En que satisfaga un
recelo con la retórica del llanto |
Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba, como en tu
rostro y tus acciones vía que con palabras no te persuadía, que el
corazón me vieses deseaba.
Y Amor, que mis intentos ayudaba, venció
lo que imposible parecía, pues entre el llanto que el dolor vertía, el
corazón deshecho destilaba.
Baste ya de rigores, mi bien, baste, no
te atormenten más celos tiranos, ni el vil recelo tu quietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos: pues ya en líquido humor
viste y tocaste mi corazón deshecho entre tus
manos. |
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En que describe
racionalmente los efectos irracionales del Amor |
Este amoroso tormento que en mi corazón se ve,
sé que lo siento, y no sé la causa por que lo siento.
Siento una
grave agonía por lograr un devaneo que empieza como deseo y para en
melancolía.
Y cuando con más terneza mi infeliz estado lloro,
sé que estoy triste e ignoro la causa de mi tristeza.
Siento un
anhelo tirano por la ocasión a que aspiro y cuando cerca la miro yo
misma aparto la mano.
Porque si acaso se ofrece después de tanto
desvelo, la desazona el recelo o el susto la desvanece.
Y si
alguna vez sin susto consigo tal posesión, cualquiera leve ocasión
me malogra todo el gusto.
Siento mal del mismo bien con
receloso temor, y me obliga el mismo amor tal vez a mostrar desdén.
Cualquier leve ocasión labra en mi pecho de manera que el que
imposibles venciera se irrita de una palabra.
Con poca causa
ofendida suelo en mitad de mi amor negar un leve favor a quien le
diera la vida.
Ya sufrida, ya irritada, con contrarias penas lucho,
que por él sufriré mucho y con él sufriré nada.
No sé en qué
lógica cabe el que tal cuestión se pruebe, que por él lo grave es leve
y con él lo leve es grave.
Sin bastantes fundamentos forman mis
tristes cuidados, de conceptos engañados, un monte de sentimientos.
Y en aquel fiero conjunto hallo, cuando se derriba, que aquella
máquina altiva sólo estribaba en un punto.
Tal vez el dolor me
engaña, y presumo sin razón que no habrá satisfacción que pueda
templar mi saña.
Y cuando a averiguar llego el agravio por que riño,
es como espanto de niño que para en burlas y juego.
Y aunque el
desengaño toco, con la misma pena lucho de ver que padezco mucho
padeciendo por tan poco.
A vengarse se abalanza tal vez el alma
ofendida y después arrepentida toma de mí otra venganza.
Y si al
desdén satisfago es con tan ambiguo error que yo pienso que es rigor
y se remata en halago.
Hasta el labio desatento suele equívoco
tal vez, por usar de la altivez, encontrar el rendimiento.
Cuando por soñada culpa con más enojo me incito, yo le acrimino
el delito y le busco la disculpa.
No huyo el mal ni busco el bien,
porque en mi confuso error ni me asegura el amor ni me despecha el
desdén.
En mi ciego devaneo, bien hallada con mi engaño,
solicito el desengaño y no encontrarlo deseo.
Si alguno mis
quejas oye, más a decirlas me obliga, porque me las contradiga, que
no porque las apoye.
Porque si con la pasión algo contra mi amor
digo, es mi mayor enemigo quien me concede razón.
Y si acaso en
mi provecho hallo la razón propicia, me embaraza la injusticia y
ando cediendo el derecho.
Nunca hallo gusto cumplido, porque entre
alivio y dolor hallo culpa en el amor y disculpa en el olvido.
Esto de mi pena dura es algo del dolor fiero y mucho más no
refiero porque pasa de locura.
Si acaso me contradigo en este
confuso error, aquel que tuviese amor entenderá lo que digo. |
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http://www.ciudadseva.com/textos/poesia/ha/cruzsor/estatar.htm