18/7/10

CARTA A TOMÁS SEGOVIA



México DF a 18 de julio de 2010

Muy querido Tomás,

Permíteme aprovecharme de tu propuesta epistolar para iniciar esta charla que será contigo, pero sobre todo, y a través de ti, con el estimado amigo Juan Santaella, y no por exceso de confianza, no vayas a creer, sino porque sus cartas nos “seducen” (y pocas veces mejor usado el término) creando tanta intimidad – no importa que sea ficticia o quizás sólo un simulacro, como dirían algunos teóricos contemporáneos – tanta intimidad, decía, que lo siento – y no creo ser la única – como alguien cercano, conocido, casi familiar. Un viejo amigo que se propone contarnos algunos de los secretos de su vida. ¿Será que todas somos hoy un poco Elvira Ulloa?

Pero no nos adelantemos, Tomás, porque lo primero es lo primero, y lo primero de esta carta es la fecha de hoy, 18 de julio. Fecha de infausta memoria, no necesito recordártelo. Fecha que va tejiendo unas extrañas redes que nos vuelven en cierto sentido testigos de la historia, y a la vez cómplices en aquello de las violencias, los recuerdos, los transtierros y demás hierbas. El 18 de julio de 1936 – refresquemos nuestros recuerdos (por cierto, el periódico El País dice que alrededor del 25 % de la población española declara no saber bien qué pasó ese día) – la vida de España, la tuya propia y, por rebote y carácter transitivo, la de muchos de nosotros, cambió para siempre. Encabezados por Francisco Franco los llamados “nacionales” se levantaron en contra de uno de los experimentos sociales y políticos más entrañables del siglo XX: la segunda República Española. El 18 de julio es una fecha emblemática del horror, la intolerancia, el autoritarismo, que da inicio a los sangrientos tres años de la Guerra Civil. Qué tengo yo que contarte a ti de estas cosas, ¿verdad Tomás? Ya he dicho alguna vez que mis hermanos y yo crecimos con las canciones republicanas: “Si me quieres escribir, ya sabes mi paradero, si me quieres escribir ya sabes mi paradero, tercera brigada mixta, primera línea de fuego. Tercera brigada mixta, primera línea de fuego…”. Esas canciones fueron lo primero que supe de la guerra civil española. Eso y algunos poemas de García Lorca, de Machado, de Miguel Hernández. Porque sí - volveré a ser honesta, aunque me dé un poco de pena - también nos daba por decir poemas. Cuando años más tarde, el maravilloso Luis Rius poblaba sus clases de la mejor poesía en nuestra lengua, con esa voz suya que hacía que todas y todos nos enamoráramos perdidamente de su ya entonces “triste figura”, yo me sentía en familia. Y entre esos poemas que descubrí ya en la facultad pero cuya familiaridad me venía de lejos estaban también los de un tal Tomás Segovia:

No puedo piensa el Nómada
Parar aquí llegado de tan lejos
Sabiendo que ni huella
Ni semilla
Ni herida mía alguna he de dejar
Sin buscarle los ojos a esta tierra
De mirada huidiza
Sin obligar al menos
A que mueva los labios.


Tengo que aclarar que mi madre no cantaba porque fuera española, ni hija ni nieta de camborios. Lo hacía porque simplemente estaba convencida de que las luchas de todos los pueblos por un mundo más libre y más justo (qué grandilocuentes suenan de pronto estas palabras) eran su propia lucha (difícil explicar hoy todo esto). Tal vez baste para explicarlo la frase que te he leído en algún lado: ella era de la época en que el socialismo era una moral. Luego vinieron nuestra propia dictadura y los 30 mil desaparecidos y el exilio. Y con el exilio la llegada a México. Y para mí, el descubrimiento a la vez del dolor de las despedidas y el territorio de libertad que México le regaló a mis 16 años. Si pudiéramos ver nuestro pasado con “Google maps”, en el mío aparecería sin duda el distrito federal de mi adolescencia, y si de a poco me fuera acercando vería las Torres de Mixcoac, el mercado y un poquito más hacia abajo, el Madrid, por supuesto. Pues sí, porque aquellos rumbos “hispano mixcoaquenses” compartían algo también de los principios que defendía mi madre. Así que ahí fuimos todos, chilenos, argentinos, uruguayos, bolivianos, a encontrar un lugarcito tibio donde los hijos de la guerra civil lo habían encontrado antes. Y yo se ve que cumplo en mucho la frase de Max Aub: uno es de donde hace su bachillerato (lugar, por cierto, donde nacen grandes y muchas veces duraderos amores, como lo muestran algunos de los cuentos que Juan le manda a Elvira junto con las cartas).
Y no vas a creer, querido Tomás, quién fue una de las primeras personas que nos recibió a mi hermano Pablo y a mí en el “castillo”, que no era de la realeza sino de los transterrados republicanos, con una generosidad y una calidez que es ya proverbial. Exactamente: María Luisa Capella. Tu María Luisa. Digo, no es que yo quiera encontrarle cinco pies al gato con el pretexto de que me invitaron a presentar tu nuevo libro, te lo juro, pero dime tú si no es cierto que se han ido cruzando nuestros caminos. Será que, como has dicho tú, "Buscar las raíces no es más que una forma subterránea de andarse por las ramas”, y a la inversa podríamos agregar.

“Si me quieres escribir, ya sabes mi paradero…”. Qué tema éste de la memoria histórica, ¿no Tomás? Qué tema, cuando lo más fácil es apretar la tecla “delete” para que “no quede huella, que no y que no”, como canta Bronco, para seguir con aquello de las canciones. Pero la huella está. Y están los sobrevivientes que con el rostro ajado y el puño en alto se reunieron en el Cementerio de la Almudena en Madrid, para recordar otra fecha: el 14 de abril. Y los hijos de sus hijos. Y espérate, espérate, porque ya sé que todo eso lo sabes y mejor que yo, pero fíjate que el juez que se comprometió a hacer justicia a pesar de los tantísimos años que han pasado y que se ha convertido él mismo en un perseguido político, Baltasar Garzón, está hoy ¿sabes dónde? En Buenos Aires. Invitado como orador principal en la ceremonia para recordar nuestro propio 18 de julio de la ignominia. El 18 de julio de 1994 era lunes, y a las 9:23 de la mañana una bomba estalló en la Asociación Mutual Israelita Argentina matando a 87 personas y dejando heridas a otras 300. Todavía como tantas otras veces, como en tantos otros casos y en tantos otros países, no se ha hecho justicia.

Así que celebro, querido Tomás, que a través de tus “Cartas de un jubilado” podamos hoy cambiarle un poco el signo a esta fecha. Porque la memoria, como bien lo sabe tu amigo Juan, no tiene que ser un lastre que paralice sino un pretexto para festejar que la vida sigue.

Y ahora que hablo de Juan y de sus cartas a Elvira - ¿a quién si no, con ese nombre, podría escribirle? – pienso en el largo ejercicio de seducción que es la escritura. Seducción que en el caso de ellos, los entrañables protagonistas de tu último libro, es también complicidad de viejos amantes. Y ahí está la poesía, está el lenguaje, como creación en tanto des-cubrimiento, porque quitando lenta, morosamente, “a morosamente”, lo que lo cubre es como va apareciendo el cuerpo amado – que a la larga no hay cuerpo deseado que no sea amado, como nos enseña tu epistolar amigo -.
En ese cuerpo amado, que es también el del lenguaje, quien escribe busca su propio rostro como en un espejo, para adivinarse visto por la otra piel. Para tratar de saber – tarea imposible si las hay – cómo es uno mismo en los ojos del otro. Por eso el ejercicio de la seducción vuelto palabra es también exploración por el propio interior. ¿Quiso Juan saber, Tomás, quién era, o quizás quién seguía siendo, buscándose a sí mismo en las palabras de Elvira? Y tal vez por eso no importe demasiado que el libro no nos dé a leer también las cartas de ella, aunque algo de ellas conozcamos o intuyamos en las respuestas de tu don Juan, que no será nunca “un vulgar tenorio” como lo dice en alguna de las líneas. Es el tuyo, Tomás, un “Dramma gioccoso”, como llamaban al Don Giovanni de Mozart, que tú has recuperado; un “dramma gioccoso” construido a través de esta correspondencia que seguramente estuvo guardada en alguna antigua caja que podemos imaginar algo perfumada aún; una caja a la que supongo te dejaría asomar Ana Hübner, autora de la introducción, para seguir con el juego de las cajas chinas, o de las muñecas rusas diría yo por aquello de los orígenes y los ancestros de los que hablábamos al principio, o del “relato enmarcado” como dirían los críticos mucho más rigurosos y menos subjetivos y afectivos que yo. Pero lo juguetón no le quita lo melancólico a estas páginas que acabas de publicar. Será porque las primeras líneas – las que nos llegan escritas por Ana – nos alertan ya sobre la muerte de los protagonistas, será porque el paso del tiempo es una presencia subrepticia pero implacable a lo largo del libro, será porque un don Juan envejecido despierta más nostalgia que ironía, el asunto es, querido Tomás, que me quedé con ganas de leer la carta 28 y la 29 y la 30, y todas las que vendrían después de la que cierra el libro, y poder quizás mirar el buzón un par de veces por semana para ver si ha llegado sobre de Sevilla.

Y quizás hablando del tiempo, de la vida y de la muerte vengan al caso - ¿por qué no? - estos versos que escribiste hace algunos años y que tanto me gustan:

Y yo voy mientras como quien espera
Que le alcance en viaje una noticia
Con un oído siempre hacia lo alto
Y en la frente este humo tercamente
Por si pasa la vida
Que me reconozca


Como buen transterrado que desde pequeño conoció el sabor de la distancia, aunque digas – y me sumo – que eres no ciudadano, o ciudadano de más de una tierra, eres un fanático de las cartas. Ahí están tus “Cartas cabales” con el famoso - gracias a ti -Matías Vegoso, a quien aún podemos ver cada tanto en tu blog, las cartas con Octavio Paz, las de la sección “Correo ordinario” que está en Bisutería cuyos títulos Carta insulsa, carta onirista, carta de adiós, carta en dos fechas, carta nemorosa, carta seminudista, carta incestuosa, carta culta y otras, muestran la variedad de tu pasión epistolar. Y como trashumante que eres sabes que las palabras que llegan del otro lado del mundo (siempre llegan del otro lado del mundo) son parte insustituible de la vida. Por eso pintaré en los muros de las ciudades donde haya gente querida el poema “Voto postal”: “Amigos bombeadme una sangre postal / Oh correo mi largo cordón umbilical”.

El ejercicio epistolar, que nace en la más absoluta intimidad de quien escribe y pretende llegar a la intimidad del destinatario, nos vuelve de pronto “voyeurs”, degustadores de historias ajenas. La ficción de la verdad que cuentan las cartas de Juan a Elvira nos hace “espiones” partícipes de los encuentros y desencuentros que han marcado su relación, de las discusiones y charlas sobre los celos, el amor, la seducción, el donjuanismo, la pareja. Y ambos, como él le dice a ella en alguna de las cartas, han hecho de nosotros sus cómplices, sus semejantes, sus hermanos, en aquello de la adicción a la escritura y a la melancólica conversación con quien está lejos.

