30/6/14

Feliz cumpleaños, extrañado José Emilio Pacheco



Aquel otro  
HOY vino a verme el que no fui,
Aquel otro
Ya para siempre inexistencia pura,
Ardid verbal para el hubiera sido,
Forma atenuada de decir no fue.
Ahora lo entiendo: quien no fue ha triunfado,
La realidad no lo manchó, no tuvo
Que adaptarse a la eterna sordidez,
Jamás capituló ni vendió su alma
Por una onza de supervivencia.
El que no fui se fue como si nada.
Ya nunca volverá, ya es imposible.
El que se va no vuelve aunque regrese.

27/6/14

"Pasiones y obsesiones" de fin de semana

Queridos,

Si tienen un rato este fin de semana, los invito a zambullirse en las entrevistas a escritores de "Pasiones y obsesiones. Secretos del oficio de escribir", y luego, si tienen ganas, me cuentan qué les parecieron. ¿Va?

Catorce charlas, catorce invitados, catorce confesiones. Están, entre otros: Francisco Hinojosa, Alberto Ruy Sánchez, Pepe Gonrdon, Sabina Berman, Mardonio Carballo, Rafael Pérez Gay, Rosa Beltrán, Cristina Rivera Garza, Alma Velasco, Julián Herbert, Carlos Martínez Assad, Myriam Moscona, Margo Glantz.

¡Lindo viernes para todos!

http://rompeviento.tv/Bienvenidos/pasiones-y-obsesiones/


26/6/14

Maravillosos cuentos

Los invito a empezar el día con unos maravillosos cuentos de Ana María Matute. ¿Qué les parece?



http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/matute/amm.htm


Adiós Ana María Matute.

Triste noticia. Se fue una de las grandes de la literatura española. Si no la han leído, les recomiendo que busquen sus libros. Los van a disfrutar       

25/5/14

Una vez más, el horror

Leo, veo, escucho con horror las historias de esta semana: el asesinato de jóvenes en Santa Bárbara, los muertos en el Museo Judío de Bélgica, las muertes de niños y adolescentes víctimas de bullying en este país, el triunfo de Le Pen, el cura pederasta de San Luis Potosí... y recuerdo a Fernando Pessoa: "Si el corazón pudiese pensar, se pararía". 

En poco más de un mes se cumplirán veinte años del atentado a la Asociación Mutual Israelita Argentina, que costó la vida a más de 80 personas. Comparto con ustedes este texto que escribí hace ya algún tiempo y que tiene que ver con los brotes de antisemitismo y de intolerancia de todo tipo. Tal vez venga al caso. Tal vez...




