy]. En el castillo alemán tenía un amigo, Erich, un cisne que salía del agua cuando le llamaba y venía a mi habitación. A menudo paseábamos juntos. Le daba de comer. Pero hay que tener cuidado, porque los cisnes pueden ser crueles, muerden. Él encontró en mí una compañía. Antes siempre estaba solo. Y, ¿quién sabe?, quizá se estableció una simpatía mutua. Mire, aquí tengo una foto con el cisne. Un domingo llegaron dos señoras que me pidieron visitar el castillo. Me preguntaron por "mi cisne" y yo, feliz, les mostré la finca. Nos tomaron la foto, al cisne y a mí, y me la enviaron. Tengo tanta relación con los cisnes...


P. Y...


R. El momento en que al fin se publica el libro es un alivio. En realidad, en el último momento, yo no quiero publicar. Pero cuando recibo las pruebas terminadas experimento una sensación de liberación. Todo ese papel... Guardo el original de Proleterka, con los fragmentos pegados... Siempre hay algo que no funciona, algo que huye. Cuanto más se mira el texto con lupa, más se escapa. Es mejor que el libro se vaya.


P. ¿La escritura es placer o sufrimiento?


R. No sabría responder. Escribo desde hace muchos años, desde que era una niña. Lo interesante es topar con dificultades, porque el placer de escribir está en resolverlas. Quizá.


P. ¿Ha escrito siempre?


R. Sí. He publicado poco pero he escrito siempre. El primer libro apareció en 1968, pero había estado en elaboración durante varios años.


P. ¿Por qué publica poco?


R. No sé, es una inclinación mía. Siempre se puede cambiar. Hasta ahora ha sido así.


P. Intuyo que no deben gustarle las presentaciones, las giras promocionales, las entrevistas.


R. Al principio no hacía nada de eso. Luego me comprometí con una gira por universidades de Estados Unidos que fue muy complicada. Tuvo que acompañarme una amiga, sin ella no me habría atrevido. Soy muy tímida. Pero aquel viaje americano fue una lección y he mejorado un poco en la cuestión de enfrentarme a audiencias. Hago lecturas en Alemania, y consigo leer alemán. Que no es mi lengua.


P. ¿No?


R. No, no.


P. Pero sus libros abundan en términos alemanes. Sobre todo términos compuestos.


R. El alemán es mi lengua perdida. Es la lengua que me ha precedido, el idioma de mis muertos, que vuelve. Lo hablo poco, y, sin embargo, a veces aflora. Yo escribo en italiano, mi lengua materna, pero mis personajes normalmente hablan en alemán. Y la partitura del libro, entonces, requiere alguna palabra alemana. Quizá también el sonido.


P. ¿Me hace un favor? ¿Podría leerme algún párrafo de Proleterka? Elíjalo usted.


R. ¿Qué prefiere? ¿El fragmento del suicidio? ¿Los niños abandonados?


P. Qué terribles suenan sus temas.


R. Ja, ja, sí. Veamos... Me cuesta encontrar lo que busco; una vez publicado un libro, intento olvidarlo. ¿Pruebo con el suicidio? Quizá no le interese.


P. Sí, claro.


R. Veamos... "La nuestra es una familia de suicidas. De aspirantes al suicidio. Las raras veces en que hemos tenido ocasión de pasar algún tiempo, breve, entre parientes, el tema fundamental, el único tema por el que cada uno de nosotros mostraba un cierto interés, era el suicidio. Las tentativas fallidas. Ante lo demás, una indiferencia educada. A los familiares no les interesa hablar de otra cosa. El tema 'quitarse la vida' siempre ha sido más fuerte que los temas del dinero, las herencias, las enfermedades. Ni los funerales eran tenidos en cuenta. Incluso si ofrecían un pretexto para encontrarnos. Pocas veces nos perdíamos un funeral de familia. Generalmente se celebraban en lugares turísticos. En lugares amenos. Con un lago. En el banquete fúnebre no era infrecuente que alguien contara una de sus fallidas tentativas de suicidio. Algunos vivieron muchos años".


P. Quería comprobar cómo leía usted sus propios silencios.


R. No he pensado en eso, he leído como si fuera un libro de otro. Me alejo de mis libros ya terminados. Cuando me toca leer en Alemania, me hago a la idea de que esas páginas no son mías. Están en alemán, en otra lengua.


P. Ese pasaje que ha leído estaba lleno de ironía.


R. Sí. Quizá.








P. Yo imaginaba a la familia contando sus experiencias e intercambiándose consejos sobre cómo matarse mejor...



R. Durante un tiempo pensé introducir conversaciones en las que cada uno contaba sus propios intentos.


P. Pero no lo hizo.


R. No, porque luego lo corto.


P. ¿Por qué todos esos cortes y esa obsesión por la brevedad?


R. Es una expresión de mis propias inclinaciones. La forma breve me atrae mucho. Bartleby, en el fondo...


P. Bartleby no es tan breve.


R. No.


P. Parece como si experimentara pudor.


R. No, escribo una página, dos páginas, y leo en voz alta para saber cómo va. Cuando leo noto lo que sobra.


P. Y dice: esto fuera.


R. Sí, esto fuera.


P. Cuando termina un libro, ¿piensa ya en el siguiente?


R. Depende. A veces no tengo ningún proyecto ni ganas, pero sigo yendo a la máquina de escribir. Aunque callar es lo mejor.


