24/5/13

Amado Nervo: de Sor Juana a los boleros

Les cuento que hace exactamente 5 años, en mayo de 2008, fui invitada a dar la conferencia inaugural del Festival Internacional “Amado Nervo”, en Tepic, Nayarit. 
Comparto con ustedes lo que leí en ese momento. Ojalá les guste.




1. Nacimiento de una pasión
El 24 de mayo de 1919 moría Amado Nervo, en Montevideo, donde se desempeñaba como Ministro Plenipotenciario del gobierno de México. Tenía 49 años; había nacido en 1870 en esta maravillosa ciudad de Tepic. Tenía 49 años y una amplia y rica carrera a sus espaldas; 49 años y algo que no sabemos si alcanzó a percibir en su plenitud: la devoción del público. No sólo de los lectores mexicanos sino de los de la América hispánica toda. Uruguay decretó día de duelo nacional por la muerte del poeta, y su féretro, cubierto por las banderas de todos los países del continente, se hizo a la mar en un barco que fue deteniéndose en uno y otro puerto a lo largo del camino para que quienes amaban sus literatura pudieran despedirlo. Una multitud esperaba el cuerpo en el puerto de Veracruz para acompañarlo a la capital del país. Dicen que más de 300 mil personas le dieron “el último adiós” – para usar una metáfora que nació con el modernismo -. Un espectáculo único, una manifestación del peso que alcanzó su literatura que no volvió a repetirse nunca más en nuestra historia. La poesía logró con el creador nayarita lo que sólo se asemejaría décadas después con el apoyo de los medios. Y digo que no sabemos si alcanzó a percibir Amado Nervo el alcance de si figura, porque algunos años antes había escrito un texto desesperanzado: 
“… ¿Quién considera, quién comprende en México al literato? Nadie. Júzgasele aplicándole prejuicios de la época de Maricastaña; cúrese de él la gente como de un animal raro, créese destituido de valor su trabajo, y hay quien sostenga, sin temor de Dios, que es un holgazán, pues que la tarea intelectual, esa tarea ingrata, agotadora de mil energías y, ¿por qué no decirlo?, sublime y redentora, no es, según el común criterio, un trabajo propiamente dicho: es algo inútil y aun nocivo.” (En “Los poetas mexicanos y el pueblo”, 27 de junio de 1896).

La muerte que, como la búsqueda de la felicidad y el amor, habían estado tan presentes en su poesía, construye el último gran gesto del poeta convirtiendo en algo público el más íntimo de los instantes. De alguna manera la apoteosis de la despedida puede verse como el complemento que la vida le regala en respuesta a esa poema que hasta hace pocos años todos los mexicanos sabían de memoria (seguramente en Nayarit y en esta sala lo siguen sabiendo); me refiero, como habrán podido adivinar, a “En paz”. (Si uno pone en el buscador de Google “Amado Nervo, En Paz”, aparecen ¡¡¡208,000 entradas!!!). 
Permítanme que lo lea, repitiendo ese gesto usual en la época: le lectura en voz alta; y si quieren pueden sumarse y lo decimos juntos:
Muy cerca de mi ocaso,
yo te bendigo, vida
porque nunca me diste
ni esperanza fallida
ni trabajo injusto,
ni pena inmerecida. 
Porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino
que si extraje la hiel o la miel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel, o mieles sabrosas. 
Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno,
mas tu no me dijiste que mayo fuese eterno
halle sin duda largas las noches de mis penas,
mas tu no prometiste tan solo noches buenas. 
En cambio tuve algunas
santamente serenas 
¡Amé, fui amado, el sol acarició mi faz!
¡Vida, nada me debes!
¡Vida, estamos en paz!
Qué mejor regalo para un poeta que buscaba como Nervo llegar a la sencillez absoluta después de de haber experimentado las diversas formas del modernismo, que ver sus propios versos incorporados como frases del habla popular. ¿Quién no ha adoptado como propias algunas de sus imágenes? Esto es lo que sucede, como bien señala Carlos Monsiváis, con frases como “el arquitecto de mi propio destino”.
El camino de la sencillez es alimentado entre otras cosas por la reivindicación de su origen provinciano, como en el caso de López Velarde y su “Suave Patria”. Hay maravillosas páginas de Nervo hablando de la ciudad de su infancia, de ese “paraíso perdido”, “Pueblo feliz”, de juegos en la plaza, de vida familiar, de rezos murmurados que marcaban las horas del día. “El agua al amanecer… Las noches eran profundas. En las épocas de agua, los cocuyos iluminaban con sus alas de oro y verde.”
 Y él mismo escribe: “Al abandonar ese Tepic, junto con la muerte de mi padre, terminó la niñez y con ello, una etapa de la vida y de la ciudad donde nací.”

Esta sencillez, este despojamiento convertido en poética, se ve enriquecido también por su acercamiento a ciertas filosofías orientales, es especial al budismo. Recordemos la primera estrofa del poema “Renunciación”: “Oh Siddharta Gautama, tú tenías razón: / las angustias nos vienen del deseo; el edén / consiste en no anhelar, en la renunciación / completa, irrevocable, de toda posesión; / quien no desea nada, dondequiera está bien.” (En Serenidad, 1914)
Entre la pasión y el equilibrio, entre “el cielo y la tierra”, “entre el erotismo y la fe religiosa: ‘mi afán entre dos aguijones – escribió el propio Nervo -: alma y carne”
, creó una obra literaria que es, como lo subraya Monsiváis, la expresión de la sensibilidad de una época; el amor como “la justificación de la vida”
 y la amistad, la sinceridad y el catolicismo o, en todo caso, la fe en la trascendencia, como los pilares de toda creación. La poesía es la nueva religión y el poeta un elegido:
Si mis rimas fuesen bellas,
Enorgullecerme de ellas
No está bien,
Pues nunca mías han sido
En realidad: al oído
Me las dicta… ¡no sé quién!
Yo no soy más que el acento
Del arpa que hiere el viento veloz, 
Yo no soy más que el eco débil,
Ya jubiloso, ya flébil,
De una voz… (de Serenidad)

2. A las mujeres de mi país y de mi raza…
El único ensayo crítico extenso que realizó Amado Nervo fue Juana de Asbaje, escrito para el Centenario de la Celebración de la Independencia, en 1910, y en el cual recupera la figura de la monja jerónima, hoy tan estudiada y admirada, pero tan olvidada e incluso rechazada durante los siglos XVIII y XIX. 
No olvidemos que el modernismo es un movimiento que surge en Hispanoamérica como búsqueda, entre otras cosas, de la independencia estética de España que aún no habíamos alcanzado a pesar de haber alcanzado ya la independencia política. La mirada de nuestros escritores abandona entonces la península Ibérica y se dirige a la cultura propia, tanto como a Francia donde parnasianos y simbolistas les proporcionan los elementos que, combinados con las realidades nacionales y continentales, dieron origen al primer movimiento literario nacido en estas tierras. Es desde aquí, desde América, que irradiará al resto del mundo. Se trata de un movimiento complejo, que cubre distintas etapas con características diversas, lo que difícilmente podríamos resumir en unas pocas líneas.
“No hay modernismo sino modernismos – escribe José Emilio Pacheco - : los de cada poeta importante que comienza a escribir en lengua española entre 1880 y 1910. (…) Al ser la negación de cada escuela, al exigir a cada poeta el hallazgo de su individualidad, el modernismo es un círculo cuyo centro está en todas partes y su circunferencia en ninguna. (…) Es una voluntad de situarse en el ahora, de encontrar el estilo de la época.” Y continúa Pacheco: “En 1695 los Siglos de Oro llegaron a su fin al morir Sor Juana Inés de la Cruz. Fueron necesarios doscientos años para que las letras españolas recuperaran su lugar. Esta empresa tuvo su origen en la periferia y no en el centro. Empezó por un afán de independencia cultural que siguiera a la autonomía política y terminó en un movimiento que se vio como hispanoamericano primero y en seguida dentro de la perspectiva general del idioma.”

Sin duda, la búsqueda del fortalecimiento de la identidad nacional en primer término, y luego de la continental son objetivos que muchos de las obras modernistas nos permiten ver. En esta búsqueda, el trabajo sobre el idioma – la experimentación con formas y ritmos poéticos tomados de otras lenguas, la exploración de nuevas imágenes y metáforas, etc. – va de la mano con los viajes, reales e imaginarios, a países remotos y, a la vez, con el redescubrimiento de la riqueza de las culturas nacionales. En este último sentido es que cobra tanto valor la recuperación que hace Amado Nervo de la figura de Juana de Asbaje.
La obra, cuyo título sin duda “saca” a la monja del convento, comienza con la siguiente frase: “Dedico este libro a las mujeres todas de mi país y de mi raza.”.  Y como primer párrafo dice: “Ahora que nos acercamos a la celebración del Centenario de nuestra Independencia, está bien que pensemos en todos aquellos con su mentalidad ingente ayudaron a formar el alma de la Patria e hicieron que se destacara poco a poco la individualidad de la misma.”

Hoy, cuando estamos iniciando los festejos por el Bicentenario, no estaría de más tener presente esta propuesta, ¿verdad? 
En este libro, el personaje, Juana, tiene, como el propio Nervo, orígenes provincianos – había nacido en Nepantla – y amor por la palabra. 
“Yo no quiero olvidar jamás cierta noche de miércoles santo, en que, yendo para Cuautla, una avería de la locomotora nos obligó a quedarnos tres horas en Nepantla. La transparencia de la atmósfera, extraordinaria, daba a los astros la ilusión de una proximidad emocionante. Una placidez de tonalidad admirable reinaba en el paisaje. Largo rato vagué por entre las casas humildes y por los campos anegados de luna, repitiendo con no sé qué íntimo deleite: ¡Aquí nació Sor Juana! ¡Aquí nació Sor Juana! (…) ¿Cuáles de aquellas paredes blancas cobijaron los primeros años de la adorable niña?”