¿Por quién suena cada lunes el shofar?
Sandra Lorenzano
…está sonando por ti
El 18 de julio de 1994, a las 9:53 de la mañana, algo cambió en nuestra historia para siempre. Una camioneta blanca se estrelló contra el edificio de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), en pleno centro de Buenos Aires, provocando la muerte de 85 personas – de las cuales 67 estaban dentro del edificio, y las demás pasaban cerca -, que fueran heridas unas 300 más y que el edificio quedara destruido. Fue el mayor atentado terrorista de la historia argentina. Las investigaciones señalan los lazos del gobierno de Carlos Menem y Hezbolah. Hoy, en las paredes de la nueva sede, los nombres de las víctimas son una marca en la memoria de todos. También en la banqueta, si uno camina por la calle Pasteur, puede encontrar pequeñas placas de bronce con un nombre y una fecha. Como en aquella obra sobre la memoria que Christian Boltansky hizo en las calles de Berlín. No fue un artista quien las puso aquí. Fueron las familias. Fueron los vecinos de ese barrio en el que conviven judíos y coreanos, tucumanos y paraguayos, comerciantes y estudiantes, médicos y empleados del Hospital de Clínicas, y de los pequeños cafés y negocios. Un barrio que si estuviera en otra ciudad menos acostumbrada a las migraciones internas y externas sería considerado un “experimento multicultural”. Allí es simplemente una parte del “Once”. A 16 años del atentado, la memoria y el reclamo de justicia quieren permanecer intactos. Y porque somos hijos de una misma sangre y nuestras historias no son tan distintas, porque la solidaridad quizás sea aún posible, uno de los oradores invitados a la ceremonia es el juez Baltasar Garzón.
El 18 de julio de 1994 fue lunes. Y desde entonces, todos los lunes un grupo de gente se reúne frente a los Tribunales para recordar a las víctimas del atentado a la AMIA y exigir que se haga justicia en un país que poco a poco empieza a cambiar su perfil (un paréntesis para celebrar dos hechos históricos sucedidos esta semana: la aprobación del matrimonio entre personas del mismo sexo – una de las consignas de la lucha fue “A igual amor iguales derechos” y convirtió a la Argentina en el primer país del continente en tener este tipo de legislación – y el nuevo juicio a Jorge Rafael Videla). El inicio de la ceremonia de los lunes lo marca el shofar con su sonido antiguo y desgarrador. “Memoria activa”, la asociación que promueve esta ceremonia del recuerdo, me invitó hace ya muchos años a hablar una mañana. Me gustaría compartir con ustedes lo que dije en ese momento, tan conmovida y sacudida como lo estoy hoy:
Soy de la raza del libro con que se construyen las moradas, escribió Edmond Jabès dueño de ninguna patria, dueño de todas las voces y de la mirada oblicua de la extranjería. Los libros, las palabras son la morada, aquello que nos protege de la intemperie, que nos da asideros ante el dolor, aquello que hace que no sea grito permanente el desgarramiento. Suelo arroparme con palabras, buscar su tibieza en el desamparo, su rostro familiar ante lo desconocido. Suelo buscar en las palabras la protección que la realidad tantas veces nos niega. Quizás por eso empecé con esa frase de Edmond Jabès. Porque también para mí la patria está en los libros, aunque por supuesto hay lugares en el mundo que me duelen más que otros, lugares donde cada noticia del diario se me hace carne, donde cada mañana en la plaza es una marca para siempre. Entre esos lugares está el que eligieron hace más de un siglo mis abuelos para fundar una vida, para que crecieran sus hijos y los hijos de sus hijos mientras el mundo fuera mundo y las estirpes condenadas a cien años de soledad nacieran sólo con las huellas de la memoria. “Y fue por ese río de sueñera y de barro”, dice un verso entrañable; un río maravilloso y atroz, origen y final para tantos. Llegaron cantando en idiomas que ya no recordamos, con la nostalgia grabada para siempre en las pupilas. Pero la historia parece tantas veces desconocer los deseos y los amores, los anhelos antiguos de aquellos inmigrantes, y el mundo siguió siendo mundo y las estirpes siguieron condenadas a los desencuentros. Como dijo el poeta, “cumplida no fue su joven voluntad”; no fuimos felices como ellos lo soñaron, no nos cubrió un cielo protector, no siempre supimos del amor y de la risa, no pudimos dejar que nuestras raíces crecieran en paz, ni las nuestras ni las de los hijos de nuestros hijos. Y vamos por el mundo con nuestro hogar a cuestas y un determinado brillo en la mirada, o una cierta cadencia en el habla que muestra ese lugar que nos duele más que otros. “Tengo un dolor aquí del lado de la patria”, escribió la uruguaya Cristina Peri Rossi. Pero a pesar del horror, de la muerte, de los infinitos exilios, a pesar de haber atravesado el siglo más terrible de la historia de la humanidad, a pesar del humo que ahuyentó a los pájaros de Buchenbald, como lo cuenta Jorge Semprún, del ruido ensordecedor que nos cubrió un día cualquiera de agosto del 45, a pesar de los 30 mil árboles truncados que nunca crecerán en nuestros bosques, a pesar de las ausencias que cubren el aire, de no haber podido cumplir aquel viejo sueño, a pesar de julio del 94, estamos aquí diciendo presente, exigiendo justicia, convocando con el shofar a aquellos abuelos del principio de los tiempos, compartiendo con ellos nuestras palabras, nuestras moradas. Y es así simplemente porque tenemos memoria, aunque tantas veces quieran borrarla por decreto, cancelarla con enmiendas y con leyes. La memoria nos salva del ahogo, nos convierte en militantes de la vida, nos permite que estos lunes en la plaza sean también una charla cercana, íntima, con nuestros muertos queridos, una charla íntima que alguien llamó testimonios, aunque sepamos que nadie puede dar testimonio sino el testigo y que los verdaderos testigos son en realidad aquellos que no están. Y sin embargo es por ellos que tenemos la obligación de seguir hablando, de seguir recordando, de seguir dando nuestro imposible testimonio. Porque sabemos que el antónimo del olvido no es la memoria sino la justicia. Por eso salimos de nuestras moradas acompañados por todos: por los que están y por los que no están, por los que fueron y serán, por los siglos de los siglos. Así sea.

21/5/14

Un abrazo al tío Quino y a Mafalda


He hecho muchas cosas de trabajo durante el día, pero todo el tiempo he tenido presentes las ganas de escribir, siquiera unas líneas, de gusto, de emoción, de felicidad, de orgullo, qué se yo, por el Premio Príncipe de Asturias otorgado a Quino. 
¿Qué quieren que les diga? Es como si hubieran premiado al tío más querido, al que siempre nos consiente, al que desde chicos hemos elegido como el cómplice más cercano. Así me siento.
Sé de memoria prácticamente todas la tiras de Mafalda (quién lo dude puede ponerme a prueba en este mismo instante) y es mi referencia bibliográfica más frecuente. Ella nació cuando yo estaba aprendiendo a leer, quiere decir que su realidad fue la realidad de mi infancia, sus preocupaciones las mismas que yo escuchaba en casa, y aunque seguramente no le entendía demasiado de qué hablaban -ni ella ni mis padres-, yo sentía que compartíamos un modo de mirar el mundo. O quizás ella me enseñó a mirarlo como aún lo miro: con pasión, con ganas de cambiarle tantas cosas, con ironía, con una cierta distancia que duele. 
Ella nació cuando yo estaba aprendiendo a leer y logró, como Peter Pan, quedarse siempre con seis años. Yo no pude. Crecí y seguí leyéndola. Tengo una hija que también creció leyéndola (o escuchando mis "citas", pobre). Me hice mayorcita (por decir lo menos) y sigo leyéndola. Porque es parte de mi vida, de mi historia, de mi memoria (y ya saben cómo soy de obsesiva con el tema de la memoria), porque tuvimos un citroncito igualito al de su papá, porque tuve mi propio Guille (aunque a mi hermano le pusimos Pablo), porque tuvimos una tortuga y amigos que todavía hoy son nuestros compinches, porque me hace amar y odiar a la argentina que también soy... 
Y porque sí, porque hoy quisiera abrazarlos a los dos: al "tío" Quino y a ella, escribo estas líneas apuradas y felices, sólo para decirles GRACIAS, e invitarlos a jugar a la plaza. ¿Dale que sí?

6/5/14

"Social skills?"

