9/5/11

La patria de la Ñ


La patria de la Ñ - El Universal - Editoriales

Sandra Lorenzano

“¿Tiene algo para niños? Quiero que éste empiece a leer en español”, me dice una mujer mientras le da un pequeño empujón al aludido, de ésos que las madres solemos dar con cariño y que los hijos – como corresponde – suelen detestar. “Nací en Oaxaca, pero vine para acá hace más de veinte años”, sigue contándome con un acento que ya tiene mucho de gringo, y un orgullo cuando menciona su tierra que desmiente esa marca. Como si realmente – tal como lo dice el tango – veinte años no fueran nada. “Soy voluntaria en el club de lectura de su escuela – nuevo empujoncito –, porque todas queremos que los niños conozcan bien nuestra lengua. No nomás así…”, dice y deja flotando esos puntos suspensivos para darme tiempo de imaginar cómo es el “así”. Buena narradora la mamá oaxaqueña. El chamaquito – doce años a lo sumo – sonríe entre cabizbajo y apenado.
Mucho más desenvuelto era el otro que, mientras la mamá platicaba conmigo (¿cuántos hogares dice el último censo del INEGI que son encabezados por mujeres? Estoy empezando a creer que esas estadísticas son aplicables también a los que viven “del otro lado”), le iba leyendo a su amigo los títulos de los libros. Clase de español acelerado para el güerito que le llevaba varios centímetros de altura, y asentía con entusiasmo, y casi con admiración me atrevería a decir, a cada nueva explicación.
El mismo día (todo fue tan intenso que vivíamos varios días en sólo 24 horas), me crucé con un hombre joven, desenvuelto y sonriente. Con una de esas caras que da gusto encontrar en la vida, de puro alegre y fresca que se ve. “Yo también escribo”, me confesó con el aplomo de un colega. “Hasta he ganado un par de concursos en mi college. Me gradué como psicólogo y los fines de semana doy un taller en un correccional de menores.” Se llama Carlos y contó la experiencia de haber pasado solo la frontera – apenas adolescente - en un conmovedor texto llamado “The journey” que comienza diciendo: The first time someone called me a wetback, I idiotically smiled in agreement, believing that the comment had been about the weather. Pero él quiere escribir también en español.1
O Elena que está organizando talleres para los niños de Juárez, ciudad de la que salió hace casi treinta años, porque está convencida de que la literatura puede cambiar vidas. O Laura, hija de tapatíos, que es profesora de español por puro amor a sus raíces. O tantos otros con quienes me he encontrado en unas pocas horas. Todos tienen intacto el orgullo de pertenecer a la “patria de la Ñ”, como llama Consuelo Sáizar a ese difuso territorio que se extiende mucho más allá de cualquier frontera, y que nos hace miembros de la cofradía de la segunda lengua más hablada del mundo (después del chino mandarín, dicen) y sin duda de una de las más habladas en esta ciudad contradictoria, múltiple y fascinante que es Los Ángeles. Porque es aquí donde estamos – en LA, en la Feria del Libro en Español que se celebra por primera vez con un éxito que supera todas las expectativas -, compartiendo el amor por el idioma, y ese orgullo de la pertenencia que llevó a Pablo Neruda a escribir en sus memorias:

Qué buen idioma el mío, qué buena lengua heredamos de los
conquistadores torvos (...). Por donde pasaban quedaba arrasada la tierra... Pero a los
bárbaros se les caían de las botas, de las barbas, de los yelmos, de las herraduras, como
piedrecitas, las palabras luminosas que se quedaron aquí resplandecientes... el idioma.
Salimos perdiendo... Salimos ganando... Se llevaron el oro y nos dejaron el oro... Se lo
llevaron todo y nos dejaron todo... Nos dejaron las palabras.


Qué curioso: a veces hay que salir de la propia cotidianeidad para redescubrir lo que somos. Los compatriotas del otro lado nos recordaron la fuerza y la riqueza de nuestra cultura. Y yo, que soy mexicana por elección desde hace ya más de treinta años, regresé orgullosa de ser parte de este país.


1. Carlos Lemus, “The journey”, en Inscape núm. 66, Pasadena City College, California, 2011.

8/5/11

Silencio para mencionarlos a todos



El murmullo crece
Sandra Lorenzano

Con un abrazo para Javier Sicilia y para las familias de los otros cuarenta mil muertos, porque quizás aún “nos quede la palabra”


Un cuerpo y otro y otro más
¿Cómo hablar de las ausencias?
¿Con qué palabras llenar el vacío?
Tartamudear, susurrar, balbucear
No hay respuesta.
Los ojos desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas.
Ruina sobre ruina.
Sólo
el nombre de su hijo tatuado en el antebrazo.
Por ti, hasta la vida.
Huellas. Marcas. Cicatrices.
Concierto de voces insepultas en el insomnio de la memoria
Uno / dos / tres nombres
Yo quería mencionarlos a todos
Uno / dos / tres por todos los compañeros
Por los siete, y los cuarenta y nueve, y los setenta y dos, y las ¿cuatrocientas? ¿quinientas? mujeres (¿alguien de verdad quiere saber cuántas?)
Un humo oscuro lo cubre todo, madre,
el íntimo hueso se vuelve cenizas:
éste es el paisaje de nuestro país
¿Quiere usted un recorrido señor turista? ¿señor banquero?
¿señor traficante?
El mundo ya no es mundo de la palabra.
Nos la ahogaron adentro.
dijiste, Javier, con los ojos llenos de él
con la voz doliente
para bautizarlo lejos de los dioses del horror
para bautizarlos a todos
¿dónde los nombres y los sueños?
¿dónde la memoria?
¿dónde las palabras?
Leche negra del alba
Cavamos una tumba en los aires
una tumba en las nubes
¡Saquen a los niños!
Se me abrazan a las piernas.
¡Sáquenlos de aquí!
Como si el cuerpo de cada uno de nosotros
fuese tu cuerpo
“Te llevaron al alba,
y fui tras de ti como en un entierro.
En el ático oscuro lloraban los niños,
y ante la imagen sagrada se derretía la vela.”
Humo espeso
Huyen los pájaros
No quedará ninguno en nuestras plazas
Del dolor al vacío.
Mejor no sentir: no ser sino esa bolsa de piel curtida que guarda la propia nada.
Una tumba en las nubes
¡Saquen a los niños!
Se muere con demasiada facilidad
Huyen los pájaros. Se oscurecen los cuerpos.
Cavamos una tumba en el aire.
¿Por qué soy yo y no soy tú? ¿Por qué estoy aquí y no allá?
El murmullo crece. El susurro. El balbuceo.
En el principio era el humo.
Humo para una mortaja. Negro como el hollín. O bien ligero y gris, casi vaporoso. Como un presagio.
Como una despedida.
Los pájaros vuelan enloquecidamente
Nada se ve, y es apenas un susurro lo que llega de la otra orilla.
Palabras ininteligibles.
Tal vez una letanía.
Una canción infantil.
Concierto de voces insepultas.
Por el silencio de los justos, escribiste.
Por el silencio de tu hijo
de tu hermano
de tu madre encontrada entre el polvo que nubla los oídos
que se pega a la piel.
Y el miedo. Y el frío de la noche.
El cansancio.
Secas están la voz y la lengua.
Pero el silencio no es sino un grito que los nombra.
Hay silencios – decías - más profundos y significativos que la palabra que viene de él
y en él se recoge.
Silencio para mencionarlos a todos.


(Éste es un texto de “poesía documental” en el que mis palabras están acompañadas por las de Javier Sicilia, las de los padres de los niños de la Guardería ABC, y las de Paul Celan, Ossip Mandelstam, Ana Ajmátova, Jorge Semprún, Esther Seligson y Walter Benjamin)

7/4/11

Pepe Gordon sobre Vestigios

Con un abrazo a Javier Sicilia y a las familias de los otros cuarenta mil muertos

Los pasos van pautando el ritmo del silencio. Y es el aire solamente una cortina de luces. Un refugio que ha olvidado el desierto. Fue de sangre la primera palabra.
De la densa sangre del ausente.
De la carne robada al horizonte.
Humus oscuro.
Peces en llanto.
Un fulgor dibujaba las pupilas, el nombre escondido en el aliento. Para que la forma engendre a la forma. El contorno de las manos cóncavas. El rastro nocturno de tus voces.
Amarilla es la sal de cada ola, la que orla las orillas de tus mares. Salado bautizo de los pájaros. Errante simiente entre las islas. El origen es siempre huella en la madrugada. Transparencia de cenizas. Recuerdo de otros huesos.
(fragmento de Vestigios)




grupo reforma

EL CUADERNO VERDE / Vestigios

José Gordon
(12-Nov-2010)

Uno piensa que los vestigios se remontan a tiempos ancestrales. Cuando nos llega la luz de las estrellas observamos de manera diferida lo que pasó hace millones de años. Actualmente, los físicos nos dicen que aquí y allá se asoman las huellas del Big Bang, la gran explosión (el gran pum, le llamaba Jorge Hernández Campos), que sucedió hace 13 mil quinientos millones de años.

De hecho, el Premio Nobel de Física George Smoot me comentaba que cuando escuchamos la radio en las noches, en el hueco que hay entre una estación y otra, a veces captamos la estática producida por un refrigerador o un aparato eléctrico, pero que aquí y allá, de pronto nos llegan sonidos que provienen del Big Bang. El origen nos alcanza de manera inesperada. Estamos escuchando la energía que se convirtió en el polvo de estrellas del que finalmente están hechos nuestros cuerpos.

Los vestigios pueden estar más cerca de lo que imaginamos. La luz del sol tarda ocho minutos en llegar a la Tierra, Cuando vemos el sol, vemos el pasado. ¿Y si los vestigios estuvieran aún más cerca? Cuando veo tu rostro, ¿también por unos instantes estoy viendo lo que ya pasó? Al compartir esta sensación en Facebook, Ana Cecilia Núñez me comentó con agudeza: "Esta que soy, ya no soy". La percepción es de vértigo.