La figura de don Juan – y no hablo ahora de Santaella (más que significativo apellido por lo demás. ¿Santas todas las ellas, tal vez?) sino de la figura mítica que han recreado, castigado o celebrado decenas de artistas de todos los tiempo – es casi un pretexto para que tus personajes construyan un nuevo arte de amar, Tomás, en el que la libertad del otro es un requisito sine qua non y la confianza una acompañante imprescindible del deseo. Lo que no entre dentro de esas reglas del juego quedará fuera. La ironía más sutil que hiriente, la burla cariñosa serán entonces las herramientas de la crítica entre Elvira y Juan. Las “relaciones peligrosas” no serán ahora las que se tejen entre el vizconde Valmont, la marquesa de Merteuil y la incauta Mme. De Tourvel (aunque de pronto la ficción, de la que rápidamente la pluma de Juan reniega, pueda llevarlos a identificarse con ellos), sino entre los examantes y esa joven, hija de uruguayos, que pretende estudiar en Sevilla: Cecilia. Y sin embargo, qué poco importa ese tercer personaje en el diálogo que sostienen los otros dos; es casi el “accidente” que les ha permitido ponerse nuevamente en contacto. Y ahí está el juego de la seducción, en el que ambos participaron hace ya tanto tiempo y donde cada uno sedujo al otro, como bien lo dice una de las cartas (cito: “¿Crees que sólo Romero seduce a Julieta y que Julieta no seduce a Romero…?” p.53 O, como él le confiesa páginas más adelante: “Mi seducción consistió siempre en pedirte que me sedujeras” p.58). Porque el que seduce le da la vida al que es seducido: no la felicidad, no el placer, sino la vida. El hombre naciendo de la costilla de Eva. De ahí ese juego doble que Juan sabe que existe en la seducción. No es una “conquista”; nada más alejado de la propuesta de Santaella que el “coleccionista” de mujeres. Conquista y seducción no van de la mano a pesar de lo que digan los miles de sitios de Internet que aparecen si pones ambas palabras (y cuando digo “miles” en realidad me estoy quedando corta: son alrededor de un millón y tantos). Haz la prueba en Google, Tomás, y verás que la reificación, la “cosificación” de lo femenino acompaña el desprecio por todo aquello que defienden estas “Cartas de un jubilado”. Sólo algunos ejemplos tomados de la primera página: “Seducción: conquista a la chica de tus sueños”, “Escuela de seducción: conquista mujeres sin salir de casa”, “El arte de la conquista (seducción) de John Devi”, etc. etc. ¿Y el arte, y la escritura, y el amor cortés, y oriente? Se ve que no han llegado aún a la realidad virtual. Quizás la seducción sea hoy casi un anacronismo; la violencia cotidiana, la prisa permanente, el individualismo, todo atenta contra el viejo arte de ir descubriendo al otro y dejarse descubrir por él, como decíamos al principio de estas páginas, querido Tomás. Como en el tema de la memoria, también aquí pareciera que se privilegia el que no quede huella, “que no y que no”, que nada nos marque, que no nos hagan mirar la vida de otra manera, que no nos hagan saber quiénes somos, que no nos obliguen a conocer nuestro propio rostro en la mirada del otro. Tu Juan le propone a Elvira un ejercicio casi del pasado: volver al juego de la seducción a través de la inteligencia, del humor, de la sutileza, de la ironía que sólo la palabra puede permitir. ¿Y acaso es otra cosa la literatura, Tomás?

¿Y no los salva eso del verdadero Comendador, como decían por ahí? ¿De Cronos? ¿Importa algo la introducción que dice que estas cartas se dan a conocer cuando ambos protagonistas han muerto ya? ¿Podemos decir que han muerto de verdad cuando estamos leyéndolos; conociendo sus argumentos, sus reflexiones, sus pasiones, sus amores, sus miedos? Para mí, está más muerta, Tomás, esa Ana Hübner que te hace llegar la correspondencia.
Sabes mejor que yo que hay muchísimos temas que estoy dejando en el tintero, pero también sabes mejor que yo que si una carta se vuelve demasiado larga no funciona, no seduce ¿no es así? Así que termino aquí estas frases que he tejido alrededor de tu historia de seductores y seducidos, burladores y celosos, enamorados y tímidos, que nos lleva de Tirso de Molina a Lord Byron, de George Brassens a Kierkegard, de Mozart a Zorrilla, con ganas de volver a ella – que es lo que nos pasa con los libros que valen la pena -. Por eso, Tomás, si me lo permites, cerraría yo con la frase de otro gran seductor (quizás uno de los pocos que no aparecen en las Cartas de un jubilado), una frase que, por cierto, nunca fue dicha donde ha pasado a la historia que fue dicha, pero que nos va a permitir regresar una y otra vez a tus páginas: me refiero a la frase de “Casablanca”, pero me gustaría citarla de donde vale más la pena: de “Sueños de un seductor”, porque no me cabe duda de que – como Woody Allen con Humphrey Bogart - somos todos tus aprendices en el sentido más honesto y admirativo del término, Tomás.
Así que, por favor, “Play it again, Sam”.


(Texto leído en Bellas Artes en la presentación del libro de Tomás Segovia, Cartas de un jubilado, México, Ediciones sin Nombre/Universidad del Claustro de Sor Juana, 2010)

4/7/10

CAETANO VELOSO "LEAOZINHO"

Por el gusto de compartirlo con ustedes.

Tiempo de vida



“Contamos con el arte para que la verdad no nos destruya”. Esta frase de Nietzsche fue elegida por Marcos Giralt Torrente como epígrafe para su libro Tiempo de vida. ¿Y cuál es esa verdad que puede destruir en la obra más reciente del autor madrileño? La de la relación que tuvo con su padre, el pintor Juan Giralt. Una relación difícil, compleja, cargada de malentendidos, y a la vez, por supuesto, de amor incondicional; relación de la cual el hijo va dando cuenta a través de un tono confesional en páginas que inician con la muerte. La tristeza se mezcla con el desasosiego que provoca la orfandad en esta propuesta de escritura que trata de entender los lazos que se tejieron entre padre e hijo, tal como lo hicieron otros escritores en las diversas obras a las que Giralt se acercó buscando respuestas a sus propias preguntas: La invención de la soledad de Paul Auster, Patrimonio de Philip Roth, Mi oído en su corazón de Hanif Kureishi, entre otras. Pero fue necesario que él mismo se sumergiera en su interior, en sus propios recuerdos, en las imágenes que fue construyendo con los años, en el dolor por el tiempo de convivencia perdido, para poder resolver siquiera en una pequeña medida una vida de desencuentros.
Tiempo de vida es una novela del duelo, pero no por ello hace concesiones. Marcos Giralt es implacable con todos los personajes que se mueven en el drama familiar empezando por sí mismo, intuyendo que quizás nada hubiera cambiado en las relaciones tejidas entre todos aun habiendo sabido el desenlace. Y sin embargo, nos queda la memoria…
Por lo que compartimos de pérdida, por la parte del dolor que está siempre dentro nuestro, por los rostros queridos que no veremos más, copia estas líneas y le agradezco a Marcos Giralt Torrent la posibilidad de haber llorado todas las ausencias este fin de semana:
Se necesitan muchos días sin oír el teléfono la voz de una persona para acostumbrarnos a su ausencia; se necesitan muchos días reprimiendo el impulso de llamarla para acostumbrarnos a que ya no contestará, se necesitan muchos días guardándonos comentarios que sólo a ella haríamos para acostumbrarnos a que en adelante será así, se necesitan muchos días preguntándonos que diría de algo sobre lo que, sabemos, tendría una opinión más certera que la nuestra para acostumbrarnos a que a partir de ahora deberá bastarnos con nuestro criterios, se necesitan muchos días mirando sus fotos para acostumbrarnos a que son las fotos de un muerto, se necesitan muchos días contemplando lo que nos legó para acostumbrarnos a que ya no es suyo sino nuestro, se necesitan muchos días haciendo recuento de vivencias comunes para acostumbrarnos a que jamás se repetirán, a que sólo nos queda la memoria. (p.198)

Datos biográficos de Marcos Giralt Torrente
http://www.anagrama-ed.es/autor/434

3/7/10

Nuestros escarabajos


Y porque no todo es futbol (danke!) ni elecciones, va mi artículo de hoy en "Kiosko" de El Universal.

http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/48922.html

14/6/10

En busca del cuento perdido

Hola a todos,

Hoy, lunes 14 de junio, de 15 a 15:30 hrs.empezamos "En busca del cuento perdido", un programa hecho conjuntamente por el Instituto Mexicano de la Radio y la Universidad del Claustro de Sor Juana. Se transmitirá por Horizonte. Escúchenlo en el 107.9 fm en la ciudad de México, o en línea http://www.horizonte.imer.com.mx/

Escríbanme a ver qué les parece.

22/5/10

Al azar

Hola a todos,

Los invito a leer mi artículo de hoy en El Universal. ¡Bienvenidos los comentarios!

http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/48446.html

29/4/10

España al revés

“España al revés”. Por la memoria. Por la justicia.
El Universal 24 de abril de 2010

Para Pablo Lorenzano Menna,
hijo de desaparecidos,
hermano de todos


“Si me quieres escribir, ya sabes mi paradero, si me quieres escribir ya sabes mi paradero, tercera brigada mixta, primera línea de fuego. Tercera brigada mixta, primera línea de fuego…”, cantaba mi madre mientras íbamos en el coche rumbo a la playa, en un camino que a mis hermanos y a mí nos parecía interminable, y que sólo las canciones que desafinábamos en familia (ni modo, tengo que ser honesta: ninguno de nosotros heredó el oído del abuelo cellista) hacían más o menos llevadero. “El Ejército del Ebro, rumba la rumba, la rumba la. El Ejército del Ebro, rumba, la rumba, la rumba la, una noche el río pasó. Ay Carmela. Ay Carmela”.
Esas canciones fueron lo primero que supe de la Guerra Civil Española. Eso y algunos poemas de García Lorca, de Machado, de Miguel Hernández. Porque sí - volveré a ser honesta, aunque me dé un poco de pena - también nos daba por decir poemas.

Cuando años más tarde, el maravilloso Luis Rius poblaba sus clases de la mejor poesía en nuestra lengua, con esa voz suya que hacía que todas y todos nos enamoráramos perdidamente de su ya entonces “triste figura”, yo me sentía en familia. Tengo que aclarar que mi madre no era española, ni hija ni nieta de camborios, Simplemente estaba convencida de que las luchas de todos los pueblos por un mundo más libre y más justo (qué grandilocuentes suenan de pronto estas palabras) eran su propia lucha (difícil explicar esto en el reino de la banalidad y el individualismo en el que estamos inmersos, ¿no?). El “internacionalismo”, la solidaridad, el compromiso, formaban parte de su identidad. De la de ella y de toda una generación (ésa que fue diezmada por la dictadura militar argentina). Era por eso que una parte de su corazoncito estaba con el experimento democrático más entrañable del siglo XX: la República Española.