Cuando tenía 5 años, mi mamá me mandó, con vestidito verde de terciopelo, cadenita y medalla con mi nombre -"Sandra"- garigoleado, y zapatos blancos de Les Bebes, a la fiesta de una compañerita de la escuela. Regresé con toda la medalla mordida porque no supe qué otra cosa hacer con tanta gente –grandes y chicos- alrededor. Desde ese momento sé bien cuál es mi “coco”: me faltan lo que suelen llamarse “social skills”. Claro que con los años he aprendido a desenvolverme con más o menos pericia en esas situaciones que desde días antes me provocan una angustia brutal: fiestas, comidas, reuniones de todo tipo. No saben la cantidad de veces que he pensado en preguntarles a mi “compañeros de diversión” si no tendrían problema en que yo me pusiera a leer, por ejemplo. Pero no me animo. Creo que les molestaría. (Fíjense que no se ve mal que la gente se la pase clavada en su teléfono mientras otros charlan entre sí, pero sí si sacas un libro. Ergo: ya he empezado a leer tímida y disimuladamente en mi iPhone cuando estoy rodeada de gente. Tengo ahí unas novelas geniales. ¡No se lo cuenten a nadie, por favor!). Si supieran que para mí la escena ideal es la de los silencios compartidos… ¿No les parece maravilloso estar leyendo junto a la gente querida, cada quien  su libro, y cada tanto levantar la cabeza para hacer algún comentario? No hay nada mejor que esa complicidad.
En fin, soy un horror, lo reconozco: me aburro con muchísima facilidad en situaciones sociales. O me angustio. O las dos cosas a la vez.
Ya no me cuelgo nada “mordible”, por las dudas, pero sigue dándome culpa la violencia dental que recibió esa pobre víctima de mi poca capacidad para las relaciones públicas.

Y si por casualidad están planeando hacer alguna fiesta, ¿sería mucho pedir que pusieran un “rincón de lectura”? 

Vean qué maravilla:
"Comparto la obstinación con la que Hermann Broch repetía: descubrir lo que sólo una novela puede descubrir es la única razón de ser de una novela. La novela que no descubre una parte hasta entonces desconocida de la existencia es inmoral. El conocimiento es la única moral de la novela (...). El espíritu de la novela es el de la complejidad. Cada novela le dice al lector: 'Las cosas son más complicadas de lo que piensas'." Milan Kundera, El arte de la novela.
¡Lindo martes para todos!

22/4/14

"En busca del cuento perdido". Poemas leídos el 22 de abril


Nocturno de la estatua
Xavier Villaurrutia
Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera
y el grito de la estatua desdoblando la esquina.
Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito,
querer tocar el grito y sólo hallar el eco,
querer asir el eco y encontrar sólo el muro
y correr hacia el muro y tocar un espejo.
Hallar en el espejo la estatua asesinada,
sacarla de la sangre de su sombra,
vestirla en un cerrar de ojos,
acariciarla como a una hermana imprevista
y jugar con las flechas de sus dedos
y contar a su oreja cien veces cien cien veces
hasta oírla decir: «estoy muerta de sueño».

Noche oscura
San Juan de la Cruz
En una noche escura,
con ansias en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada.
A escuras y segura
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a escuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquesta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche, que guiaste;
oh noche amable más que el alborada;
oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada, con el Amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire del almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

Noche
Vicente Huidobro
Sobre la nieve se oye resbalar la noche
La canción caía de los árboles
Y tras la niebla daban voces
De una mirada encendí mi cigarro
Cada vez que abro los labios
Inundo de nubes el vacío

En el puerto
Los mástiles están llenos de nidos
Y el viento
gime entre las alas de los pájaros
Las Olas Mecen El Navío Muerto
Yo en la orilla silbando
Miro la estrella que humea entre mis dedos

La noche
Alejandra Pizarnik
Poco sé de la noche
pero la noche parece saber de mí,
y más aún, me asiste como si me quisiera,
me cubre la existencia con sus estrellas.
Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte.
Tal vez la noche es nada
y las conjeturas sobre ella nada
y los seres que la viven nada.
Tal vez las palabras sean lo único que existe
en el enorme vacío de los siglos
que nos arañan el alma con sus recuerdos.
Pero la noche ha de conocer la miseria
que bebe de nuestra sangre y de nuestras ideas.
Ella debe arrojar odio a nuestras miradas
sabiéndolas llenas de intereses, de desencuentros.
Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos.
Su lágrima inmensa delira
y grita que algo se fue para siempre.
Alguna vez volveremos a ser.

Poema de los dones
Jorge Luis Borges
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que sólo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
los insensatos párrafos que ceden
las albas a su afán. En vano el día
les prodiga sus libros infinitos,
arduos como los arduos manuscritos
que perecieron en Alejandría.
De hambre y de sed (narra una historia griega)
muere un rey entre fuentes y jardines;
yo fatigo sin rumbo los confines
de esta alta y honda biblioteca ciega.
Enciclopedias, atlas, el Oriente
y el Occidente, siglos, dinastías,
símbolos, cosmos y cosmogonías
brindan los muros, pero inútilmente.
Lento en mi sombra, la penumbra hueca
exploro con el báculo indeciso,
yo, que me figuraba el Paraíso
bajo la especie de una biblioteca.
Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;
otro ya recibió en otras borrosas
tardes los muchos libros y la sombra.
Al errar por las lentas galerías
suelo sentir con vago horror sagrado
que soy el otro, el muerto, que habrá dado
los mismos pasos en los mismos días.
¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?
¿Qué importa la palabra que me nombra
si es indiviso y uno el anatema?
Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.

Historia de la noche
Jorge Luis Borges
A lo largo de sus generaciones
los hombres erigieron la noche.
En el principio era ceguera y sueño
y espinas que laceran el pie desnudo
y temor de los lobos.
Nunca sabremos quién forjó la palabra
para el intervalo de sombra
que divide los dos crepúsculos;
nunca sabremos en qué siglo fue cifra
del espacio de estrellas.
Otros engendraron el mito.
La hicieron madre de las Parcas tranquilas
que tejen el destino
y le sacrificaban ovejas negras
y el gallo que presagia su fin.
Doce casas le dieron los caldeos;
infinitos mundos, el Pórtico.
Hexámetros latinos la modelaron
y el terror de Pascal.
Luis de León vio en ella la patria
de su alma estremecida.
Ahora la sentimos inagotable
como un antiguo vino
y nadie puede contemplarla sin vértigo
y el tiempo la ha cargado de eternidad.
Y pensar que no existiría
sin esos tenues instrumentos, los ojos.