En el poema Piedra de Sol, Octavio Paz escribe: "Se despeñó el instante en otro y otro". Este es el tema central de los versos del libro Vestigios, de Sandra Lorenzano (Pre-textos, poesía, 2010). El instante se fuga en el mismo momento en que se enciende. Ya es pasado. Por eso el epígrafe del poeta José Angel Valente dice: "No estoy. No estás/ No estamos. No estuvimos nunca/ aquí donde pasar/ del otro lado de la muerte/ tan leve parecía".

El libro de Sandra es una minuciosa exploración de las ausencias, un registro que explora el tiempo y el mundo al filo de la percepción. Entonces descubre que "la tela (del mundo) está rasgada -apenas- y al otro lado (está) el vacío". Hay una palabra en sánscrito que define con precisión esta experiencia en la que todo se borra en el mismo instante en que lo vemos. Se trata de maya, que se suele traducir como ilusión, pero que significa "aquello que no es". Escribe Sandra: "Algo pasa tras el aire denso. Una nada. Un instante que podría haber sido cualquier otro". Se desvanece con dolor todo lo que ha desfilado en la conciencia: los ríos de la memoria de la infancia, el olor de la madera enmohecida, el calor y los sueños pejagosos.

Este destierro tiene una ausencia fundamental. Crípticamente, Sandra nos habla de ella, parafrasea a T.S. Eliot en Tierra baldía, pero en vez de julio, nos dice que agosto es el mes más cruel, se trata de una pérdida que la deja sin palabras, con el rezo del kaddish del duelo por la madre.

La elegía por lo irrecuperable, por los naufragios, no se limita a los años: el instante mismo se licúa. Sandra tiene la tentación de decirnos que nuestra vida pasada es el sol de lo que sucedió hace ocho minutos o es el abismo del presente mismo que ya es ceniza. Sin embargo, justamente en esta tensión, en este vértigo del instante, la poeta rasga el velo del mundo y del tiempo y se adentra en un silencio que sostiene todo lo que existe. Palpa su ritmo, escucha los murmullos de una música invisible que flota en medio de los vestigios.

Las membranas más delicadas del oído y la vista se rasgan y aprecia un gran misterio: "Se seca la hierba y queda la palabra aún prendida al aire. Enjambre de sonidos en busca de las alas quemadas por el polvo". En medio de los vestigios surge el canto poético, recuperamos la memoria del lenguaje, de los sonidos primigenios que sostienen la precariedad del mundo. Como si nos asomáramos al Big Bang, podemos atisbar que, como escribe Sandra, hay destellos de luz que ocupan el silencio. El origen del tiempo y el espacio está en la misma orilla del cuerpo del otro, al que abrazamos como una plegaria. En medio del derrumbe, los vestigios del origen nos alcanzan.



pepegordon@gmail.com

4/4/11

4 de abril

Los invito a que elijan una de estas dos imágenes de Lourdes Almeida, escriban sobre ella un pequeño texto (no más de 15 líneas) y me lo manden a enbuscadelcuento@yahoo.com.mx

¡Lo leeremos el próximo lunes!


3/4/11

Anna Ajmátova en "El rincón de las palabras"


Hoy más que nunca nos hacen falta las palabras de los poetas.

Este desgarrador texto de Anna Ajmátova va con un abrazo a Javier Sicilia.

Réquiem

DEDICATORIA

Ante esta desgracia se inclinan las montañas
Y no fluye el famoso río,
Pero son fuertes los cerrojos de la prisión
Y tras ellos están las “mazmorras de los presos”
Y una pena mortal.
Para algunos sopla suave la brisa,
Para algunos es una caricia el ocaso.
Nosotras no sabemos, somos las mismas por todas partes
Y sólo oímos el odioso chirrido de las llaves
Y los pesados pasos del soldado.
Nos levantábamos como para la misa del alba
Y caminábamos por la ciudad salvaje,
Y allí nos encontrábamos, casi sin aliento.
El sol estaba más bajo y el Neva más nublado,
Pero la esperanza canta siempre a lo lejos.
La sentencia... y de pronto brotan las lágrimas
Y ella se aleja ya de todas
Como si con dolor le arrancaran del corazón la vida,
Como si brutalmente la derribaran por la espalda.
Pero camina... se tambalea... va sola...
¿Dónde estarán ahora mis amigos a la fuerza,
Mis dos años furiosos?
¿Qué oirán en la tormenta de nieve siberiana?
¿Qué imaginarán en el círculo de la luna?
A ellas envío mi saludo de despedida. MARZO 1940


PRÓLOGO

Eso sucedió cuando sólo sonreía
El muerto, contento de su paz
Y como un apéndice inútil, Leningrado
Pendía de sus cárceles.
Cuando, locos de dolor,
Caminaban en tropel los condenados,
Y los silbidos de las locomotoras
Cantaban cortas canciones de despedida.
Las estrellas de la muerte se erguían sobre nosotros
Y la inocente Rusia se retorcía
Bajo unas botas manchadas de sangre
Y bajo las ruedas de los negros furgones .


1

Te llevaron al alba ,
Y fui tras ti como en un entierro.
En el ático oscuro lloraban los niños,
Y ante la imagen sagrada se derretía la vela.
En tus labios estaba el frío del icono
Y un sudor mortal en tus cejas...¡NO lo olvidaré!
Como las viudas de los Streltsy
Aullaré bajo las torres del Kremlin.


El texto completo en: http://es.scribd.com/doc/3417817/Requiem

27/3/11

De Oaxaca a Nezayork


Los invito a leer mi artículo de hoy:

De Oaxaca a Nezayork. Y tú ¿qué miras? - El Universal - Editoriales

Y si pueden, den una vuelta por la página de Federico Gama. Vale muchísimo la pena: http://www.federicogama.com/

Los esperamos en la exposición de este estupendo fotógrafo que hay en la Universidad del Claustro de Sor Juana.
Izazaga 92, Centro Histórico.

22/3/11

Lenguas olvidadas

Un viejo poema que reapareció entre mis papeles:

Soy nieta de dos lenguas olvidadas
Que se abren como nubes de verano
Tras el rastro silencioso de un naufragio.
Sal que dibuja sonidos en la arena
Palabras de otras vidas presentes en mi nombre
Sobre álamos y pinos que olvidaron hacer sombra
En la tierra quemada hace mil años.
La leche se perdía entre los surcos,
Blanda caricia sobre la piel de nadie,
Y era adioses contenidos en el grito
Que agita pañuelos.
Soy nieta de dos lenguas
Que nunca han puesto voz a mi palabra
Y cantaron, sin embargo, al ruido de mi sangre
En un atardecer de mieses naranjas
y oraciones que agradecen el milagro.
Obstinadas cadencias del aliento,
Encerradas en las páginas primeras,
Compañía ineludible de las horas
que grabaron otro sol sobre mi frente.
Cuídate del viento y sus raíces,
De buscar la misma piedra para el mismo muerto.
Cuídate de los rezos sobre el mar.
Soy nieta de dos lenguas que confunden horizontes
Y todo es vendaval de nostalgias en vuelo
Siempre al otro lado de los bosques y los ríos
Ríe el pájaro que vuelve cada otoño
A tejer de los hilos la costumbre
Rostros tercos que se aferran a cubierta
Inventando el paisaje en las pupilas.
Tierra firme en el páramo de olas
Para hundir los pies en el invierno.
Otros panes sabrán de otros secretos
Y en el trigo la plegaria será carne.
Un mapa se dibuja con las venas
Pero nunca contaron del tesoro
Sino de las ventanas al caer la tarde
De cafés cargados, de una mujer sobre la lumbre
Con perfil de moneda gastada
Con manos que hilan las hebras de tiempo.
Nunca hablaron del tesoro de sonidos
Que guardaron bajo llave antes de irse.
Soy nieta de dos lenguas que me arropan
Que me acunan en murmullos color sepia
Que saben de sabores penetrantes
Y de verbos que se pierden en susurros.
La marcha se detiene junto al fuego
Cada uno busca a otro tras sus rezos.
El que es quizás no sea
Ni siquiera cobijo a la intemperie.
La distancia se clava entre las uñas
Y hace más lento el ritmo del abrazo
Como si no reconociera los olores
Como si en el cuerpo sudoroso de la vela
No viera que está escrito su destino.
¿Qué me dieron a mí sus oraciones?
¿Qué las huellas en arenas de otros mares?
¿En cuál gesto mío están sus voces?
¿En qué pliegue de mi rostro los encuentro?
Soy nieta de dos lenguas que me llaman
En la música breve de la tarde.
Con un libro de salmos se me acercan
Y renuevan el pacto que me funda,
El desierto cubre entonces las heridas
Guardando en sus entrañas el origen.
Una a una retornan las preguntas
y la carne es el barro que me nombra
la grieta más antigua
el sudor áspero
el único testigo de su ausencia.
Si en el grito voraz que aún resuena
Bajo el cielo que – sabemos – no protege
Encontráramos el rastro de otros pasos
No sería diferente nuestro espanto
Ni el vacío de mis huellas en su historia.

21/3/11

En busca del cuento perdido

¡Hola a todos!

Me gustaría que crearan una historia a partir de alguna de estas dos fotos. Espero sus textos - de no más de 15 líneas - en enbuscadelcuento@yahoo.com.mx




Ve aquí todos los contenidos de los programas:
O escucha los episodios anteriores en:

Kenzaburo Oé


Escritor y ensayista japonés, premio Nobel de Literatura y probablemente el mejor novelista de la posguerra. Oé nació en una remota aldea de montaña en Shikoku, localidad que aparece con frecuencia en su obra, y creció en tiempos de guerra. En 1954 ingresó en la universidad de Tokio y en 1958 ganó el prestigioso Premio Akutagawa por su relato La presa, que describe la custodia en un pueblo de un aviador negro prisionero. Su primera novela extensa, Memushiri kouchi (1958), ratificó su éxito. Establecido como escritor importante de la posguerra, escribió sobre la condición alienada del Japón moderno, al tiempo que apoyó causas de izquierda, a pesar de su amistad con Yukio Mishima. En 1963, el nacimiento de un hijo retrasado mental y una visita a Hiroshima causaron una nueva evolución en su escritura, que culminó con sus obras maestras Un asunto personal (1964) y El grito silencioso (1967). Su obra, de estilo complejo y contenido intelectual, aborda la crisis existencial, la historia y la identidad cultural. Sus novelas posteriores tratan temas antinucleares y ecológicos en un estilo moderno más libre. Destacan, además, en su vasta obra, Las aguas han inundado mi alma (1973), Juegos contemporáneos (1979) y la novela de ciencia ficción La torre del tratamiento (1990). En 1994 le fue concedido el Premio Nobel, siendo el segundo escritor japonés en recibirlo.