P. ¿Sí?


R. Sí. Quizá después de la entrevista me siente a la máquina. Pero no, tengo la impresión de haber contado ya demasiado. Siempre es mejor dejarlo correr, callar.


P. Cuando recibe el primer ejemplar de una de sus obras, ¿qué siente?


R. La primera vez me hizo ilusión. Ahora ya no. Es simplemente algo que ha salido. Al recibir el paquete lo dejo en un rincón, porque no quiero verlo. Una cosa publicada está terminada.


P. Cuando se enfrenta a lectores que le hacen preguntas, o a entrevistas...


R. En Italia no suelo hacer esas cosas. En Alemania, con otro idioma, se trata de otra persona y es distinto. En cualquier caso, cuando hablo delante del público, sin leer, es mejor. Tantas veces se ponen de por medio las cámaras, las grabadoras... Es mejor lo que se dice y se esfuma, adiós. ¿Me entiende? ¿Me da la razón?


P. Sí. Oiga, no circulan muchos datos biográficos sobre usted, ni fotografías.


R. Lo suficiente.


P. Tiene algo de Salinger, hay misterio en torno a usted.


R. Me gusta Salinger. Si esta entrevista resultara demasiado breve, ¿no podría aprovechar el espacio hablando de Ingeborg Bachmann? Era una escritora muy buena, amiga mía. Cuando la conocí, no le dije que escribía. Después me dio consejos preciosos, fingiendo que no me los daba. Y corrigió las pruebas de mi primer libro. Murió hace 30 años. Escucho a menudo una cinta en la que lee sus poemas.






Texto: Enric González
El País

Fotos: Gabriela Iacob



BIBLIOGRAFÍA
Original en italiano:
Il dito in bocca, Adelphi, Milan,1968
L’angelo custode, Adelphi, Milan, 1971
Le statue d’acqua, Adelphi, MIlan, 1980
I beati anni del castigo, Adelphi, Milan, 1989
La paura del cielo, Adelphi, Milan, 1994
Proleterka, Adelphi, Milan, 2001

En castellano:
El ángel de la guarda, Tusquets Editores, Barcelona, 1974
Los hermosos años del castigo, Tusquets Editores, Barcelona, 1991
El temor del cielo, Tusquets Editores, Barcelona, 1998
Proleterka, Tusquets Editores, Barcelona, 2004

16/5/09

El Universal

Sandra Lorenzano
Familia(s), modelo para armar
15 de mayo de 2009


Para Alan y su mamá Katia
El tan traído y llevado Edipo (pasto de las reflexiones del creador del sicoanálisis) o su contemporánea Antígona, casi tan citada y vapuleada como el anterior; o Telémaco tras los pasos de Ulises (y seguido por Juan Preciado, claro); o el dios padre del relato bíblico que crea al hombre a su imagen y semejanza para que engendre a las estirpes condenadas a mil años de soledad; o los personajes del relato nada bíblico que cuenta la perversa relación entre la familia, la propiedad privada y el Estado como base del capitalismo burgués; o los hermanos Karamazov y los desgarramientos del drama moral; o los Buddenbrook y la transformación de aquel capitalismo burgués por el auge de la vida privada como motor de la historia; o la pobre Madame Bovary cargando con la culpa de haber faltado al modelo patriarcal establecido; o doña Bárbara (que tendrá en nuestro recuerdo el rostro de María Félix), que también falta al modelo patriarcal y se convierte entonces en la personificación del oscurantismo que se opone a la modernidad; o los Buendía, que saben que incluso el realismo mágico condena el incesto y la endogamia; o Traveler, Talita, Oliveira y La Maga construyendo una familia alternativa; ésa que, como dice un imán que venden en todos los aeropuertos gringos is a circle of friends who love you; o los jóvenes de la onda violando los sacrosantos espacios domésticos de la clasemediera colonia Del Valle con sexo, drogas y rocanrol; o las dos mamás de Angélica en The L Word; o los Burrón y los Simpson.

En fin… todos ellos se suman hoy, 15 de mayo, a la celebración del Día Internacional de la Familia, que no es una fecha establecida por iglesia alguna (aunque haya más de una que pretenda apropiársela con gran tranquilidad), sino por la Asamblea General de la ONU en su resolución 47/237 del 20 de septiembre de 1993.

Funcionales o disfuncionales, monógamas o polígamas, legales y reconocidas o condenadas por las leyes, homoparentales o heteroparentales, monoparentales o con madres y padres de sobra, o formadas sólo por el afecto, parejas de hecho o sociedades de convivencia, respetuosas de las tradiciones o transgresoras, alternativas, multirraciales y multiculturales, conservadoras y autoritarias o permisivas y sicoanalizadas, pobres o enlistadas en Forbes, numerosas, con hijo único o sin hijos, con hermanastros, medios hermanos, cuartos de hermanos, divorciadas o hasta que la muerte nos separe… la familia sigue siendo el núcleo fundamental del tejido de nuestra sociedad.