Me acordé de todo esto hace un par de semanas; el 14 de abril claro, como cada 14 de abril, fecha del nacimiento de la República. Hoy hace ya 79 años. “Si me quieres escribir, ya sabes mi paradero. Si me quieres escribir, ya sabes mi paradero…”. ¡Qué tema éste de la memoria histórica! ¡Qué tema cuando lo más fácil es apretar la tecla “delete” para que “no quede huella, que no y que no”, como canta Bronco! Pero la huella está. Están las heridas todavía abiertas. Están los sobrevivientes que con el rostro ajado y el puño en alto se reunieron frente al muro de la ignominia en el Cementerio de la Almudena en Madrid.

Allí donde fueron fusilados más de 3,000 republicanos entre 1939 y 1943, en pleno régimen franquista, y llevaron claveles rojos que pusieron junto a las fotos de las víctimas. Está el viejo militante que participó, envuelto en la bandera roja, amarilla y morada, en la ceremonia de Buchenbald donde pasó largos, larguísimo meses. Están los hijos y nietos que buscan los cuerpos de sus seres queridos, que reclaman justicia, que cantan aún el Himno de Riego, y que hoy firman los cientos de cartas de apoyo al Juez Baltasar Garzón que circulan por el mundo. Porque parece increíble, pero es cierto: el juez que quiere hacer valer la justicia para condenar los crímenes de Franco es hoy un perseguido por ese mismo sistema judicial al que pertenece. Él es el perseguido. No los crímenes.

¿Es éste el pacto sobre el cual se ha sostenido la democracia en España? ¿Un pacto de silencio y “olvido”? Acusan a Garzón de prevaricación por investigar los crímenes y desapariciones ocurridos durante el franquismo, algo supuestamente fuera de su competencia, según lo establecido en la Ley de Amnistía.

Pero ¿dónde queda entonces el pedido de nulidad de dicha ley que ha hecho la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas? Los crímenes de lesa humanidad no están sujetos a ella. Los crímenes de lesa humanidad no prescriben. “España al revés: corruptos y fascistas juzgan al juez”, es una consigna que se grita en las manifestaciones de apoyo al Juez Garzón.
La escritora Almudena Grandes, los poetas Luis García Montero y Marcos Ana, Pedro Almodóvar, los actores Pilar Bardem, Aitana Sánchez Gijón y Juan Diego Botto, entre otros, han creado la “Plataforma contra la Impunidad del Franquismo”, y en uno de sus actos han recitado poemas de Miguel Hernández. “Para la libertad, sangro lucho, pervivo…”. Los mismos que nos enseñaba mi madre.

14/4/10

14 de abril

Con la República Española en el recuerdo. Por la memoria. Por la justicia.

ESPAÑA, APARTA DE MÍ ESTE CÁLIZ
César Vallejo

Niños del mundo,
si cae España -digo, es un decir-
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol lo que os decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!

¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra maestra con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!

Si cae -digo, es un decir- si cae
España, de la tierra para abajo,
niños, ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptóngo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!

Niños,
hijos de los guerreros, entretanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que está
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquella de la trenza,
la calavera, aquella de la vida!

¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llando
de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aun
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta; si la madre
España cae -digo, es un decir-
salid, niños del mundo; id a buscarla!…

10/4/10

Las voces que hablan de las ausencias

Los invito a leer mi artículo en El Universal de hoy:
http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/47947.html

25/2/10

Lavorare Stanca

Hermoso video: texto Cesare Pavese, fotografía Andrei Tarkovsky, música Ennio Morricone.

14/2/10

Dos libros - absolutamente diferentes - para cerrar la semana


Cuentos eróticos de San Valentín. Prólogo de Luis García Berlanga, Tusquets Editores, México, 2007.

Una joyita más de la clásica colección “La sonrisa vertical” de Tusquets que, en este caso, reúne 10 cuentos de autores españoles e hispanoamericanos. Están, entre otros: la valenciana Carmina Amorós, el hondureño Horacio Castellanos Moya, la argentina Esther Cross, y nuestra admirada Cristina Rivera Garza, como representante de México.
Las historias y los enfoques de cada uno son absolutamente diversos: podremos presenciar la voluptuosidad de una Lolita que revive su pasión 20 años después, o los avatares de un hombre casado que celebra la fecha con su amante en un hotel demasiado concurrido; nos sumiremos en las ensoñaciones de alguien a punto de entrar a la sala de operaciones, o seguiremos los pasos de un detective que descubrirá un tórrido secreto. En fin, como dice el escritor Luis García Berlanga en el prólogo de la antología, “Los relatos confirman lo que se dice en uno de ellos: Todo es erotismo o nada lo es: todo cae debajo del erotismo para una mente que se encuentra predispuesta a lo erótico, y nada lo hace para quien no se encuentra predispuesto a ello.”
¡¡Para cerrar el 14 de febrero con broche de oro!!



Corazón de Kaláshnikov. El amor en los tiempos del narco, de Alejandro Páez Varela, México, Editorial Planeta, 2009.

Una novela dura, violenta y terriblemente melancólica que se sumerge en los mundos del narcotráfico, la marginalidad y la pobreza que marcan la realidad de nuestra frontera norte. Hoy que Ciudad Juárez le exige al gobierno el retiro del ejército de su territorio, los 5 mil muertos que ha dejado la violencia en aquella ciudad durante los últimos dos años – a los que se suman los 15 jóvenes masacrados hace apenas dos semanas mientras estaban en una fiesta – son la fuerza que alimenta a una ciudadanía en lucha.
“Habría querido hacer una novela de amor – dijo el autor - ésa era la intención original, había basado esta historia en tres historias de amor... lo que salió fue la realidad de Ciudad Juárez... este país está en guerra desde hace mucho tiempo lo que pasa es que ahora se ha extendido y se ha extendido por un grave error que fue haber lanzado esta guerra contra el narco que como lo sabemos fue por razones políticas”.

16/1/10

Brother, I'm dying

Los invito a leer mi artículo sobre Haití en El Universal de hoy:

Brother, I'm dying

Sandra Lorenzano

Escucho las noticias que llegan de Haití, leo los reportes, los artículos, las entrevistas, los mensajes que mandan por Twitter. Miro los videos y las fotos de la tragedia. Digo qué horror, qué horror, qué horror… Tres veces a modo de conjuro. Hablamos a la Embajada. Juntamos agua, medicinas. Sigo diciendo qué horror. Hace dos días fuimos a ver qué sucedía en los albergues del GDF. La gente se está muriendo en las calles por el frío. No hay comida suficiente. No hay abrigos. Eso es acá, no en Haití. En esta ciudad nuestra, también nos topamos con el horror. Pero hoy es Haití. Una desgarradora foto de un hombre llorando con un bebé muerto en brazos. Hay cien mil muertos, dicen. Se abren las antiguas fosas y se echan los nuevos cadáveres. No hay cómo juntar tantos...

Artículo completo en:
http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/47065.html

14/1/10

10 escritores imprescindibles de la literatura haitiana

René Dépestre, Premio Renaudot 1988 por Hadriana dans tous mes rêves.
Frankétienne, máximo exponente del movement spiralist;
Gary Victor (À l’angle des rues parallèles);
Mimi Barthélémy, narradora de cuentos;
Ketly Mars;
Danny Laferrière;
René Philoctéte (Une saison de cigales);
Dr. Jaques Stephen Alexis, nacido en Gonaïves. Entre sus obras destacan: Compère Général Soleil, La Niña Estrellita y Romancero aux étoiles ;
Jaques Roumain (Les gouverneurs de la rosée);
Me. Jean-Robert Constant, también de por aquí (Gonaïves, bastion du déchoquage).
Además, me han recomendado los escritores de La Ronde (Frédéric Marcelin, Fernand Hibbert, Justin Lhérisson, Antoine Innocent) y del Indigénisme como: Jean Price-Mars, Jaques Stephen Alexis y Jaques Roumain.

Tomado de http://fromhaiti.blogspot.com/2007/01/10-escritores-imprescindibles-de-la.html

13/1/10

Haití

Nuestra solidaridad con Haití. Donemos lo que necesiten: Embajada de Haití en México Presa Don Martín 53 (Irrigación) 55572062

http://www.cnn.com/2010/WORLD/americas/01/13/haiti.earthquake/index.html

12/1/10

Eric Rohmer

Va un fragmento de "El rayo verde" como homenaje al gran director.

Moscas


Acuérdense de mandar sus textos sobre moscas a http://veohistorias.blogspot.com o a mi correo: slorenzano@gmail.com

Hoy los leeremos en Reactor 105.7 a las 9 PM, y los mejores se llevarán de regalo ejemplares del maravilloso número de Artes de México, "Elogio de la mosca en el arte".

¡Participen!

9/1/10

Recordando a Albert Camus a 50 años de su muerte


Hoy sale un excelente artículo sobre Camus de Bernard-Henry Lévy, en Babelia.

http://www.elpais.com/articulo/portada/siglos/Camus/elpepuculbab/20100109elpbabpor_3/Tes?print=1

Los dos siglos de Camus

Esta semana se han cumplido 50 años de la muerte del autor de "El extranjero". Su obra recorrió una parte crucial del siglo XX y sirve para tratar de entender el XXI
BERNARD-HENRI LÉVY 09/01/2010

El 4 de enero de 1960, cuando el coche Facel-Vega de Michel Gallimard se choca contra un plátano entre Champigny-sur-Yonne y Villeneuve-la-Guyard, Albert Camus no tiene más que 46 años. Nos olvidamos siempre de lo joven que murió Camus. Nos olvidamos siempre de lo joven que era Camus. En 1960, todavía quedaba por vivir el triunfo y la agonía del gaullismo. Todavía quedaba por ver el Mayo del 68, en el que él no habría tenido más que 54 años y toda la oportunidad de asistir a la venganza completa de las tesis de El hombre rebelde. Es él, y desde luego no Raymond Aron, quien, diez años después, habría acompañado a Sartre al Elíseo a defender ante Giscard d'Estaing la causa de los boat people vietnamitas. Habría estado presente cuando la elección de François Mitterrand, habría dicho lo que pensaba -él, no su hijo- de la extraña religión cívica que es la religión del Panteón. Habría tenido 76 años en el momento de la caída de un comunismo que no habría contado, en el siglo XX, con un adversario más encarnizado ni más constante que él. Habría tenido 79 al comenzar la guerra de Bosnia y sus enfrentamientos fratricidas: ¿habría pensado en lanzar, como en el momento de la guerra de Argelia, uno de esos llamamientos a la tregua civil cuyo secreto poseía, o habría estado, sin matices, al lado de quienes apoyaban a los sitiados de Sarajevo contra los asesinos serbios? Soñamos con lo que el perdonavidas incansable de la "política del crimen", el analista de los mecanismos infernales que unían, en la "época de los asesinos", los "crímenes pasionales" y los "crímenes de la lógica", el "terrorismo de Estado" y el "terror irracional", habría tenido que decir ante el genocidio ruandés. Todavía hoy... Ya sé que René Lehmann, su médico, decía que sus pulmones estaban demasiado destruidos para que pudiera vivir mucho tiempo, pero ¿quién sabe? Hoy tendría siete años más que su amigo Jean Daniel. Tres menos que Claude Lévi-Strauss. Y podría muy bien estar presente para hacer una bella declaración, al día siguiente del fracaso de la cumbre de Copenhague, sobre el tema "salvar los cuerpos es hoy salvar la tierra". Pero bueno. Por desgracia, está muerto, murió el 4 de enero de 1960 en esa carretera, con el manuscrito de El primer hombre y La gaya ciencia en su cartera. Y el gran debate del momento, el único, era el de la guerra de Argelia.


http://www.elpais.com/articulo/portada/siglos/Camus/elpepuculbab/20100109elpbabpor_3/Tes

28/12/09

¿Quién mató a Esther Chávez Cano?