Poemas de amor 4
Darío Jaramillo Agudelo
Algún día te escribiré un poema que no mencione el aire ni la noche;
un poema que omita los nombres de las flores, que no tenga jazmines o magnolias.
Algún día te escribiré un poema sin pájaros ni fuentes, un poema que eluda el mar
y que no mire a las estrellas.
Algún día te escribiré un poema que se limite a pasar los dedos por tu piel
y que convierta en palabras tu mirada.
Sin comparaciones, sin metáforas, algún día escribiré un poema que huela a ti,
un poema con el ritmo de tus pulsaciones, con la intensidad estrujada de tu abrazo.
Algún día te escribiré un poema, el canto de mi dicha.

14/4/14

Sí, quise ser Simone de Beauvoir

Sí, quise ser Simone de Beauvoir. 
Lo confieso este 14 de abril en que se recuerda un aniversario más de su muerte. He contado otras veces que pocas cosas me emocionaron más que el permiso de mis padres, cuando cumplí doce años, para leer todo lo que quisiera de la biblioteca de la casa, la de los adultos. ¡Todo lo que quisiera! ¿Se imaginan qué maravilla? Así que me lancé a leer sin orden pero con pasión lo que me resultaba más atractivo en ese momento: Cortázar y Roberto Arlt del lado de los argentinos, Arthur Miller y Tenesee Williams por el lado del teatro (en esa época pensaba que sería actriz), en una genial colección que publicaba Losada, Alfonsina Storni (por aquello de que se había suicidado frente al hotel que mi bisabuelo tenía en La Perla), Horacio Quiroga porque en la escuela no nos dejaban leer más que los Cuentos de la Selva… En fin, me volví una lectora tan caótica como he seguido siéndolo a lo largo de los años. Sospecho que entendía poco de las páginas y páginas que devoraba, pero como sabemos (Sylvia Molloy lo ha explicado mejor que nadie) “el lector” y “el escritor” surgen también de una pose. Y a mí, esa pose –la de la chica que lee trepada a las ramas de algún árbol, o tirada en el sillón del living- me encantaba.
Pero llegó el verano de 1974 con mis catorce años y un aburrimiento feroz. Me aburría como uno sólo se puede aburrir en la adolescencia: con todo el cuerpo. Me aburría en el club, me aburría en casa, me aburría con la gente, me aburría sola… Fue entonces cuando mamá bajó de uno de los estantes “Memorias de una joven formal”. ¿Astuta, mi madre, no? Pasé del aburrimiento a la obsesión: yo quería ser como esa chica y estudiar y leer y escribir y discutir de filosofía. Aunque “El segundo sexo”, que leí varios años después, fue clave para mí como para todas las mujeres desde que se publicó, siempre preferí su obra narrativa: “La invitada”, “Los mandarines”, “La mujer rota”, “Una muerte muy dulce”, “La ceremonia del adiós”
París estaba lejos, yo nací cuando Simone tenía más de cuarenta años, no me interesaba demasiado Sartre, pero el puente que mi madre tendió entre ella y yo fue de complicidades absolutas, de un compromiso con las mujeres que no necesitaba de etiquetas entonces ni las necesita ahora, de amor por las palabras.

Sí, confieso que quise ser Simone de Beauvoir.

8/4/14

9 de abril



A fines de mayo de 2006 hice el viaje más difícil de mi vida. A Buenos Aires. A mamá iban a operarla para sacarle un pequeño quiste y nos había pedido a los cuatro hijos que estuviéramos acompañándola. Si la distancia siempre es un horror, se vuelve intolerable cuando le pasa algo a nuestra gente querida. Así que volé en el primer avión que encontré, sin imaginar que mi vida iba a cambiar para siempre. El resultado de la biopsia fue implacable: en realidad el quiste era la metástasis de un cáncer contra el cual no se podía hacer ya nada.
La mayor parte de ustedes no conoció a mi mamá, por eso no saben que era una mujer alegre, sonriente, optimista. Y en realidad no dejó de serlo hasta el último minuto de su vida, dos meses después de que recibiéramos el brutal diagnóstico. Sus fantasmas interiores no aparecían en la vida cotidiana sino en las esculturas fuertes, desgarradas y maravillosas que hacía en madera, tan suaves que daban ganas de acariciarlas. Allí sí aparecían la dictadura, la violencia, los cuerpos de mujeres asesinadas, su compromiso con los derechos humanos, con las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.
Cuando a los sesenta y tantos años ya no pudo seguir tallando, se volcó hacia la pintura, y dejando de lado los fantasmas, fue los suyos cuadros luminosos, de colores brillantes. ¿De dónde sacaba tanta alegría?
Incluso en esos últimos dos meses fue la mujer sonriente y generosa de siempre. Quería que estuviéramos junto a ella todo el tiempo; y nosotros no queríamos separarnos ni un instante. Le compramos un sillón muy cómodo en el que podía estar casi acostada y se instaló en la sala (el “living”, como bien explica Mafalda) durante día y noche para no perderse nada de la dinámica familiar: mi hija, nosotros, nuestras parejas, los amigos más cercanos, mi papá, los primos… todos hicimos de la casa la fiesta de voces, charlas y complicidades que ella siempre amó. Su sueño fue tener una familia grande y ahí estábamos, convertidos en una familia enorme y solidaria. Por turnos nos íbamos a llorar al cuarto de al lado porque todos sabíamos (¿lo sabía también ella?) que ésa era la despedida. Seguíamos brindando por la vida. “Lejaim” (“por la vida”) nos enseñó a decir, como brindaban en idisch nuestros abuelos y los abuelos de nuestros abuelos.
Uno de esos días le pedí que me cantara algunas de las canciones rusas que cantaba cuando era chica. Sus padres habían nacido en Odesa y en Minsk, y aunque se sentían porteños de pura cepa, hablaban idsich y ruso, como tantos otros. La grabé. Tengo largos minutos de su voz y sus canciones. Nunca he podido ve esos videos. Quizás algún día pueda hacerlo. Quizás se los herede a mis nietos antes de encontrar la fuerza necesaria para verlos. Pero ahí están y me hace feliz tenerlos. Son una suerte de talismán contra el pánico que me da olvidarme de su voz.