A pesar de esto, o quizá justamente por esto, “La familia es problemática hasta para quien no la tiene —como escribió Juan José Saer—: el monstruo remendado por el doctor Frankenstein, la Cenicienta y Jean Genet revelan hasta qué punto la carencia de una verdadera familia puede alimentar una conciencia desdichada”.

En tanto unidad social básica, es allí donde se espera que los seres humanos inicien su formación y crecimiento, a partir del amor, los cuidados, la convivencia, el respeto y el diálogo.

La resolución de la ONU busca llamar la atención de los países sobre la importancia del desarrollo de políticas públicas para proteger y fortalecer las familias: seguridad social, salud, educación, vivienda. ¿Por qué pareciera como si habláramos de un futuro utópico o de un pasado que nunca existió? ¿Qué ha sucedido con las políticas de población, con la planificación familiar? ¿Qué Día de la Familia podemos celebrar cuando las mujeres son encarceladas por abortar en algunos estados, aun si han quedado embarazadas por violación? ¿Qué festejar si casi 40% de los menores de 20 años sufre maltrato dentro de su hogar; si lo mismo sucede con uno de cada tres ancianos? ¿Si el alcoholismo es un problema endémico? ¿Si 43% de la población infantil vive en hogares en situación de pobreza? ¿Si 3.5 millones de niños son víctimas de la explotación laboral? ¿Si la mayor parte de los niños que mueren en América Latina son mexicanos o brasileños?

Dice un estudio de la UNAM que la familia es la principal estructura discriminatoria de nuestra sociedad. Una de cada tres padece violencia física, emocional o sexual. Como lo saben los especialistas, esto tiene su origen en las crisis que nos golpean y que generan desempleo, marginalidad, exclusión, inseguridad, insatisfacción. Las familias de todo tipo son víctimas del desmantelamiento del Estado de bienestar y del triunfo de las más crueles políticas neoliberales.

Por eso hoy, Día Internacional de la Familia, es un buen momento para reflexionar, analizar, volver a pensar en el papel determinante de la familia en la salud física, mental y social de los individuos. Para exigir que nuestros gobiernos respondan a la resolución de la ONU. Para apoyar a las diversas instancias de la sociedad civil en su reclamo y en sus acciones. Frente a quienes pretenden apropiarse el concepto de “familia” para dictar políticas excluyentes, retrógradas e intolerantes, se trata de defender la pluralidad, el diálogo y el derecho a la diferencia como camino para construir una sociedad más justa. ¿Qué tendríamos para celebrar si no?


Escritora
http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/44096.html

8/5/09

¡FELICIDADES AL GRAN JOSÉ EMILIO PACHECO!

ALTA TRAICIÓN

No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.

2/5/09

La escritora y dramaturga escocesa rompe una tradición masculina de más de 300 años

Carol Ann Duffy, primera mujer en ser distinguida como poeta laureada de GB
Anunció que está lista para “ignorar” las bodas y los funerales de la realeza si no la inspiran

Reuters y Dpa

Londres, 1º de mayo. Por primera vez en 341 años, la corona británica otorgó el título de poeta laureado de Gran Bretaña a una mujer: la escocesa Carol Ann Duffy, nombramiento histórico que podría levantar controversia por el hecho de que la autora, además, es abiertamente lesbiana.

“Me siento honrada por recibir el título de poeta laureada, no sólo por recordar a algunos de los grandes poetas que lo han ostentado desde el siglo XVII, sino por algunos de los maravillosos poetas de hoy día”, manifestó Duffy, de 53 años, a la prensa local.

Luego de celebrar “las contribuciones que han hecho las mujeres a la poesía de Gran Bretaña en los pasados 40 años”, la poeta, dramaturga y autora de cuentos infantiles dijo esperar que después de ella venga otra mujer galardonada.

En la única alusión que hizo a su preferencia sexual, Duffy señaló en entrevista con el diario The Guardian que el debate sobre la sexualidad en Gran Bretaña está creciendo, y celebró el hecho de que ahora cualquier persona pueda sentirse contenta de decir abiertamente que es gay.

Ted Hughes, entre los laureados

El puesto honorífico de poeta laureado fue instituido por el rey Carlos II en 1668 y desde entonces ha recaído en autores tan importantes como John Dryden, William Wordsworth, Alfred Tennyson, John Betjeman y Ted Hughes.

Aunque en la actualidad se le considera un reconocimiento simbólico, en teoría esa distinción obliga a los poetas a escribir versos en honor de las ocasiones especiales de la monarquía, como los cumpleaños de los reyes, así como bodas, bautizos o funerales.

Hasta hace unos años, el cargo era ocupado de forma vitalicia, pero tras la muerte de Ted Hughes en 1998, el entonces primer ministro Tony Blair decidió que el poeta laureado sólo lo ocuparía por 10 años.

En ese momento había dos nombres que sonaban para sustituir a Hughes: el de la propia Duffy y el de Andrew Motion, quien a final de cuentas resultó elegido en 1999.