Queridos,

Quisiera compartir con ustedes el estupendo artículo que Lydia Cacho escribió sobre la muerte de esta admirable luchadora social.


México, Diciembre 25 de 2009

¿Quién mató a Esther Chávez Cano?

Lydia Cacho

A Esther la conocí en Ciudad Juárez, Chihuahua en 1994 durante un
encuentro de mujeres. De inmediato comenzamos a hablar sobre qué hacer
para defender los derechos de las mujeres; yo como buena reportera
tomé mi libreta y escribí sus respuestas, ella con su mano sutilmente
detenía mi pluma y me pedía que la mirara a los ojos. Mira Lydia
ustedes que están jóvenes tienen que saber cómo van a dar la batalla,
apenas estamos intentando abrir la cloaca y cuando comiencen a salir
las ratas tendremos que saber qué hacer, cómo hacerlo y quién nos
protegerá. Esto sucedió hace casi dieciséis años.

Esta mujer menuda y recia, nacida en la ciudad de chihuahua el 2 de
junio de 1933 había convocado en 1992, junto con otras once
organizaciones, a la formación de un grupo para defender a las
mujeres. El nombre que eligieron fue 8 de marzo, como símbolo de que
algún día se realizara el sueño de ese colectivo de norteñas que no
pedían permiso para saberse ciudadanas de México y el mundo, para
defender a las mujeres y niñas del corredor fronterizo con los Estados
Unidos.

Esther tenía una mente matemática, su experiencia como contable le
preparó para convertirse en la primera mexicana que llevo el registro
y contabilizó, de forma empírica pero impecable y detallada, todos y
cada uno de los asesinatos de niñas y mujeres en su estado. Fue ella
quien nos señaló el camino, fue Esther quien intuyó que las cloacas
simbólicas no eran subterráneos callejeros sino instituciones del
Estado mexicano y colectivos de hombres capaces de asesinar por placer
y por poder. Fue ella quien apuntó en su primera libreta los detalles
de cómo aparecían las víctimas, de quienes lo reportaban y qué
autoridades hacían o dejaban de hacer. Muy pronto ya no era una
libreta sino varias. Esther no estaba sola, sino acompañada de un
grupo de extraordinarias activistas, todas ellas dispuestas a aprender
y a elaborar estrategias para prevenir la violencia contra las mujeres
y niñas. Fue por ello que en 1999 fundó Casa Amiga, un centro de
atención de crisis en el cual las mujeres tienen un espacio de
seguridad luego e huir de la violencia en casa, o cuando luego de una
violación no reciben más que malos tratos de las autoridades y una
mezcla de miedo y desprecio de su comunidad.

Aunque desde 1993 este colectivo advirtió que existían patrones
criminales en los homicidios de mujeres, los más poderosos empresarios
de Chihuahua eligieron descalificar y acallar las denuncias. Muchos
medios locales despreciaron las advertencias y el análisis prospectivo
que desde entonces se hacía sobre la descomposición de Chihuahua y de
Ciudad Juárez en particular. Ahora, a fines de 2009 esos mismos
empresarios, periodistas y autoridades que descalificaron a Esther,
han huido de México y viven en el otro lado de la frontera bajo el
amparo de las leyes norteamericanas. A esos Esther les llamaba “los
cómplices voluntarios”. Como una contable decidida a no perder la
cuenta de las ignominias y sus autores, Esther escribió los nombres de
aquellos que, teniendo poder para proteger la vida de las mujeres y
niñas, elegían ignorar sus asesinatos; aquellos que teniendo el poder
económico, político y social para cambiar a México, elegían no
hacerlo. Esther los señaló con la mano firme y la palabra justa y
verdadera.

El 17 de diciembre de hace cuatro años, la tarde que salí de la
prisión a la que me llevaron los protectores de las redes de trata de
mujeres aliados al gobernador Mario Marín, Esther Chávez Cano me
llamó. “Tienes que ser fuerte –me dijo sin quebrarse- es la hora de la
batalla, sacaste sus nombres a luz y te acompañamos para señalarlos,
siempre lo haremos, pero tú eres el blanco y ésta es una batalla
solitaria”. Esther siempre supo en qué momentos debía abrazarnos como
una madre nutricia y amorosa y cuándo debía señalar la ruta y la
estrategia para seguir adelante.

A lo largo de estos quince años Esther fue un faro internacional para
que el mundo encontrara el camino hacia Chihuahua, para que las y los
mexicanos que elegimos escuchar y hacer eco de la realidad, pudiésemos
narrar -que no entender- el fenómeno del feminicidio mexicano. Ella
vio la muerte de cerca muchas veces, pero pasó la mayor parte de su
existencia haciendo honor a la vida, a la suya, a la de las otras
mujeres y niñas y niños. Cada día reivindicaba el derecho de las y los
mexicanos a vivir con dignidad, a perseguir el sueño de un país libre
de violencia. Insistía en que para la reparación de México
precisábamos mostrarlo tal cual es, diagnosticar su enfermedad y
comenzar su tratamiento desde las raíces.

Cuando yo decidí abrir un refugio para mujeres maltratadas en Cancún
le mostré el proyecto a Esther, con esa sonrisa que iluminaba su
rostro pequeñito como el de un águila respiró profundo y me dijo que
le emocionaba que por todo el país se fueran abriendo espacios para
que las mujeres se sintieran protegidas y fueran capaces de
reinventarse para luego reconstruir a este país adolorido y machista.
En la última década se han abierto medio centenar de centros similares
en la república mexicana.

Esther ya había recibido el diagnóstico de Cáncer cuando la vi en
Ciudad Juárez; esa tarde tuve ganas de tomarla en mis brazos como si
fuera una niña dulce, la sentí cansada y triste. Se dejó acariñar como
sólo a veces lo hacía, cuando bajaba la guardia y hablaba de sí misma
y no del país ni del dolor de las otras. Se dio permiso para hablar
del miedo y las dos nos preguntamos porqué tantas mujeres que han
dedicado su vida a trabajar por las y los demás, mueren de cáncer.
Hablamos de Cecilia Loría, otra querida guía del movimiento de
mujeres que en ese entonces enfrentaba el sufrimiento de las
radiaciones; Esther dijo que este país mataba a las mujeres y a los
hombres buenos, que esperaba que algún día México protegiera y amara
más la vida que la muerte. Entonces decidió que ella daría la batalla
por su vida. Todas las que la conocimos sabíamos que la maestra Esther
moriría de pie, que la amiga moriría pensando en lo que faltaba por
hacer, que la hermana estaba cansada y en el fondo sabía que había
hecho más que suficiente por su patria y su gente. Todas sabíamos que
Esther moriría pronto, es cierto, pero no estábamos preparadas para
perderla. Este 24 de diciembre la mujer de cuerpo pequeño y espíritu
inconmensurable se fue rodeada de las valientes que eligieron estar a
su lado, que se convirtieron en sus alumnas y maestras, en sus
hermanas y cuidadoras. Esther dio el último suspiro y sólo espero que
en esos momentos finales haya tenido la certeza de que gracias a ella
miles de niñas y mujeres, vivas y muertas, fueron reconocidas y vistas
por el mundo gracias a su voz, a su entereza, a su entrega, a sus
inquebrantables convicciones.

No sé si fue el cáncer, o el dolor y el miedo acumulados, no sé si fue
la angustia de ver su terruño tomado por soldados y narcotraficantes
y bañado de sangre; no sé si fue saber que ella le dio la vuelta al
mundo para pedir ayuda y nos advirtió hace quince años que un país que
ignora el asesinato selectivo de sus niñas y mujeres luego verá la
muerte sistemática de sus hombres y niños. No lo sé.

Como sea, hace unos meses la última vez que hablé con ella, Esther me
dijo que a mi generación le toca seguir con la tarea y ver los frutos
de la paz en México. No tengo la certeza de que lo veremos, pero sí la
convicción de que algo debe cambiar para que este país no quede
impasible ante el deceso de sus mejores hombres y mujeres que trabajan
desde la luz y la congruencia para construir la paz. Ya hemos visto
demasiada muerte, tenderemos que buscar las herramientas para hacerle
honor a la vida, a la dignidad y a la libertad que se merecen –que nos
merecemos- todas y todos los mexicanos. Vaya por Esther Chávez Cano,
por su vida, por las lecciones aprendidas. Por ella y por todas, que
después del llanto encontremos el camino a la esperanza.

Sobre Yasmina Reza

26/12/09

Joyce Carol Oates


Acabo de terminar de leer Mamá de Joyce Carol Oates. Estupenda novela. El duelo por la madre muerta lleva a Nikki, la narradora, a una búsqueda desesperada de sí misma. Secretos, violencia (contenida y no), y la vida en esos pequeños pueblos del Estado de Nueva York - que en mucho recuerdan los escenarios de Pastoral americana de Philip Roth - donde, aparentemente nunca pasa nada.

Éste es el enlace para poder leer el primer capítulo en pdf: http://www.elboomeran.com/upload/ficheros/obras/mama.pdf

¡Que lo disfruten!

24/12/09

¡¡Felicidades!!

Querid@s tod@s,
Va este hermoso poema de Tomás Segovia como regalo navideño, con mis deseos de que tengan un 2010 lleno de apapachos, versos, utopías, música y el calorcito de la gente querida

CALLADAMENTE

Como la historia misma
Sé bien a qué he sobrevivido
Pero a mí en cambio sé
Que me espera una hora dulce y grave
Se trata de ser digno de vivirla
De conocer mi gran fortuna
De saber que esa hora no era mía
No era de alguno que la mereciese
Sino de alguno que calladamente
A despecho de la historia la aceptase.



Un abrazo inmenso y cariñoso a cada uno



(PD: La cursilería del atardecer es obra de esta bloggera, sepan ustedes diculpar)

29/11/09

Algo sobre la FIL



http://www.fil.com.mx/

La poesía está reñida con todas las violencias


Rafael Cadenas al recibir el Premio FIL

http://www.eluniversal.com.mx/cultura/61493.html


Al recibir el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2009, el poeta y ensayista venezolano Rafael Cadenas disertó sobre la misión de la poesía en el mundo actual y frente a la violencia que se sufre en distintas latitudes. Dijo que la poesía está dentro y fuera de la historia y que se sitúa más allá de todo confinamiento ideológico. “Rechaza los fanatismos, ama la justicia pero quiere que no se acabe la libertad”, enfatizó el escritor.

Durante la inauguración de la 23 edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) donde le fue conferido el galardón, el llamado “Poeta del silencio”, afirmó que por su talante cordial, la poesía está reñida con todo tipo de violencia.