Había nacido el 9 de abril de 1937. Hace 77 años.

24/3/14

Día de la memoria 24 de marzo 1976 - 24 de marzo 2014



Mis tres sobrinos, Santiago, Lucía y Sebastián, estuvieron hoy en la marcha del Día de la Memoria. Llevan los retratos de Rina Menna, esa abuela, que los hubiera adorado si la dictadura no la hubiera asesinado cuando tenía 27 años. Y de Domingo Menna, el tío cuya ausencia también llevan en la piel.
Todos tenemos historias amputadas, todos tenemos recuerdos doloridos. Los tres chicos heredan esas historias y esos recuerdos, pero también la capacidad de lucha y de indignación.
No olvidamos. No perdonamos.

19/3/14

Escribo un artículo sobre "sitios de memoria" en Argentina; sobre los más de 500 centros clandestinos de detención, tortura y exterminio de la última dictadura militar. Con el mismo dolor y la misma indignación que nació en 1976, pero celebrando el excepcional trabajo realizado en estos años por los organismos de derechos humanos.
Así voy a recordar el aniversario del golpe de Estado del 24 de marzo.
Por la memoria. Por la justicia.
Por los que están. Por los que no están.


8/3/14

¿Día de la mujer?


"Quien no fue mujer ni trabajador cree que el pasado
fue un tiempo mejor", María Elena Walsh

Sólo el 1% de la tierra escriturada del mundo tiene como propietaria a una mujer. En promedio, las mujeres ganan 17% menos que los hombres en trabajos de tiempo completo. 85 millones de niñas en el mundo no pueden ir a la escuela y el 67% de los analfabetas del mundo son mujeres (datos de Ana Francisca Vega). Por datos como éstos -y muchos otros igualmente atroces- y porque hace tiempo que le perdí el miedo a las palabras, soy feminista:


Soy feminista porque considero que, aunque hemos avanzado mucho como sociedad en términos de equidad, aún hay fuertes desigualdades entre hombre y mujeres, y considero que es mi compromiso y mi obligación seguir luchando para que desaparezcan.
Soy feminista porque quiero que todas las mujeres puedan estudiar y desarrollarse.
Soy feminista porque quiero que puedan disponer y disfrutar de su cuerpo libremente sin pensar o sentir que ningún hombre, ideología o institución, puede apropiarse de él sin su consentimiento.
Soy feminista porque estoy convencida de que las mujeres y los hombres pueden reinventar juntos su identidad y su modo de relacionarse.
Soy feminista porque no deseo que nadie sea víctima de la violencia o la discriminación sexista.
Soy feminista porque no quiero que ninguna mujer viva con miedo dentro o fuera de su casa.
Soy feminista porque hay millones de niñas en nuestro país que nunca tendrán la oportunidad de salir de la pobreza.
Soy feminista porque los feminicidios cubren de sangre este México nuestro.
Soy feminista porque creo en las complicidades femeninas y la “sororidad”
Soy feminista porque creo que sólo con la inclusión de las mujeres y el respeto a sus derechos lograremos construir un mundo mejor.
Soy feminista porque sé que en todas las clases y sectores sociales hay mujeres poniendo su energía y su creatividad para que la realidad sea cada vez mejor para todas.
Soy feminista porque me sorprenden y me enorgullecen las ideas de las más jóvenes.
Soy feminista por la lucha cotidiana de mi madre y de todas las madres de este país.
Soy feminista por los sueños de mi hija y de todas las hijas de este país.



Soy mujer y eso es lo único que importa ahora…


Sandra Lorenzano


Mi nombre es Esther pero eso no importa. Soy zapatista pero eso tampoco importa en este momento. Soy indígena y soy mujer y eso es lo único que importa ahora. Comandanta Esther, en la Cámara de Diputados, el 28 de marzo de 2001.

Me pidieron que hablara de mi experiencia personal. Si miro a mi alrededor, tengo que reconocer que pertenezco a un mundo privilegiado. Eso me obliga a abrir los ojos, a salir de mi caparazoncito protector, a ser consciente, a hablar desde la responsabilidad y la ética. Por eso cuando me pidieron que hablara de mi experiencia personal, pensé que lo que valía la pena era compartir con ustedes aquello que el mundo me enseña cada día. Las luchas, los dolores, las esperanzas de esas otras mujeres de las que aprendo cada día.