Medios británicos sugirieron que Blair prefirió a Motion por miedo a que los sectores conservadores reaccionaran mal por el hecho de tener a una escritora lesbiana en un cargo tan tradicional como el de poeta laureado, pero Blair siempre negó esa acusación.

Carol Ann Duffy, captada ayer, en ManchesterFoto Ap
Al saber que había sido rechazada, Duffy aseveró en aquel entonces que ella no podría ocupar el puesto de poeta laureado. “Yo no escribiría un poema para Eduardo (el hijo menor de la reina Isabel). Ningún poeta que se respete a sí mismo lo haría”.

Sin embargo, en esta ocasión la poeta consideró que su nuevo cargo puede ser útil “para llamar la atención sobre el papel central que puede desempeñar la poesía en las vidas de la gente normal. La poesía está presente en todas partes. Aceptando este reconocimiento, espero poder contribuir a la comprensión de la gente acerca de lo que la poesía puede hacer y dónde se puede encontrar”.

A pesar de las ventajas y la enorme publicidad que implica ser poeta laureado, en el medio literario inglés también se considera a este puesto como una especie de “cáliz envenenado”.

Vicisitudes en el cargo

Motion, el antecesor de Duffy, confesó que los poemas que tuvo que dedicar a la casa real –entre ellos los que hizo con motivo de la boda del príncipe Carlos con Camila Parker– fueron “los más difíciles de escribir”.

Además, en el año reciente se quejó varias veces de sufrir un bloqueo creativo que le impedía hacer los escritos que a él le gustaban. El cargo resultó ser “muy, muy dañino” para llevar a cabo su trabajo personal, advirtió en una entrevista reciente con el diario The Independent.

Sin preocuparse demasiado, Duffy anunció que está lista para “ignorar” las bodas y funerales de la realeza si estos actos no la inspiran. No escribiría ni publicaría nada que no sintiera que tiene que ver conmigo”, afirmó.

Los poetas laureados reciben una percepción simbólica de 5 mil 750 libras anuales (unos 8 mil 500 dólares) y también se les recompensa con un barril de vino. Con buen humor, Duffy anunció que como “a Andrew (Motion) no le han dado el suyo, yo voy a pedir el mío por adelantado”.

29/4/09

¡¡Para pensar en algo que no sea la influenza!!

http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/43799.html


Sandra Lorenzano
Una tarea éticamente necesaria

25 de abril de 2009


“Donde el tejido social se deteriora, la comunicación se rompe y la única puerta falsa que se abre es la de la violencia o las drogas, hay una tarea éticamente necesaria: proyectos culturales para la construcción de ciudadanía y cohesión social”.
Con esta frase terminaba Lucina Jiménez uno de sus artículos en enero pasado en este mismo periódico. Hoy que tenemos una nueva responsable de la cultura del país —es decir, que se abren puertas y ventanas que buscan ventilar y renovar el área—, es imprescindible volver a pensar sobre su sentido.

Estamos ante una realidad diferente a aquella en que el “ogro filantrópico” gozaba de buena salud; ahora yace agonizante y esto exige mayor participación de la llamada sociedad civil. No es quedándonos de brazos cruzados como lograremos hacer del proyecto cultural del país algo sólido y propositivo. Podemos preguntarnos, entre otras cosas, si se han creado los espacios de reflexión ciudadana para estos temas.

Quizá este sea un buen paso para comenzar los nuevos trabajos del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta): la creación de foros de reflexión y análisis en los que participen las diversas instancias vinculadas con el campo cultural: el/los gobierno/s, la iniciativa privada, los grupos sociales interesados, los medios de comunicación, los académicos, los artistas.

Acostumbrados a pensar las políticas culturales fundamentalmente desde la idea del “consumo”, dejamos que el presupuesto se nos vaya en exposiciones y festivales, o cuando mucho en becas a artistas, o en homenajes, o en el apoyo a algunos proyectos “políticamente correctos”.

Pero no se trata sólo de propiciar el consumo como modo preponderante de acercarse a la cultura, sino también de fomentar la apropiación del patrimonio cultural por parte de los diversos actores sociales, especialmente de los sectores menos favorecidos, y del impulso a la creación en todos sus aspectos. Mientras no pensemos de manera conjunta estas acciones no lograremos darle a la cultura la dimensión que tiene en términos del desarrollo de un país.

Una de las propuestas de organismos como la UNESCO o la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI) es considerar a la cultura no como un medio para alcanzar los fines del desarrollo, sino como la base social de los fines mismos; en este sentido proponen concebir el desarrollo en términos que incluyan el crecimiento cultural. Pero ¿de qué desarrollo estamos hablando? Del desarrollo no sólo como el acceso a bienes y servicios, sino también como “la oportunidad de elegir un modo de vida colectivo que sea pleno, satisfactorio, valioso y valorado, en el que florezca la existencia humana en todas sus formas y su integridad”.

Evidentemente esta noción de cultura vinculada al desarrollo tiene mucho que ver con la frase de la cual partimos, con la cohesión social y con la ciudadanía.