Tomado de: http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2096

Entrevista: http://www.elpais.com/articulo/Babelia/gesto/hidalgo/elppor/20100123elpbab_3/Tes

Sobre Una cuestión personal: http://www.lecturalia.com/libro/3265/una-cuestion-personal

Matsuo Basho



Enlaces para leer más sobre Matsuo Basho:


http://www.frasesypensamientos.com.ar/autor/matsuo-basho.html

http://amediavoz.com/basho.htm

http://es.scribd.com/doc/15823164/7540584-Haikus-de-Matsuo-Basho

"La mujer que buceó dentro del corazón del mundo"


19/3/11

La luna en "El rincón de las palabras"


La luna

Jorge Luis Borges

Cuenta la historia que en aquel pasado
Tiempo en que sucedieron tantas cosas
Reales, imaginarias y dudosas,
Un hombre concibió el desmesurado

Proyecto de cifrar el universo
En un libro y con ímpetu infinito
Erigió el alto y arduo manuscrito
Y limó y declamó el último verso.

Gracias iba a rendir a la fortuna
Cuando al alzar los ojos vio un bruñido
Disco en el aire y comprendió, aturdido,
Que se había olvidado de la luna.

La historia que he narrado aunque fingida,
Bien puede figurar el maleficio
De cuantos ejercemos el oficio
De cambiar en palabras nuestra vida.

Siempre se pierde lo esencial. Es una
Ley de toda palabra sobre el numen.
No la sabrá eludir este resumen
De mi largo comercio con la luna.

No sé dónde la vi por vez primera,
Si en el cielo anterior de la doctrina
Del griego o en la tarde que declina
Sobre el patio del pozo y de la higuera.

Según se sabe, esta mudable vida
Puede, entre tantas cosas, ser muy bella
Y hubo así alguna tarde en que con ella
Te miramos, oh luna compartida.

Más que las lunas de las noches puedo
Recordar las del verso: la hechizada
Dragon moon que da horror a la halada
Y la luna sangrienta de Quevedo.

De otra luna de sangre y de escarlata
Habló Juan en su libro de feroces
Prodigios y de júbilos atroces;
Otras más claras lunas hay de plata.

Pitágoras con sangre (narra una
Tradición) escribía en un espejo
Y los hombres leían el reflejo
En aquel otro espejo que es la luna.

De hierro hay una selva donde mora
El alto lobo cuya extraña suerte
Es derribar la luna y darle muerte
Cuando enrojezca el mar la última aurora.

(Esto el Norte profético lo sabe
Y tan bien que ese día los abiertos
Mares del mundo infestará la nave
Que se hace con las uñas de los muertos.)

Cuando, en Ginebra o Zürich, la fortuna
Quiso que yo también fuera poeta,
Me impuse. como todos, la secreta
Obligación de definir la luna.

Con una suerte de estudiosa pena
Agotaba modestas variaciones,
Bajo el vivo temor de que Lugones
Ya hubiera usado el ámbar o la arena,

De lejano marfil, de humo, de fría
Nieve fueron las lunas que alumbraron
Versos que ciertamente no lograron
El arduo honor de la tipografía.

Pensaba que el poeta es aquel hombre
Que, como el rojo Adán del Paraíso,
Impone a cada cosa su preciso
Y verdadero y no sabido nombre,

Ariosto me enseñó que en la dudosa
Luna moran los sueños, lo inasible,
El tiempo que se pierde, lo posible
O lo imposible, que es la misma cosa.

De la Diana triforme Apolodoro
Me dejo divisar la sombra mágica;
Hugo me dio una hoz que era de oro,
Y un irlandés, su negra luna trágica.

Y, mientras yo sondeaba aquella mina
De las lunas de la mitología,
Ahí estaba, a la vuelta de la esquina,
La luna celestial de cada día

Sé que entre todas las palabras, una
Hay para recordarla o figurarla.
El secreto, a mi ver, está en usarla
Con humildad. Es la palabra luna.

Ya no me atrevo a macular su pura
Aparición con una imagen vana;
La veo indescifrable y cotidiana
Y más allá de mi literatura.

Sé que la luna o la palabra luna
Es una letra que fue creada para
La compleja escritura de esa rara
Cosa que somos, numerosa y una.

Es uno de los símbolos que al hombre
Da el hado o el azar para que un día
De exaltación gloriosa o de agonía
Pueda escribir su verdadero nombre.

15/3/11

El rincón de las palabras 15 de marzo de 2011


Selección de poesía japonesa

Si cantan los insectos,
solitaria la noche.
Si no, más todavía.
Otani Joseki (1875)


Víspera.
Pasa el viento sobre las chozas .
Dice algo el arrozal .
Yo golpeo las puertas de la vida .
¿Alguien, adentro, está?
Yone Noguchi (1875)


De vuelta del trabajo,
tarde, en la noche ,
voy llevando a mi niño ,
quien, apenas, ha muerto.
Takuboku Ishikawa (1885-1912 )



Mis canciones
Porque son tan pequeñas
mis canciones ,
creen que estoy midiendo
las palabras .
Pero no es que yo ahorre mis cancione s
sino que yo no puedo añadir nada .
Mi alma, distinta al pez, no tiene agallas
Canto con una sola bocanada.
Akiko Yosano (contemporánea)



Ausencia
Noche de primavera .
Silencio .
Susurran mis vestidos ,
al caer en el suelo .
Silencio .
Takeko Kujo (contemporánea )


Alguien
Alguien pasa, por mi ventana ,
diciendo : "está oscuro, está oscuro" .
Extraño : la luz sigue afuer a
y hay luces en todas las casas .
Mas, alguien cruzó mi ventan a
diciendo : "está oscuro, está oscuro".
Yaso Saijo (1892)


Y, cuando toso ,
resulta, nuevamente .
que sigo solo.
Ozaki Hoya (1885-1923)


El agónico enfermo
ha preguntado la hora .
Se hace silencio.
Ogiwara Seinsensui (1884)


Una larva
No conozco el alzarse de la luna ,
porque estoy confinado en un cuarto .
No conozco el alzarse del sol
desde que estoy hundido en una celda .
Y no conozco el firmamento claro
porque voy transitando cabizbajo .
No recibo noticias.
Confundo las mujeres con las flores
desde que me hallo ciego .
Y, así, todavía estoy vivo, todavía
conozco el viento frío y el olor de la tierra.
Yasao Akeda (contemporáneo)


Una rosa
Hay un horizonte que tiembla
en una rosa .
Hay una curva de fuego artificial
en una rosa .
Hay el zumbido de propulsión a chorro
en una rosa .
Hay un mapa horroroso de sueño
en una rosa.
Hay el brazo caído de un traje
en una rosa .
Y no hay ninguna rosa
en una rosa .
Ichiro Ando (1907 )


Tomado de Un siglo de poesía japonesa.
http://escholarship.bc.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1007&context=xul&sei-redir=1#search="poesía+japonesa"

14/3/11

Sobre la antología de cuentos "Mudanzas"



También hay un cuento mío incluido en el libro. Se llama "¿Quién le teme a Manuel Puig?". ¡Ojalá les guste!

26/2/11

"Vestigios" en El rincón de las palabras (27 de enero de 2011)

Cortar las ramas
la maleza
atados tengo los brazos
las piernas
el deseo
y es un crepitar de huesos
el que alimenta la savia
insectos aturdidos en el punto más alto de su espera
frotar de alas que le gritan
al reflejo de un incendio
podríamos poner una vela por los nuestros
o hundir la cabeza entre las hojas
en el olor húmedo
dulzón y pegajoso
dejar que el musgo le cubra la frente
el mapa de las venas
las manos manchadas de ceniza
dejar que se pierdan muy de a poco.

Nervios, nervios,nervios

20/2/11

El rincón de las palabras (20 de febrero de 2011)


Oración del retorno (fragmentos)

Esther Seligson



VII
***
Envejezco Madre llevo a bordo mucho lastre
mas no quisiera aliviarlo pues tampoco ando a la deriva
navego entre islas que son calles que son ciudades
que son islas entre nosotros que son ríos
que son ribera desierto llanura navego
llevada por el ritmo de mi sangre
oleaje de memorias sin varadero

No quiero olvidar desprenderme dejar de ser pasado
no quiero perder ningún recuerdo ningún olor ningún instante
borrar ninguna imagen
aguardo no sé muy bien qué, es decir sí
y Tú lo sabes Madre, no hay enigma
al final del laberinto está la Luz
y hacia ella se enardecen mis anhelos
Nada más.

No me basta lo que alcanzo toco miro
me queda siempre un dejo de carencia
por más plena que sea la entrega
del creciente invoco ya a la luna llena
del mañana que será menguante retengo
lo fugaz lo tardío lo mendrugo
centinela de gestos y detalles coleccioné
miniaturas nimiedades entusiasmos
la tristeza en ánforas de barro mal cocido
los sueños en páginas sin quicio
celebré todo vuelo toda caída
y pedí perdón por mi indigencia mi sordera
el ciego ímpetu de inflamar a las palabras.

***

IX
***

Cautiva de tanto sueño contrariado
hoy quiero libre ofrecerles perdón
a final de cuentas sin duda recibí la parte de felicidad
que en este mundo me corresponde

A tus pies ofrendo Madre
la servidumbre de mis reproches
quémala
la carcoma de repetirme en la misma letanía de dolor
quémala
la turbia resaca de remordimientos
quémala
la viciosa costumbre de esperar lo improbable
quémala
la excusa del miedo que paraliza cobarde
quémala
la bastarda disculpa del amor rechazado
quémala
la mezquina astucia de apresar el tiempo
quémala
la distorsión que se juzga fiel certera
quémala
la calculada incapacidad de reparar el daño
quémala
quema las escorias que lazan mi vuelo
y bendice Madre lo que aún me queda por andar…


Jerusalem, 2006
Ediciones Sin Nombre, México, 2006

Fotografía: Rogelio Cuéllar

14/2/11

Bebo de ti

Si hay un nombre secreto, el nombre que un huidizo dios escribiera alguna vez sobre la arena, te llamaría yo piedra, mano, agua que corre, para tratar de adivinar sus designios. Dibujaría entonces sobre tu vientre los signos ambiguos del consuelo - como la hoguera que arde detrás del último médano - para hacer de tu piel mi rezo cotidiano.
Si hay un nombre secreto debe contener dentro de sí todas las palabras. También las del dolor. Las de la ventana que mira a ninguna parte. Las de la ceniza que dio forma a tus huesos. Las del brillo acerado de las aves que viven cada noche dentro de los sueños. O tal vez sean alas de ángeles que repiten el nombre en tus oídos, como cuentan en otoño quienes saben. Bajo una llovizna inacabable. Bebo de ti entonces como si de algas fuera la sal de tu lengua. Bebo para encontrar aquella primera letra. Origen. Vértebra. Vino oscuro que se derrama.

