Cortar las ramas
la maleza
atados tengo los brazos
las piernas
el deseo
y es un crepitar de huesos
el que alimenta la savia
insectos aturdidos en el punto más alto de su espera
frotar de alas que le gritan
al reflejo de un incendio
podríamos poner una vela por los nuestros
o hundir la cabeza entre las hojas
en el olor húmedo
dulzón y pegajoso
dejar que el musgo le cubra la frente
el mapa de las venas
las manos manchadas de ceniza
dejar que se pierdan muy de a poco.
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