Hay extraordinarios ejemplos de vinculación de estos campos en programas comunitarios. Pienso, por ejemplo, en la experiencia de Candeal, la favela donde nació el gran músico bahiano Carlinhos Brown, y las transformaciones que allí se dieron a partir de la creación de diversos centros de práctica musical. Lo que era un lugar violento, inseguro, donde campeaban el tráfico de drogas y la delincuencia que trae aparejada, se ha vuelto un interesante núcleo de producción cultural, con grupos de niños y jóvenes que se reúnen a aprender y a hacer música, que se sienten orgullosos de sus orígenes y de su patrimonio.

En un próximo artículo me detendré con más detalle en la experiencia de Candeal, así como en varias otras que se han llevado a cabo en diversas ciudades de América Latina.

Lo que me interesa destacar en estas líneas es la importancia de generar espacios de acercamiento al arte y a la cultura en general, de favorecer la creatividad, de permitir que la experimentación, la lectura y la educación artística promuevan la formación de ciudadanos conscientes, comprometidos, creativos, como modo de dar herramientas a la gente para pensar su propia realidad y, sobre todo, para que sea capaz de transformarla.

Hay datos escalofriantes: de los 170 mil aspirantes que presentaron examen de admisión para entrar a estudiar una licenciatura en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), sólo hay cupo para alrededor de 15 mil. Una cantidad similar quizá pueda ingresar a otras universidades.

¿Qué pasará con los más de 140 mil jóvenes que no podrán cumplir su deseo de estudiar una carrera? ¿Qué opciones les ofrece la sociedad? Habrá quienes piensen que poco tiene que ver esto con las políticas culturales. Allá ellos…

Nosotros creemos que quizá sea este momento de crisis el mejor para poner en la mesa de debate los temas de políticas culturales y su vinculación con términos tales como democracia, ciudadanía y participación. Es un camino ineludible si queremos evitar que siga deteriorándose el tejido social. Es, sin duda, una tarea éticamente necesaria.





Escritora


Comenta esta nota

24/4/09

Tres textos tres

I.
Un ideograma, un jeroglífico, un simple rayo de luz que dibuja en la roca una marca indescifrable. ¿Otra vez el andariego? ¿El viejo Lu que vuelve a las cenizas? Como si buscara aún lo que fue sólo incendio. Rumor indistinto en su propio oído.

Sombra de agua sobre la senda del despojo. Vestigios. Ruina que sobre ruina construye un rostro. O un ave clavada al horizonte.
Perdida la transparencia el hogar fue una suma de vacíos.
Sobre todo en las mañanas en que la humedad impregna pulmones y papeles, y deja sólo los signos de una escritura diluida. Hay sobres que tuvieron alguna vez los bordes coloreados. Un pájaro reclama su espacio en estas líneas.

II.
La voz es niebla deslizándose despacio por tus vértebras. Como en el tiempo del desierto. Como en el principio moroso de la página.
Uno dos tres
Y el aire entra ahora a los mapas de tu olvido
Borra el grito y el rastro del grito
Borra la ausencia de sombras Cortante mediodía de luz
Los insectos rondan las palabras. Zumbidos. Murmullos familiares dentro de tu propio vértigo.
Siempre hay un hueso obsesionado, decía el poema. Por el tañido de una campana. Por el enjambre que teje despiadado el calor. Por la forma perfecta de tu espalda.
Un hueso que borda el ideograma del camino. Con hilo de seda. Inventa un origen. Un signo para cada uno de tus ríos.
Nunca un nombre.
Como en el principio. Como en las piedras que dejaste una tarde sobre otros relatos.

III.
La crueldad de las estaciones juega con la tierra y lo que oculta. Así comienza el relato. El de todos. Los escombros nos son más que fragmentos de imágenes que el verano abandona. Aunque siempre queda algo que remite al primer olor. ¿Limón? ¿Verbena? Un dejo agrio. El deshielo abre pequeños hilos de agua que luego serán grietas sobre todos los nombres. Y tu padre, y el padre de tu padre habrán visto sólo fracturas en la plegaria. Se escapa el recuerdo de la piel, quizás las uñas imaginen lo que han vivido, o el fondo de tu propio oído. El del vértigo. ¿Cuáles son las raíces que arraigan…? Sonidos que fueron palabras que fueron una amorosa declaración cualquier otoño. ¿A quién? ¿Cuándo? ¿Cuál es la punta del murmullo que encerraba el polvo? Mi voz trae arrastrando las voces del olvido. ¿…qué ramas crecen en estos escombros pétreos? Equipaje ligero si el viento soplara del este. O vacío. Hubo un invierno de silencios que pesa más que todo el resto de la carga. Y no hay aire. Sólo este tiempo helado. Silere.

