31/5/21
17/5/21
- Dos novelas, una tesis de doctorado, decenas de poemas, de ponencias y de artículos para luchar por un mundo en que los derechos humanos de la comunidad LGBTTIQ+ sean respetados.
- Dos novelas, una tesis de doctorado, decenas de poemas, de ponencias y de artículos para salir de mi propio clóset e intentar sentirme plena y feliz.
Gracias siempre a Sylvia Molloy cuya obra cambió mi vida. Gracias a las poetas y novelistas que abrieron caminos.
16/5/21
¡¡LETRAS VIOLETAS!!
Comparto con ustedes la felicidad de estrenar este proyecto radiofónico.
Da click aquí para conocerlo: Letras violetas. Un espacio para la poesía y las poetas.
También puedes escuchar en este enlace todos los episodios de Violeta y Oro:
https://open.spotify.com/playlist/7G41H8qHfM5sW5cQBCc6kA?si=434870413f794265&nd=1
¿Me cuentan qué les parece?
¡Que tengan un hermoso domingo!
15/5/21
El amor por vivir entre tizas y pizarrones
La herencia es una cosa curiosa, sin duda; pero yo tengo claro que fue mi abuela Mamina –maestra en un pueblo de la pampa– quien me heredó las ganas de ser maestra, el amor por la tiza, el pizarrón y el salón de clases, y la convicción de que se puede hacer algo por los demás desde esa trinchera. Desde todas las trincheras, institucionales y no. Será por eso que empecé a dar clases hace casi 40 años, y que un aula es el único espacio en el que me siento verdaderamente en casa.
Ella me enseñó a leer y a escribir cuando yo tenía 5 años recién cumplidos y acaba de fracturarme la muñeca izquierda. Como tenía más ganas de aprender a escribir que de esperar a que me quitaran el yeso preferí abandonar mi ya declarada zurdez (¿se dice así?) y empecé a tomar el lápiz con la derecha. La zurdez se me pasó, la tosudez, nunca.
Lo que comenzó ahí no fue solamente una hermosísima relación abuela-nieta sino un amor absoluto por la figura y el trabajo de las maestras. Tanto que puedo recordar los nombres y apellidos, el color de tinta que usaban y - si me esfuerzo un poco - hasta la voz, de todas mis maestras desde el jardín de infantes hasta el último día del doctorado.
Tengo que confesar que muchas, muchísimas de ellas (y de ellos, claro) contribuyeron a reforzar la herencia de mi abuela: la señorita Lidia Tudino en primer grado, la señorita Beatriz Tinto en tercero, la señorita Gloria en quinto, de aquella amada Escuela número 15; Ludueña y Gigena en secundaria (¡en el Artigas! General de hombres libres); Luz Fernández Gordillo y Pilar García Fabregat, en el Madrid, al llegar a México; Raquel Bárcena y Martha Gloria en la Nacional de Educadoras; Luis Rius, María Luisa Capella, Angelina Muñiz, Anamari Gomís, Federico Álvarez, Valquiria Wey, Margo Glantz, y tantxs otrxs en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM (un refugio al que siempre regreso)...
También suelo recordar a la mayor parte de mis alumnxs. Tengo pésima memoria para casi todo, pero no para lo que sucede en el salón de clases.
Es cierto, quise ser Makarenko, y después Paulo Freire, y todavía lloro con todos los libros y todas las películas que muestran el milagroso vínculo maestrx-alumnx. Soy cursi y de lágrima fácil. ¿Qué le vamos a hacer?
Hoy sigo pensando que allí, entre los chicos (y los grandes), intentando analizar juntos una metáfora, o disfrutando de la lectura de un cuento, o discutiendo sobre una hecho histórico, o buscando desentrañar una fórmula matemática, o memorizando la tabla del 9, o los nombres de los faraones egipcios, o imaginando travesías por los ríos de África, o simplemente aspirando el olor a madera, a tinta fresca, a cuadernos, a ganas de escuchar y de aprender, de dialogar y de compartir, de este lado y de aquel, de aquel lado y de éste, que hay siempre que más de dos se juntan para seguir jugando a la escuelita -finalmente siempre es un juego-, como cuando éramos chicos, allí -decía- está uno de los más entrañables y apasionantes regalos que he recibido de la vida.
Por eso quiero empezar el día dándoles las gracias - de verdad, de verdad - a quienes me contagiaron este amor y este entusiasmo, y a quienes me han permitido que yo intente transmitirles un poquito de todo esto.
Y sí: sigo pensando que la tiza y el pizarrón son uno de los mejores inventos de la tecnología.
¡FELIZ DÍA A MIS QUERIDAS MAESTRAS, A MIS QUERIDOS MAESTROS, Y A LXS ESTUDIANTES QUE ME ACOMPAÑAN EN ESTA AVENTURA DESDE HACE CASI 40 AÑOS!!
19/1/20
Saber de peces
21/10/18
#Otoño 19.09.2017
10/5/18
Grinch en 10 de mayo
La historia sucedió en 2006. Estábamos pasando Mariani y yo unos meses en San Diego, y mis papás fueron a visitarnos. Mi madre pintó sin parar durante los días que estuvieron con nosotras, con una alegría y una energía tales que nadie podía siquiera imaginar –tampoco ella- que su organismo estaba ya tomado por un cáncer feroz que ganaría la partida pocos meses después. Tengo entre mis tesoros más preciados un cuaderno que cubrió entonces de colores brillantes. Siempre he querido acompañar esas acuarelas por algunos versos y crear así entre las dos un libro. Comparto con ustedes algunas líneas (y una foto de las tres generaciones tomada ¡hace 30 años!)
1.
La misma alegría.
El mismo verde que cae
desde un cielo incendiado.
La misma pertinaz vida
que inundaba tus pinceles.
Siempre verano en tu mirada.
Oigo las chicharras
y sé quién fui entonces
con seis años y rodillas raspadas.
Sé quién fui
bajo los tilos que no vimos crecer.
Cada mancha, un silencio.
Tantas historias calladas a golpes de pincel.
Dos joyas filmadas por mujeres
En los días en que estuve a media máquina vi dos joyas filmadas por mujeres: - "Atlantics", película franco senegalesa de Mati D...
-
Aunque bien sé que no me extrañas, aunque tengo la razón, me acuerdo: el cáncer terminó; te ausentas por todo lo mal que supe amart...
-
Aquí va la versión completa del cuento que empezamos a leer en "En busca del cuento perdido" del martes 18 de noviembre. Lo tomam...
-
La voz a ti debida Tú vives siempre en tus actos. Con la punta de tus dedos pulsas el mundo, le arrancas auroras, triunfos, colore...