(de Vestigios)

12/2/11

Sunset Park


Con Sunset Park vuelve el mejor Paul Auster. Quizás sea una de las novelas más entrañables del autor, con personajes que luchan contra la desesperanza sabiendo, de antemano, que es un batalla perdida. Por supuesto, el destino gana siempre la partida.
Homero y Becket se dan la mano, y miran juntos la clásica "Los mejores años de nuestra vida" (William Wyler, 1946). El trasfondo es la crisis que impregna la sociedad americana de la primera década del siglo; la soledad y la melancolía que provocan las relaciones quebradas tiñen cada momento. Allí, Miles y Morris son Telémaco y Ulises buscando descubrir su verdadero rostro.




Los invito a leer la entrevista a Auster que publicó el periódico El País:

"El Tea Party, un invento de una clase media acomodada, no durará" · ELPAÍS.com

Y por supuesto, vale la pena entrar a la página de Anagrama y leer un fragmento del libro:
http://www.anagrama-ed.es/titulo/PN_765


Síntesis (Anagrama)
Miles Heller tiene veintiocho años, y a los veinte abando­nó la universidad, se despidió de sus padres, dejó Nueva York, y nadie ha vuelto a saber nada de él. Ahora vive en Florida, y trabaja para una empresa que se encarga de vaciar las viviendas de los desahuciados. Además de aca­rrear bultos y repintar paredes, Miles saca fotos de todas las cosas abandonadas para probar que los fantasmas de esa gente aún están presentes. Miles vive con lo mínimo, y habría seguido así de no haber sido por Pilar Sanchez. El único inconveniente es la edad de Pilar: dieciséis años. Y como Miles puede ir a la cárcel por la relación con una menor, y la codiciosa hermana de Pilar comienza a chan­tajearlos, regresa a Nueva York y espera allí la mayoría de edad de Pilar. Su vuelta es el retorno al pasado y a sus secretos; a su padre, un brillante editor; a su madre, una actriz implacablemente seductora. Y también la vuelta a la comunidad de Sunset Park y a sus compañeros okupas; a la vida, con todos sus horrores y esplendores. «Sunset Park también es, como Invisible, un libro sobre la inocencia de la juventud... Se habla de Auster como del maestro de la metanarrativa, pero él prefiere citar como fuente de inspiración a Emily Brontë antes que a Baudri­llard» (Arifa Akbar, The Independent); «Volverá a seducir a sus fans de siempre, pero también atraerá a una multi­tud de nuevos lectores» (Kirkus Review); «En tiempos de crisis y de cambios abrumadores, Auster nos recuerda las cosas duraderas: el amor, el arte y la “extraña sensación de estar vivo”» (Donna Seaman, Booklist).

11/2/11

El rincón de las palabras (11 de febrero de 2011)


La voz a ti debida

Pedro Salinas


Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas.

De tus ojos, sólo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos. Andas
por lo que ves. Nada más.

Y si una duda te hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los besos,
con los dientes la desgarras:
ya no es duda.
Tú nunca puedes dudar.

Porque has vuelto los misterios
del revés. Y tus enigmas,
lo que nunca entenderás,
son esas cosas tan claras:
la arena donde te tiendes,
la marcha de tu reloj
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en tu espejo
cada día al despertar,
y es el tuyo. Los prodigios
que están descifrados ya.

Y nunca te equivocaste,
más que una vez, una noche
que te encaprichó una sombra
-la única que te ha gustado-.
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo.


(En la foto: Lorca, Salinas y Alberti)

9/2/11

El rincón de las palabras (9 de febrero de 2011)


Friedrich Hölderlin

VISION

Imágenes que la plenitud del día a los hombres muestran,
En el verdor de la llana lejanía,
Antes de que la luz decline en el crepúsculo,
Y la tenue claridad dulcemente serene los sonidos del día.
Oscura, cerrada, parece a menudo la interioridad del mundo,
Sin esperanza, lleno de dudas el sentido de los hombres,
Mas el esplendor de la Naturaleza alegra sus días
Y lejana yace la oscura pregunta de la duda.

AUSSICHT

Der off´ne Tag ist Menschen hell mit Bildern,
Wenn sich das Grün aus ebner Ferne zeiget,
Noch eh' des Abends Licht zur Dämmerung sich neiget,
Und Schimmer sanft den Klang des Tages mildern.
Oft schein die Innerheit der Welt umwölkt, verschlossen.
Des menschen Sinn von Zweifeln voll, verdrossen,
Die prächtige Natur erheitert seine Tage
Und ferne steht des Zweifels dunkle Frage.


En Poemas de la locura
http://personal.auna.com/manuelfrias1/Lecturas/FriedrichHolderlin.pdf

8/2/11

Escribir (instrucciones imposibles)

Escribir para “intentar saber qué escribiríamos si escribiésemos”, escribió Marguerite Duras. O escribir para no morir, quizás. O para no ser más que palabras. Escribir porque no podemos hacer otra cosa; porque no queremos hacer nada más. Escribir para conjurar a los fantasmas. Escribir para no tener que ir a una oficina. Escribir rodeados de libros aunque eso nos lleve al silencio. Escribir aunque “preferiríamos no hacerlo”. Escribir con todo el cuerpo. Escribir para que alguien pueda “adoptar la postura más cómoda: sentado, tumbado, aovillado, acostado…”. Escribir para inventar ángeles. O para enterrarlos. Escribir con vergüenza. Escribir en viejos escritorios apolillados. Escribir de pie. Escribir a la hora violeta. Escribir por los que no están. Escribir al ritmo de la respiración; relajados o ahogados en whisky. Escribir escondidos en el ático. O escribir a voz en cuello. Escribir para mirar morir una mosca. Escribir para no llegar nunca al punto final. Escribir cantando. Escribir con Bach y sus sonatas para cello. Escribir mirando el rostro amado. Escribir apenas rozando el teclado. O con entrañable tinta sepia. Escribir para no perdernos en lo cotidiano. Escribir con miedo. Escribir para inventar las vidas que no vemos al otro lado de la puerta. Escribir para explorar la noche. Escribir como náufragos. Escribir porque dios no nos escucha. Escribir porque el desierto es infinito. Escribir a la luz de una vela. Escribir en el metro. Escribir porque todos moriremos. Escribir en pequeñas libretas. Escribir para estar solos. O no. Escribir cuando todo lo demás es silencio. Escribir con los otros. Escribir desde el pozo negro de la angustia. Escribir para no tener que salir de este cuarto. Escribir para ser feliz a deshora. O quizás escribir a lápiz. Escribir para escuchar otras voces. Escribir de madrugada. Escribir con lentes nuevos. Escribir, madre, en la lengua de tus asesinos. Escribir hacia adentro. Escribir para salvar los restos. Escribir y desescribir ante el mar de Ítaca. Escribir para no olvidar las palabras. Escribir desde el tartamudeo. Escribir frente a la corriente zaina. Escribir alrededor del fuego. Escribir lejos de la computadora. Escribir para conocer el sabor de tu piel. Escribir en el vacío. Escribir frágilmente. Escribir desesperadamente. Escribir de un tirón. Escribir a regañadientes. Escribir olvidados por los dioses. Escribir desde la hospitalidad. Escribir para encontrar el sonido primigenio. Escribir para abrazar otras huellas. Escribir en idiomas perdidos. Escribir para volver a casa.

Sandra Lorenzano

Este texto publicado en el libro El arte de enseñar a escribir, coordinado por Mario Bellatin, México, FCE, 2007.

7/2/11

En busca del cuento perdido (7-febrero-2011)


¿Qué historia se les ocurre a partir de esta fotografía de Robert Doisneau?

Espero sus textos de alrededor de 15 líneas en enbuscadelcuento@yahoo.com.mx

4/2/11

El rincón de las palabras (4 de febrero de 2011)


Árbol de Diana

Alejandra Pizarnik

1
He dado el salto de mí al alba.
He dejado mi cuerpo junto a la luz
y he cantado la tristeza de lo que nace.

2
Estas son las versiones que nos propone:
un agujero, una pared que tiembla...

3
sólo la sed
el silencio
ningún encuentro
cuídate de mí amor mío
cuídate de la silenciosa en el desierto
de la viajera con el vaso vacío
y de la sombra de su sombra

4
Ahora bien:
Quién dejará de hundir su mano en busca
del tributo para la pequeña olvidada. El frío
pagará. Pagará el viento. La lluvia pagará.
Pagará el trueno.

5
por un minuto de vida breve
única de ojos abiertos
por un minuto de ver
en el cerebro flores pequeñas
danzando como palabras en la boca de un mudo


6
ella se desnuda en el paraíso
de su memoria
ella desconoce el feroz destino
de sus visiones
ella tiene miedo de no saber nombrar
lo que no existe


7
Salta con la camisa en llamas
de estrella a estrella,
de sombra en sombra.
Muere de muerte lejana
la que ama al viento.


8
Memoria iluminada, galería donde vaga
la sombra de lo que espero. No es verdad
que vendrá. No es verdad que no vendrá.


9
A Aurora y Julio Cortázar

Estos huesos brillando en la noche,
estas palabras como piedras preciosas
en la garganta viva de un pájaro petrificado,
este verde muy amado,
este lila caliente,
este corazón sólo misterioso.