12/4/09

Notas cada tanto

12 de abril de 2009

Desde siempre he sentido que los domingos en la tarde sólo hay lugar para la poesía. Una vez que hemos renunciado a meternos en algún centro comercial para ver cualquier película de las que las grandes cadenas de exhibición deciden que tenemos que ver, o cuando hemos terminado de secar el último plato de la extenuante comida familiar (¿quién las habrá inventado? Me entusiasman y me agotan por igual), cuando ya no se percibe ni el zumbido del partido de futbol que ha escuchado con devoción el portero del edificio, y el perro que tienen amarrado todo el fin de semana en la terraza que se ve desde mi ventana ha dejado de ladrar (y mi Lola ha dejado de responderle), sólo queda lugar para la poesía. No es cosa de ponerse melancólica - aunque algo de eso siempre hay - sino de sentarse cómodamente (de “repatingarse” en nuestro sillón favorito, como decía Italo Calvino en Si una noche de invierno un viajero; por lo menos en la traducción que leímos hace ya demasiado tiempo) con el mejor libro de poesía que se nos atraviese en el camino, y dejarnos llevar por las palabras (iba a escribir “por la música de las palabras”, pero me pareció terriblemente cursi).
En fin, que desde hace unos meses ando devota de José Ángel Valente, así que será entre sus páginas que pasaré mi tarde de domingo de esta semana que para parte de la humanidad fue “santa”, para otra parte fue el pretexto para unas siempre breves vacaciones, y para nosotros, los hijos de mi madre, fue semana de cumpleaños y duelos.
A pesar de las tristezas, fue también semana de libros y de sol, y las dos cosas son siempre agradecibles.
Y de amorosa compañía, y eso es mucho más agradecible aún.
Me tiro en el sillón rojo que Ulises, el gato de Mariana, ha decidido que es el mejor sitio para afilar sus ya de por sí afiladas garritas, y abro al azar el libro editado por Galaxia Gutenberg:

El amanecer es tu cuerpo y todo
lo demás todavía pertenece a la sombra.

Tus lentas oleadas fuerzan
la delgada membrana
del despertar.

Anuncias qué: no el día,
sino la quieta
duración del latido
en la sombra matriz.

Te anuncias,
proseguida y continua como
la duración.

Durar, como la noche dura,
como la noche es sólo sumergido cuerpo
de tu visible luz.

23/3/09

24 de marzo de 1976 - 24 de marzo de 2009

A 33 años del golpe militar que instaurara la más sangrienta de las dictaduras en la Argentina:

¡Ni olvido ni perdón!


LA MEMORIA (León Gieco)
http://www.youtube.com/watch?v=_bC9mqsGeJQ

22/3/09

Algo más de Tomás Segovia para las saudades del domingo

Soplos en la noche

Aquí contra mi piel el soplo
de tu respiración dormida
Y al otro lado afuera
El susurro del viento errante por la noche
Que trae de los trasfondos la efusión solitaria
Del tumulto callado de las cosas
Y entre uno y otro soplo
Con las alas abiertas cayendo por el tiempo
La extensión del abrazo
de un dichoso yo mismo de musical ausencia
Que bebe un hondo río de amor y de misterio
Cuyas dos manos son
Dos alientos disímiles.

20/3/09

Travesías de domingo (¡en viernes!)
20 – marzo – 2009

Para María Luisa y Tomás

¡Cuánto silencio en este blog! Y no del bueno, del que hay que buscar para encontrar la palabra verdadera, como decían por ahí. No. No ese silencio que algunos persiguen en las montañas, como el gran marginal Erri de Luca, ese “gran menor” (perdón por la deleuziana referencia) que se siente en las montañas (Alpes, Apeninos, lo mismo da) como en su casa, o mejor que en su casa. Erri de Luca trabajaba en la Fiat, o a veces como obrero de la construcción, mientras militaba en la izquierda más extrema que ha dado Italia, pero tenía dos caminos con los que escapaba de la fábrica y de la militancia: la Biblia (él, el gran ateo, se despertaba unas horas antes que sus compañeros y aprendía hebreo para leer los antiguos relatos. Después aprendió yiddish para no dejar que una lengua muriera. Él, sin una gota de sangre judía, se despertaba para sostener, con 22 letras, el universo entero), y el montañismo. Hay que ir a sus cuentos, a sus personajes solitarios, a la hermosísima novela de formación Montedidio para saber lo que el descubrimiento de la soledad y del aire transparente de las montañas han hecho con este hombre de pocas palabras. ¿Para qué más si todo está en unas cuantas miles de páginas que nos acompañan casi desde siempre?
No fue el mío ese silencio que otros buscan con largas, larguísimas caminatas, de días y días, con apenas una pequeña mochila a la espalda (“la enana”), como este noruego que acabo de descubrir: Tomas Espedal. Su libro Caminar (o el arte de vivir una vida salvaje y poética), publicado el año pasado por Siruela, es un lujo: ágil, profundo, irónico… Se convierte a las pocas páginas en un cómplice entrañable, por lo menos para quien (como yo, tengo que confesarlo) añora cada tanto largos momentos de aislamiento y soledad (¿habrá acaso otro espacio para escribir?). Espedal lleva al extremo el deseo de tantos de abandonar la ciudad de siempre, la rutina, las “comodidades de la modernidad”, y se lanza a los caminos noruegos, o franceses, o italianos, o turcos… Lo importante es caminar, retar al cuerpo a seguir y seguir, y recordar, por ejemplo, algo de las Confesiones de Rousseau: “Nunca pensé tanto ni viví tan intensamente, nunca tuve tantas experiencias ni estuve tanto conmigo mismo – si se me permite usar esta expresión – como durante los viajes que hice solo y a pie. Hay algo en eso de caminar que estimula y reaviva mis pensamientos. Cuando me quedo quieto en algún lugar apenas puedo pensar nada…”. (p.29) Unos zapatos cómodos, un impermeable, un buen libro y salir a encontrarse con la soledad, con el ritmo de la propia sangre, pero también con Heidegger, con las cantatas de Bach, con Whitman. No hay nada como estar solo para llegar a lo más querido, a lo imprescindible. En fin... un gran libro de viajes hacia ninguna parte, como son los mejores viajes.
Pero el silencio de este blog no ha sido el de las caminatas del noruego, ni el de las montañas de Erri de Luca, sino el del que se ha dejado comer (“engullir” sería mejor, o “aplastar”) por el puré del lenguaje cotidiano. El horror. Por suerte siempre está ahí, si queremos verla, una de las mejores maneras de llegar al mejor silencio: la poesía.
Quizás lo que más me ha enriquecido de haber ido al Salón del Libro de París haya sido el encuentro con Tomás Segovia. Frente a tanta palabrería (claro que también hubo buenos escritores, buenas intervenciones y sobre todo buenos amigos) se agradece la falta de vedettismo de Tomás, su modestia propia de los grandes, su calidez; pero más que nada, se agradece, agradezco su palabra poética.
VIENTOS

