Con un abrazo a Javier Sicilia y a las familias de los otros cuarenta mil muertos
Los pasos van pautando el ritmo del silencio. Y es el aire solamente una cortina de luces. Un refugio que ha olvidado el desierto. Fue de sangre la primera palabra.
De la densa sangre del ausente.
De la carne robada al horizonte.
Humus oscuro.
Peces en llanto.
Un fulgor dibujaba las pupilas, el nombre escondido en el aliento. Para que la forma engendre a la forma. El contorno de las manos cóncavas. El rastro nocturno de tus voces.
Amarilla es la sal de cada ola, la que orla las orillas de tus mares. Salado bautizo de los pájaros. Errante simiente entre las islas. El origen es siempre huella en la madrugada. Transparencia de cenizas. Recuerdo de otros huesos. (fragmento de Vestigios)
grupo reforma
EL CUADERNO VERDE / Vestigios
José Gordon
(12-Nov-2010)
Uno piensa que los vestigios se remontan a tiempos ancestrales. Cuando nos llega la luz de las estrellas observamos de manera diferida lo que pasó hace millones de años. Actualmente, los físicos nos dicen que aquí y allá se asoman las huellas del Big Bang, la gran explosión (el gran pum, le llamaba Jorge Hernández Campos), que sucedió hace 13 mil quinientos millones de años.
De hecho, el Premio Nobel de Física George Smoot me comentaba que cuando escuchamos la radio en las noches, en el hueco que hay entre una estación y otra, a veces captamos la estática producida por un refrigerador o un aparato eléctrico, pero que aquí y allá, de pronto nos llegan sonidos que provienen del Big Bang. El origen nos alcanza de manera inesperada. Estamos escuchando la energía que se convirtió en el polvo de estrellas del que finalmente están hechos nuestros cuerpos.
Los vestigios pueden estar más cerca de lo que imaginamos. La luz del sol tarda ocho minutos en llegar a la Tierra, Cuando vemos el sol, vemos el pasado. ¿Y si los vestigios estuvieran aún más cerca? Cuando veo tu rostro, ¿también por unos instantes estoy viendo lo que ya pasó? Al compartir esta sensación en Facebook, Ana Cecilia Núñez me comentó con agudeza: "Esta que soy, ya no soy". La percepción es de vértigo.
En el poema Piedra de Sol, Octavio Paz escribe: "Se despeñó el instante en otro y otro". Este es el tema central de los versos del libro Vestigios, de Sandra Lorenzano (Pre-textos, poesía, 2010). El instante se fuga en el mismo momento en que se enciende. Ya es pasado. Por eso el epígrafe del poeta José Angel Valente dice: "No estoy. No estás/ No estamos. No estuvimos nunca/ aquí donde pasar/ del otro lado de la muerte/ tan leve parecía".
El libro de Sandra es una minuciosa exploración de las ausencias, un registro que explora el tiempo y el mundo al filo de la percepción. Entonces descubre que "la tela (del mundo) está rasgada -apenas- y al otro lado (está) el vacío". Hay una palabra en sánscrito que define con precisión esta experiencia en la que todo se borra en el mismo instante en que lo vemos. Se trata de maya, que se suele traducir como ilusión, pero que significa "aquello que no es". Escribe Sandra: "Algo pasa tras el aire denso. Una nada. Un instante que podría haber sido cualquier otro". Se desvanece con dolor todo lo que ha desfilado en la conciencia: los ríos de la memoria de la infancia, el olor de la madera enmohecida, el calor y los sueños pejagosos.
Este destierro tiene una ausencia fundamental. Crípticamente, Sandra nos habla de ella, parafrasea a T.S. Eliot en Tierra baldía, pero en vez de julio, nos dice que agosto es el mes más cruel, se trata de una pérdida que la deja sin palabras, con el rezo del kaddish del duelo por la madre.
La elegía por lo irrecuperable, por los naufragios, no se limita a los años: el instante mismo se licúa. Sandra tiene la tentación de decirnos que nuestra vida pasada es el sol de lo que sucedió hace ocho minutos o es el abismo del presente mismo que ya es ceniza. Sin embargo, justamente en esta tensión, en este vértigo del instante, la poeta rasga el velo del mundo y del tiempo y se adentra en un silencio que sostiene todo lo que existe. Palpa su ritmo, escucha los murmullos de una música invisible que flota en medio de los vestigios.