10
un viento débil
lleno de rostros doblados
que recorto en forma de objetos que amar

11
ahora
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada

12
no más las dulces metamorfosis de una niñ3; de seda
sonámbula ahora en la cornisa de niebla

su despertar de mano respirando
de flor que se abre al viento

13
explicar con palabras de este mundo
que partió de mí un barco llevándome

14
El poema que no digo,
el que no merezco.
Miedo de ser dos
camino del espejo:
alguien en mí dormido
me come y me bebe.

15
Extraño desacostumbrarme
de la hora en que nací.
Extraño no ejercer más
oficio de recién llegada.

16
has construido tu casa
has emplumado tus pájaros
has golpeado al viento
con tus propios huesos
has terminado sola
lo que nadie comenzó

17
Días en que una palabra lejana se apodera de mí. Voy por esos días
sonámbula y transparente. La hermosa autómata se canta, se encanta,
se cuenta casos y cosas: nido de hilos rígidos donde me danzo y me
lloro en mis numerosos funerales. (Ella es su espejo incendiado, su
espera en hogueras frías, su elemento místico, su fornicación de nom-
bres creciendo solos en la noche pálida.)

20
a Laure Bataillon

dice que no sabe del miedo de la muerte del amor
dice que tiene miedo de la muerte del amor
dice que el amor es muerte es miedo
dice que la muerte es miedo es amor
dice que no sabe

21
he nacido tanto
y doblemente sufrido
en la memoria de aquí y de allá

22
en la noche
un espejo para la pequeña muerta
un espejo de cenizas

23
una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos

32
Zona de plagas donde la dormida come lentamente
su corazón de medianoche.


33
alguna vez
alguna vez tal vez
me iré sin quedarme
me iré como quien se va


34
la pequeña viajera
moría explicando su muerte

sabios animales nostálgicos
visitaban su cuerpo caliente



35
a Ester Singer

Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de fuego,
de silencio ingenuo, de piedras verdes en la casa de la noche,
déjate caer y doler, mi vida.


37
más allá de cualquier zona prohibida
hay un espejo para nuestra triste transparencia


38
Este canto arrepentido, vigía detrás de mis poemas'
este canto me desmiente, me amordaza.

31/1/11

El rincón de las palabras (31 de enero de 2011)


Para empezar amorosamente la semana:

Fábricas del amor
Juan Gelman


Y construí tu rostro.
Con adivinaciones del amor, construía tu rostro
en los lejanos patios de la infancia.
Albañil con vergüenza,
yo me oculté del mundo para tallar tu imagen,
para darte la voz,
para poner dulzura en tu saliva.
Cuántas veces temblé
apenas si cubierto por la luz del verano
mientras te describía por mi sangre.
Pura mía,
estás hecha de cuántas estaciones
y tu gracia desciende como cuántos crepúsculos.
Cuántas de mis jornadas inventaron tus manos.
Qué infinito de besos contra la soledad
hunde tus pasos en el polvo.
Yo te oficié, te recité por los caminos,
escribí todos tus nombres al fondo de mi sombra,
te hice un sitio en mi lecho,
te amé, estela invisible, noche a noche.
Así fue que cantaron los silencios.
Años y años trabajé para hacerte
antes de oír un solo sonido de tu alma.

"La dama del perrito" de Anton Chéjov


Tal como lo prometí hoy en "En busca del cuento perdido", comparto el cuento de Chéjov:


UNO

Un nuevo personaje había aparecido en la localidad: una señora con un perrito. Dmitri Dmitrich Gurov, que por entonces pasaba una temporada en Yalta, empezó a tomar algún interés en los acontecimientos que ocurrían. Sentado en el pabellón de Verney, vio pasearse junto al mar a una señora joven, de pelo rubio y mediana estatura, que llevaba una boina; un perrito blanco de Pomerania corría delante de ella.

Después la volvió a encontrar en los jardines públicos y en la plaza varias veces. Caminaba sola, llevando siempre la misma boina, y siempre con el mismo perrito; nadie sabía quién era y todos la llamaban sencillamente «la señora del perrito».

«Si está aquí sola, sin su marido o amigos, no estaría mal trabar amistad con ella», pensó Gurov.

Aún no había cumplido cuarenta años, pero tenía ya una hija de doce y dos hijos en la escuela. Se había casado joven, cuando era estudiante de segundo año, y por entonces su mujer parecía tener la mitad de edad que él. Era una mujer alta y tiesa, de cejas oscuras, grave y digna, y como ella misma decía, intelectual. Leía mucho, usaba un lenguaje rebuscado, llamaba a su marido no Dmitri, sino Dimitri, y él en secreto la consideraba falta de inteligencia, de ideas limitadas, cursi. Estaba avergonzado de ella y no le gustaba quedarse en su casa. Empezó por serle infiel hacía mucho tiempo -le fue infiel bastante a menudo-, y, probablemente por esta razón, casi siempre hablaba mal de las mujeres; y cuando se tocaba este asunto en su presencia, acostumbraba llamarlas «la raza inferior». Parecía estar tan escarmentado por la amarga experiencia, que le era lícito llamarlas como quisiera, y, sin embargo, no podía pasarse dos días seguidos sin «la raza inferior». En la sociedad de hombres estaba aburrido y no parecía el mismo; con ellos se mostraba frío y poco comunicativo; pero en compañía de mujeres se sentía libre, sabiendo de qué hablarles y cómo comportarse; se encontraba a sus anchas entre ellas aunque estuviese callado. En su aspecto exterior, su carácter y toda su naturaleza, había algo de atractivo que seducía a las mujeres predisponiéndolas en su favor; él sabía esto, y diríase también que alguna fuerza desconocida lo llevaba hacia ellas.

La experiencia, a menudo repetida, la cruda y amarga experiencia, le había enseñado hacía tiempo que con gente decente, especialmente gente de Moscú -siempre lentos e irresolutos para todo-, la intimidad, que al principio diversifica agradablemente la vida y parece una ligera y encantadora aventura, llega a ser inevitablemente un intrincado problema, y con el tiempo la situación se hace insoportable. Pero a cada nuevo encuentro con una mujer interesante, esta experiencia se le olvidaba, sentía ansias de vivir, y todo lo encontraba sencillo y divertido.

Una noche que estaba comiendo en los jardines, la señora de la boina llegó lentamente y se sentó a la mesa de al lado. La expresión de su rostro, su aire, el vestido y el peinado, le indicaron que era una señora, que estaba casada, que se encontraba en Yalta por primera vez y que estaba triste... Las historias inmorales, que se murmuran en sitios como Yalta, son la mayor parte mentira; Gurov las despreciaba, sabiendo que tales historias eran inventos, en su mayor parte, de personas que hubieran pecado tranquilamente, de haber tenido ocasión; pero cuando la señora del perro se sentó a la mesa de al lado, a tres pasos de él, recordó esas historias de conquistas fáciles, de excursiones a las montañas, y el tentador pensamiento de una dulce y ligera aventura amorosa, una novela con una mujer desconocida, cuyo nombre le fuese desconocido también, se apoderó súbitamente de su ánimo.

Llamó cariñosamente al pomeranio, y cuando el perro se acercó a él lo acarició con la mano. El pomeranio gruñó; Gurov volvió a pasarle la mano.

La señora miró hacia él bajando en seguida los ojos.

-No muerde -dijo, y se sonrojó.

-¿Le puedo dar un hueso? -preguntó Gurov; y como ella asintiera con la cabeza, volvió a decir cortésmente-. ¿Hace mucho tiempo que está usted en Yalta?

-Cinco días.

-Yo llevo ya quince aquí.

Un corto silencio siguió a estas palabras.

-El tiempo pasa de prisa, y sin embargo, ¡es tan triste esto! -dijo ella sin mirarlo.

-Es que se ha puesto de moda decir que esto es triste. Cualquier provinciano viviría en Belyov o en Lhidra sin estar triste, y cuando llega aquí exclama en seguida: «¡Qué tristeza! ¡Qué polvo!» ¡Cualquiera diría que viene de Granada!

Ella se echó a reír. Luego, ambos siguieron comiendo en silencio, como extraños; pero después de comer pasearon juntos y pronto empezó entre ellos la conversación ligera y burlona de dos personas que se sienten libres y satisfechas, a quienes no importa ni lo que van a hablar ni hacia dónde han de dirigirse. Pasearon y hablaron de la luz tan rara que había sobre el mar; el agua era de un suave tono malva oscuro y la luna extendía sobre ella una estela dorada. Hablaron del bochorno que hacía después de un día de calor. Gurov le contó que había venido de Moscú, en donde tomó el grado en Artes, pero que era empleado de un banco; que había estado como cantante en una compañía de ópera, abandonándola luego; que poseía dos casas en Moscú...

De ella supo que había sido educada en San Petersburgo, pero vivía en S. desde su matrimonio, hacía dos años, y que todavía pasaría un mes en Yalta, donde se le reuniría tal vez su marido, que también necesitaba unos días de descanso. No estaba muy segura de si su marido tenía un puesto en el Departamento de la Corona o en el Consejo Provincial, y esta misma ignorancia parecía divertirla.

También supo Gurov que se llamaba Ana Sergeyevna.

Más tarde, una vez en su cuarto, pensó en ella; pensó que volvería a encontrársela al día siguiente; sí, necesariamente se encontrarían. Al acostarse recordó lo que ella le contara de sus sueños de colegio: había estado en él hasta hacía poco, estudiando lecciones como una niña. Y Gurov pensó en su propia hija. Recordaba también su desconfianza, la timidez de su sonrisa y sus modales, su manera de hablar a un extraño. Debía ser ésta la primera vez en su vida que se encontraba sola, examinada con curiosidad e interés; la primera vez también que al dirigirse a ella creyó adivinar en las palabras de los demás secretas intenciones... Recordó su cuello esbelto y delicado, sus encantadores ojos grises.

«Algo hay de triste en esta mujer», pensó, y se quedó dormido.

El cuento sigue en: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/rus/chejov/senyora.htm

Y más información sobre Chéjov en www.enbuscadelcuentoperdido.imer.gob.mx

19/1/11

El rincón de las palabras (20 de enero de 2011)


Ana Ajmátova

"Requiem" (fragmentos)


No, no bajo un extraño firmamento,
ni bajo el amparo de extranjeras alas —
estuve entonces con mi pueblo,
donde mi pueblo, por desgracia, estaba.