“Ya la ética no la seduce porque dejó de ser ingenua; hoy sabe lo que mueve a los héroes, sabe que ellos no desean verse, sabe que ignoran su sombra, pero éstas son sutilezas para nuestro mundo”, expresó.

El poeta le cedió también un espacio al pensador y al intelectual. Respaldado por su otra faceta, la de ensayista, Rafael Cadenas exhortó a los mexicanos a atender lo social y a cuidar su democracia aunque sea deficiente y casi nunca cabal. “Así evitarán que algún caudillo llegue al poder la destruya y se erija en dictador. La democracia es mejorable, la dictadura no. Aquella educa, ésta castra”.

¿Salva la poesía?

La ceremonia de inauguración estuvo presidida por Alonso Lujambio, Secretario de Educación Pública, acompañado por Antonio Villarraigosa, alcalde de Los Ángeles -invitada de la FIL-, Raúl Padilla, presidente de la Feria, y Consuelo Sáizar, presidenta de CONACULTA, quien le entregó el premio a Rafael Cadenas. Allí el poeta dijo que la misión de la poesía es ética.

El venezolano recordó que hace años en una lectura alguien le preguntó si la poesía podía salvar a la humanidad y él contestó que esa era una pregunta desmesurada, como para hacérsela a Dios o a Aristóteles y que más podría lograrlo la cultura, pero con apertura al misterio.

“Vivimos -dijo el escritor- dentro de la historia que es el ámbito donde se despliega a sus anchas la locura humana, la que se adquiere por normal, la del ego inflado que es el personaje tras la desventura actual”.

Yanet Aguilar Sosa / Enviada
Kiosko, El Universal
Domingo 29 de noviembre de 2009

15/11/09

El último profanador


Créase o no: Doctorado honoris causa a Fernando Vallejo en la Universidad Nacional de Colombia. ¡Bravo!


El último profanador
Alan Pauls

Creer o reventar, la Universidad Nacional de Colombia le otorgó un doctorado Honoris Causa a Fernando Vallejo (ex alumno de la casa de altos estudios), dando pie a una ceremonia ritual en la que el gran escritor reeditó su diatriba permanente e inalterable contra sus blancos favoritos: Colombia, el Papa, los pobres, las mujeres, el estado del idioma castellano. Y sin embargo, la visión de un Vallejo furioso no debería tomarse como un caso de desdoblamiento de un yo que puede ser tan amable y encantador con los animales. Se trata, quizá, del último artista con un profundo sentido de lo sagrado.


Hace unas semanas la Universidad Nacional de Colombia homenajeó a Fernando Vallejo concediéndole un doctorado honoris causa. Aspero ex alumno de la casa, el escritor se mantuvo fiel a su costumbre y aprovechó la pompa y la muchedumbre convocadas por la ceremonia para lanzar otra de las molotov con que revitaliza regularmente la relación que mantiene con su patria. “Un Papa colombiano es lo que falta”, recetó desde el púlpito. Carcajadas, aplausos. Vallejo –que cuando lee no soporta que lo interrumpan, ni siquiera para festejarlo– se apuró y hundió un poco más su puñal. “Pero ¿quién?”, se preguntó en voz alta. Silencio en el auditorio: saliva, temor y temblor. Y después, con un énfasis serio, crédulo, como de monólogo shakespeareano de kindergarten, él mismo se contestó: “¡Yo!”.

La candidatura no prosperó: el furor anticatólico de Vallejo es célebre, cien veces más célebre que los libros extraordinarios donde suele irrumpir, caprichoso como un latigazo obsceno. Pero dio paso a estrategias más accesibles y sin duda más eficaces: por ejemplo, sobornar al jefe de cónclaves del Vaticano para que voten por un Papa colombiano. Fue un gag, un pequeño exabrupto satírico, uno de esos números de terrorismo anti-patria de los que Vallejo suele jactarse en todo el mundo, pero que nunca ejecuta con tanta fruición –arrebatado por el mismo tenaz sadismo de víctima que Thomas Bernhard sufría y ponía en práctica con Austria– como cuando pisa el suelo de su país, del que se autoexilió hace cerca de treinta años.

Cualquiera puede seguir el discurso de Vallejo on line, aunque me temo que broadcasteada por YouTube su capacidad de perturbación se empobrece. Me tocó verlo en vivo en el Festival Hay de Cartagena, de pie, solito en el escenario abrumado del teatro Heredia, con 750 personas sentadas en el filo de sus butacas y otras 300 afuera, sin tickets, amenazando con tirar abajo las puertas del teatro si no las abrían, y debo decir que fue una experiencia. Habló contra la decadencia de Colombia, contra el Papa, contra la corrupción de la clase política colombiana, contra el narcotráfico, contra el Papa, contra la guerrilla, contra los viejos, contra el Papa, contra los Estados Unidos, contra el estado de la lengua en América latina, contra el Papa... Los temas eran apenas la agenda de cualquier sociedad latinoamericana en carne viva. El estilo que los encarnaba, en cambio, era todo.

En vivo, Vallejo no habla, no improvisa, no es un orador. Lee. Más que leer, en realidad, se adhiere con ojos y dientes a las páginas que escribió hasta que las termina, las extenúa, las vacía. La lectura pública es en él una variante de la posesión. Vallejo es lo que lee: un torrente aluvional, arrasador, sin puntos, ni comas, ni separación de párrafos, que vocifera con su voz opaca y el empecinamiento de un demente. Uno de esos diluvios bíblicos con los que a menudo termina sus novelas (La virgen de los sicarios, El desbarrancadero). Jamás mira al público. Ni siquiera parece registrarlo. Blasfema, experta en la imprecación, la injuria y el escarnio, sembrada de digresiones macabras à la Jonathan Swift, autor con el que comparte toda clase de distopías misantrópicas, la palabra de Vallejo es de algún modo como la de Dios –sobre quien escupe, desde luego– pero al revés, en versión subalterna, la versión del que no tiene nada que perder. Delirio de súbdito o de huérfano, es una palabra simple, directa, cruda, repetitiva: como los alegatos de las heroínas de tragedia griega, no tiene destinatario posible y está condenada a resonar, solitaria, entre las cuatro paredes del mundo.

En La desazón suprema, el retrato filmado que le hizo Luis Ospina en 2003, Vallejo aparece relajado y sonriente, de buen humor, como satisfecho, contestando preguntas con sensatez, celebrando un cumpleaños apacible y hasta husmeando con una dosis de enternecida nostalgia la casa familiar que en El desbarrancadero describe como una pesadilla o una tumba. Pero basta que una radio lo haga opinar sobre el político colombiano que propone secuestrar e incinerar la edición entera de La virgen de los sicarios para que el monstruo vomite sus llamaradas de ira.

¿Qué hay de sorprendente en ese contraste? Vallejo siempre ha sido el Increíble Hulk de la cultura latinoamericana. El desaforado que exalta el crimen en ficciones brutales y cultiva el hobby de llamar “hijoeputa” al presidente de Colombia es el mismo moralista de la lengua que debuta en las letras escribiendo una “gramática del lenguaje literario”, Logoi, inmenso archivo de citas, figuras y trucos retóricos excavados de la literatura occidental que recopiló, dice, “para aprender a escribir”, y cuya tesis borgeana establece que ya todo está escrito, que la literatura es ready-made, que la originalidad no existe y por lo tanto cualquiera puede ser escritor. La bestia que aboga por la muerte de los pobres y abomina de la reproducción de la especie es el mismo biólogo que alguna vez redacta un ensayo refutando a Darwin, el amante del reino animal que dona los 100 mil dólares del premio Rómulo Gallegos a la Sociedad Protectora de Animales de Venezuela y el amo derretido de amor que le cepilla los dientes a su perra ante la cámara de Ospina.

No hay dos Vallejo: hay uno, y es ése que desde hace un cuarto de siglo hace todo lo que hace y escribe todo lo que escribe en su propio nombre, diciendo yo, haciendo del yo, a la vez, el altar y el infierno donde se goza de lo que se aborrece: el paraíso de la abyección. Vallejo es lo que alguna vez mereció un nombre elevado y maldito: un profanador. Es decir: un hombre –quizás el último– con un altísimo sentido de lo sagrado.

En Radar libros, 8 de noviembre de 2009
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/libros/10-3602-2009-11-15.html

14/11/09

Vínculo


Acabo de terminar de leer la novela Vínculo de Isabel Fonseca. Me gustó muchísimo. Es un texto inteligente, irónico, denso, que pone en escena la relación entre la fidelidad y la infidelidad. Las traiciones. El desgaste en los matrimonios. Habla también de la muerte, del paso del tiempo, del cuerpo. Sobre todo: del cuerpo. Del cuerpo gozoso, del cuerpo del placer, y - claro - de la otra cara de la moneda: del cuerpo enfermo, del cuerpo envejecido.
El título en inglés es Attachment que alude, a la vez, a fuertes lazos familiares o afectivos, y a los archivos adjuntos que pueden acompañar un mensaje de correo electrónico. Los dos sentidos tienen un papel fuerte en el texto. Pero ¡no les cuento más! Les aseguro que se van a enganchar desde las primeras páginas.
Vale la pena leer la nota que salió en El País hace unas semanas (12-09-2009): http://www.elpais.com/articulo/semana/Estados/Unidos/adoran/exito/Inglaterra/odian/elpepuculbab/20090912elpbabese_8/Tes
Ahí mismo viene un pdf con el comienzo de la novela.

Un dato más: Isabel Fonseca es hija del escultor uruguayo Gonzalo Fonseca y esposa de Martin Amis.

6/11/09

Algunos de los libros que me han acompañado esta semana

6 de noviembre de 2009

Maus, de Art Spiegelman. Memoria y literatura una vez más. Uno de los mejores libros que se han escrito sobre el nazismo y sus consecuencias. Y quizás uno de los más entrañables. ¿Qué lo hace diferente? Que se trata de un cómic. (Hablaré de esta maravillosa obra el domingo 8 de noviembre en W Radio http://www.wradio.com.mx/)



El mar, de John Banville. El duelo y la memoria del personaje principal, también narrador de este conmovedor relato, me han acompañado durante la semana (ida y vuelta MEX-GDL-MEX, como decía el boleto de avión de la FIL) y aún no puedo ni quiero desprenderme de su voz. Dicen por ahí que la de Banville es la mejor prosa en lengua inglesa.
Con qué ferocidad sopla hoy el viento, golpeando con sus grandes puños suaves e inútiles los cristales de la ventana. Es la clase tiempo otoñal, tempestuoso y despejado, que siempre me ha encantado. El otoño me parece estimulante, al igual que se supone que la primavera lo es para los demás. El otoño es época de trabajar, en eso coincido con Pushkin.



La muerte me da, de Cristina Rivera Garza. Me ha acompañado, por supuesto, como nueva ganadora del Premio Sor Juana. Gran novela. Inteligente, valiente, compleja, sensible. La presencia constante de Alejandra Pizarnik, la exploración del propio ejercicio de escritura, la presencia del cuerpo, le dan una muy interesante dimensión de profundidad a este thriller poco común.



Y un homenaje a Claude Levi-Strauss. ¡Salud Maestro!