Como él, la joven debe abandonar su hogar para ir a la ciudad y poder desarrollar entonces su verdadera vocación poética. Como él se debatirá entre la religión y la creación. Sin duda, la Inquisición y su género harán que para Sor Juana esta tensión sea muchísimo más problemática que dos siglos después para el tepiscense. De hecho, sabemos que los principales conflictos que tuvo la jerónima durante su vida se debieron a la presión que ejerció la Iglesia para hacerla abandonar el camino del conocimiento; camino que había emprendido desde que, a los tres años, acompañó a escondidas a su hermana mayor a la escuela y aprendió a escribir, para enorme sorpresa de su madre. La Iglesia rígida e intolerante de nuestro barroco intentará más de una vez obligarla al silencio. Amado Nervo, rompiendo una tradición de desprestigio que la crítica del siglo XVIII había tejido alrededor de la compleja y sin dudas excepcional obra de Sor Juana, la convierte en el centro de sus reflexiones con motivo, como les decía, de los cien años de nuestra independencia. La riqueza cultural es aquello que le da fuerza a nuestro país, parece ser uno de los mensajes que el poeta pretende transmitir. Saberse heredero de una rica tradición literaria fortalece también su propio trabajo y su figura en el imaginario nacional. Si bien siempre los poetas tienen algo de rara avis (no olvidemos que una de las obras de Rubén Darío se llama precisamente “Los raros”),  esta “rareza” encuentra afinidades en la propia historia. Sor Juana es, sin duda para Nervo, una de estas “afinidades electivas”, para utilizar la frase de una obra de Goethe. El siglo XX, en especial su segunda mitad, se caracteriza por el estudio riguroso y rico de la obra de la jerónima; los sorjuanistas forman una élite académica devotamente estudiosa de su obra. Pienso en los trabajos de Margo Glantz, de Antonio Alatorre, de Georgina Sabat de Rivers, de Antonio Rubial, entre otros. Y, por supuesto, en la hermosa biografía intelectual que es a la vez análisis sociológico, histórico y poético de Octavio Paz, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. Si alguien quiere acercarse a Sor Juana le recomiendo que lo haga a través del libro de Paz; obra mayor que resulta amena y rigurosa a la vez. Nuevamente un poeta hablando de un poeta (¿de una poetisa?). Decía que el siglo XX se caracteriza por el surgimiento de los estudios sobre Sor Juana, pero también por el afán de ciertos sectores por apresarla en una imagen rígida y “domesticada”, por decirlo de alguna manera; se limita así su obra al soneto “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón”, o a la efigie de los billetes de 200 pesos. Uno de los espíritus más libres de nuestra historia queda de este modo reducido a su mínima expresión. Es necesario recuperar el afán de libertad que caracterizó a Juana Inés, su ansia de saber por encima de todo lo demás. Su búsqueda de respuestas a través del estudio y la observación. Su decisión de dedicarle la vida a las letras, al conocimiento. Su fortaleza para defender sus puntos de vista y sus derechos más allá de las presiones de los cerrados y convencionales espíritus confesionales. Amado Nervo hace especial énfasis en este ansia de libertad de nuestra Décima Musa, siguiendo los diversos pasos que la llevaron a acercarse al estudio y a la creación, desde las escapadas a la escuela, como lo comenté líneas anteriores, hasta los ruegos a su madre para que le permitiera asistir a la universidad aunque fuera vestida de hombre, pasando por el “examen” que le organiza el Virrey con los principales sabios del reino y en el cual Juana Inés demuestra tener una cultura y unos conocimientos nunca antes vistos en una jovencita de diecisieta años, su vida en el convento, las “llamadas de atención” de la Iglesia a raíz de sus posturas acerca de la principal fineza de Cristo (tema de discusión teológica muy importante en nuestro barroco novohispano), su amor por la ciencia, por los instrumentos astronómicos y musicales, etc. etc. El acercamiento que hace a Sor Juana está teñido por la admiración, el amor y el reconocimiento. Por primera vez después de la oscuridad en que cayó la obra de la poetisa, posterior al impresionante éxito que tuviera en vida. No olvidemos que gracias a María Luisa Manrique de Lara, Condesa de Paredes, esposa del Virrey y primera protectora de Sor Juana, se publican sus textos en España y causan sensación. Que la primera edición de las obras de la monja, la Inundación Castálida, se hiciera en 1689 en la capital del reino y no en la Nueva España, habla del reconocimiento con el que contaba ya en España y Portugal, incluso antes de la publicación del libro. Abre este libro con un soneto dedicado a su protectora que dice así: 

A la excelentísima señora condesa de Paredes, marquesa de la Laguna, enviándole estos papeles que su excelencia la pidió y pudo recoger soror Juana de muchas manos en que estaban, no menos divididos que escondidos como tesoro, con otros que no cupo en el tiempo buscarlos ni copiarlos 

   El hijo que la esclava ha concebido, 




dice el derecho que le pertenece




al legítimo dueño que obedece




la esclava madre, de quien es nacido.




   El que retorna el campo agradecido,
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opimo fruto, que obediente ofrece,




es del señor, pues si fecundo crece,




se lo debe al cultivo recibido.




   Así, Lisi divina, estos borrones




que hijos del alma son, partos del pecho,
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será razón que a ti te restituya;




   y no lo impidan sus imperfecciones,




pues vienen a ser tuyos de derecho




los conceptos de un alma que es tan tuya.




Ama y señora mía, besa los pies de vuestra excelencia, 




su criada




Juana Inés de la Cruz.






Por primera vez, decía, a través del libro de Amado Nervo, Juana de Asbaje vuelve a estar presente en la cultura nacional. Es el de nuestro poeta un trabajo amoroso, de admiración por esa mujer que se refugió en el convento porque no existía para ella otro destino si lo que quería era defender su derecho al conocimiento, su derecho al logos, su derecho a la palabra. Siguiendo las diversas etapas de su vida, así como el análisis de algunas de sus obras principales, va tejiendo este “libro con alas”, como lo llama Antonio Alatorre en la reedición que se hizo del mismo en 1994
; libro que resulta al mismo tiempo la recuperación de una de las principales voces de la historia de la literatura en lengua castellana y el homenaje de un poeta a quien le antecedió en el camino. No es el propósito de estas páginas detenerme más de la cuenta en el hermoso ensayo de Nervo, pero quisiera darle un espacio – si a ustedes les parece – a las últimas páginas del libro; aquellas que llevan por título “Su muerte”. 
“En cuanto a los que por ceguera, pertinacia o emulación no habían querido confesar su grandeza, ahora que la excelsa monja se convertía, según sus propias palabras, ‘en cadáver, en polvo, en sombra, en nada…’, cómo empezaban a verla crecer, crecer más alto que los dos volcanes hopados de nieve a cuyo amparo había nacido y llenar todo el Valle y toda la Nueva España, y todo el continente, y todo el mundo con la gigantesca proyección de su sombra.”

Algo quizás llegara a imaginar nuestro poeta de su propia desaparición ¿por qué no? Algo percibido, alimentado por la pasión mística de su juventud, por la marca que la muerte había dejado en su piel desde pequeño, con la ausencia de su padre. Recordemos aquel poema juvenil que dice: 
“Morir… y estar contigo…
¡Dulce esperanza, bienhechor abrigo
Donde mi corazón halla el consuelo
Que su ventura encierra!
¿Por qué peregrinar tanto en la tierra
Si la patria del alma está en el cielo?”
Algo parece adelantar también en el cierre del homenaje a Sor Juana de los sentimientos de aquel desgarrado poema que escribiera mientras velaba el cuerpo de la mujer que fue el amor de su vida, Ana Cecilia Luisa Dailliez, la “amada inmóvil”. Los versos son el homenaje que le rinde a quien consideró "ornamento de mi soledad, alivio de mi melancolía, flora de mi heredad modesta, dignidad de mi retiro, lamparita santa y dulce de mis tinieblas". 
“En memoria de ANA
Encontrada en el camino de la vida
El 31 de agosto de 1901
Perdida — ¿para siempre?— el 7 de enero de 1912.”


3. ¡Ah, el amor!
“Oh, qué será, qué será que no tiene decencia, ni nunca tendrá, que no tiene censura, ni nunca tendrá, que no tiene sentido...”, canta el brasileño Chico Buarque y con él canta toda nuestra cultura desde hace milenios. “Oh, qué será, qué será...” y ahí están Eros y Psique,  Penélope y Ulises, Troilo y Crécida, Romeo y Julieta…
He aquí nuestra educación sentimental: desde los mitos clásicos hasta los radioteatros, desde las tragedias de Shakespeare hasta los melodramas, desde las esculturas de la antigüedad a las fascinantes imágenes que nos mandaba Hollywood, todo eso ha formado a generaciones completas de latinoamericanos. Y allí están, por supuesto, los versos, los ritmos las imágenes de nuestros poetas modernistas.
He aquí nuestra educación sentimental; ésa a la que Manuel Puig le rindió homenaje en su novela La traición de Rita Hayworth, o el cubano Cabrera Infante convirtió en catedral de la lengua en Tres tristes tigres. La que nació con nuestros pálidos románticos vernáculos – epígonos melancólicos de Verlaine pasados por la exhuberancia del trópico -. ¿Alguien pronunció la palabra kitsch? Cuando muere Agustín Lara, en noviembre de 1970, las masas se abalanzan sobre su féretro. Las muchedumbres rodeando el cuerpo de su ídolo sólo tienen un antecedente en nuestro país, el entierro de Amado Nervo. El poeta nayarita que habiendo muerto en Montevideo es recibido por más de 300 mil personas que desean acompañar sus restos a la ciudad de México. Nunca más un poeta fue recibido con el fervor y la desolación popular que de ahí en adelante estaría sólo reservada para las “estrellas” del show bussines. La poesía vuelta - más que espectáculo - pasión compartida. Kitsch nada me debes, kitsch estamos en paz.
Del amor divino al amor terreno, la poesía de Amado Nervo se construye como él mismo lo dijo “entre el cielo y la tierra”. De sus primeras pasiones místicas al descubrimiento del amor pasional, va creciendo su obra. Y esto permite que se constituya en uno de los referentes principales en la educación “sentimental” de un pueblo que está descubriéndose a sí mismo. “Ser poeta – escribe Nervo en Revisión de valores es una predestinación; es realizar a Dios en el alma; es convertirse en templo del Espíritu Santo.” Y cito a Carlos Monsiváis en su libro Amor perdido: “A las obras de Acuña, Plaza, Díaz Mirón, Gutiérrez Nájera, Juan de Dios Peza, Nervo, José Manuel Othón, el público mexicano llega – transido de respeto y memorización amorosa – para ver sintetizadas o esbozadas, o magnificadas las relaciones internas o externas de una sociedad con sus haberes espirituales.” De ahí el paso de la poesía modernista a la cultura popular, a los boleros, a las canciones sentimentales, a la memoria de los mexicanos que hoy nos parece quizás más vapuleada que nunca.
Quisiera terminar, como homenaje a Amado Nervo y a su amor al amor, con la lectura de algunos fragmentos de su poema  "GRATIA PLENA"

TODO en ella encantaba, todo en ella atraía:
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar... 
El ingenio de Francia de su boca fluía.
Era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar! 
Ingenua como el agua, diáfana como el día,
rubia y nevada como margarita sin par, 
al influjo de su alma celeste amanecía... 
Era llena de gracia, como el Avemaría; 
¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar! 
(…)
Yo gocé el privilegio de encontrarla en mi vía
dolorosa; por ella tuvo fin mi anhelar,
y cadencias arcanas halló mi poesía.
Era llena de gracia, como el Avemaría; 
¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar! 
¡Cuánto, cuánto la quise! ¡Por diez años fue mía; 
pero flores tan bellas nunca pueden durar!
¡Era llena de gracia, como el Avemaría; 
y a la Fuente de gracia, de donde procedía,
se volvió... como gota que se vuelve a la mar! 


Muchas gracias.




  


22/5/13

No nos une el amor sino el espanto...



Buenos Aires

Y la ciudad ahora es como un plano
De mis humillaciones y fracasos;
Desde esta puerta he visto los ocasos
Y ante este mármol he aguardado en vano.

Aquí el incierto ayer y el hoy distinto
Me han deparado los comunes casos
De toda suerte humana, aquí mis pasos
Urden su incalculable laberinto.

Aquí la tarde cenicienta espera
El fruto que le debe la mañana;
Aquí mi sombra en la no menos vana

Sombra final se perderá, ligera.
No nos une el amor sino el espanto;
Será por eso que la quiero tanto.

Jorge Luis Borges

20/5/13

Guatemala con Alaíde en el recuerdo


Ante el horror de la anulación de la sentencia a Ríos Montt, quiero pensar en la Guatemala que amó Alaíde Foppa y en la fuerza de su poesía.


Oscuro canto

Oscuro canto
que brota
de la honda esperanza
rota,
y del retorno
al círculo cerrado.
Peso escondido
como hijo sin nacer
en el vientre profundo,
apretado nudo
en el lugar del corazón.

Ay, tampoco suena
ni sube
el nocturno canto
hacia el cielo lejano.
Es una voz sorda
que se ahoga en la garganta,
es un grito callado.
Y si sube,
no es un vuelo
en la noche muda,
es sólo una nube de humo
que se pierde en la sombra.