EN LUGAR DE UN PRÓLOGO

En los terribles años del terror de Yezhov hice cola durante siete meses delante de las cárceles de Leningrado. Una vez alguien me «reconoció». Entonces una mujer que estaba detrás de mí, con los labios azulados, que naturalmente nunca había oído mi nombre, despertó del entumecimiento que era habitual en todas nosotras y me susurró al oído (allí hablábamos todos en voz baja):
— ¿Y usted puede describir esto?
Y yo dije:
— Puedo.
Entonces algo como una sonrisa resbaló en aquello que una vez había sido su rostro.

DEDICATORIA

Las montañas se doblan ante tamaña pena
y el gigantesco río queda inerte.
Pero fuertes cerrojos tiene la condena,
detrás de ellos sólo «mazmorras de la trena»
y una melancolía que es la muerte.

Pero quién sopla la brisa ligera,
para quién es el deleite del ocaso —
Nosotras no sabemos, las mismas por doquiera,
sólo oímos el odioso chirriar de llaves carceleras
y de soldado el pesado paso.

Nos levantamos como para la misa de madrugada,
caminábamos por la ciudad incierta,
para encontrar una a la otra, muerta, inanimada,
bajo el sol o la niebla del Neva más cerrada,
mas la esperanza a lo lejos canta cierta…

La sentencia… y las lágrimas brotan de repente,
ya de todo separada,
como arrancan la vida al corazón, dolorosamente,
como si hacia atrás la derribaran brutalmente,
pero marcha… vacila… asilada…

¿Dónde están ahora aquellas compañeras del azar,
de mis años de infierno desnudo?
¿En la borrasca siberiana cuál es su soñar,
qué imaginan en el círculo lunar?
A vosotras os envío mi adiós y mi saludo.


INTRODUCCIÓN

Esto fue cuando el que muerto estaba
sólo sonreía, de su paz alegrado.
E inútil, colgante, columpiaba
junto a sus prisiones Leningrado.

Y cuando de tormento enloquecido
el condenado al regimiento marchaba,
y una corta cantinela de despido
el silbido de los trenes cantaba.

Las estrellas de la muerte constante,
Rusia inocente de dolores repleta
debajo de aquellas botas sangrantes
y las ruedas de las negras furgonetas.

1

Al alba te llevaron,
como a un entierro tras de ti mi salida,
en la oscura alcoba los niños lloraron,
ante el santo quedaba la vela derretida.

En tus labios el frío de un icono.
Sudor de muerte en la frente no olvido.
Como las mujeres de Streliezki pregono
bajo las torres del Kremlin mi alarido.

...................................


EPÍLOGO

1

Vi cómo los rostros se ajan fácilmente,
cómo bajo los párpados el miedo brilla,
cómo — escritura acuñada — duramente
el sufrimiento se inscribe en las mejillas,

cómo rizos negros y rubicenizos
de pronto de plata tienen su color,
la sonrisa se marchita en los labios sumisos
y en la risita seca se estremece el pavor.

Para mí misma sólo no reza mi voz,
sino para las que allí vieron mis ojos,
en el tórrido julio y en el frío feroz,
juntas conmigo bajo el ciego muro rojo.

2

De nuevo se acerca del recuerdo la hora.
A vosotras os veo, os oigo, os siento ahora:
a ti, que llegar a la ventana apenas pudiste
a ti, que no pisaste la tierra en que naciste,
a ti, que, sacudiendo la hermosa cabellera,
dijiste: «Vengo aquí como si a casa fuera».

A todas por sus nombres quisiera evocar,
la lista me arrancaron y ahora dónde buscar.

He aquí una gran manta para ellas tejida
de pobres palabras de ellas oídas.

De ellas me acuerdo siempre y por doquier,
ni en las nuevas desgracias las olvidaré,

y si me amordazan la boca de tormento atrita,
por la que un pueblo de cien millones grita,

que sea posible que ellas en su pensar me eleven
en la víspera del día que a la tierra me lleven.

Y si en este país en un cierto momento
tienen la idea de hacerme un monumento,

acepto que este homenaje me advoquen,
pero sólo a condición — que lo coloquen

no junto al mar donde vine a nacer:
los últimos lazos con el mar desgarré,

ni en el parque junto al tronco venerable,
donde me busca la sombra inconsolable,

sino aquí ante las puertas donde estuvieron
mis pies trescientas horas y no me abrieron.

Porque temo en la muerte de dicha consueta,
olvidar el tronar de las negras furgonetas,

olvidar la odiosa puerta de golpe cerrada,
y el grito de la anciana como bestia lanceada.

Y ojalá en los pétreos párpados sin vida
como lágrimas corra la nieve fundida,

y la paloma de la cárcel arrulle en tierra nueva,
y en silencio naveguen las naves por el Neva.

(Fragmentos tomados de Ana Ajmátova, “Réquiem” en Réquiem y otros poemas, Trad. José Luis Reina Palazón, Madrid: Mondadori, 1998.
El retrato fue hecho por Amedeo Modigliani)

15/1/11

El rincón de las palabras (15 de enero de 2011)


Néstor Perlongher

"Cadáveres"


a Flores

Bajo las matas
En los pajonales
Sobre los puentes
En los canales
Hay Cadáveres

En la trilla de un tren que nunca se detiene
En la estela de un barco que naufraga
En una olilla, que se desvanece
En los muelles los apeaderos los trampolines los malecones
Hay Cadáveres

En las redes de los pescadores
En el tropiezo de los cangrejales
En la del pelo que se toma
Con un prendedorcito descolgado
Hay Cadáveres

En lo preciso de esta ausencia
En lo que raya esa palabra
En su divina presencia
Comandante, en su raya
Hay Cadáveres

En las mangas acaloradas de la mujer del pasaporte que se arroja
por la ventana del barquillo con un bebito a cuestas
En el barquillero que se obliga a hacer garrapiñada
En el garrapiñiero que se empana
En la pana, en la paja, ahí
Hay Cadáveres

Precisamente ahí, y en esa richa
de la que deshilacha, y
en ese soslayo de la que no conviene que se diga, y
en el desdén de la que no se diga que no piensa, acaso
en la que no se dice que se sepa...
Hay Cadáveres

Empero, en la lingüita de ese zapato que se lía disimuladamente, al
espejuelo, en la
correíta de esa hebilla que se corre, sin querer, en el techo, patas
arriba de ese monedero que se deshincha, como un buhón, y, sin
embargo, en esa c... que, cómo se escribía? c. .. de qué?, mas, Con
Todo
Sobretodo
Hay Cadáveres

En el tepado de la que se despelmaza, febrilmente, en la
menea de la que se lagarta en esa yedra, inerme en el
despanzurrar de la que no se abriga, apenas, sino con un
saquito, y en potiche de saquitos, y figurines anteriores, modas
pasadas como mejas muertas de las que
Hay Cadáveres

Se ven, se los despanza divisantes flotando en el pantano:
en la colilla de los pantalones que se enchastran, símilmente;
en el ribete de la cola del tapado de seda de la novia, que no se casa
porque su novio ha
….........................!
Hay Cadáveres

En ese golpe bajo, en la bajez
de esa mofleta, en el disfraz
ambiguo de ese buitre, la zeta de
esas azaleas, encendidas, en esa obscuridad
Hay Cadáveres

Está lleno: en los frasquitos de leche de chancho con que las
campesinas
agasajan sus fiolos, en los
fiordos de las portuarias y marítimas que se dejan amanecer, como a
escondidas, con la bombacha llena; en la
humedad de esas bolsitas, bolas, que se apisonan al movimiento de
los de
Hay Cadáveres

Parece remanido: en la manea
de esos gauchos, en el pelaje de
esa tropa alzada, en los cañaverales (paja brava), en el botijo
de ese guacho, el olor a matorra de ese juiz
Hay Cadáveres

Ay, en el quejido de esa corista que vendía "estrellas federales"
Uy, en el pateo de esa arpista que cogía pequeños perros invertidos,
Uau, en el peer de esa carrera cuando rumbea la cascada, con
una botella de whisky "Russo" llena de vidrio en los breteles, en ésos,
tan delgados,
Hay Cadáveres

En la finura de la modistilla que atara cintas do un buraco hubiere
En la delicadeza de las manos que la manicura que electriza
las uñas salitrosas, en las mismas
cutículas que ella abre, como en una toilette; en el tocador, tan
...indeciso..., que
clava preciosamente los alfiles, en las caderas de la Reina y
en los cuadernillos de la princesa, que en el sonido de una realeza
que se derrumba, oui
Hay Cadáveres

Yes, en el estuche de alcanfor del precho de esa
¡bonita profesora!
Ecco, en los tizones con que esa ¡bonita profesora! traza el rescoldo
de ese incienso;
Da, en la garganta de esa ajorca, o en lo mollejo de ese moretón
atravesado por un aro, enagua, en
Ya
Hay Cadáveres

En eso que empuja
lo que se atraganta,
En eso que traga
lo que emputarra,
En eso que amputa
lo que empala,
En eso que ¡puta!
Hay Cadáveres

Ya no se puede sostener: el mango
de la pala que clava en la tierra su rosario de musgos,
el rosario
de la cruz que empala en el muro la tierra de una clava,
la corriente
que sujeta a los juncos el pichido – tin, tin... – del son-
ajero, en el gargajo que se esputa...
Hay Cadáveres

En la mucosidad que se mamosa, además, en la gárgara; en la también
glacial amígdala; en el florete que no se succiona con fruición
porque guarda una orla de caca; en el escupitajo
que se estampa como sobre en un pijo,
en la saliva por donde penetra un elefante, en esos chistes de
la hormiga,
Hay Cadáveres

En la conchita de las pendejas
En el pitín de un gladiador sureño, sueño
En el florín de un perdulario que se emparrala, en unas
brechas, en el sudario del cliente
que paga un precio desmesuradamente alto por el polvo,
en el polvo
Hay Cadáveres

En el desierto de los consultorios
En la polvareda de los divanes "inconcientes"
En lo incesante de ese trámite, de ese "proceso" en hospitales
donde el muerto circula, en los pasillos
donde las enfermeras hacen SHHH! con una aguja en los ovarios,
en los huecos
de los escaparates de cristal de orquesta donde los cirujanos
se travisten de ''hombre drapeado",
laz zarigueyaz de dezhechoz, donde tatúase, o tajéase (o paladea)
un paladar, en tornos
Hay Cadáveres