31/10/09

Verloso de Felipe Soto Viterbo en W Radio

Para escuchar el comentario, vayan por favor a:

http://www.wradio.com.mx/programa.aspx?id=795393&au=900054

¡Ojalá les guste!

25/10/09

Nombrarlos a todos

Hoy aparece mi artículo "Nombrarlos a todos" en El Universal. Por si se les antoja leerlo, aquí va el enlace:

http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/46078.html

18/10/09

Lenguaje e imágenes balbuceantes

“Palabras de sobrevivencia, palabras derrotadas, palabras
de ceniza, palabras para salvarnos” palabras e imágenes que
Sandra Lorenzano —autora de Escrituras de sobrevivencia y
Aproximaciones a Sor Juana— hila y entrelaza en este texto
en el que la guerra y el horror; los nombres y las ausencias; el
pasado y el presente hablan por sí mismos.


Si quieren ver el artículo, está en:
http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/2506/pdfs/76-80.pdf

11/10/09

La cama es mi Plaza de Marrakesh

En el suplemente Kiosko de El Universal de hoy aparece mi artículo "La cama es mi Plaza de Marrakesh".

Mañana lo subo al blog. Prometido!

4/10/09

"La justicia" en la Suprema Corte

En El Universal de hoy

México D.F., a 4 de octubre de 2009

"La justicia” en la Suprema Corte

Sandra Lorenzano



En México hay un altísimo porcentaje de personas en la cárcel esperando que les dicten sentencia. La duración de los procesos (y la referencia a Kafka implícita en este término no parece casual) excede vergonzosamente los plazos establecidos por la Constitución. Esto quiere decir que quizá muchos de quienes (sobre)pueblan nuestros reclusorios sean inocentes, o hayan ya cumplido el tiempo que les correspondería como pena. Por supuesto, la mayor parte de estas demoras se da entre gente de escasos recursos, entre otras cosas por la ineficiencia y la corrupción de los “abogados de oficio”, tal como lo reportan los informes de la Comisión de Derechos Humanos del DF sobre el tema. Archivos y más archivos, expedientes y más expedientes se acumulan, amontonados, amarillentos, olvidados, postergados, en más de una oficina. Ya lo contó José Clemente Orozco en uno de los murales que pintó en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Y este es sólo uno de los vicios de nuestro sistema judicial.
Por otra parte, muchos delincuentes circulan libremente junto a nosotros, habiendo convertido a nuestro país en uno de los más violentos e inseguros del mundo. Claro que muchas veces estos delincuentes usan uniforme u ocupan cargos públicos.

De estos temas habla, entre otras cosas, la obra que Rafael Cauduro realizó, casi siete décadas después que el muralista tapatío, también para la SCJN. Su título es La historia de la justicia en México y fue inaugurada el pasado mes de julio. De estos temas habla. De las terribles fallas del sistema de justicia mexicano. O dicho de otra manera: de algunos de los rostros de los condenados de la Tierra.

En una superficie de 290 metros formada por ocho muros ubicados en tres niveles, en la llamada “escalera de magistrados”, los “siete crímenes mayores” que ahí aparecen son una bofetada de realidad en el recinto que ocupa la autoridad máxima del Poder Judicial. Imágenes de homicidios, violación, secuestros, torturas, procesos viciados, represión estatal nos golpean desde esas paredes convertidas en denuncia y recordatorio permanente de nuestra ensangrentada cotidianidad.

¿Habrán pensado en algo así los máximos jueces de la nación al encargar el proyecto? El día de la inauguración, el ministro Ortiz Mayagoitia hizo votos para que las futuras generaciones vieran esta crítica como aquello que nuestro país logró superar. El pintor fue quizá menos optimista; frente al panorama actual no se trata, dijo, de hacer “celebraciones” de ningún tipo al hablar de la justicia.

Por supuesto que, a pesar de una que otra denuncia, son mucho más tranquilizadoras las imágenes creadas por Luis Nishizawa, Leopoldo Flores e Ismael Ramos para las otras tres esquinas del recinto. La propuesta de Cauduro es artísticamente sorprendente. Simbólicamente brutal. No parece haber salida posible en los relatos que cuentan esos muros convertidos en pesadilla.

Allí está el tzompantli cuya vista recibe cada día a los ministros cuando pasan del estacionamiento a la puerta del elevador que los llevará a sus oficinas. No dudo que muchos de ellos entren mirando al suelo o desviando los ojos. Las hileras de cráneos sobrecogen a pesar de la pátina que les da el “tranquilizante” relato de la arqueología. Está también la “sala de expedientes” —mi fragmento favorito del mural—, con el óxido que cubre por igual los legajos y los rostros desesperanzados que alcanzan a vislumbrarse en los cajones, como fantasmas de la angustia y la resignación. Sobre otro de los paneles, la perspectiva nos envuelve en el vértigo de la caída para llevarnos al fondo de un pozo; allí compartimos el espacio con un cuerpo cuya silueta está señalada con una línea blanca.

¿Quién ha cometido el crimen? ¿Alguno de los cientos de reclusos que se asoman por los barrotes de una cárcel cuya diabólica estructura se pierde en un horizonte sin salidas? ¿O el secuestrador que tiene arrinconado en un cuarto a un hombre de camisa blanca y corbata? ¿O tal vez el que ha violado a la mujer que sangra sobre una silla? ¿O quizá alguno de los que miran desde “afuera” como si se tratara sólo de un espectáculo? Lo turbio, lo oscuro, lo perverso, lo violento de nuestra sociedad y su sistema de justicia está ahora sobre los muros que ven cada día los funcionarios del máximo tribunal de la nación. Ni más ni menos.

El trabajo de planos y perspectivas es magistral. El mensaje, desconsolador. Esas escenas que rematan con la represión a una marcha que a, su vez, sale de una pared grafiteada que, a su vez, es parte de los cuerpos de los soldados que, a su vez… en un juego de cajas chinas que recuerda en algo a los laberintos visuales de Escher, pero pasados por el horror de nuestra realidad nacional, buscan la continuidad entre la calle y el silencio del recinto. El inicio de la escalera está junto a una puerta que da al exterior. La semejanza que desde ahí se ve entre lo pintado por Cauduro y el “cuadro viviente” que ofrece el Centro Histórico no es mera coincidencia.

En el último piso unos uniformados montan guardia sobre los vidrios (de hecho, Rafael Cauduro fue el único de los artistas invitados a pintar en los muros de la Corte que utilizó y modificó también las ventanas). Tras esas figuras militares o policiales, un grupo de ángeles con rostro de mujer intenta desplegar las alas. Si lo lograrán o no es una de las tantas preguntas que quedan abiertas. Del inframundo de los cráneos que nos reciben en el sótano a un cielo que dudosamente pueda consolarnos.

Las respuestas —después de las resoluciones de Acteal, del caso Lydia Cacho, de los curas pederastas, del nombramiento del nuevo procurador general de la República, de los también “nuevos” 6 millones de pobres, de los más de 14 mil asesinados en lo que va del sexenio, de los narcotraficantes en las listas de Forbes, etcétera, etcétera, etcétera— pueden ustedes imaginarlas.




Escritora

29/9/09

¿Justicia?


¡¡Excepcional la obra de Rafael Cauduro en la Suprema Corte de Justicia de la Nación!!

20/9/09

A GUIT IUR!!! (o "Feliz año nuevo" en la vieja lengua que hablaban los abuelos)

Travesías de domingo


Acabo de recibir un libro delicioso - A Plea for Eros - de una de las narradoras que más me interesan en este momento: Siri Hustvedt. Se trata de un conjunto de ensayos de corte más bien autobiográfico, que exploran la memoria personal y familiar así como el contexto en que surge la escritura, en relación con el propio oficio literario.
Va un parrafito, sólo para abrir boca:

"In my walking life, I'm a woman, buy sometimes in my dreams I'm a man... In every book, the writer's body is missing and this absence turns the page into a place where we are truly free to listen to the man or woman who es speaking. When I write a book, I am also listening. I hear the characters talk as if they were outside me rather than inside me.(...) ...when I write the same ambivalence becomes muy liberation, and I am free to inhabit both men and women and to tell their stories."

Vale la pena acercarse a las dos últimas novelas de Hustvedt publicadas en español: Todo cuanto amé y Elegía para un americano (ambas están en Anagrama). Siri Hustvedt es una maestra de la construcción narrativa, con una prosa tersa y compleja a un tiempo, con un excepcional diseño de personajes. Son las suyas narraciones inteligentes, sumamente elaboradas, profundas, con una sensibilidad seguramente enriquecida, entre otras cosas, por sus años de dedicación a la crítica de arte. En este campo, sus ensayos compilados en el libro Mysteries of the Rectangle muestran su veta más analítica y reflexiva.

Parece que este año podremos escucharla en la FIL de Guadalajara. Ojalá...

8/8/09

Ay, Rosario...

Sandra Lorenzano
Publicado en El Universal
Viernes 07 de agosto de 2009

http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/45153.html


Una de las novelas que no sólo más profundamente me ha marcado en términos personales sino que considero fundamental para entender el México de hoy —a pesar de que apareció en 1957— es Balún Canán de Rosario Castellanos. En esas páginas en las que se cruzan las palabras de una narradora niña con la memoria ancestral de los pueblos indígenas, la corrupción oficial con la prepotencia de los latifundistas, el alcoholismo con la violencia dentro y fuera de cada hogar, aparecen los claroscuros de una realidad signada por las desigualdades, el sexismo y la explotación.
Allí están muchas de las respuestas para quienes en enero de 1994 se preguntaron con una mezcla de perversa ingenuidad e irresponsabilidad: “¿Cómo? ¿Todavía pasan estas cosas en Chiapas?”. Casi 40 años antes, Rosario Castellanos las había visto, las había sufrido, las había señalado. Pocos, muy pocos quisieron verlo entonces. Muy pocos quieren verlo aun ahora.

Balún Canán es sobre todo una novela sobre el poder. Una novela política en el mejor sentido, en la que está presente tanto la política nacional —desde la conquista al gobierno de Lázaro Cárdenas— como las micropolíticas que arman el tejido de nuestra cotidianidad. Castellanos, de cuya muerte se cumplen 35 años hoy, había aprendido en carne propia que “lo personal es político”. Sobre todo para las mujeres. El sector más oprimido de los oprimidos en las páginas de la novela. Y fuera de ella. La discriminación y la opresión construyen una pirámide en la que quienes están abajo son también los que menos tienen, los más desposeídos, los indios, pero hay además otra línea que atraviesa esa pirámide: la del género.

Sin duda muchas cosas han cambiado desde que se publicara el libro, o desde que una jovencísima Rosario se atreviera a pensar la filosofía que aprendía en la UNAM desde otra perspectiva, con otra mirada: la mirada oblicua, cuestionadora, de las mujeres inteligentes. Muchas cosas han cambiado. Muchas otras no, o no de manera homogénea en todo el país.