Propiciatoria

Lenta y plácida
sea la vida que corre por mis venas,
largos sueños y dulces despertares
me asistan,
escuchen mis oídos voces quedas,
mientras crece en secreto
la criatura.
¡Ay, que el llanto no empañe mi pupila!
Que por furtivo anhelo
no tiemblen mis pestañas,
ni perturbantes fantasmas me llamen,
mientras vive en mi seno
la criatura.
¿Cómo puedo estar triste
si la rama florece?
No empañe su mirada,
antes que se abra,
el velo de mis lágrimas.
El alma no me pertenece.
Mañana,
desprendida de mí
la criatura,
irá libre y ligero
mi imprudente paso,
y sin temores,
podré dejarme lastimar de nuevo.
Pero hoy, Señor,
aparta de mi lado
las cosas que me hieren:
tiende un camino de arena fina
bajo mi pie cansado,
defiende mi soledad tranquila
y pon sobre mi frente
una corona matinal
de pensamientos claros.


Señor, estamos solos...

Señor, estamos solos,
Yo, frente a Ti:
Diálogo imposible
Grave es tu presencia
Para mi solitario amor.
Escucho tu llamada
Y no sé responderte.
Vive sin eco y sin destino
El amor que sembraste:
Sepultada semilla
Que no encuentra el camino
Hacia la luz del día.
En mi pecho encendiste
Una llama sombría
¿Por qué señor,
no me consumes entera,
si no hay para tu amor
otra respuesta
que mi callada espera?


Un día

Este cielo nublado
de tempestad oculta
y lluvia presentida
me pesa;
este aire denso y quieto,
que ni siquiera mueve
la hoja leve
del jazmín florecido,
me ahoga;
esta espera
de algo que no llega
me cansa.
Quisiera estar lejos,
donde nadie
me conociera:
nueva
como la yerba fresca,
ligera,
sin el peso
de los días muertos
y libre
ir por caminos ignorados
hacia un cielo abierto.

15/5/13

¡Feliz día!

¡Feliz día!


La herencia es una cosa curiosa, sin duda; pero yo tengo claro que fue mi abuela – maestra en un pueblo de la pampa – quien me heredó las ganas de ser maestra, el amor por la tiza, el pizarrón y el salón de clases, y la convicción de que se puede hacer algo por los demás desde esa trinchera.  Desde todas las trincheras, institucionales y no. Será por eso que empecé a dar clases hace más de 30 años, y que un aula es el único espacio en el que me siento verdaderamente en casa.
Ella me enseñó a leer y a escribir cuando yo tenía 5 años recién cumplidos y acaba de fracturarme la muñeca izquierda. Como tenía más ganas de aprender a escribir que de esperar a que me quitaran el yeso preferí abandonar mi ya declarada zurdez (¿se dice así?) y empecé a tomar el lápiz con la derecha. La zurdez se me pasó, la tosudez, como bien lo saben muchos de ustedes, nunca. 
Lo que comenzó ahí no fue solamente una intensísima relación abuela-nieta sino un amor absoluto por la figura y el trabajo de las maestras. Tanto que puedo recordar los nombres y apellidos, el color de tinta que usaban y - si me esfuerzo un poco - hasta la voz, de todas mis maestras desde el jardín de infantes hasta el último día del doctorado. 
Tengo que confesar que muchos, muchísimos de ellos contribuyeron a reforzar la herencia de mi abuela: la señorita Lidia en primer grado, la señorita Beatriz en tercero, Gloria en quinto, Ludueña y Gigena en secundaria, Luz Fernández Gordillo al llegar a México, Raquel Bárcena en la Nacional de Educadoras, Luis Rius, María Luisa Capella, Angelina Muñiz, Snamari Gomís, Federico Álvarez y tantos otros en la Facultad... 
También suelo recordar a la mayor parte de mis alumnos. Tengo pésima memoria para casi todo, pero no para lo que sucede en el salón de clases.
Es cierto, quise ser Makarenko, y después Paulo Freire, y todavía lloro con todos los libros y todas las películas que muestran el milagroso vínculo maestro-alumno. Soy cursi y de lágrima fácil. ¿Qué le vamos a hacer?
Hoy sigo pensando que allí, entre los chicos (y los grandes), intentando analizar juntos una metáfora, o disfrutando de la lectura de un cuento, o discutiendo sobre una hecho histórico, o intentando desentrañar una fórmula matemática, o memorizando la tabla del 9, o los nombres de los faraones egipcios, o imaginando travesías por los ríos de África, o simplemente aspirando el olor a madera, a tinta fresca, a cuadernos, a ganas de escuchar y de aprender, de dialogar y de compartir, de este lado y de aquel, de aquel lado y de éste, que hay siempre que más de dos se juntan para seguir jugando a la escuelita - finalmente siempre es un juego -, como cuando éramos chicos, allí - decía - está uno de los más entrañables y apasionantes regalos de la vida.
Por eso quiero empezar el día dándoles las gracias - de verdad, de verdad - a quienes me contagiaron este amor y este entusiasmo, y a quienes me han permitido que yo intente transmitirles un poquito de todo esto.
Y sí: sigo pensando que la tiza y el pizarrón son uno de los mejores inventos de la tecnología. 
¡Feliz día!

11/5/13

Patti Smith (y nosotros) anoche


¿Qué les puedo contar del concierto de anoche? Patti Smith es un portento: cantó, bailó, saltó, tocó la guitarra y tuvo al público encantado durante casi dos horas. Más allá de que el personaje me resulta fascinante, con esa androginia casi militante, con su amor por la poesía, con el dolor de los duelos y el espíritu feroz de quien persigue lo que desea desde el principio de los tiempos; más allá de eso, como me pasa con casi todo en la vida, el concierto de anoche valió la pena por quienes estaban conmigo.

Mi infancia es argentina, pero mi adolescencia es totalmente mexicana. Esa adolescencia mexicana de la que ya he escrito en otras ocasiones, y en la que aprendí a conocer esta ciudad “enorme, gris, monstruosa”, como escribió José Emilio Pacheco, y a enamorarme de una cultura cuyas raíces son tan antiguas y profundas que me daba vértigo (y que aún me lo da). Era una época en que viajábamos en “delfín” y en “ballena” sobre las avenidas Revolución e Insurgentes (¡vaya nombrecitos para alguien que venía de un régimen que había prohibido libros sólo por tener esas palabras en el título - como la Historia de la Revolución Mexicana de Jesús Silva Herzog, por ejemplo; un clásico del Fondo de Cultura), tomábamos café en el Alden de Parroquia, atravesábamos el mercado de Mixcoac para llegar al colegio, fumábamos Delicados (los más valientes, sin filtro) y mirábamos el mejor cine en el CUC (todavía tengo nostalgia de un lugar como ése: vimos todo Bergman, todo Fellini, todo Kurosawa; nos enamoramos de la pequeña Ana Torrent en “Cría cuervos”, y de Marcello y Sophia en “Una giornata particolare”). 
Me acuerdo. No me acuerdo. Así comienza Las batallas en el desierto. Me acuerdo que nosotros, los que habíamos nacido en 1960, 61, 62, fuimos adolescentes de talleres literarios, de rock progresivo y peña folklórica. “Todo mezclado. Todo mezclado”, como había escrito Nicolás Guillén. Estábamos convencidos de que “El pueblo unido jamás será vencido...” y de cambiaríamos el mundo. Así. Sin más. Hablábamos y hablábamos y hablábamos. Un poco de todo: quiénes éramos, qué queríamos, qué había que leer, que escuchar, que conocer. Los viernes y sábados buscábamos fiestas. Recuerdo en especial una de esas fiestas, no sé bien por qué. Era en casa de los Serrano, y en un tocadiscos sonaba una y otra vez “Horses” a todo volumen. Bailamos durante horas al ritmo de la voz un tanto afónica y hoy entrañable de Patti Smith. 
Dos de los amigos queridísimos que bailaban conmigo aquella noche, también estaban anoche y los tiempos se me juntaban en un palimpsesto hecho de memorias y olvidos. Fuimos de pronto los adolescentes de los 70 mirados con ternura y una pizca de dolor por estos cincuentones que hoy somos.

9/5/13

Allá por 1977, la poesía y Carlos Illescas

En 1977 o 78, cuando hacía poco tiempo que había llegado a México y era una adolescente un poco destanteada e insegura, para la cual la poesía se había convertido en una forma de conectar con la realidad, alguien me recomendó que fuera a los talleres que se impartían en Promoción Nacional del INBA.

Yo vivía en las Torres de Mixcoac, así que tomé un par de camiones, me bajé en la glorieta del metro Insurgentes, y caminé hasta la calle Dinamrca en la colonia Juárez. Así llegué con mi fólder bajo el brazo al taller de Carlos Illescas.

Él había nacido en Guatemala el 9 de mayo de 1918 y era también un exiliado. Quizás por eso me defendió ante el ataque feroz de los otros miembros del taller, poetas ya "consagrados", que se ensañaron con mi cursilidad adolescente y "revolucionaria". Además de defenderme, dijo que mi voz le recordaba la de Marianne Anderson. ¡Imagínense! Desde se momento, no sólo lo amé para siempre sino que además me volví su fiel lectora.

Hoy, antes de que termine el día de su cumpleaños, me gustaría compartir con ustedes algunos de sus hermosos textos.


De "Llama de mí" 1984


La noche

I.  Persiste en el aire una herida
más grande que las cosas grandes.
Me busca. Me encuentra. Me abraza,
y al solazarse en la efusión,
¿lo digo?
me traspasa de ti.

II.  La media noche en alto aún gemía.
Alguien preguntó por mí
tal vez por asustarme.
Logró al punto. Ahora
produzco entre visiones pétreas
voces lejanas con remar de dientes.
Sólo deseo, amor,
creerme entre tus sombras
ese alguien que me asusta
al preguntar por ti.

III.  Alguien me disuade;
expresa su temor y me conmina.
Salto de la cama daga en mano
y busco al intruso.
No es nadie; es solamente
la telenovela del viento
en tanto un gato negro
crucifica mis ojos en los suyos.

IV.  Hundida en un sollozo
la noche desmerece.
Lambisca sombras. Me divisa en ti
como si al anunciarse traspasase,
no su materia, mis tinieblas.
negros relámpagos escuchan
cómo nombro en tu cuerpo
otra noches cubiertas de cenizas,
tan llama aún como la aurora
en donde ardimos sin mirar la luz.

V.  Rasgas la noche en muchas llagas,
una es luz yendo a su locura;
revelación de hormiga en ascua, aquélla;
más vaso irresoluto la siniestra;
y no la extrema, yo, a quien quisieras
preguntarle cómo puede
sin quejarse vivir bajo tu pie.

VI.  Bajo la sombra mi relación
de líquida ventura es imagen
a tanta torre erguida
más allá de los sentidos,
sus adivinaciones altas.
La oscuridad, sobre plagarme
me destroza y desmigaja ego a ego,
soy cuento absurdo referido
por el tonelero ciego
remedado con afán euclidiano
por un señor en cuyas manos
el pan es daño con saudade.

VII.         Soy palabra omitida
               dice la piedra; sepultada
               nadie escucha la dilatación 
               de sus rumores.
               Soy sensación, nada
               roída por la humedad
               del fondo.
               Me busco tantas veces
               entre vetas demoradas;
               menos en una:
temor de renacer.
a cuanto tú pudieras
delegarle al tiempo;
allí la piedra dice
palabras abolidas
por la luz anegada
con la sombra.


VIII.    Si no te amara,
lo que se dice huraño corazón
debelado en cucarachas,
mi madre, siempre tan cercana,
invocaría la lepra para mí.
Y mi padre, siempre en la palabra,
sin más habría de elegirme
cerdos de gruñir bubónico
como bayaderas infinitamente
lamentables para amenizar
con sus encantos,¿oyes?,
los chiqueros de mi corazón.



IX.  No me hagas caso, amor,
sin más apresta tus oídos
si te hablo en esperanza.
No me traduzcas al idioma
de asuntos abrumados de cordura:
mi persona no debe preocuparte;
salvo, dulcísima, al momento
en que tu olvido me devuelva
al fondo de la mar sin nombre
de donde no debí salir jamás.