1.
Espacios vacíos. Objetos abandonados. Blanco y negro en algún cuerpo que apenas alcanza a distinguirse sobre la tierra. Ropa tirada. Polvo. Tierra reseca. Soledad y más soledad.
Cada imagen es un golpe en la boca del estómago. Un golpe a la conciencia. Ganas de gritar. De llorar. De abrazarlas. El horror de la violencia hacia las mujeres condensado en unas pocas fotografías. Las tomaron ellas mismas. Las mujeres golpeadas, las mujeres violadas. Las que lograron salir con vida.
Alguien pensó que una cámara fotográfica podría ser un buen instrumento de reconstitución del espacio íntimo, de la autoestima. Un modo de recuperar el propio rostro ante el espejo, la propia piel, la mirada. Un camino para recuperar la dignidad.
Y nació así un taller de fotografía que invitaba a las mujeres a hablar por medio de las imágenes. Porque a veces las palabras huyen ante tanto dolor y no hay modo de decir lo que se siente. No hay palabras para la impotencia, la furia, la tristeza. No hay palabras para la ignominia.
El proyecto podía haberse realizado en cualquiera de los estados de nuestro país. Poco importa dónde. La violencia es la misma en prácticamente todo el territorio nacional.
Las sobrevivientes tomaron una cámara en sus manos y nos cuentan una historia. Su historia.
¿Son imágenes de la frontera norte donde las mujeres mueren a manos del desprecio, del machismo protegido por leyes no escritas? ¿O quizás de la frontera sur donde las mexicanas y las migrantes son objeto de brutales persecuciones y crímenes?
Las sobrevivientes tuvieron una cámara en sus manos. Se llaman Gabriela, o Laura, o Noemí. Vemos espacios vacíos. Objetos abandonados. Blanco y negro en algún cuerpo que apenas alcanza a distinguirse sobre la tierra. Ropa tirada. Polvo. Tierra reseca. Soledad y más soledad.

2.
Rosario ha perdido ya varios embarazos. Por la mala alimentación, le han dicho en la clínica a la que llega después de varias horas de caminata. Por el trabajo duro. Ella ve que su hermana, su cuñada, sus primas, sus amigas, trabajan tan duro como ella, se alimentan con las mismas tortillas y los mismos frijoles. Por eso se cuida tanto esta vez. Manuel es bueno con ella. La ayuda a cargar las cubetas de agua. Se lleva desde temprano la comida a la milpa. Ella se queda en la casa cuidando las gallinas, cuidando el cochino. Hasta le da tiempo de tejer un rato la chambrita verde agua que empezó el jueves. Esta vez sí verá nacer a su hijo. Está segura. Ese día su madre pasa por ella. “Vente Chayo, vamos a misa. Hay que pedir por el bebé. Mi comadre Matilde ya está allá”. Es 22 de diciembre de 1997. ¿Cómo imaginar entonces que la pequeña iglesia será asaltada por los paramilitares? ¿Cómo imaginar que Rosario y su madre serán asesinadas juntos a otras cuarenta y tres personas? En la iglesia. Mientras rezan.
Los habitantes de Acteal pasan la más triste de sus navidades.
Alguien dice al despedir los cuerpos: “Ellos, nuestros padres y madres, harán que se cumpla el sueño de la justicia. Su sangre regará nuestro suelo, nuestra milpa, nuestra casa, para que la paz amanezca y brille la justicia”.

3.
“Esa tarde, Paloma salió muy guapa a la escuela. Pero ya no regresó. Tenía la ilusión de estudiar, de ser alguien. Su desaparición me cambió la vida.”, dice Norma Ledezma, coordinadora del grupo Justicia para Nuestras Hijas.
La madre de Yesenia llora ante la cámara. A la de Claudia se le quiebra la voz. Julieta. Gloria. Irene. Silvia. Miriam. Son los nombres de algunas de los cientos de mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Las madres piden justicia.   “Nuestras hijas de regreso a casa”, “Mujeres de Juárez”, “Ni una más”, son los nombres de algunos de los grupos que luchan contra el brutal feminicidio. Hay películas, libros, canciones, poemas, obras de teatro. ¿Y justicia?
Escribe Marisela Ortiz, fundadora de “Nuestras hijas…”, “En Ciudad Juárez desaparecen mujeres y no se vuelve a saber más de ellas, a menos que sus raptores decidan hacer aparecer sus cuerpos sin vida y con evidencias claras de haber sido brutalmente torturadas y asesinadas, violadas de manera  tumultuaria y arrancadas partes de su cuerpo o quemadas. Es un dolor terrible para esta sociedad. ¿No hay nada que mueva a quienes pueden hacer algo al respecto?”
Ser mujer en Ciudad Juárez es más peligroso que en otro lugares del país. Allí la violencia deja su marca, desde hace años, sobre los cuerpos femeninos. Cuerpos desechables, cuerpos prescindibles en el aparato productivo, cuerpos borrables del imaginario social, cuerpos disponibles para los “más hombres”. ¿Qué es finalmente una mujer? ¿Qué es una mujer si además es pobre? ¿Qué es sino un territorio para que el poder disponga de él a su antojo?
Los crímenes siguen sin aclararse. Y como la impunidad genera más impunidad, continúan apareciendo cadáveres. La misoginia llevada al más aterrador nivel de crueldad sigue alimentándose de cuerpos de mujeres de la frontera. ¿Cómo entender el horror de una sociedad que escribe la violencia, la intolerancia, la prepotencia en los cuerpos de sus mujeres?
Pero ese horror, lo sabemos, no reina sólo en Juárez. Los datos de nuestro país son aberrantes. Vergonzosos. Dolorosos. El Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio señaló que entre 2009 y 2010 hubo un total de 1,728 homicidios dolosos de mujeres en 18 estados de México. El 53 por ciento de las agresiones corresponden a mujeres de entre 21 y 40 años de edad, el 57 por ciento de los cuerpos fueron encontrados en la vía pública y el 60 por ciento tenía severas marcas de violencia. Asesinadas por el solo hecho de ser mujeres. ¿Dónde? ¿En Chihuahua? ¿En el Estado de México? ¿En Oaxaca? ¿En Guerrero? ¿En Tamaulipas? El territorio del machismo y la impunidad es vasto. Oscuro.
¿Quiénes eran? ¿Niñas? ¿Adolescentes? ¿Campesinas? ¿Obreras? ¿Maestras? ¿Periodistas? ¿Trabajaban en la maquila? ¿En la milpa? ¿Tenían hijos? ¿Tenían sueños?  Una lista de nombres es una estadística. Un nombre es un dolor; una tristeza clavada para siempre en el alma.
Yo, como Anna Ajmátova en su desgarrador poema “Réquiem”, quisiera nombrarlas a todas: Paloma. Yesenia. Julieta. Gloria. Irene. Silvia. Claudia. Miriam. Patricia. Adriana. Teresa. Brenda. Todas son nuestras muertas.