Ya por el horizonte
se difunde la noche, agua sombría
que moja lo mojado de las nubes murales.
Yo con pasos ausentes recorro la penumbra,
bajo el ala del Tiempo que sobre mí extendida
ingrávida y pausada se desplaza.
Vientos turbios y equívocos disponen
todo el húmedo clima donde arraiga,
ofrecida a la lluvia su fresca carne pura,
como un fruto partido, el peso del destino.
(Este soplo me llega desde oscuras distancias,
cruzó mares que he visto,
arrastra los perfumes de tierras que he pisado,
llenó claras llanuras o bosques sofocantes
donde yo enmudecía y sangraba de amor.
Y en la mitad de este aterido viento,
donde errabundas gotas viajan ciegamente,
siento soplar de pronto un viento diferente,
abierto y luminoso.)
Oh viento tibio y firme, viento bueno
que plasmaba de pronto en aguda presencia
el campo de mi infancia donde una abeja zumba.
Los árboles se instalan noblemente,
los caminos recorren inamovibles huellas,
los sitios tienen nombres persuasivos
que los hacen carnales como el hueso a la fruta.
Y la luz brota desde todas partes,
luz increada y siempre fiel, que inunda
la llanura sin muros donde un niño,
de estatura menor que las yerbas del mundo,
todo él suspendido de dos intensos ojos
que inmóviles lo clavan
a la inasible rotación del día,
se ve sobrepasado por su propio silencio,
que ya secretamente se entiende con la vida.

(Y otra vez desemboco en la áspera tierra
del llovido presente
que palmo a palmo con mis plantas palpo,
andando entre desnudas ondas donde anida
esta memoria que en murmurios muere,
tropezando en la sombra a cada instante
con su imperio cambiante.)

Y este múltiple viento informulable,
como el mudo lenguaje de un destino,
recorre con su soplo las horas de mi vida.
Y dice que su afán secreto fue tan solo
entender aquel puro silencio con que un día
yo descifraba el Tiempo.

18/1/09

Y porque las "Travesías de domingo" son también - son sobre todo - inmersiones en las palabras: entonces, y parafraseando a Adolfo Castañón - a quien quisiera felicitar por el más que merecido premio Xavier Villaurrutia -, a veces (como hoy) prosa...poética

18 de enero de 2009

Entre un silencio y otro no se vislumbra el infinito sino la marca que deja el caracol en el suelo frío. De qué serviría si no tanta derrota. Tantas plegarias dichas a cualquier oído. O aun al vacío de una tarde de invierno. Sin laberinto que hospede al vértigo. El azar no tiene que ver con los dados o el destino. Pesan demasiado las palabras cuando sólo busco hablar de la línea más pequeña de tu mano. Y sigue el caracol de a poco arrastrándose. Alguien dijo que tu vientre sería el libro que colmara mi cóncava curiosidad analfabeta. Huérfano de guerra aprendí entonces a llamarme. Y letra a letra fui marcando cada uno de mis huesos. Única riqueza del baúl del transtierro. Es viscoso el brillo que marca como huella. Vía Láctea de lo mínimo. Para qué más que esta confesión de la minucia, reconcentrada en sí misma.