X.  En mí la noche emprende el viaje;
opción de ser sombría rosa o canto
a viejos continentes.
Ya sus guirnaldas omitidas, habla,
es dulce río su invidencia
al tentalear la piedra de mi espíritu.
Es flor. Al caminar se halla;
es tan feliz encuentro en sombras
jinetes traza para el viaje.
Ahí el perfume a sueño, el sueño;
ahí el sabor a noche, noche en vela.
Noche, pues, será narrarte
en un perpetuo paso cómo el alba
uncida a su materia,
es rosa de tu canto.









5/5/13

Susana Thénon: poemas, boleros y más


Los invito a explorar la obra de Susana Thénon (1935-1991), una estupenda poeta argentina, contemporánea de Juana Bignozzi y de Alejandra Pizarnik.
Vale la pena leerla (y mirar este video de un poema vuelto bolero. ¡Genial! http://www.youtube.com/watch?v=x1cPxXMUKwE )



JUEGO

Despojémonos de todo aquello
seguro
que se proyecta al exterior
con trazos lentos
y definitivos.
Todos empleados en la tarea
de ser, vivir, sentir
sin otros lazos.
Y quien no atine a sofocar
su amor por lo prohibido,
reclame su derecho al dolor,
su penitencia.
Despojémonos de todo cuanto
nos conformó a imagen y semejanza
nuestra
y gustemos sabiamente para el recuerdo
el minuto absurdo y libre.

De “Edad sin tregua”, 1958.

AQUÍ

CLÁVATE, deseo,
en mi costado rabioso
y moja tus pupilas
por mi última muerte.

Aquí la sangre,
aquí el beso roto,
aquí la torpe furia de dios
medrando en mis huesos.



POEMA

Yo creo en las Noches
R.M.Rilke

AYER tarde pensé que ningún jardín justifica
el amor que se ahoga desaforadamente en mi boca
y que ninguna piedra de color, ningún juego,
ninguna tarde con más sol que de costumbre
alcanzan a formar la sílaba,
el susurro esperado como un bálsamo,
noche y noche.
Ningún significado, ningún equilibrio, nada existe
cuando el no, el adiós,
el minuto recién muerto, irreparable,
se levantan inesperadamente y enceguecen
hasta morirnos en todo el cuerpo, infinitos.
Como un hambre, como una sonrisa, pienso,
debe ser la soledad
puesto que así nos engaña y entra
y así la sorprendemos una tarde
reclinada sobre nosotros.
Como una mano, como un rincón sencillo
y umbroso
debería ser el amor
para tenerlo cerca y no desconocerlo
cada vez que nos invade la sangre.
No hay silencio ni canción que justifiquen
esta muerte lentísima,
este asesinato que nadie condena.
No hay liturgia ni fuego ni exorcismo
para detener el fracaso risible
de los idiomas que conocemos.
La verdad es que me ahogo sin pena,
por lo menos he resistido al engaño;
no participé de la fiesta suave, ni del aire cómplice,
ni de la noche a medias.
Muerdo todavía y aunque poco se puede ya,
mi sonrisa guarda un amor que asustaría a dios.


DÓNDE

“Sólo el misterio
nos hace vivir.
Sólo el misterio.”
F. García Lorca.

Bajo la teoría de la gestalt
las estadísticas anuales
el observador en el polo
los tableros de control.

Bajo el sol meteorológico
el éster nítrico del alcohol tetrahídrico
la fuerza motriz aprovechable
y el robot electrónico.

Bajo el predicado nominal
la glosemática de Hjelmslev
el catálogo de códices y documentos
la patogenia del coma hepático.

Bajo las categorías dimensionales
la suma de los ángulos interiores de un sueño
la cosmovisión del yo
los grados del amor cibernético

cómo seguir
qué ser
dónde morir

4/5/13

¡FELIZ CUMPLE, QUERIDO CARLOS!



Cumpleaños y boleros Pensando, cómo no, en Carlos Monsiváis
Sandra Lorenzano 
(publicado en la revista Nexos el 1 - 05 - 2010: 
http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=73174 )


 
 
La autora revisa el legado de un escritor que inventó una forma de mirar 
la cultura popular, la vida urbana, la sociedad de masas

Despierta, dulce amor de mi vida

Hace un par de años, el mero 4 de mayo, un grupo de amigas le llevamos “mañanitas” a Monsi por su cumpleaños. Entre la desmañanada y los abrazos sonaban las canciones sobre las que él tantas veces ha escrito: “Amor perdido”, “Cenizas”, “Fallaste corazón”… Cantamos temas de Agustín Lara, de José Alfredo, de María Grever… Allí estaban todos, con nosotras, con el maestro Monsiváis asomado a su ventana, y con la mariachi femenina Xóchitl: todo un hallazgo.
Monsiváis
Hace mucho ya, desde sus primeras obras, Carlos Monsiváis nos enseñó que la separación entre la llamada “alta cultura” y la “cultura popular”, para usar la clasificación de Adorno y la Escuela de Fráncfort, hacía poco viable el análisis de la cultura latinoamericana. Los llamados “Estudios culturales” institucionalizaron aquello que en América Latina trabajamos desde hace décadas, quizás por vivirlo en carne propia. ¿Cómo dar cuenta si no de lo mejor de nuestra literatura —pienso en Cabrera Infante, en Carpentier, en Cortázar—? ¿O de la música, de la pintura, donde lo “popular” se cuela en las formas tradicionales? ¿O a la inversa? ¿Quién no ha visto los telares oaxaqueños con diseños de Miró? ¿O no han escuchado acaso las letras de los raperos con referencias a Nietzsche, por ejemplo? (les recomiendo que se acerquen al trabajo de algunos de los colectivos de chavos artistas vinculados al Faro de Oriente, entre otros, para entender qué es hoy la cultura urbana). ¿Quién se atreve a decir que en nuestro continente la frontera que divide lo “culto” de lo “popular” (todo entre comillas) no es porosa, laxa, veleidosa, caprichosa, ella misma, como letra de bolero? Monsi nos enseñó a pensar América Latina a partir de esta complejidad, nos dio permiso para que la crítica, la reflexión, el análisis, cruzaran esa frontera una y otra vez para tratar de entender quiénes somos. Nos dio permiso para hundirnos en nuestro sillón favorito y ver —ahora en DVD— a Pedro Infante con su camiseta rayada y silbando “Amorcito corazón, yo tengo tentación…”; para dejarnos caer por Garibaldi cualquier viernes en la noche para cantar con José Alfredo, “Estoy pidiendo ya la del estribo…”, o para ir —y dejarnos aplastar, devotamente, eso sí— un 12 de diciembre a la Villa y aprender en carne propia lo que es la religión popular.

Si no podemos ver con él y con sus numerosísimos textos, intervenciones, entrevistas, participaciones, que nuestra cultura pasa también por todo esto, difícilmente podremos entender de qué se trata. Con Monsi aprendimos —“Contigo aprendí…”— que el humor, la inteligencia y la ironía son las mejores armas para sobrevivir en el mundo corrupto de políticos y funcionarios; aprendimos a mirar de otra manera la historia patria, a ser irreverentes pero comprometidos; a escuchar a los excluidos de siempre: indígenas, chavos banda, homosexuales, migrantes, mujeres…; a percibir las voces de la ciudad (de las ciudades), a recorrerla con mirada de flâneur (iba a agregar “posmoderno”, pero recordé inmediatamente la voz del propio Monsiváis diciendo “pos qué”; flâneur entonces, a secas), mirador, caminador, deambulador gozoso y agudo, elurofílico apasionado (es decir fanático de los gatos), memorioso e irredento lector de la Biblia (en la edición de Casiodoro de Reina).

Con sus libros, con sus artículos, con sus rápidas y agudísimas respuestas hemos aprendido a pensar que las sociedades, que nuestra sociedad, es cambiante, múltiple, heterogénea; a mirar el ejercicio periodístico como espacio de libertad, a la palabra como responsabilidad ética y medida de profundidad (en Shalalá, el programa de entrevistas que tienen por televisión Sabina Berman y Katia D’Artigues, esta última le preguntó: “Carlos, ¿cuál es para ti la prueba de la existencia de Dios?”. “El lenguaje, la palabra”, les respondió Monsi sin dudarlo). Nuestra libertad es, entonces, el privilegio que tenemos todos nosotros, de poder ver el mundo que Monsiváis nos descubre.

De entre todo aquello —casi infinito, o sin el casi— de lo que ha hablado, elijo hacer, como homenaje a “Las mañanitas” cantadas el domingo pasado, algunas referencias a nuestra “educación sentimental”.

Soy ridículamente cursi y me encanta serlo, Agustín Lara
La reivindicación de los sentimientos, del sueño, de las pasiones, de todo aquello que había sido dejado de lado por el culto a la razón, caracteriza al romanticismo y reaparece en la cultura popular latinoamericana a través de múltiples expresiones, todas ellas intensas, “azotadas”, melodramáticas; entre ellas, el bolero que resulta, a decir de Monsiváis, “sobredeterminado por los arquetipos y estereotipos de la pasión amorosa” (Bolero. Clave del corazón). Quizás nunca más volvió a haber una relación tan directa entre un movimiento artístico y literario y su apropiación y transformación por parte de la cultura popular.

En México, una de las figuras principales del romanticismo fue Manuel Acuña y, por supuesto, su célebre “Nocturno”, convertido en “Nocturno a Rosario” por la fuerza de la costumbre, se vuelve un referente ineludible si de antecedentes de nuestra “canción romántica” se trata. Sus versos son “la tierra firme del temperamento bolerístico de los inicios”:

Pues bien yo necesito decirte que te adoro, / Decirte que te quiero con todo el corazón, / Que es mucho lo que sufro, que es mucho lo que lloro, / Que ya no puedo tanto y al grito que te imploro, / Te imploro y hablo en nombre de mi última ilusión.

Al romanticismo lo continúa el modernismo como alimento de la sensibilidad latinoamericana de fines del siglo XIX y principios del XX. Los letristas de boleros leen por supuesto también a Rubén Darío y a Gutiérrez Nájera. Carlos Monsiváis propone que frente a la ideología dominante de “orden y progreso”, los poetas románticos y sus continuadores por la vía de la canción reivindican las grandes pasiones. “Palabra y seducción”, dice para definir al bolero la crítica literaria Iris Zavala. Lenguaje del cuerpo que recuerda a la poesía del amor cortés medieval, aunque es en la modernidad que recrea y transforma el erotismo, que tiene verdadero lugar su nacimiento. “Si en los últimos veinte años del siglo XIX se inicia el género musical propiamente dicho en la Cuba martiana (según los expertos), ésta lo lanza en las olas del mar a México, Centroamérica. A las otras islas. En viajes de ida y vuelta, como todo viaje de bienes culturales, el bolero va y vuelve lleno de palabras y verdades; siempre en movimiento con cada nueva lectura del cuerpo” (Iris Zavala, El bolero. Historia de un amor, p. 20).

Así pasa de la hermana república de Yucatán, cuya trova lo enriquece, transforma y “mexicaniza” (Ricardo Palmerín, Guty Cárdenas, Pastor Cervera, entre otros), pasa —decía— a la modernidad galopante de nuestras ciudades de la mano de Agustín Lara. Mientras la Iglesia lo condena, él hace del amor su obsesión y construye el personaje del artista bohemio, inspirado y amado por las mujeres. “…le prohíben una canción por sus líneas ‘terribles’: ‘Aunque no quieras tú, no quiera yo, ni quiera Dios’. Imposible admitir el reto a la divinidad. Hay protestas de los sectores católicos (¡cuándo no!) y la canción queda así: ‘…aunque no quieras tú / ni quiera yo, / lo quiere Dios, / hasta la eternidad / te seguirá mi amor” (C. M., Bolero, p. 16). También la Secretaría de Educación Pública decide “desterrar de las escuelas la música de Lara por ‘inmoral y degenerada’ y, sobre todo, por su(s) letra(s) obscena(s) que pervierte(n) a los niños” (Amor perdido, p. 79). Como se ve, era una educación muy progresista la de la época. Por supuesto, cualquier semejanza con nuestra propia realidad es mera coincidencia. Y, a pesar de todo, no había mexicano ni latinoamericano que se preciara que no siguiera enriqueciendo su educación sentimental con aquello que las “buenas conciencias” pretendían acallar.