4.
“Decidí que tenía que tratar de llegar a Estados Unidos cuando vi que no tenía ni para comprarles a mis hijos lo que necesitan para la escuela. Quiero que ellos tengan lo que yo no pude tener”, dice una mujer hondureña en el documental “Los invisibles”, de Marc Silver y Gael García Bernal, y continúa: “Lo que más miedo nos da son los secuestros, porque no tenemos dinero para pagar el rescate”.
El “sueño americano” vuelto pesadilla en la frontera sur de nuestro país: extorsiones, asaltos, violaciones. Se calcula que 6 de cada 10 mujeres son abusadas sexualmente en su viaje al norte. Como Dalila, de El Salvador, que tiene sólo 17 años, violada delante de sus compañeros de viaje.
Mariela es una muy joven psicóloga que trabaja como voluntaria en uno de los albergues de migrantes. “Es muy difícil este trabajo – dice -. No hay día que no sienta ese dolor, ese malestar. A una jovencita hondureña, embarazada de dos meses, y que viene con su pareja, la violaron tres hombres en el basurero. Muchas de las migrantes se inyectan una solución anticonceptiva antes de salir de sus países, porque saben lo que les espera en el camino”.
Dicen que la frontera es violenta. Lo es más si se es pobre, lo es más si se es mujer. La Casa del Migrante de San Marcos (Guatemala) calcula que diariamente llegan a la zona fronteriza unos 400 indocumentados centroamericanos y que de ellos el 40 por ciento son mujeres. Las redes de trata de personas son otro de los riesgos que enfrentan. La Coalición Contra el Tráfico de Mujeres y Niñas para América Latina y el Caribe (CATWLAC, por sus siglas en inglés) reporta que la trata afecta a 6 de cada 10 mujeres en su paso por México.
El tráfico de personas es el segundo negocio más rentable del mundo. Superado por el narcotráfico y seguido por la prostitución, la pornografía y el tráfico de armas. De las mujeres que sobreviven al peligroso cruce de la frontera y a la violencia de los polleros, y de las autoridades estatales, federales y municipales, la mayor parte suele quedar atrapada en los alrededor de mil bares, centros nocturnos y prostíbulos que han proliferado en esta zona, a uno y otro lado de la frontera. Ahí, la principal “empresa” es la explotación sexual de las migrantes; incluidas niñas de diez y doce años.
El feminicidio se ha convertido en una práctica regular, constante y tolerada – e incluso propiciada y avalada – por las autoridades pertinentes. Los cuerpos de mujeres tienen cada vez menos valor en nuestro país. En esta madre tierra, “matria” cruel manchada por la sangre de sus hijas.

5.
“Pregunta el reportero, con la sagacidad
que le da la destreza de su oficio:
- ¿Por qué y para qué escribe?

- Pero, señor, es obvio. Porque alguien
(cuando yo era pequeña)
dijo que gente como yo no existe.
Porque su cuerpo no proyecta sombra,
porque no arroja peso en la balanza,
porque su nombre es de los que se olvidan.
Y entonces... Pero no, no es tan sencillo.

Escribo porque yo, un día, adolescente,
Me incliné ante un espejo y no había nadie.
¿Se da cuenta? El vacío. Y junto a mí los otros
chorreaban importancia (...)”

Sin duda, las mujeres vivimos, trabajamos, compartimos palabras y abrazos, amamos, luchamos, escribimos, para encontrar nuestro rostro al inclinarnos ante un espejo, para proyectar sombra, para pesar en la balanza, para saber nuestro nombre, para desafiar el vacío, para conocer nuestro cuerpo, para recuperar nuestra voz. Descendientes todas de Lilith – la primera desaparecida de la historia - y de su atrevimiento. Como ella, pensamos que tenemos derecho a la palabra, derecho a nombrar, derecho al logos. Como ellas, estamos convencidas de que podemos y debemos decidir sobre nuestro propio cuerpo, sobre  nuestro placer. Como Lilith pensamos que tenemos los mismos derechos que Adán.
Pero hay quienes aún hoy, en pleno siglo XXI, quieren para las mujeres el mismo destino de Lilith: borrarlas de la historia.
Mientras no haya justicia para las mujeres asesinadas, mientras sigan siendo perseguidas, maltratadas, violadas, humilladas, dentro y fuera del hogar; mientras no puedan ser dueñas de su cuerpo, mientras ganen salarios inferiores a los de los hombres, mientras no puedan andar libremente por las calles, mientras no se les permita expresar lo que sienten, lo que piensan, la nuestra será un democracia desigual, injusta, dolorosamente incompleta.

27/2/14

El alma nace en la voz de Marian Anderson

Un día como hoy, 27 de febrero, pero de 1897 nacía en Filadelfia una de las mayores cantantes de la historia: la excepcional contralto Marian Anderson. 
Amo lo que esta mujer es capaz de hacer con la voz. Esta pieza de "La pasión según San Mateo" de Bach, que me hace llorar sin parar desde el primer acorde, me acompañó durante la escritura de la novela "Saudades". Todos los días. Porque hay gente, palabras, voces, melodías que nos dicen justamente aquello que estamos necesitando en ese momento. 
