Por recordar sólo lo que sucede en Guanajuato, cito lo que escribió hace dos semanas, en este periódico, José Gerardo Mejía: “Por recomendación de la Secretaría de Gobernación, el Sistema Nacional para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres rechazó conformar una comisión investigadora para esclarecer distintas agresiones a los derechos humanos contra mujeres, incluida la violación de una menor de nueve años de edad”. Por recomendación de la Segob. ¡Caramba! Y podríamos hablar también de los crímenes que continúan impunes en Ciudad Juárez o en el estado de México (que tan “glamoroso” se presenta en otros aspectos) o en la frontera con Guatemala. O pensar en el caso de Ernestina Ascencio o en el de las hermanas triquis Daniela y Virginia, por si queremos decir algo de las constantes violaciones a los derechos humanos por parte de nuestro patriótico Ejército. Vale la pena entrar al sitio del Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio y darle una mirada a los aterradores datos que presentan.

O podríamos pensar en el retroceso en cuanto a legislación sobre salud reproductiva que ha habido en varios estados. Desde la histórica sentencia de la Suprema Corte en la que declara la constitucionalidad de la despenalización del aborto en el DF en las primeras 12 semanas de gestación (http://informa.scjn.gob.mx), 14 estados modificaron sus constituciones para “proteger la vida desde el momento de la concepción/fecundación”. Esto se traduce en la vulneración y desconocimiento de los derechos fundamentales de las mujeres, como el derecho a la vida, a la intimidad, a la libertad y a la autodeterminación reproductiva, todos reconocidos por la Constitución. Así lo argumentan las más de 500 mujeres que se han amparado contra las decisiones de las autoridades locales.

Es evidente la flagrante complicidad de muchos de los organismos oficiales con los sectores más conservadores de la sociedad. El desplegado redactado en el marco de la Cuarta Reunión Nacional de los Mecanismos para el Adelanto de las Mujeres en las Entidades Federativas del Sistema Nacional para la Igualdad entre Mujeres y Hombres, entre otras cosas, dice: “Exigimos que los institutos de las Mujeres y las dependencias federales, estatales y municipales cumplan con su responsabilidad jurídica de hacer realidad el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia”.


Como plantea la antropóloga de la Universidad de Brasilia Rita Segato, en el caso de la violencia contra las mujeres no estamos hablando de “violencia de género, sino sobre cómo el género es violencia y esa violencia es la fundadora de todas las otras formas de violencia. (…) El género es —desde esta perspectiva— una máquina genocida”. Ay, Rosario…


Escritora




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1/8/09

Libros y más libros

Mi amiga - y estupenda fotógrafa - Moramay Herrera Kuri, que trabaja en el Fondo de Cultura Económica, me hace las siguientes preguntas:

A tu juicio, cuáles son los 10 libros más importantes que se han publicado en el Fondo a lo largo de estos 75 años, o tus favoritos en realidad...

La segunda es cuál es tu experiencia como escritora, lectora o editora del Fondo. Lo que queremos es que nos narres alguna anécdota o experiencia que hayas tenido en el FCE.

Va mi respuesta:

Empiezo por la segunda pregunta que, en realidad, da la clave para la primera:

Desde que tengo memoria, mis padres guardaban en el clóset más alto de la casa – después aprendí que eso en buen idioma argentino se llama “baulera”, aunque en mi casa se llamara simplemente “el placarcito del baño”, porque curiosamente esa especie de tapanco de entrada pequeña pero muy profundo, estaba en el baño (¿qué habrá pensado el arquitecto que diseñó la casa en los años 40? Si es que la diseñó un arquitecto, claro. Nunca lo supimos a ciencia cierta) -, pero bueno, a lo que voy: decía que guardaban en ese lugar varias cajas (¿cinco, seis, ocho? Como todo recuerdo, éste es incierto) con libros. Me sorprende la normalidad con que veíamos nosotros, los chicos, allá por los años sesenta, que una parte de la biblioteca familiar estuviera oculta. Parecía tan natural como el pan con manteca y azúcar de las mañanas, o las "vueltas manzana" en bicicleta, o las moscas del verano porteño. Sabíamos que había habido un golpe de Estado hacía poco tiempo. Me acuerdo del momento en que entró una vecina mientras desayunábamos y le dijo a mi mamá: “Graciela, prendé la radio que hubo golpe”. Pero como ése no era el primero ni sería el último, las cajas con libros (“huacales”, en realidad, dicho en mexicano) estaban allí y seguirían allí por diez años más. Iba a escribir para siempre, pero no fue así.
Cuando el 24 de marzo de 1976 hubo un nuevo golpe militar, mi padre decidió que era el momento de deshacerse de la parte más querida de su biblioteca, la del “placarcito del baño”. Empezamos entonces a usar más que nunca la parrilla del fondo del jardín. Todas las noches, encendíamos el fuego para ir quemando el tesoro de la familia. Todos llorábamos. ¿Sería cierto que no había otra forma de salvar la vida? Papá ya había estado preso por “ideólogo de izquierda” (?) en el 68 y parecía que ahora “la mano venía más dura”. Deshacernos de los libros era protegernos. Varias noches repetimos el ritual, hasta que un vecino, de los muchos cómplices del autoritarismo que rondan siempre por ahí, comentó una tarde: “¿No está haciendo demasiados asaditos, doctor?” Fin de las fogatas.
A partir de entonces, llenábamos maletas y las tirábamos al río. Otra vez, claro, llorábamos todos. Lo que vino después es historia conocida: la represión, los desaparecidos, el exilio. Los libros del placarcito fueron las primeras víctimas de la familia.
Cualquiera que conozca el catálogo del Fondo puede imaginarse cuántos de sus títulos murieron en la hoguera. Yo recuerdo algunos en este momento:
Los dos tomos de La breve historia de la Revolución Mexicana de Jesús Silva Herzog (¿cómo iba a estar en un lugar visible un libro con la palabra “revolución” en el título. Cuando llegamos a México y descubrimos que acá se llamaba así la avenida por la que caminábamos todos los días para ir al colegio, pasando por el mercado de Mixcoac, no podíamos creerlo.)
Los de abajo de Mariano Azuela. Un título demasiado “populista”.
El pensamiento hispanoamericano de José Gaos. Era sospechoso a pesar de que no dijera “latinoamericano”, palabra mucho más subversiva. Y por supuesto todo el marxismo publicado hasta ese momento.

En mi catálogo personal se suman muchos libros del Fondo a los que vuelvo una y otra vez, para escribir sobre ellos, para dar clases o simplemente por el puro “placer del texto”.
Pienso, por ejemplo, en El llano en llamas que fue el primer libro que me regalaron en México. Me lo dio Pilar García Fabregat que era mi profesora de historia, con una hermosa dedicatoria que me invitaba a conocer de verdad mi nuevo país. Después corrí a la librería a comprar yo sola Pedro Páramo, por supuesto.
Pienso en Balún Canán de Rosario Castellanos que me enoja y me conmueve por igual cada vez que lo leo. O en los cuatro tomos de las Obras Completas de Sor Juana que otra maestra – Anamari Gomís - me regaló cuando entré a la Facultad.
Pienso en Libertad bajo palabra y en El arco y la lira. Los dos libros que me resultan más entrañables de Octavio Paz. En Memorias póstumas de Blas Cubas de Machado de Assis. O en Arte y poesía de Heidegger al que llegué gracias a Paul Celan.
Y muchos otros que me han revelado mundos – exteriores e interiores – y que me acompañan de manera cómplice y generosa en la vida. Lejos de cualquier tapanco.

31/7/09

El triunfo de la "narcocultura"

Sociedad / íconosEl triunfo de la "narcocultura"

Canciones populares, ropa fabricada especialmente y una imagen social que penetra en la juventud son algunas marcas del narcotráfico que, una vez globalizadas, impactan en la sociedad más allá de las políticas contra la droga

lanacion.com | ADN Cultura | S?do 2 de mayo de 2009

25/7/09




In the Shadow of the Sun (1980)

A Derek Jarman film with music by Throbbing Gristle



IMDB User wrote:
Derek Jarman used some of his 70s home movie footage to produce this wonderful piece of exploitational avantgarde cinema. Actually the original material has been slowed down to a speed of 3-6 frames, then Jarman added colour effects and the pulsating, menacing score by Industrial supergroup Throbbing Gristle

The result is a piece of art not to dissimilar to Jarman«s painting work in using found footage as elements of memory and mind that resemble ideas reflected in the Cabala and in C.G. Jung`s writings about an archetypical past that is hidden in everyone of us.

senseofcinema wrote:
The first, In the Shadow of the Sun (1974-80), was originally put together by Jarman himself in 1974 from re-shot Super-8 material including footage from The Art of Mirrors and Journey to Avebury, amongst several others. The film was eventually blown-up to 35mm and premiered at the 1981 Berlin Film Festival. The focus on ritual, mysticism and obscure alchemical symbolism links it with the work of Anger. However, Jarman's preference for the work of Carl Jung and the "white" magician John Dee, is quite distinct from Anger's invocations of the "black" magician Alistair Crowley.

14/7/09



A veces un lugar se puebla de ausencias y es difícil actuar como si no pasara nada. Los ausentes suelen ocupar, en esos espacios, mucho más que los presentes. Algo así me pasa en esta casa a la que he venido pocas veces desde que ya no vivimos en ella. Extraño a los que alguna vez estuvieron.

10/7/09

UNIVERSITY OF CALIFORNIA, SANTA BARBARA

SEGUNDO COLOQUIO DE VERANO
LITERATURA MEXICANA

A LA UNA, A LAS DOS Y A LAS TRES
ESCRITORAS UC-MEXICANISTAS
ROSA BELTRÁN, SANDRA LORENZANO, CRISTINA RIVERA GARZA


Sábado 11 de julio de 2009
G i b r a l t a r (S a n t a Y n e z Apartments 6750 El Colegio Road)

Apertura: Arturo Giráldez

A la una: de 1:00 a 1:45 pm

Debra Herrick, “Disneylandia, el espacio en ‘Diletantes: amor en la postmodernidad’ de Rosa Beltrán”

Oswaldo Estrada, “Juego de damas en Rosa Beltrán”

Nora Marisa León-Real Méndez, “Mi reino por un Imperio en La corte de los ilusos de Rosa Beltrán”

Modera: Julio González-Ruiz

A las dos: 1:50-4:00 pm

Arturo Giráldez, “Saudades, memoria y deseo”

Sara Poot-Herrera, “Saudades y fidelidades de Sandra Lorenzano”

Miguel Zugasti, “Re-hacer el espejo roto. Saudades de Sandra Lorenzano”

Re-ceso, recesan… resesiones

Nicola Gavioli, “Through the Cutlery: Who’s Afraid of Cristina Rivera-Garza? La ansiedad del lenguaje en La muerte me da”

Danielle Borgia, “Vaivenes de género en La cresta de Ilión de Cristina Rivera Garza”

Omar Miranda Flores, “El adjetivo interior en La muerte me da de Rivera Garza”

Modera: Beatriz Mariscal

Intermedio: 4:00-5:00 pm [pinchos y botanas]
No sólo de leer vive el hombre… y tampoco la mujer… (pa’ella, pa’él y pa’todos)

A las tres: 5:00-6:00 pm

Jorge Ruffinelli, “Rivera Garza, Beltrán, Lorenzano: sin fronteras”

Sandra Lorenzano, “Saudades de Saudades”

Cristina Rivera Garza, “29 misivas desde la frontera más distante”