Estamos en los años treinta y, como subraya Monsi, conviven ¿curiosamente? una etapa de fuerte compromiso social y la canción romántica que aleja a quienes la escuchan de la politizada realidad en que están inmersos. ¿Será este rasgo semiesquizoide una de las marcas del tan llevado y traído (y hoy casi olvidado) “ser latinoamericano”?

¿Por qué te hizo el destino pecadora / si no sabes vender tu corazón?
El culto a la vida nocturna es una de las claves de los boleros y, con ello, lo que ésta implica: bohemia, cabarets y, por supuesto, prostitutas; eso sí: como imágenes enaltecidas. “Ya que la infamia de tu ruin destino / marchitó tu admirable primavera, / haz menos escabroso tu camino, / vende caro tu amor, aventurera”.
teclas
En este homenaje a la mujer que ha caído en el pecado, no nos olvidemos del gran Flaco de Oro que, en el papel de Hipólito, le canta a la joven que habiendo sido alguna vez una inocente campesina de Chimalistac, es hoy la estrella del prostíbulo de la prostibularia ciudad. “Santa, Santa mía…”, y es su voz aguardentosa el espejo en que quisieran verse tantas y tantas mujeres; el espejo en que se buscarán durante los muchos años en que Agustín Lara musicalice al país y a sus mitos. “Santa, Santa mía...” y la protagonista de Gamboa no será redimida por el escultor Jesús F. Contreras, al que ofrece su vida como maleable barro, sino por las metáforas rimadas de uno de nuestros mayores ídolos populares. Santa y Agustín Lara comparten la devoción del público; los dos juntos, convertidos en película, son la apoteosis del gusto popular. La novela es nuestro primer best-seller y, como dice José Emilio Pacheco, será nuestro más consolidado long-seller. Fue llevada a la pantalla primero en 1918 en una versión muda; luego en 1931 se convertirá en el primer éxito de taquilla de nuestra filmografía, y fijará el modelo de uno de los mayores sucesos del cine nacional: las películas de rumberas. Aventurera, Sensualidad, Cortesana, Víctimas del pecado. Hasta Orson Welles escribió un guión basándose en la novela de Gamboa, como modo de expresarle su amor a Dolores del Río. El propósito moralizador del libro, teñido de la misoginia y moralina de su época, se vuelve imagen idealizada en las letras de los cantantes. “Virgen de medianoche / cubre tu desnudez / bajaré las estrellas / para alumbrar tus pies”, canta Daniel Santos.* Daniel Santos vuelto personaje de novela por Luis Rafael Sánchez, en un libro cuyo título —además— parodia el famosísimo de Oscar Wilde; me refiero, por supuesto, a La importancia de llamarse Daniel Santos, donde, una vez más, no hay frontera posible entre lo “culto” (¿con K?) y lo popular.

¿En qué radica el éxito de estas “mujeres de la vida”? Santa les presenta a las mujeres, que constituyen la mayor parte del público lector, “un personaje con quien se pueden identificar a distancia y con la impunidad del espectador: miren de lo que se salvaron, esto hubiera podido pasarles en caso de nacer pobres y dejarse seducir. [...] El relato ofrece a sus lectoras la experiencia que de otro modo no hubieran tenido: sepan, gracias al narrador intermediario, lo que se siente ser prostituta”. “...previene a las muchachas contra la seducción y a los jóvenes contra la prostitución” (José Emilio Pacheco, p. XIX). Durante el porfiriato, dice Carlos Monsiváis, “Los sueños de la hipocresía engendran prostitutas ideales y desvanecen la sordidez de la explotación abyecta de miles de mujeres en cuartuchos insalubres” (C. M., Amor perdido, p. 73).


De Agustín Lara a José Alfredo Jiménez la “sinceridad del mexicano” se coloca por encima de la poesía. “Que nadie se meta entre los sentimientos y su consignación sinfonólica”, escribe Monsi (Amor perdido, p. 87). José Alfredo (así, sin apellido, porque “es de todos”, “es del pueblo”) “Vocifera su amor (a quien quiera oírlo y a quien se haga disimulado), vitorea su desgracia y le echa porras al deseo de redimir, en puro olvido alcohólico, la mala suerte de esta pasión” (p. 88). La identificación entre la gente y este “bello sufriente del bosque” (de cemento) es completa: “¿Quién no sabe en esta vida la traición tan conocida que nos deja un mal amor?”. “A las líneas las afina su intuición descriptiva —explica Monsiváis—: carentes de metas políticas y de recursos económicos, las clases populares necesitan poseer sentimientos, hacerse del catálogo de confusiones indecibles a las que ordenan nombres preestablecidos: pasión, corazón, amor, borrachera y un volátil y níveo ser amado…” (Amor perdido, p. 89). Cuando quedan sólo las tristezas, hay que ensayar nuevos caminos desde la barra del Tenampa y con las masas coreando a voz en cuello: “Es preciso decir otra mentira / les diré que llegué de un mundo raro, / que no sé del dolor, que triunfé en el amor / y que nunca he llorado”. ¿Las mil y un máscaras del mexicano?

Por supuesto, el nacimiento de las industrias culturales propicia el enraizamiento de los boleros. Se estrenan en los teatros de revista, la gente los escucha una y otra vez en la radio, los canta junto con sus ídolos en las salas de cine, y ya no se sabe si les “llega” la canción porque les cuenta lo que sienten, o sienten lo que sienten porque lo han aprendido en las canciones (¡Ah Segismundo! El de Viena, por supuesto, no el español). He aquí nuestra educación sentimental, la de los radioteatros, los melodramas, las fascinantes imágenes que nos mandaba Hollywood; esa educación sentimental que formó a generaciones completas de latinoamericanos; ésa a la que Manuel Puig le rindió homenaje en La traición de Rita Hayworth, o Cabrera Infante convirtió en catedral de la lengua en Tres tristes tigres. La que nació con nuestros pálidos románticos vernáculos —epígonos melancólicos de Verlaine pasados por la exuberancia del trópico—. ¿Alguien pronunció la palabra kitsch? Cuando muere Agustín Lara, en noviembre de 1970, las masas se abalanzan a “darle el último adiós”. Las muchedumbres rodeando el cuerpo de su ídolo sólo tienen un antecedente en nuestro país, el entierro de Amado Nervo. El poeta romántico murió en Montevideo en 1919. En el barco que lo trae a México, su féretro está cubierto por las banderas de todos los países latinoamericanos, y las “escalas” permiten un “panamericanismo” luctuoso y fanático. Cuando finalmente llega a nuestro país, más de 300 mil personas lo estaban esperando y acompañaron su cuerpo hasta la ciudad de México. Nunca más un poeta —hasta Agustín Lara— fue recibido con el fervor y la desolación popular que de ahí en adelante estaría sólo reservada para las “estrellas” del show business. La poesía vuelta —más que espectáculo— pasión compartida. Kitsch nada me debes, kitsch estamos en paz.

Amor es el pan de la vida, amor es la copa divina, amor es un algo sin nombre que obsesiona al hombre por una mujer…
Pero hablemos del amor que eso es lo maravilloso de escribir sobre boleros: “Oh, qué será, qué será que no tiene decencia, ni nunca tendrá, que no tiene censura, ni nunca tendrá, que no tiene sentido...”, canta Chico Buarque y con él canta toda nuestra cultura desde hace milenios. Oh, qué será, qué será... y ahí están Eros y Psique, Penélope y Ulises, Troilo y Crécida, Romeo y Julieta…

Y como el día invita a confesiones, aquí van estas líneas; sepan ustedes disculpar:
“Acuérdate de Acapulco, María bonita, María del alma”, canta, entornando los ojos, ese nuestro último poeta modernista. Y que me digan si no es el sueño de todos/de todas, provocar una pasión semejante; al escucharlo todos/todas somos por un instante la Doña (con perdón de usted, Doña). ¿O a poco no nos sentimos todos un poco Blanca Estela Pavón, cuando oímos a Pedro Infante en el radio: “Amorcito corazón, yo tengo tentación de un beso...”? Ah.... el amor.... Imposible pensar en el amor y no acordarse de algún bolero. Qué generación de estos países nuestros no se ha enamorado alguna vez siguiendo su cadencia (“Amanecí otra vez entre tus brazos...”). Incluso quienes descubrimos las bondades del bolero ya mayorcitos y que ya mayorcitos nos convertimos en fanáticos, en nuestra adolescencia teníamos sustitutos bastante similares: “All you need is love” cantaba Paul McCartney entornando los ojos igualito que Agustín Lara.

Para nuestros padres, como para nosotros mismos, el momento crucial de la fiesta era aquel en que empezaban las “lentas” —díganme si miento—; entonces sí: las palmas de las manos sudaban, la piel se estremecía y fluía el deseo por los cuerpos que se deslizaban compartiendo el ritmo y el aliento. Pocas cosas más eróticas, más cachondas —que es la veta tropical del erotismo— que un buen baile. Pero claro, ya a nosotros nos tocaron épocas más, no sé si llamarlas difíciles, pero por lo menos un poquito reprimidas, ambiguas, a pesar de la liberación sexual y todas esas cosas, porque no queríamos dejar de ser románticos pero mucho menos queríamos que nos tomaran por cursis. Nunca hubiéramos perdonado a quien se hubiera atrevido a comprarnos una postal con un atardecer —justamente de postal— que dijera: “Amor es nunca tener que pedir perdón”. Preferíamos ese amor más “igualitario”, más de peñas folklóricas mientras se hacía la hora del infaltable reventón de los viernes, más de camisa de manta y descubrimiento del jazz, ese amor de “Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice y todo...”. Pero incluso a ese amor “revolucionario” que nos tocó le sudaban las manos cuando llegaban las lentas. No “Only you” qué horror, pensábamos entonces; pero sí Leonard Cohen, por ejemplo, cantando “Suzanne”, porque creíamos que amor y azote se llevaban bastante bien.

Como dice Monsi que dice Umberto Eco, ya no se puede decir “Te amo” porque la otra persona sabe, y una sabe que la otra persona sabe que eso ya lo dijo Corín Tellado. Lo que se puede decir es: “como dice Corín Tellado: te amo”.

Sin embargo, a pesar de la pérdida de la inocencia seguimos enamorándonos como locos, seguimos cayendo en la cursilería de estar locamente enamorados. Por supuesto, aún hoy me sudan las manos y se me acelera el pulso cuando estoy cerca de la persona que amo (y no creo ser la única a la que le pasa eso, ¿o me equivoco?). Se han escrito y se escribirán sesudos trabajos sobre el amor. El amor seguirá siendo, a pesar de todo, cantado y contado por cuentos y poemas, por películas y novelas, por melodías y danzas. Posmodernos y todo, globalizados y todo, intelectuales y todo, seguimos enamorándonos. Pero ahora los años nos han dado las mañas para combinar a Armando Manzanero con Lope de Vega, a Gardel (ese francés o uruguayo que nunca podrá ser igualado por Luis Miguel) cantando “El día que me quieras”, con las palabras del Dr. Freud, a Toña la Negra con Julio Cortázar (¿quién de nuestra generación no quiso ser la Maga?).
Valdría la pena citar una vez más a Monsiváis: “¿Y quién que es, no dedica un tiempo de su agenda a ser romántico?” (Bolero, p. 21).

