El insomnio de la memoria[1]
Sandra Lorenzano
¿Cómo hablar de las ausencias?
¿Con qué palabras llenar el
vacío?
Tartamudear, susurrar, balbucear
No hay otra
respuesta.
Los ojos desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las
alas.
Ruina sobre ruina.
Sólo
el nombre de su hijo tatuado en el antebrazo.
Por ti, hasta la vida.
Huellas. Marcas. Cicatrices.
Concierto de voces insepultas en el insomnio
de la memoria
Un nombre.
Uno / dos / tres nombres
Yo quería mencionarlos a todos
Uno / dos / tres por todos los
compañeros
Por
los cuarenta y nueve
El humo lo cubría todo
Leche negra del alba
Cavamos una tumba en los aires
una tumba en las nubes
¡Saquen a los niños! Se me
abrazan a las piernas. ¡Sáquenlos de aquí!
Como si el cuerpo de cada uno de nosotros
fuese tu cuerpo
Humo espeso
Huyen los pájaros
No quedará ninguno en nuestras plazas
Una tumba en las nubes
¡Saquen a los niños!
Se muere con demasiada facilidad
Huyen los pájaros. Se oscurecen los cuerpos.
¿De qué te quejas?
Cavamos una tumba en el aire.
¿Por qué soy yo y no soy tú? ¿Por qué estoy
aquí y no allá?
¿Cuándo empezó el tiempo y dónde acaba el
espacio?
El murmullo crece. El susurro.
El balbuceo.
En el principio era el humo.
Humo para una mortaja. Negro como el hollín.
O bien ligero y gris, casi vaporoso. Como un presagio.
Como una despedida.
Los pájaros vuelan
enloquecidamente
Ausentes borrados Se
me abrazaban a las piernas
Como
pude me los iba quitando
Concierto de voces insepultas.
.
Abril de 2010
[1] Ejercicio de poesía documental que suma las voces de los padres y
testigos del incendio de la Guardería ABC de Hermosillo, Sonora (julio de
2009), y las palabras de Paul Celan, Ossip Mandelstam, Ana Ajmátova, Jorge
Semprún, Esther Seligson, Walter Benjamin, Gilles Deleuze, Elías Canetti.