En las canastas de mamá que alternativamente se llenan o vacían de
esmeraldas, canutos, en las alforzas de ese
bies que ciñe – algo demás – esos corpiños, en el azul Iunado del cabe-
llo, gloriamar, en el chupazo de esa teta que se exprime, en el
reclinatorio, contra una mandolina, salamí, pleta de tersos caños...
Hay Cadáveres

En esas circunstancias, cuando la madre se
lava los platos, el hijo los pies, el padre el cinto, la
hermanita la mancha de pus, que, bajo el sobaco, que
va “creciente”, o
Hay Cadáveres

Ya no se puede enumerar: en la pequeña “riela” de ceniza
que deja mi caballo al fumar por los campos (campos, hum…),o por
los haras, eh, harás de cuenta de que no
Hay Cadáveres

Cuando el caballo pisa
los embonchados pólderes,
empenachado se hunde
en los forrajes;
cuando la golondrina, tera tera,
vola en circuitos, como un gallo, o cuando la bondiola
como una sierpe “leche de cobra” se
disipa,
los miradores llegan todos a la siguiente
conclusión:
Hay Cadáveres

Cuando los extranjeros, como crápulas, ("se les ha volado la
papisa, y la manotean a dos cuerpos"), cómplices,
arrodíllanse (de) bajo la estatua de una muerta,
y ella es devaluada!
Hay Cadáveres

Cuando el cansancio de una pistola, la flaccidez de un ano,
ya no pueden, el peso de un carajo, el pis de un
''palo borracho", la estirpe real de una azalea que ha florecido
roja, como un seibo, o un servio, cuando un paje
la troncha, calmamente, a dentelladas, cuando la va embutiendo
contra una parecita, y a horcajadas, chorrea, y
Hay Cadáveres

Cuando la entierra levemente, y entusiasmado por el su-
ceso de su pica, más
atornilla esa clava, cuando "mecha"
en el pistilo de esa carroña el peristilo de una carroza
chueca, cuando la va dándola vuelta
para que rase todos.. . los lunares, o
Sitios,
Hay Cadáveres

Verrufas, alforranas (de teflón), macarios muermos: cuando sin...
acribilla, acrisola, ángeles miriados' de peces espadas, mirtas
acneicas, o sólo adolescentes, doloridas del
dedo de un puntapié en las várices, torreja
de ubre, percal crispado, romo clít ...
Hay Cadáveres

En el país donde se yuga el molinero
En el estado donde el carnicero vende sus lomos, al contado,
y donde todas las Ocupaciones tienen nombre….
En las regiones donde una piruja voltèa su zorrito de banlon,
la huelen desde lejos, desde antaño
Hay Cadáveres

En la provincia donde no se dice la verdad
En los locales donde no se cuenta una mentira
–Esto no sale de acá–
En los meaderos de borrachos donde aparece una pústula roja en
la bragueta del que orina-esto no va a parar aquí -, contra los
azulejos, en el vano, de la 14 o de la 15, Corrientes y
Esmeraldas,
Hay Cadáveres

Y se convierte inmediatamente en La Cautiva,
los caciques le hacen un enema,
le abren el c... para sacarle el chico,
el marido se queda con la nena,
pero ella consigue conservar un escapulario con una foto borroneada
de un camarín donde...
Hay Cadáveres

Donde él la traicionó, donde la quiso convencer que ella
era una oveja hecha rabona, donde la perra
lo cagó, donde la puerca
dejó caer por la puntilla de boquilla almibarada unos pelillos
almizclados, lo sedujo,
Hay Cadáveres

Donde ella eyaculó, la bombachita toda blanda, como sobre
un bombachón de muñequera como en
un cáliz borboteante - los retazos
de argolla flotaban en la "Solución Humectante" (método agua por
agua),
ella se lo tenía que contar
Hay Cadáveres

El feto, criándose en un arroyuelo ratonil,
La abuela, afeitándose en un bols de lavandina,
La suegra, jalándose unas pepitas de sarmiento,
La tía, volviéndose loca por unos peines encurvados
Hay Cadáveres

La familia, hurgándolo en los repliegues de las sábanas
La amiga, cosiendo sin parar el desgarrón de una "calada"
El gil, chupándose una yuta por unos papelitos desleídos
Un chongo, cuando intentaba introducirla por el caño de escape de
una Kombi,
Hay Cadáveres

La despeinada, cuyo rodete se ha raído
por culpa de tanto "rayito de sol", tanto "clarito";
La martinera, cuyo corazón prefirió no saberlo;
La desposeída, que se enganchó los dientes al intentar huir de un taxi;
La que deseó, detrás de una mantilla untuosa, desdentarse
para no ver lo que veía:
Hay Cadáveres

La matrona casada, que le hizo el favor a la muchacho pasándole un
buen punto;
la tejedora que no cánsase, que se cansó buscando el punto bien
discreto que no mostrara nada
– y al mismo tiempo diera a entender lo que pasase –;
la dueña de la fábrica, que vio las venas de sus obreras urdirse
táctilmente en los telares-y daba esa textura acompasada...
lila...
La lianera, que procuró enroscarse en los hilambres, las púas
Hay Cadáveres

La que hace años que no ve una pija
La que se la imagina, como aterciopelada, en una cuna (o cuña)
Beba, que se escapó con su marido, ya impotente, a una quinta
donde los
vigilaban, con un naso, o con un martillito, en las rodillas, le
tomaron los pezones, con una tenacilla (Beba era tan bonita como una
profesora…)
Hay Cadáveres

Era ver contra toda evidencia
Era callar contra todo silencio
Era manifestarse contra todo acto
Contra toda lambida era chupar
Hay Cadáveres

Era: "No le digas que lo viste conmigo porque capaz que se dan
cuenta"
O: "No le vayas a contar que lo vimos porque a ver si se lo toma a
pecho"
Acaso: "No te conviene que lo sepa porque te amputan una teta"
Aún: "Hoy asaltaron a una vaca"
"Cuando lo veas hacé de cuenta que no te diste cuenta de nada
...y listo"
Hay Cadáveres

Como una muletilla se le enchufaba en el pezcuello
Como una frase hecha le atornillaba los corsets, las fajas
Como un titilar olvidadizo, eran como resplandores de mangrullo, como
una corbata se avizora, pinche de plata, así
Hay Cadáveres

En el campo
En el campo
En la casa
En la caza
Ahí
Hay Cadáveres

En el decaer de esta escritura
En el borroneo de esas inscripciones
En el difuminar de estas leyendas
En las conversaciones de lesbianas que se muestran la marca de la liga,
En ese puño elástico,
Hay Cadáveres

Decir "en" no es una maravilla?
Una pretensión de centramiento?
Un centramiento de lo céntrico, cuyo forward
muere al amanecer, y descompuesto de
El Túnel
Hay Cadáveres

Un área donde principales fosas?
Un loro donde aristas enjauladas?
Un pabellón de lolas pajareras?
Una pepa, trincada, en el cubismo
de superficie frívola...?

Hay Cadáveres

Yo no te lo quería comentar, Fernando, pero esa vez que me mandaste
a la oficina, a hacer los trámites, cuando yo
curzaba la calle, una viejita se cayó, por una biela, y los
carruajes que pasaban, con esos crepés tan anticuados (ya preciso,
te dije, de otro pantalón blanco), vos creés que se iban a
dedetener, Fernando? Imaginá…
Hay Cadáveres

Estamos hartas de esta reiteración, y llenas
de esta reiteración estamos.
Las damiselas italianas
pierden la tapita del Luis XV en La Boca!
Las ''modelos" –del partido polaco–
no encuentran los botones (el escote cerraba por atrás) en La Matanza!
Cholas baratas y envidiosas – cuya catinga no compite – en Quilmes!
Monas muy guapas en los corsos de Avellaneda!
Barracas!
Hay Cadáveres

Ay, no le digas nada a doña Marta, ella le cuenta al nieto que es
colimba!
Y si se entera Misia Amalia, que tiene un novio federal!
Y la que paya, si callase!
La que bordona, arpona!
Ni a la vitrolera, que es botona!
Ni al lustrabotas, cachafaz!
Ni a la que hace el género "volante"!
NI
Hay Cadáveres

Féretros alegóricos!
Sótanos metafóricos!
Pocillos metonímicos!
Ex-plícito !
Hay Cadáveres

Ejercicios
Campañas
Consorcios
Condominios
Contractus
Hay Cadáveres

Yermos o Luengos
Pozzis o Westerleys
Rouges o Sombras
Tablas o Pliegues
Hay Cadáveres

– Todo esto no viene así nomás
– Por qué no?
– No me digas que los vas a contar
– No te parece?
– Cuándo te recibiste?
– Militaba?
– Hay Cadáveres?

Saliste Sola
Con el Fresquito de la Noche
Cuando te Sorprendieron los Relámpagos
No Llevaste un Saquito
Y
Hay Cadáveres

Se entiende?
Estaba claro?
No era un poco demás para la época?
Las uñas azuladas?
Hay Cadáveres

Yo soy aquél que ayer nomás...
Ella es la que…
Veíase el arpa...
En alfombrada sala...
Villegas o
Hay Cadáveres

..............................................
..............................................
..............................................
..............................................

No hay nadie?, pregunta la mujer del Paraguay.
Respuesta: No hay cadáveres.




de "Alambres", publicado por Último Reino, 1987. © Herederos de Néstor Perlongher


http://www.literatura.org/Perlongher/npcada.html

14/1/11

Ciudad Juárez

Hace algunos años escribí esto para una exposición sobre los feminicidios de Juárez. Qué horror que siga teniendo vigencia:



uno veinte cien rostros

pesadilla confinada al centro del dolor

no hay aire no hay luz

sólo el alambre que ahoga el encierro

...

uno veinte cien rostros

sudarios tras un muro de silencio

voces de luto que cubren con blanco sus heridas

el desierto es frontera en los cuerpos

miedo tatuado en la piel

nombres perdidos en los labios



uno veinte cien rostros

espirales rotas en mitad de la nada

viento herido polvo de sangre

y el grito de dios que desgarra la noche

.