O lo que es lo mismo: señoras y señores, el que esté libre de cursilería que tire el primer soneto.

Gracias Maestro Monsi, feliz cumpleaños hoy y siempre, y ¡que siga la música!


Sandra Lorenzano. Escritora, ensayista. Vicerrectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana. Sus libros más recientes son Saudades y Vestigios.

Algunos fragmentos de este texto fueron presentados
en el Homenaje a Carlos Monsiváis organizado por la UACM.


1/5/13

1 de mayo: "Lavorare stanca", Cesare Pavese

Celebramos el Día del Trabajo con poesía






Trabajar cansa

Cruzar una calle para escapar de casa
lo hace sólo un muchacho, pero este hombre que vaga
todo el día por las calles ya no es un muchacho
y no escapa de casa.

Hay en verano
siestas en que hasta las plazas quedan vacías, tendidas
bajo el sol que está por caer, y este hombre, que llega
por una avenida de inútiles plantas, se detiene.
¿Vale la pena estar solo, para estar siempre más solo?
Solamente vagar, las plazas y las calles
están vacías. Hace falta parar a una mujer
y hablarle y pedirle vivir juntos.
De otro modo, uno habla solo. Es por esto que a veces
hay un borracho nocturno que comienza a parlotear
y cuenta los proyectos de toda la vida.

No es cierto que esperando en la plaza desierta
se encuentra a alguno, pero el que recorre las calles
se para cada tanto. Si fueran dos,
aun andando por la calle, la casa estaría
donde estuviese esa mujer y valdría la pena.
A la noche, la plaza vuelve a estar desierta
y este hombre que pasa no ve las casas
entre las inútiles luces, no levanta ya los ojos:
siente sólo el empedrado que hicieron otros hombres,
de manos endurecidas como las suyas.
No es justo quedar en la plaza desierta.
Vendrá ciertamente aquella mujer por la calle
que, si uno le pide, querrá dar una mano en la casa.


Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, 1908-Turín, 1950), "Lavorare stanca" (1936, 1943), Poesie, Mondadori, Verona, 1969
Versión de J. Aulicino


Lavorare stanca

Traversare una strada per scappare di casa
lo fa solo un ragazzo, ma quest’uomo che gira
tutto il giorno le strade, non è più un ragazzo
e non scappa di casa.

Ci sono d’estate
pomeriggi che fino le piazze son vuote, distese
sotto il sole che sta per calare, e quest’uomo, che giunge
per un viale d’inutili piante, si ferma.
Val la pena esser solo, per essere sempre più solo?
Solamente girarle, le piazze e le strade
sono vuote. Bisogna fermare una donna
e parlarle e deciderla a vivere insieme.
Altrimenti, uno parla da solo. È per questo che a volte
c’è lo sbronzo notturno che attacca discorsi
e racconta i progetti di tutta la vita.

Non è certo attendendo nella piazza deserta
che s’incontra qualcuno, ma chi gira le strade
si sofferma ogni tanto. Se fossero in due,
anche andando per strada, la casa sarebbe
dove c’è quella donna e varrebbe la pena.
Nella notte la piazza ritorna deserta
e quest’uomo, che passa, non vede le case
tra le inutili luci, non leva più gli occhi:
sente solo il selciato, che han fatto altri uomini
dalle mani indurite, come sono le sue.
Non è giusto restare sulla piazza deserta.
Ci sarà certamente quella donna per strada
che, pregata, vorrebbe dar mano alla casa.

23/4/13

"Qué leer": Recomendaciones desde En Busca del Cuento Perdido




Hoy he elegido tres libros nuevecitos para compartir con ustedes:


Después del terremoto de Haruki Murakami, viejo conocido ya de nuestro programa. Este nuevo libro, publicado por Tusquets, como toda su obra en español, está formado por 6 relatos que tienen como telón de fondo el terremoto que asoló la ciudad japonesa de Kobe en 1995 y que se cobró más de 5 mil vidas. Un libro fuerte y conmovedor. 


El segundo libro que quiero recomendarles hoy es una novela, publicada por Siruela, llamada Nudos; el autor, Nurudin Farah, nació en Somalia, y se educó en la India y en Inglaterra. Se dice que es el primer hombre africano que habla de la opresión de las mujeres en su cultura. Un autor que apenas estamos descubriendo los lectores en español y que vale la pena que le sigamos la pista. 


Cierro las recomendaciones de hoy con un estupendo relato sobre Chile y la caída de Salvador Allende, pero sobre todo sobre la lealtad y la traición, la honestidad y la corrupción, el amor y el desamor. Se llama El último tango de Salvador Allende y su autor es Roberto Ampuero. Publicada por la editorial Plaza y Janés, les aseguro que disfrutarán enormemente su lectura.

Más del Programa 150, dedicado a Fernando Savater

Visita: http://enbuscadelcuentoperdido.blogspot.mx/2013/04/150-fernando-savater.html

Foto: José Ayma

19/4/13

La lotería de Arturo Rivera


 El cangrejo

El asesino es ése
el súbito cangrejo
que retrocede hasta el origen


el que sabe de la sangre acumulada
de la historia del gen febril


Es ése. No otro.


El que repite tartamudo tu nombre
el que hinca tu columna en el silencio.


Paradojas del árbol moribundo:
ser el estigma de su propio infierno.


Sandra Lorenzano


La lotería de Arturo Rivera fue publicada por la Editorial Resistencia, y presentada anoche (18 de abril de 2013) en la librería Rosario Castellanos. Este poema es parte de lo que escribí para leer allí.

15/4/13

"He nevado tanto para que duermas"


Ésa es la frase escrita como epitafio sobre la tumba del gran César Vallejo en el cementerio de Montparnasse.
Había nacido en Santiago de Cusco, Perú, el 16 de marzo de 1892, y murió un día como hoy, 15 de abril, pero de 1938, en París.
Como homenaje a uno de los poetas más importantes y entrañables de nuestra lengua, comparto con ustedes el enlace al Material de Lectura que publicó la UNAM hace algunos años y que recoge algunos de los poemas más significativos de Vallejo.


Material de lectura - César Vallejo

14/4/13

"A mi corazón el domingo", Wislawa Szymborska


Gracias te doy, corazón mío,
por no quejarte, por ir y venir
sin premios, sin halagos,
por diligencia innata.
     
Tienes setenta merecimientos por minuto.
Cada una de tus sístoles
es como empujar una barca
hacia alta mar
en un viaje alrededor del mundo.
     
Gracias te doy, corazón mío,
porque una y otra vez
me extraes del todo,
y sigo separada hasta en el sueño.
     
Cuidas de que no me sueñe al vuelo,
y hasta el extremo de un vuelo
para el que no se necesitan alas.
     
Gracias te doy, corazón mío,
por haberme despertado de nuevo,
y aunque es domingo,
día de descanso,
bajo mis costillas
continúa el movimiento de un día laboral.
     
De Mil alegrías -Un encanto 1967. Versión de Gerardo Beltrán

8/4/13

En busca del cuento perdido: Rossi y Asiain



Hoy hablaremos de dos escritores vinculados a la revista Vuelta, uno de los principales proyectos intelectuales de Octavio Paz. Fundada en 1976 sin duda marcó un hito en la historia cultural de nuestro país. La revista dejó de publicarse en 1998, cuando murió su fundador. Afortunadamente se puede ver en formato electrónico la colección completa en el sitio web de su heredera la revista Letras libres, fundada y dirigida por Enrique Krauze. El sitio es www.letraslibres.com

Más sobre el programa 148 dedicado a Alejandro Rossi y Aurelio Asiain: 

Actividad para la próxima semana

Aquí hay dos fotografías muy inquietantes que tomé en semana santa. ¿Qué les parece si le inventan una historia a alguna de ellas? Espero sis textos de no más de 15 líneas en nuestro correo de siempre: enbuscadelcuento@yahoo.com.mx

(click en la foto para ampliarla)

Foto: Sandra Lorenzano
Foto: Sandra Lorenzano

7/4/13

La voz a ti debida



Algo de la poesía de Pedro Salinas para recuperar esta hora que se nos ha ido entre las manos

La voz a ti debida

Tú vives siempre en tus actos.
Con la punta de tus dedos
pulsas el mundo, le arrancas
auroras, triunfos, colores,
alegrías: es tu música.
La vida es lo que tú tocas.

De tus ojos, sólo de ellos,
sale la luz que te guía
los pasos. Andas
por lo que ves. Nada más.

Y si una duda te hace
señas a diez mil kilómetros,
lo dejas todo, te arrojas
sobre proas, sobre alas,
estás ya allí; con los besos,
con los dientes la desgarras:
ya no es duda.
Tú nunca puedes dudar.

Porque has vuelto los misterios
del revés. Y tus enigmas,
lo que nunca entenderás,
son esas cosas tan claras:
la arena donde te tiendes,
la marcha de tu reloj
y el tierno cuerpo rosado
que te encuentras en tu espejo
cada día al despertar,
y es el tuyo. Los prodigios
que están descifrados ya.

Y nunca te equivocaste,
más que una vez, una noche
que te encaprichó una sombra
-la única que te ha gustado-.
Una sombra parecía.
Y la quisiste abrazar.
Y era yo.





Ahora te quiero...

Ahora te quiero,
como el mar quiere a su agua:
desde fuera, por arriba,
haciéndose sin parar
con ella tormentas, fugas,
albergues, descansos, calmas.
¡Qué frenesíes, quererte!
¡Qué entusiasmo de olas altas,
y qué desmayos de espuma
van y vienen! Un tropel
de formas, hechas, deshechas,
galopan desmelenadas.
Pero detrás de sus flancos
está soñándose un sueño
de otra forma más profunda
de querer, que está allá abajo:
de no ser ya movimiento,
de acabar este vaivén,
este ir y venir, de cielos
a abismos, de hallar por fin
la inmóvil flor sin otoño
de un quererse quieto, quieto.
Más allá de ola y espuma
el querer busca su fondo.
Esta hondura donde el mar
hizo la paz con su agua
y están queriéndose ya
sin signo, sin movimiento.
Amor
tan sepultado en su ser,
tan entregado, tan quieto,
que nuestro querer en vida
se sintiese
seguro de no acabar
cuando terminan los besos,
las miradas, las señales.
Tan cierto de no morir,
como está
el gran amor de los muertos.



¿Fue como beso o llanto?...

¿Fue como beso o llanto?
¿Nos hallamos
con las manos, buscándonos
a tientas, con los gritos,
clamando, con las bocas
que el vacío besaban?
¿Fue un choque de materia
y materia, combate
de pecho contra pecho,
que a fuerza de contactos
se convirtió en victoria
gozosa de los dos,
en prodigioso pacto
de tu ser con mi ser
enteros?
¿O tan sencillo fue,
tan sin esfuerzo, como
una luz que se encuentra
con otra luz, y queda
iluminado el mundo,
sin que nada se toque?


6/4/13

Más hondo

sólo la lluvia no es fragmento

y algún pájaro
blanco
dibujando gestos de
infinito

patria de alas
el desarraigo

lo asible de tu ausencia


Hugo Mujica, Más hondo. Antología poética, Barcelona, Vaso Roto Ediciones, 2009, p. 21

1/4/13

Las Malvinas y Borges

El 2 de abril se conmemora el Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas, y yo no puedo dejar de pensar en uno de los textos más conmovedores de Borges:


JUAN LÓPEZ Y JOHN WARD

Les tocó en suerte una época extraña.

El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los catógrafos, auspiciaba las guerras.

López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.

El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte.

Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.

Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.

El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.