Marian Anderson fue la primera cantante lírica de color, y una luchadora por los derechos de las mujeres y de los afroamericanos. Escuchen esta historia: 
"Cuando al regreso a EE.UU. (después de un viaje por Europa) en 1939 la organización Hijas de la Revolución le impidió dar un recital en el Constitution Hall de Washington reservado sólo a artistas blancos. El hecho provocó un escándalo de proporciones inesperadas. Para desagraviarla, la primera dama Eleanor Roosevelt renunció a la institución y organizó un concierto histórico en la plaza del Monumento a Lincoln que congregó a más de 75,000 espectadores.". Aquí una filmación hecha en ese concierto:
















En mi propia vida se volvió un personaje tan importante que Mariana mi hija siempre cuenta que su nombre se lo debe a Marian Anderson. Y, sin duda, así es.

No sé ustedes, pero yo dedicaré esta noche a disfrutar esta voz de ángel, y a llorar mientras la disfruto. Sencillamente porque no puedo evitarlo, porque me llega allí donde nacen todas las lágrimas, las de felicidad y las otras. 
Tal vez ahí, justamente ahí, esté el alma.


24/2/14

Feliz día de la bandera o cómo sobrevivir siendo una nerd


Sí, para qué ocultarlo a esta altura de la vida: he sido siempre una nerd (creo que lo sigo siendo). Estudiaba como loquita, sacaba buenas calificaciones, me aterraba el destrampe, me aburría en las fiestas y mi lugar favorito era donde pudiera leer en paz (todavía es así). En fin: in-so-por-ta-ble. Pero, eso sí: abanderada. 
A diferencia de lo que le pasó a mi papá que por ser el más petiso de su clase no pudo desfilar en 5to año como abanderado por las calles de Trenque Lauquen, y en su lugar lo hizo un zapallo de 1.80, se ve que en mi escuela no discriminaban por la altura, así que hicieron caso omiso de que yo a los doce años apenas llegaba al metro 40, me pusieron la banda celeste y blanca (que obviamente me llegaba hasta las rodillas) y calzaron la bandera. No sé qué recuerdo más, si el orgullo que me daba ser abanderada -más bien la felicidad que me daba que mi mamá me mirara con orgullo-, o lo difícil que era subirla y bajarla de la banda. Tocan el himno: subirla. Habla la directora: bajarla. Y ahora a cantar Aurora: subirla. Los de primaria van a bailar el Pericón Nacional: bajarla. ¡Pucha digo! Cuando leí Un comunista en calzoncillos de Claudia Piñeiro recordé esos sábados o domingos en que teníamos que volver del club para que yo me pusiera el guardapolvo, los mocasines negros bien lustrados y las medias tres cuartos azules, y fuéramos al patio del colegio a congelarnos. No sé si ustedes son conscientes de que todas las fiestas patrias argentinas caen en invierno: 25 de mayo, 20 de junio, 9 de julio. Vocación por el frío tenían nuestros héroes. 
Pero yo que además de nerd siempre he sido cursi, me sentía la reencarnación de la patria. Sólo me faltaba el gorro frigio. Y sí, soy capaz de llorar cantando el himno. Sobre todo si lo toca Charly García. O viendo a los chicos de la película “La deuda interna” sacudiendo la banderita “made in China” durante el Mundial del 78. Y también soy capaz de putear a los que creen que el himno y la bandera son propiedad de  “la oligarquía”, “las fuerzas armadas”, “los fachos”. ¿Por qué tendríamos que darles el monopolio de los símbolos? Aclaro que con La Internacional también “se me pianta un lagrimón”. Lo aclaro por las dudas. Nunca falta el suspicaz, ¿verdad?

Todo esto es para contarles que mi “nerdez” y mi cursilería llegaron conmigo a México, y que para mí no hay mejor vista de esta entrañable ciudad que la que tengo cada mañana al doblar por 20 de noviembre, de camino al Claustro, y ver a lo lejos, sobre la plancha del Zócalo, la enorme bandera que allí ondea. Así que: feliz 24 de febrero para todos nosotros, los que creemos que los símbolos no tienen dueño, y si lo tienen somos nosotros: los de a pie. Buen momento para recordar la anécdota del niño criado en el exilio, que cuando sus padres regresaron a Argentina alguien le preguntó: ¿Sabés el himno? Claro, contestó, “Argentinos al grito de guerra…”.  

21/2/14

Decir "Te amo"


En el Día Internacional de la Lengua Materna, celebremos que México, con 68 lenguas originarias y 364 variantes,  es uno de los 10 países más ricos en diversidad lingüística.

Pero, cuidado, porque muchas de estas lenguas se encuentran en riesgo de desaparición. Y cuando muere una lengua, muere un mundo: un modo de mirar el universo, de arrullar a los hijos, de decir "te amo":


 ni mitz tlazohtla (náhuatl)
 in k’aatech (maya)
 io kuniuchu (mixteco)
 nadxieelii, xamigua (zapoteco)
 'naana 'nO (chinanteco)
 ntsëj kypts mejts (mixe)
 ni endë´k (chichimeco jonás)


19/2/14

Travesía nocturna 2: André Gide

En el aniversario de la muerte de André Gide, comparto con ustedes este estupendo documental, y un enlace a Los monederos falsos 
http://www.bahiamasotta.com.ar/textos/2c17.pdf
¡Genial!



Dos joyas filmadas por mujeres

 En los días en que estuve a media máquina vi dos joyas filmadas por mujeres:  - "Atlantics", película franco senegalesa de Mati D...