11/1/09

Travesías de domingo
11 de enero de 2009



También aquí llega - cómo no –, al silencio y a la paz del jardín de Cuernavaca que miro por la ventana. Acabo de leer en Nexos de enero, el primer número de esta nueva época, el texto de Eliseo Alberto “Así escribo”. El querido Lichi empieza diciendo “Una ventana. Necesito tener delante una ventana para sentarme a escribir…” y yo no puedo más que sentirme absolutamente identificada con su deseo. Como aquella mujer de Pánico o peligro, la novela de María Luisa Puga, o como la “Juana” de la canción de María Elena Walsh (“Sé que ustedes pensarán, qué pretenciosa la Juana…”) también yo necesito una ventana para poder escribir, para poder vivir. Aunque hay momentos, como éste, en que quisiera cerrar una oscura cortina para no distraerme, para no cuestionarme, para no sentir la inutilidad de estar metida desde hace casi tres horas en la cabeza y el cuerpo de Leo, mi personaje, músico que huye de la ciudad y se instala en una fría playa casi desierta, o de estar imaginando metáforas para terminar el libro Vestigios que – ahora sí – urge que cierre de una vez, antes de terminar de arruinarlo. Hay momentos como éste, en que quisiera cerrar una oscura cortina, porque también aquí, al jardín de Cuernavaca, llega el estruendo de la guerra en medio oriente. Y llega, por supuesto, cargado de horror, de sensación de impotencia, de indignación, pero también de los ecos de la polémica que ha tenido lugar en el diario mexicano La Jornada, en los últimos días, sobre el antisemitismo de algunos medios de comunicación. El bombardeo israelí sobre la franja de Gaza comenzó en medio de la polémica. Muchos de quienes firmamos una carta contra las expresiones antisemitas de uno de los columnistas del diario, también quisimos expresar nuestro desacuerdo y nuestro horror ante la matanza de palestinos. Ésta es la carta que yo misma publiqué el 6 de enero en el correo de lectores:

Ante la masacre que el Estado de Israel está perpetrando en la franja de Gaza, quisiera expresar mi repudio con una frase que el gran músico de origen argentino Daniel Barenboim dijera hace pocos días:
"Nosotros, el pueblo judío, debemos saber y sentir con más urgencia que otros que el asesinato de civiles inocentes es inhumano y inaceptable".
No hace falta ser judía para oponerse al antisemitismo. Ni negra para oponerse al racismo. Ni palestina para oponerse a la violencia en Medio Oriente. Ni homosexual para oponerse a la homofobia. O hace falta, justamente, serlo todo a la vez: soy judía, soy negra, soy palestina, soy homosexual, soy indígena. Por eso hoy estoy obligada a gritar:
¡ALTO A LA MATANZA DEL PUEBLO PALESTINO!


Hoy, frente a mi ventana, el estruendo de la guerra me trae también la posibilidad de reflexionar, de analizar, de separar el trigo de la cizaña. Una vez más, como tantas otras, esta posibilidad encuentra palabras en un texto de Ricardo Forster publicado en Página 12.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-117998-2009-01-11.html
Vale la pena leerlo y releerlo. Vale la pena pensarlo. Vale la pena recuperar lo mejor de la tradición del humanismo judío, reflexivo, sensible, hospitalario. El humanismo de Franz Rosenzweig, de Martín Buber, de Emmanuel Lévinas, de Edmond Jabès y tantos otros. O el de las voces que se levantan hoy incluso en Israel en contra de los asesinatos a palestinos: la voz de Daniel Barenboim, la de Amos Oz. Del primero extrañamos el diálogo agudo y comprometido que sostuvo durante tantos años con Edward Said y que proyectos tan importantes generó. De Amos Oz recupero, como lectura de domingo, sentada ante mi ventana, el libro Contra el fanatismo. Con él seguiré la travesía de hoy.

10/1/09

1. Y el fragmento es eso simplemente: el talento de la piedra, en el calor del verano, para encontrar el ritmo preciso sobre el agua. O podría decirse de otra manera. Más cercana a la piel quizás. Al deseo que encierran las chicharras. Al delirante grillo que te nombró toda la noche. En otro paisaje. Tentada estuve de escribir “En otra vida”. Como si las estaciones cambiaran con los años. Como si los trenes sucumbieran ante el vértigo, lejos del embrujo de las siestas de sábanas húmedas.

2. No es más que el rumor de alas que escuchábamos por la tarde. Uno: Dos: Y al tercer salto sólo queda ahogarse sin haber conocido el nombre que gritaba el ángel. Aunque también está la opción de los caminos de tierra y las flores amarillas. Como tu frente contra el espejo. Más claras tal vez. O más brillantes. De todos modos sería una imagen repetida. Similar a las postales que guardabas en el sobre. Pedazos sueltos.

3. Pero podría haber sido un día lluvioso. Un festín de humedad los huesos a la intemperie. Para dejar una marca más en la pared. Una hendidura, una huella. Sabes que lo mismo da. De todos modos el viento ignorará estas cenizas. El barro que guarde tus rodillas se secará como cada año. Las gaviotas escarbarán sin pudor en los desechos. Como siempre. Hay cosas que no cambian. Aunque sería mejor buscar otra imagen. Otras palabras.

10 de enero de 2009

Dos joyas filmadas por mujeres

 En los días en que estuve a media máquina vi dos joyas filmadas por mujeres:  - "Atlantics", película franco senegalesa de Mati D...