Jorge Luis Borges, 1985







Noticias del Imperio: una celebración

Los invito a celebrar el cumpleaños de Fernando del Paso escuchando su lectura del comienzo de Noticias del Imperio: el primer monólogo de Carlota. ¡Excepcional!



31/3/13

"Piedra de sol", mi talismán


Hay poemas "talismán"; ésos que nos acompañan siempre y nos hacen recobrar el sentido de la vida y de las palabras. Uno de mis talismanes es, sin duda, "Piedra de sol". Cuando me siento perdida, vuelvo a él.

¡Feliz cumpleaños, poeta!





Piedra de sol

Octavio Paz

                                  La treizième revient...c'est encor la première; 
                            et c'est toujours la seule-ou c'est le seul moment; 
                                  car es-tu reine, ô toi, la première ou dernière? 
                                             es-tu roi, toi le seul ou le dernier amant? 
                                                                     Gérard de Nerval (Arthémis)

un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:
                                  un caminar tranquilo
de estrella o primavera sin premura,
agua que con los párpados cerrados
mana toda la noche profecías,
unánime presencia en oleaje,
ola tras ola hasta cubrirlo todo,
verde soberanía sin ocaso
como el deslumbramiento de las alas
cuando se abren en mitad del cielo,

un caminar entre las espesuras
de los días futuros y el aciago
fulgor de la desdicha como un ave
petrificando el bosque con su canto
y las felicidades inminentes
entre las ramas que se desvanecen,
horas de luz que pican ya los pájaros,
presagios que se escapan de la mano,

una presencia como un canto súbito,
como el viento cantando en el incendio,
una mirada que sostiene en vilo
al mundo con sus mares y sus montes,
cuerpo de luz filtrado por un ágata,
piernas de luz, vientre de luz, bahías,
roca solar, cuerpo color de nube,
color de día rápido que salta,
la hora centellea y tiene cuerpo,
el mundo ya es visible por tu cuerpo,
es transparente por tu transparencia,

voy entre galerías de sonidos,
fluyo entre las presencias resonantes,
voy por las transparencias como un ciego,
un reflejo me borra, nazco en otro,
oh bosque de pilares encantados,
bajo los arcos de la luz penetro
los corredores de un otoño diáfano,

voy por tu cuerpo como por el mundo,
tu vientre es una plaza soleada,
tus pechos dos iglesias donde oficia
la sangre sus misterios paralelos,
mis miradas te cubren como yedra,
eres una ciudad que el mar asedia,
una muralla que la luz divide
en dos mitades de color durazno,
un paraje de sal, rocas y pájaros
bajo la ley del mediodía absorto,

vestida del color de mis deseos
como mi pensamiento vas desnuda,
voy por tus ojos como por el agua,
los tigres beben sueño de esos ojos,
el colibrí se quema en esas llamas,
voy por tu frente como por la luna,
como la nube por tu pensamiento,
voy por tu vientre como por tus sueños,

tu falda de maíz ondula y canta,
tu falda de cristal, tu falda de agua,
tus labios, tus cabellos, tus miradas,
toda la noche llueves, todo el día
abres mi pecho con tus dedos de agua,
cierras mis ojos con tu boca de agua,
sobre mis huesos llueves, en mi pecho
hunde raíces de agua un árbol líquido,

voy por tu talle como por un río,
voy por tu cuerpo como por un bosque,
como por un sendero en la montaña
que en un abismo brusco se termina
voy por tus pensamientos afilados
y a la salida de tu blanca frente
mi sombra despeñada se destroza,
recojo mis fragmentos uno a uno
y prosigo sin cuerpo, busco a tientas,

corredores sin fin de la memoria,
puertas abiertas a un salón vacío
donde se pudren todos lo veranos,
las joyas de la sed arden al fondo,
rostro desvanecido al recordarlo,
mano que se deshace si la toco,
cabelleras de arañas en tumulto
sobre sonrisas de hace muchos años,

a la salida de mi frente busco,
busco sin encontrar, busco un instante,
un rostro de relámpago y tormenta
corriendo entre los árboles nocturnos,
rostro de lluvia en un jardín a obscuras,
agua tenaz que fluye a mi costado,

busco sin encontrar, escribo a solas,
no hay nadie, cae el día, cae el año,
caigo en el instante, caigo al fondo,
invisible camino sobre espejos
que repiten mi imagen destrozada,
piso días, instantes caminados,
piso los pensamientos de mi sombra,
piso mi sombra en busca de un instante,

busco una fecha viva como un pájaro,
busco el sol de las cinco de la tarde
templado por los muros de tezontle:
la hora maduraba sus racimos
y al abrirse salían las muchachas
de su entraña rosada y se esparcían
por los patios de piedra del colegio,
alta como el otoño caminaba
envuelta por la luz bajo la arcada
y el espacio al ceñirla la vestía
de un piel más dorada y transparente,

tigre color de luz, pardo venado
por los alrededores de la noche,
entrevista muchacha reclinada
en los balcones verdes de la lluvia,
adolescente rostro innumerable,
he olvidado tu nombre, Melusina,
Laura, Isabel, Perséfona, María,
tienes todos los rostros y ninguno,
eres todas las horas y ninguna,
te pareces al árbol y a la nube,
eres todos los pájaros y un astro,
te pareces al filo de la espada
y a la copa de sangre del verdugo,
yedra que avanza, envuelve y desarraiga
al alma y la divide de sí misma,

escritura de fuego sobre el jade,
grieta en la roca, reina de serpientes,
columna de vapor, fuente en la peña,
circo lunar, peñasco de las águilas,
grano de anís, espina diminuta
y mortal que da penas inmortales,
pastora de los valles submarinos
y guardiana del valle de los muertos,
liana que cuelga del cantil del vértigo,
enredadera, planta venenosa,
flor de resurrección, uva de vida,
señora de la flauta y del relámpago,
terraza del jazmín, sal en la herida,
ramo de rosas para el fusilado,
nieve en agosto, luna del patíbulo,
escritura del mar sobre el basalto,
escritura del viento en el desierto,
testamento del sol, granada, espiga,

rostro de llamas, rostro devorado,
adolescente rostro perseguido
años fantasmas, días circulares
que dan al mismo patio, al mismo muro,
arde el instante y son un solo rostro
los sucesivos rostros de la llama,
todos los nombres son un solo nombre
todos los rostros son un solo rostro,
todos los siglos son un solo instante
y por todos los siglos de los siglos
cierra el paso al futuro un par de ojos,

no hay nada frente a mí, sólo un instante
rescatado esta noche, contra un sueño
de ayuntadas imágenes soñado,
duramente esculpido contra el sueño,
arrancado a la nada de esta noche,
a pulso levantado letra a letra,
mientras afuera el tiempo se desboca
y golpea las puertas de mi alma
el mundo con su horario carnicero,

sólo un instante mientras las ciudades,
los nombres, lo sabores, lo vivido,
se desmoronan en mi frente ciega,
mientras la pesadumbre de la noche
mi pensamiento humilla y mi esqueleto,
y mi sangre camina más despacio
y mis dientes se aflojan y mis ojos
se nublan y los días y los años
sus horrores vacíos acumulan,

mientras el tiempo cierra su abanico
y no hay nada detrás de sus imágenes
el instante se abisma y sobrenada
rodeado de muerte, amenazado
por la noche y su lúgubre bostezo,
amenazado por la algarabía
de la muerte vivaz y enmascarada
el instante se abisma y se penetra,
como un puño se cierra, como un fruto
que madura hacia dentro de sí mismo
y a sí mismo se bebe y se derrama
el instante translúcido se cierra
y madura hacia dentro, echa raíces,
crece dentro de mí, me ocupa todo,
me expulsa su follaje delirante,
mis pensamientos sólo son su pájaros,
su mercurio circula por mis venas,
árbol mental, frutos sabor de tiempo,

oh vida por vivir y ya vivida,
tiempo que vuelve en una marejada
y se retira sin volver el rostro,
lo que pasó no fue pero está siendo
y silenciosamente desemboca
en otro instante que se desvanece:

frente a la tarde de salitre y piedra
armada de navajas invisibles
una roja escritura indescifrable
escribes en mi piel y esas heridas
como un traje de llamas me recubren,
ardo sin consumirme, busco el agua
y en tus ojos no hay agua, son de piedra,
y tus pechos, tu vientre, tus caderas
son de piedra, tu boca sabe a polvo,
tu boca sabe a tiempo emponzoñado,
tu cuerpo sabe a pozo sin salida,
pasadizo de espejos que repiten
los ojos del sediento, pasadizo
que vuelve siempre al punto de partida,
y tú me llevas ciego de la mano
por esas galerías obstinadas
hacia el centro del círculo y te yergues
como un fulgor que se congela en hacha,
como luz que desuella, fascinante
como el cadalso para el condenado,
flexible como el látigo y esbelta
como un arma gemela de la luna,
y tus palabras afiladas cavan
mi pecho y me despueblan y vacían,
uno a uno me arrancas los recuerdos,
he olvidado mi nombre, mis amigos
gruñen entre los cerdos o se pudren
comidos por el sol en un barranco,

no hay nada en mí sino una larga herida,
una oquedad que ya nadie recorre,
presente sin ventanas, pensamiento
que vuelve, se repite, se refleja
y se pierde en su misma transparencia,
conciencia traspasada por un ojo
que se mira mirarse hasta anegarse
de claridad:
                          yo vi tu atroz escama,
Melusina, brillar verdosa al alba,
dormías enroscada entre las sábanas
y al despertar gritaste como un pájaro
y caíste sin fin, quebrada y blanca,
nada quedó de ti sino tu grito,
y al cabo de los siglos me descubro
con tos y mala vista, barajando
viejas fotos:
                          no hay nadie, no eres nadie,
un montón de ceniza y una escoba,
un cuchillo mellado y un plumero,
un pellejo colgado de unos huesos,
un racimo ya seco, un hoyo negro
y en el fondo del hoyo los dos ojos
de una niña ahogada hace mil años,

miradas enterradas en un pozo,
miradas que nos ven desde el principio,
mirada niña de la madre vieja
que ve en el hijo grande un padre joven,
mirada madre de la niña sola
que ve en el padre grande un hijo niño,
miradas que nos miran desde el fondo
de la vida y son trampas de la muerte
¿o es al revés: caer en esos ojos
es volver a la vida verdadera?,

¡caer, volver, soñarme y que me sueñen
otros ojos futuros, otra vida,
otras nubes, morirme de otra muerte!
esta noche me basta, y este instante
que no acaba de abrirse y revelarme
dónde estuve, quién fui, cómo te llamas,
cómo me llamo yo:
                                        ¿hacía planes
para el verano? y todos los veranos?
en Christopher Street, hace diez años,
con Filis que tenía dos hoyuelos
donde bebían luz los gorriones?,
¿por la Reforma Carmen me decía
"no pesa el aire, aquí siempre es octubre",
o se lo dijo a otro que he perdido
o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?,
¿caminé por la noche de Oaxaca,
inmensa y verdinegra como un árbol,
hablando solo como el viento loco
y al llegar a mi cuarto ?siempre un cuarto?
no me reconocieron los espejos?,
¿desde el hotel Vernet vimos al alba
bailar con los castaños ? "ya es muy tarde"
decías al peinarte y yo veía
manchas en la pared, sin decir nada?,
¿subimos juntos a la torre, vimos
caer la tarde desde el arrecife?
¿comimos uvas en Bidart?, ¿compramos
gardenias en Perote?,
                                              nombres, sitios,
calles y calles, rostros, plazas, calles,
estaciones, un parque, cuartos solos,
manchas en la pared, alguien se peina,
alguien canta a mi lado, alguien se viste,
cuartos, lugares, calles, nombres, cuartos,