Sara Poot-Herrera, “Somos mucho más que tres. Diálogo con Sandra Lorenzano y Cristina Rivera Garza”

Clausura: Ricardo Maldonado

Hispanic Summer Institute, UCSB
Department of Spanish and Portuguese, UCSB
UC-Mexicanistas
Silvergreens

9 de julio

Volamos toda la noche y llegamos a la mañana temprano. Hacía frío. Siempre hace frío al amanecer en el aeropuerto de la ciudad de México. Claro que eso lo aprendí después. Apenas habíamos dormido por la mezcla de miedo, tristeza y excitación. Yo, que me había vuelto fanática de la obra de Ferrer y Piazzolla, “María de Buenos Aires”, me repetí fragmentos de las canciones durante toda la noche (las rarezas que uno puede hacer en la adolescencia serían motivo de otro texto); cualquier interpretación resulta obvia, lo sé. A lo mejor el disco era de los que nos había dejado Luis, el hermano de papá, que había llegado a México un par de meses antes que nosotros, y que había tenido un par de programas en Radio Universidad de Córdoba – uno de jazz y el otro de tango – antes de la dictadura. En Argentina era “fecha patria” – el día de la declaración de la independencia – y para nosotros, en la familia, el día en que celebramos el cumpleaños de mi padre. No sé si el mover los cumpleaños a los feriados es una costumbre de todos los argentinos o una característica familiar. Él nació el 8 de julio, pero inscribirlo el 9 podía significar que se salvaría de hacer el servicio militar. ¿Y qué madre quiere que su hijo entre al ejército? Por lo menos mi abuela no.
Tengo un recuerdo confuso de la llegada. Sólo sensaciones. El frío. La extrañeza. El llanto de mis hermanos menores.Los demás pasajeros iban pasando uno a uno por los escritorios del personal de migración. “Háganse a un lado”, nos dijeron a nosotros. Los cuatro chicos y mamá, que tenía entonces diez años menos de los que tengo yo ahora, nos quedamos paraditos muy tiesos y asustados a unos pasos del funcionario, cruzando los dedos para que todas nuestras maletas, maletitas, bolsas y muñecos, no lo hicieran dudar de la verdad de lo que anunciaba el sello que el Consulado había puesto en nuestros pasaportes: 45 días.
Han pasado treinta y tres años.
“La edad del Cristo azul se me acongoja”, escribió López Velarde.

9/7/09


Maravillosa exposición de Robert Frank en el Museo de Arte Moderno de Los Ángeles. Es la suya una mirada privilegiada para ver el lado más descarnado y solitario del "american dream".

5/7/09

Gracias, querido Pavese, por dejar que la poesía tape un poco el ruido de las elecciones.

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Mudos, descenderemos en el remolino.

2/7/09


Y siguiendo con el tema de la infancia encontré esta frase maravillosa y atroz de Alejandra Pizarnik (tan lejos del melancólico recuerdo de la hora de la leche, y tan cerca de los fantasmas infantiles que también nos han marcado a todos):

Yo no sé de la infancia más que un miedo luminoso y una mano que me arrastra a mi otra orilla.

29/6/09

Notas cada tanto, 29 de junio de 2009

(Ayer, domingo 28, publiqué un artículo sobre los escenarios políticos en la Argentina de las elecciones legislativas. No me gustaron los resultados de las votaciones, así que abandono por unos días mis “inquietudes políticas” y vuelvo a la escritura porque sí, a la del puro placer de sentarse ante una hoja en blanco e intentar crear un mundo. De ahí surgen estas casi confesiones de hoy - que ahora que releo estoy a punto de hacer desaparecer gracias a las virtudes de la tecla delete -)

Soy de las personas que se pasman y no saben qué contestar cuándo les hacen preguntas del tipo de ¿Cuáles son tus diez escritores favoritos?, o ¿Qué libros te llevarías a una isla desierta?, o ¿Quién es tu compositor (o tu lugar del mundo, o tu marca de plumas, o lo que sea) preferido? Me pasmo y no puedo dar una respuesta medianamente coherente. Eso me pone en aprietos y muchas veces me hace aparecer como quien en realidad no ha leído ni leerá a diez escritores, o diez libros diferentes, o que nunca ha usado más que una Bic porque, finalmente, “no sabe fallar”. Cuando alguien empieza con esas cosas – suele ser gente muy joven, los estudiantes, en general, o algún despistado que no se ha dado cuenta que no son preguntas que se hagan en una reunión de “intelectuales” como ésta. ¿Quién lo habrá invitado? – intento hacer un gracioso mutis por el foro y evitar poner mi cara de pasmada (cabe aclarar que no es mi mejor cara).

Hace poco, alguien me preguntó si el amanecer era mi hora favorita del día. La pregunta surgió porque hablamos de un personaje de la novela que estoy escribiendo que se levanta antes del alba. Y ahí tuve que contestar que tengo dos momentos diferentes del día que son los que prefiero. Sé que con esa respuesta doble estaba traicionando las reglas tácitas de ese tipo de cuestionamiento. Elegir lo “favorito” nos obliga a señalar una sola cosa en detrimento de todas las demás. Pero, para ser honesta (otra regla tácita), tuve que hablar de mis dos momentos. Uno sí es, por supuesto, como lo vislumbró con perspicacia mi interlocutor/a, el que forman los instantes anteriores a que empiece a amanecer. Como soy obsesiva, pongo todos los días el despertador muy temprano para que ese momento me encuentre ya sentada frente al escritorio y a la maravillosa ventana que me permite ver cómo van tiñéndose de colores las nubes. Me levanto, me preparo un café y empiezo a trabajar. Ni Lola, mi perra, ni Ulises el gato, ni mucho menos Mariana, dan aún señales de pensar siquiera en despertarse. Lo más que me ha sucedido es que Lola abra un ojo y poniendo cara de “estás loca”, se quede disfrutando por lo menos una horita más de la cama que yo acabo de dejar y ella de usurpar. Si por alguna razón - porque estoy de viaje o porque la noche anterior me desvelé o por lo que fuera – no cumplo con este ritual, me invade una sensación de pérdida de tiempo que provoca que de verdad el resto de mi día resulte bastante poco productivo.

El segundo momento que prefiero no tiene una hora específica sino que está marcado por un ritual; en realidad por un ritual que hace tantos años que no practico, que ahora que me propongo contar de qué se trata me doy cuenta que estoy haciendo en realidad un ejercicio de arqueología personal. Ese segundo momento es “la hora de la leche”; quienes tienen más o menos mi edad y comparten mi país de nacimiento saben de qué hablo. No sé si el ritual sigue existiendo ni si continúa llamándose así. Quizás algunos lo confundan con “la hora del té”, pero simbólicamente son muy distantes. La hora de la leche era un paréntesis que aparecía por ahí de las 5 o 6 de la tarde – según la estación del año, o según el turno en el que fuéramos a la escuela (mañana o tarde) – acompañado de un café con leche, o de una taza de mate cocido, o de una vaso de leche fría con chocolate si afuera hacía calor. En la panera había siempre algunas tostadas que mamá nos preparaba y que comíamos Pablo mi hermano y yo poniéndoles manteca (léase “mantequilla”) y azúcar, o kilos de dulce de leche. El olor de las tostadas, el del café, la voz de mamá, todo eso convirtieron ese momento de estar los tres sentados a la mesa de la cocina en uno de los mejores recuerdos de mi infancia. Es más, creo que si soy quien soy se lo debo en gran medida a esa media hora de charla y risas. A veces se quedaba alguno de nuestros amigos. “Ma, ¿se puede quedar César a tomar la leche?”, era la pregunta de cajón. César era el vecinito de la vuelta con el que compartíamos la pasión por salir a andar en bici por el barrio. “Claro, pero que avise en su casa.” Otras veces éramos nosotros los invitados a celebrar el ritual en otro lado. “¿Me puedo quedar en la casa de Adriana (o de Norma. El nombre era intercambiable: eran mis dos mejores amigas a los 8 años)? Adriana Klock y Normita Bellagamba; apellidos que daban testimonio de aquello que se decía en el preámbulo de la Constitución y que alguna vez, por cierto, tuvimos que aprender de memoria:

Nos, los representantes del pueblo… con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino… ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitución...

Para todos los hombres del mundo… Y ahí estaban Enrique, el papá de Adriana, que tenía un almacén, y Giulio, el papá de Norma, que era obrero de la Ford. Así fue mi infancia, con Oscarcito Spengler, Daniel Rasteiro, con Dicky Robinson. O con “Pety” Tateno cuyos padres habían nacido en Japón y cuyos hermanos mayores, que cuidaban el vivero de la familia, se iban muriendo antes de cumplir los 25 años por una extraña enfermedad genética. Vinieran de Alemania, de Galicia, de Rumania o de Nápoles, en todas las mesas de todas las cocinas de mi infancia había una hora de la leche. Aunque hay que decir que no nos gustaba tanto – ni a Pablo ni a mí – quedarnos en la casa de Adriana o de Norma porque ahí a la leche se le hacía “gordura”: una nata que nos parecía inmunda y que en casa mamá colaba, pero en otros lados te la tenías que tragar aunque te diera asco. Tampoco nos gustaba ir al baño porque no tenían baño sino letrina y pensábamos que nos íbamos a caer al pozo en cualquier momento. El sueño que prometía la Constitución no había alcanzado para baños. Qué se fizo el Rey Don Juan, se pregunta para siempre Jorge Manrique.

Porque además de obsesiva son una melancólica irredenta, mi momento favorito del día es la hora de la leche. Por eso cuando ando “chípil” (maravillosa palabra inventada por los mexicanos) me siento en la cocina a eso de las 5 o 6 de la tarde, me preparo una taza grande de café con leche y brindo por los que no están.

15/6/09

Comentario sobre la novela La casa de los conejos de Laura Alcoba
Domingo 7 de junio de 2009

14/6/09

Domingo de poesía (y de bicicleta)
¿Será que la bicicleta me da ganas de leer poesía?

Fragmentos de La memoria y la mano de Edmond Jabès

Hubo, antaño, una mano
que nos condujo a la vida

¿Habrá un día una mano
que nos conduzca a la muerte?

I. Con las dos manos

A quienes se les ha quitado el derecho a vivir, tienen, al menos, derecho a un recuerdo.

...un recuerdo que les pertenecería por derecho propio.

La mañana entera caba en dos manos.
...manos que arden con el día.

La noche tal vez sea consumación de nuestras manos.
Sin embargo, no hay que confundir ceniza y sombra;
-¿mas quién sabe?-
¿No es la noche, a la vez, preludio y final de un incendio?

Ya no tienes manos. Duermes.

Uno muere por sus propias manos.

(Morimos sin manos.)


II.

El vocablo separa la mano de la mano que lo forma.

Al libro le basta una mano.

...la mano que ha sustituido a la mano y cuyo vocablo dice su pertenencia.

Mucho ruido en la desaparición del ruido.
Silencio para nada.

La mano sólo oye el silencio; sólo oye la mano.

Dos joyas filmadas por mujeres

 En los días en que estuve a media máquina vi dos joyas filmadas por mujeres:  - "Atlantics", película franco senegalesa de Mati D...