11/1/11

Bienvenidos al taller

¡Bienvenidos al taller de "En busca del cuento perdido"!

Esta semana - 10 de enero de 2011 - los invito a que me manden un texto de no más de 15 líneas, como siempre, respondiendo en primera persona a la siguiente pregunta: ¿Qué ven cuando se miran al espejo?
Habrá quien se vea en el pasado, o quizás se imagine en el futuro. Habrá quien se vea como le hubiera gustado ser, o como imagina que será algún día. Seguramente me llegarán relatos felices y optimistas, otros soñadores, alguno que otro desencantado, quizás. Cuéntenme una historia a partir de esta pregunta.
No tiene que ser verdad necesariamente, claro; pueden inventar un personaje que se mira al espejo y no cuenta qué es lo que ve. Manden una historia que tengan ganas de compartir con todos nosotros.
Espero sus primeros cuentos del año en nuestro correo electrónico: enbuscadelcuento@imer.com.mx

Lo prometido en "En busca del cuento perdido"

En el programa "En busca del cuento perdido" del 10 de enero, prometí subir enlaces sobre Cesare Pavese. En el blog ya hay algunos poemas. Aquí van las nuevas propuestas:

Un enlace a su diario "El oficio de vivir": http://www.enfocarte.com/3.20/destacado.html

Algunos poemas: http://amediavoz.com/pavese.htm y alguno más.

Una nota muy interesante publicada en El País: http://www.elpais.com/articulo/cultura/Cesare/Pavese/solitario/colinas/elpepucul/20080908elpepicul_1/Tes

10/1/11

El rincón de las palabras (10 de enero de 2011)


Descanse en paz María Elena Walsh.
http://www.pagina12.com.ar/diario/ultimas/20-160193-2011-01-10.html

Como homenaje, comparto con ustedes uno de sus poemas "para grandes"

Balada Triste

Era el otoño y era la llovizna,
la inicial certidumbre del poniente.
Mis pasos desandaban su tristeza
mientras sobre la tierra conmovida
era el otoño y era la llovizna.

En el transcurso de las avenidas
todos los pájaros habían muerto,
y las hojas llovían cautamente
sobre la hierba, cerca de mi sangre,
en el transcurso de las avenidas.

¿Qué llanto conocí, qué desconsuelo
bajo los árboles deshabitados?
Cuando en la fuente se reconocía
un cielo de palomas lejanísimas
qué llanto conocí, qué desconsuelo.

Oh muros de mi sed, aquellos muros
que no sé si existieron a mi lado;
bebí en ellos soledad de siglos,
luz funeraria, fríos alusivos.
Oh muros de mi sed, aquellos muros.

Triste ejercicio el de invadir la niebla
por ámbitos inciertos, declinando.
Atravesé desconocidos puentes
en el amanecer de los faroles.
Triste ejercicio el de invadir la niebla.

Todos los pájaros habían muerto
en el transcurso de las avenidas.
Qué llanto conocí, qué desconsuelo:
era el otoño y era la llovizna,
todos los pájaros habían muerto.

8/1/11

El rincón de las palabras (8 de enero de 2011)


Constantin Cavafis

"Deseos"

Como cuerpos hermosos de muertos sin vejez
que encerraron, con lágrimas, en bellos mausoleos,
rosas a la cabeza, jazmines a sus pies
así parecen ir pasando los deseos,
sin ser cumplidos, sin apenas merecer
una noche de goce, un claro amanecer.




"La ciudad"


Dices: "Iré a otra tierra, hacia otro mar
y una ciudad mejor con certeza hallaré.
Pues cada esfuerzo mío está aquí condenado,
Y muere mi corazón
lo mismo que mis pensamientos en esta desolada languidez.
Donde vuelvo los ojos sólo veo
las oscuras ruinas de mi vida
y los muchos años que aquí pasé o destruí".

No hallarás otra tierra ni otro mar.
La ciudad irá en ti siempre. Volverás
a las mismas calles. Y en los mismos suburbios llegará tu vejez;
en la misma casa encanecerás.
Pues la ciudad es siempre la misma. Otra no busques -no la hay-
ni caminos ni barco para ti.
La vida que aquí perdiste
la has destruido en toda la tierra.


http://www.dim.uchile.cl/~anmoreir/escritos/cavafis.html

7/1/11

El rincón de las palabras (7 de enero de 2011)


Cesare Pavese

Los mares del sur


(A Monti)

Caminamos una tarde por la falda de un cerro,
silenciosos. En la sombra del tardo crepúsculo
mi primo es un gigante vestido de blanco,
que se mueve pacato, con su rostro bronceado,
taciturno. Callar es nuestra virtud.
Algún antepasado nuestro debió estar muy solo
—un gran hombre entre idiotas o un pobre loco—
para enseñar a los suyos tanto silencio.

Mi primo habló esta tarde. Me pidió
que subiera con él: desde la cumbre se divisa,
en las noches serenas, el reflejo del distante
faro de Turín. “Tú, que vives en Turín...”
me dijo, “...pero tienes razón. Hay que vivir la vida
lejos del pueblo: se aprovecha y se goza;
luego, al volver después de cuarenta años, como yo,
se encuentra todo nuevo. Las Langas no se pierden”
Todo esto me ha dicho y no habla italiano,
pero emplea lentamente el dialecto que, como las piedras
de esta misma colina, es tan abrupto
que veinte años de idiomas y océanos distintos
no han podido mellárselo. Y sube la cuesta
con la misma mirada abstraída que he visto, de niño,
en los campesinos un poco cansados.

Veinte años anduvo viajando por el mundo.
Se fue cuando todavía era yo un niño faldero,
y lo dieron por muerto. Después oí a las mujeres
hablando a veces de él, como en una fábula;
pero los hombres, más reservados, lo olvidaron.

Un invierno, a mi padre ya muerto, le llegó una tarjeta
con una gran estampilla verdosa con naves en un puerto
y deseos de buena vendimia. Causó gran asombro
y el niño más crecido explicó con vehemencia
que el mensaje venía de una isla llamada Tasmania,
rodeada de un mar más azul y feroces escualos,
en el Pacífico, al sur de Australia. Y añadió que en verdad
el primo era pescador de perlas. Y arrancó la estampilla.
Todos opinaron al respecto, mas coincidieron
en que si no estaba ya muerto, pronto moriría.
Luego todos lo olvidaron y pasó mucho tiempo.

Oh, desde que yo jugaba a los piratas malayos,
cuánto tiempo ha pasado. Y desde la última vez
que bajé a bañarme en un sitio mortal
y en un árbol perseguí a un compañero de juegos,
quebrando hermosas ramas, y le rompí la cabeza
a un rival y también me golpearon,
cuánta vida ha transcurrido. Otros días, otros juegos,
otros sacudimientos de la sangre frente a rivales
más huidizos: los pensamientos y los sueños.
La ciudad me ha enseñado temores infinitos:
una multitud, una calle me han hecho tembla;
un pensamiento, a veces, entrevisto en un rostro.
Siento aún en los ojos la luz burlona
de miles de faroles sobre el tropel de pasos.
Entre otros pocos, mi primo regresó
al terminar la guerra. Y tenía dinero.
Los parientes murmuraban: “En un año, cuando mucho,
se lo come todo y se larga.

Los desesperados mueren así.”
Mi primo tiene un semblante resuelto. Compró una planta baja
en el pueblo y construyó con cemento un taller
con su flamante bomba al frente, para vender gasolina;
y sobre el puente, junto a la curva, un gran letrero.
Luego empleó a un mecánico que le atendía el negocio
mientras él se paseaba por Las Langas, fumando.
Entretanto se casó en el pueblo. Eligió a una muchacha
delgada y rubia, como las extranjeras
que alguna vez encontró por el mundo.
Pero siguió saliendo solo, vestido de blanco,
con las manos a la espalda y el rostro bronceado;
por la mañana iba a las ferias y con aire socarrón
compraba caballos. Después me explicó,
al fallarle el proyecto, que su plan
había sido suprimir las bestias del valle
y obligar a la gente a comprarle motores.
“Pero la bestia” decía, “más grande de todas
he sido yo al pensarlo. Debía saber
que aquí bueyes y gentes son una misma raza.”

Hemos caminado más de media hora. La cumbre está cercana;
aumenta en torno nuestro el murmullo y el silbar del viento.
Mi primo se detiene de pronto y se vuelve: “Este año
escribiré en el letrero Santo Síefano
siempre ha sido el primero en las fiestas
en el valle del Belbo, aunque respinguen
los de Canelli.” Y sigue subiendo la cuesta.

Un perfume de tierra y de viento nos envuelve en lo oscuro;
algunas luces lejanas: granjas, automóviles
que apenas se oyen. Y pienso en la fuerza
que devolvió a este hombre, arrancándolo al mar,
a las tierras lejanas, al silencio que dura.
Mi primo jamás habla de sus viajes.
Dice parcamente que ha estado en tal o cual sitio
y vuelve a pensar en sus motores.
Sólo un sueño
le ha quedado en la sangre: una vez navegó
como fogonero en un barco pesquero holandés, el Cetáceo;
vio volar los pesados arpones al sol,
vio huir ballenas entre espumas de sangre,
perseguirlas, lancear sus colas levantadas.
Me lo contó algunas veces.
Pero cuando le digo
que está entre los afortunados que han visto la aurora
en las islas más hermosas del mundo,
sonríe al recordarlo y responde que el sol
se levantaba cuando el día ya era viejo para ellos.

1930

http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=55&Itemid=31&limit=1&limitstart=2

6/1/11

El rincón de las palabras (6 de enero de 2011)


Hoy, para seguir celebrando el nuevo año, nace este rinconcito para la poesía

"Las tres palabras más extrañas"

Cuando pronuncio la palabra Futuro,
...la primera sílaba pertenece ya al pasado.
Cuando pronuncio la palabra Silencio,
lo destruyo.
Cuando pronuncio la palabra Nada,
creo algo que no cabe en ninguna no-existencia.


Wislawa Szymborska

Dos joyas filmadas por mujeres

 En los días en que estuve a media máquina vi dos joyas filmadas por mujeres:  - "Atlantics", película franco senegalesa de Mati D...