Madrid, 1937,
en la Plaza del Ángel las mujeres
cosían y cantaban con sus hijos,
después sonó la alarma y hubo gritos,
casas arrodilladas en el polvo,
torres hendidas, frentes esculpidas
y el huracán de los motores, fijo:
los dos se desnudaron y se amaron
por defender nuestra porción eterna,
nuestra ración de tiempo y paraíso,
tocar nuestra raíz y recobrarnos,
recobrar nuestra herencia arrebatada
por ladrones de vida hace mil siglos,
los dos se desnudaron y besaron
porque las desnudeces enlazadas
saltan el tiempo y son invulnerables,
nada las toca, vuelven al principio,
no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres,
verdad de dos en sólo un cuerpo y alma,
oh ser total...
                             cuartos a la deriva
entre ciudades que se van a pique,
cuartos y calles, nombres como heridas,
el cuarto con ventanas a otros cuartos
con el mismo papel descolorido
donde un hombre en camisa lee el periódico
o plancha una mujer; el cuarto claro
que visitan las ramas de un durazno;
el otro cuarto: afuera siempre llueve
y hay un patio y tres niños oxidados;
cuartos que son navíos que se mecen
en un golfo de luz; o submarinos:
el silencio se esparce en olas verdes,
todo lo que tocamos fosforece;
mausoleos de lujo, ya roídos
los retratos, raídos los tapetes;
trampas, celdas, cavernas encantadas,
pajareras y cuartos numerados,
todos se transfiguran, todos vuelan,
cada moldura es nube, cada puerta
da al mar, al campo, al aire, cada mesa
es un festín; cerrados como conchas
el tiempo inútilmente los asedia,
no hay tiempo ya, ni muro: ¡espacio, espacio,
abre la mano, coge esta riqueza,
corta los frutos, come de la vida,
tiéndete al pie del árbol, bebe el agua!,

todo se transfigura y es sagrado,
es el centro del mundo cada cuarto,
es la primera noche, el primer día,
el mundo nace cuando dos se besan,
gota de luz de entrañas transparentes
el cuarto como un fruto se entreabre
o estalla como un astro taciturno
y las leyes comidas de ratones,
las rejas de los bancos y las cárceles,
las rejas de papel, las alambradas,
los timbres y las púas y los pinchos,
el sermón monocorde de las armas,
el escorpión meloso y con bonete,
el tigre con chistera, presidente
del Club Vegetariano y la Cruz Roja,
el burro pedagogo, el cocodrilo
metido a redentor, padre de pueblos,
el Jefe, el tiburón, el arquitecto
del porvenir, el cerdo uniformado,
el hijo predilecto de la Iglesia
que se lava la negra dentadura
con el agua bendita y toma clases
de inglés y democracia, las paredes
invisibles, las máscaras podridas
que dividen al hombre de los hombres,
al hombre de sí mismo,
                                                 se derrumban
por un instante inmenso y vislumbramos
nuestra unidad perdida, el desamparo
que es ser hombres, la gloria que es ser hombres
y compartir el pan, el sol, la muerte,
el olvidado asombro de estar vivos;

amar es combatir, si dos se besan
el mundo cambia, encarnan los deseos,
el pensamiento encarna, brotan las alas
en las espaldas del esclavo, el mundo
es real y tangible, el vino es vino,
el pan vuelve a saber, el agua es agua,
amar es combatir, es abrir puertas,
dejar de ser fantasma con un número
a perpetua cadena condenado
por un amo sin rostro;
                                                el mundo cambia
si dos se miran y se reconocen,
amar es desnudarse de los nombres:
"déjame ser tu puta", son palabras
de Eloísa, mas él cedió a las leyes,
la tomó por esposa y como premio
lo castraron después;
                                             mejor el crimen,
los amantes suicidas, el incesto
de los hermanos como dos espejos
enamorados de su semejanza,
mejor comer el pan envenenado,
el adulterio en lechos de ceniza,
los amores feroces, el delirio,
su yedra ponzoñosa, el sodomita
que lleva por clavel en la solapa
un gargajo, mejor ser lapidado
en las plazas que dar vuelta a la noria
que exprime la substancia de la vida,
cambia la eternidad en horas huecas,
los minutos en cárceles, el tiempo
en monedas de cobre y mierda abstracta;

mejor la castidad, flor invisible
que se mece en los tallos del silencio,
el difícil diamante de los santos
que filtra los deseos, sacia al tiempo,
nupcias de la quietud y el movimiento,
canta la soledad en su corola,
pétalo de cristal en cada hora,
el mundo se despoja de sus máscaras
y en su centro, vibrante transparencia,
lo que llamamos Dios, el ser sin nombre,
se contempla en la nada, el ser sin rostro
emerge de sí mismo, sol de soles,
plenitud de presencias y de nombres;

sigo mi desvarío, cuartos, calles,
camino a tientas por los corredores
del tiempo y subo y bajo sus peldaños
y sus paredes palpo y no me muevo,
vuelvo donde empecé, busco tu rostro,
camino por las calles de mí mismo
bajo un sol sin edad, y tú a mi lado
caminas como un árbol, como un río
caminas y me hablas como un río,
creces como una espiga entre mis manos,
lates como una ardilla entre mis manos,
vuelas como mil pájaros, tu risa
me ha cubierto de espumas, tu cabeza
es un astro pequeño entre mis manos,
el mundo reverdece si sonríes
comiendo una naranja,
                                                 el mundo cambia
si dos, vertiginosos y enlazados,
caen sobre las yerba: el cielo baja,
los árboles ascienden, el espacio
sólo es luz y silencio, sólo espacio
abierto para el águila del ojo,
pasa la blanca tribu de las nubes,
rompe amarras el cuerpo, zarpa el alma,
perdemos nuestros nombres y flotamos
a la deriva entre el azul y el verde,
tiempo total donde no pasa nada
sino su propio transcurrir dichoso,

no pasa nada, callas, parpadeas
(silencio: cruzó un ángel este instante
grande como la vida de cien soles),
¿no pasa nada, sólo un parpadeo?
y el festín, el destierro, el primer crimen,
la quijada del asno, el ruido opaco
y la mirada incrédula del muerto
al caer en el llano ceniciento,
Agamenón y su mugido inmenso
y el repetido grito de Casandra
más fuerte que los gritos de las olas,
Sócrates en cadenas" (el sol nace,
morir es despertar: "Critón, un gallo
a Esculapio, ya sano de la vida"),
el chacal que diserta entre las ruinas
de Nínive, la sombra que vio Bruto
antes de la batalla, Moctezuma
en el lecho de espinas de su insomnio,
el viaje en la carretera hacia la muerte
?el viaje interminable mas contado
por Robespierre minuto tras minuto,
la mandíbula rota entre las manos?,
Churruca en su barrica como un trono
escarlata, los pasos ya contados
de Lincoln al salir hacia el teatro,
el estertor de Trotsky y sus quejidos
de jabalí, Madero y su mirada
que nadie contestó: ¿por qué me matan?,
los carajos, los ayes, los silencios
del criminal, el santo, el pobre diablo,
cementerio de frases y de anécdotas
que los perros retóricos escarban,
el delirio, el relincho, el ruido obscuro
que hacemos al morir y ese jadeo
que la vida que nace y el sonido
de huesos machacados en la riña
y la boca de espuma del profeta
y su grito y el grito del verdugo
y el grito de la víctima...
                                                   son llamas
los ojos y son llamas lo que miran,
llama la oreja y el sonido llama,
brasa los labios y tizón la lengua,
el tacto y lo que toca, el pensamiento
y lo pensado, llama el que lo piensa,
todo se quema, el universo es llama,
arde la misma nada que no es nada
sino un pensar en llamas, al fin humo:
no hay verdugo ni víctima...
                                                           ¿y el grito
en la tarde del viernes?, y el silencio
que se cubre de signos, el silencio
que dice sin decir, ¿no dice nada?,
¿no son nada los gritos de los hombres?,
¿no pasa nada cuando pasa el tiempo?

no pasa nada, sólo un parpadeo
del sol, un movimiento apenas, nada,
no hay redención, no vuelve atrás el tiempo,
los muerto están fijos en su muerte
y no pueden morirse de otra muerte,
intocables, clavados en su gesto,
desde su soledad, desde su muerte
sin remedio nos miran sin mirarnos,
su muerte ya es la estatua de su vida,
un siempre estar ya nada para siempre,
cada minuto es nada para siempre,
un rey fantasma rige sus latidos
y tu gesto final, tu dura máscara
labra sobre tu rostro cambiante:
el monumento somos de una vida
ajena y no vivida, apenas nuestra,

¿la vida, cuándo fue de veras nuestra?,
¿cuando somos de veras lo que somos?,
bien mirado no somos, nunca somos
a solas sino vértigo y vacío,
muecas en el espejo, horror y vómito,
nunca la vida es nuestra, es de los otros,
la vida no es de nadie, todos somos
la vida ? pan de sol para los otros,
los otros todos que nosotros somos?,
soy otro cuando soy, los actos míos
son más míos si son también de todos,
para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia,
no soy, no hay yo, siempre somos nosotros,
la vida es otra, siempre allá, más lejos,
fuera de ti, de mí, siempre horizonte,
vida que nos desvive y enajena,
que nos inventa un rostro y lo desgasta,
hambre de ser, oh muerte, pan de todos,

Eloísa, Perséfona, María,
muestra tu rostro al fin para que vea
mi cara verdadera, la del otro,
mi cara de nosotros siempre todos,
cara de árbol y de panadero,
de chofer y de nube y de marino,
cara de sol y arroyo y Pedro y Pablo,
cara de solitario colectivo,
despiértame, ya nazco:
                                                 vida y muerte
pactan en ti, señora de la noche,
torre de claridad, reina del alba,
virgen lunar, madre del agua madre,
cuerpo del mundo, casa de la muerte,
caigo sin fin desde mi nacimiento,
caigo en mí mismo sin tocar mi fondo,
recógeme en tus ojos, junta el polvo
disperso y reconcilia mis cenizas,
ata mis huesos divididos, sopla
sobre mi ser, entiérrame en tu tierra,
tu silencio dé paz al pensamiento
contra sí mismo airado;
                                                  abre la mano,
señora de semillas que son días,
el día es inmortal, asciende, crece,
acaba de nacer y nunca acaba,
cada día es nacer, un nacimiento
es cada amanecer y yo amanezco,
amanecemos todos, amanece
el sol cara de sol, Juan amanece
con su cara de Juan cara de todos,

puerta del ser, despiértame, amanece,
déjame ver el rostro de este día,
déjame ver el rostro de esta noche,
todo se comunica y transfigura,
arco de sangre, puente de latidos,
llévame al otro lado de esta noche,
adonde yo soy tú somos nosotros,
al reino de pronombres enlazados,

puerta del ser:
                              abre tu ser, despierta,
aprende a ser también, labra tu cara,
trabaja tus facciones, ten un rostro
para mirar mi rostro y que te mire,
para mirar la vida hasta la muerte,
rostro de mar, de pan, de roca y fuente,
manantial que disuelve nuestros rostros
en el rostro sin nombre, el ser sin rostro,
indecible presencia de presencias...

quiero seguir, ir más allá, y no puedo:
se despeñó el instante en otro y otro,
dormí sueños de piedra que no sueña
y al cabo de los años como piedras
oí cantar mi sangre encarcelada,
con un rumor de luz el mar cantaba,
una a una cedían las murallas,
todas las puertas se desmoronaban
y el sol entraba a saco por mi frente,
despegaba mis párpados cerrados,
desprendía mi ser de su envoltura,
me arrancaba de mí, me separaba
de mi bruto dormir siglos de piedra
y su magia de espejos revivía
un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:

México, 1957




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 En los días en que estuve a media máquina vi dos joyas filmadas por mujeres:  - "Atlantics", película franco senegalesa de Mati D...