Las membranas más delicadas del oído y la vista se rasgan y aprecia un gran misterio: "Se seca la hierba y queda la palabra aún prendida al aire. Enjambre de sonidos en busca de las alas quemadas por el polvo". En medio de los vestigios surge el canto poético, recuperamos la memoria del lenguaje, de los sonidos primigenios que sostienen la precariedad del mundo. Como si nos asomáramos al Big Bang, podemos atisbar que, como escribe Sandra, hay destellos de luz que ocupan el silencio. El origen del tiempo y el espacio está en la misma orilla del cuerpo del otro, al que abrazamos como una plegaria. En medio del derrumbe, los vestigios del origen nos alcanzan.
pepegordon@gmail.com
7/4/11
4/4/11
4 de abril
3/4/11
Anna Ajmátova en "El rincón de las palabras"
Hoy más que nunca nos hacen falta las palabras de los poetas.
Este desgarrador texto de Anna Ajmátova va con un abrazo a Javier Sicilia.
Réquiem
DEDICATORIA
Ante esta desgracia se inclinan las montañas
Y no fluye el famoso río,
Pero son fuertes los cerrojos de la prisión
Y tras ellos están las “mazmorras de los presos”
Y una pena mortal.
Para algunos sopla suave la brisa,
Para algunos es una caricia el ocaso.
Nosotras no sabemos, somos las mismas por todas partes
Y sólo oímos el odioso chirrido de las llaves
Y los pesados pasos del soldado.
Nos levantábamos como para la misa del alba
Y caminábamos por la ciudad salvaje,
Y allí nos encontrábamos, casi sin aliento.
El sol estaba más bajo y el Neva más nublado,
Pero la esperanza canta siempre a lo lejos.
La sentencia... y de pronto brotan las lágrimas
Y ella se aleja ya de todas
Como si con dolor le arrancaran del corazón la vida,
Como si brutalmente la derribaran por la espalda.
Pero camina... se tambalea... va sola...
¿Dónde estarán ahora mis amigos a la fuerza,
Mis dos años furiosos?
¿Qué oirán en la tormenta de nieve siberiana?
¿Qué imaginarán en el círculo de la luna?
A ellas envío mi saludo de despedida. MARZO 1940
PRÓLOGO
Eso sucedió cuando sólo sonreía
El muerto, contento de su paz
Y como un apéndice inútil, Leningrado
Pendía de sus cárceles.
Cuando, locos de dolor,
Caminaban en tropel los condenados,
Y los silbidos de las locomotoras
Cantaban cortas canciones de despedida.
Las estrellas de la muerte se erguían sobre nosotros
Y la inocente Rusia se retorcía
Bajo unas botas manchadas de sangre
Y bajo las ruedas de los negros furgones .
1
Te llevaron al alba ,
Y fui tras ti como en un entierro.
En el ático oscuro lloraban los niños,
Y ante la imagen sagrada se derretía la vela.
En tus labios estaba el frío del icono
Y un sudor mortal en tus cejas...¡NO lo olvidaré!
Como las viudas de los Streltsy
Aullaré bajo las torres del Kremlin.
El texto completo en: http://es.scribd.com/doc/3417817/Requiem
27/3/11
De Oaxaca a Nezayork
Los invito a leer mi artículo de hoy:
De Oaxaca a Nezayork. Y tú ¿qué miras? - El Universal - Editoriales
Y si pueden, den una vuelta por la página de Federico Gama. Vale muchísimo la pena: http://www.federicogama.com/
Los esperamos en la exposición de este estupendo fotógrafo que hay en la Universidad del Claustro de Sor Juana.
Izazaga 92, Centro Histórico.
22/3/11
Lenguas olvidadas
Un viejo poema que reapareció entre mis papeles:
Soy nieta de dos lenguas olvidadas
Que se abren como nubes de verano
Tras el rastro silencioso de un naufragio.
Sal que dibuja sonidos en la arena
Palabras de otras vidas presentes en mi nombre
Sobre álamos y pinos que olvidaron hacer sombra
En la tierra quemada hace mil años.
La leche se perdía entre los surcos,
Blanda caricia sobre la piel de nadie,
Y era adioses contenidos en el grito
Que agita pañuelos.
Soy nieta de dos lenguas
Que nunca han puesto voz a mi palabra
Y cantaron, sin embargo, al ruido de mi sangre
En un atardecer de mieses naranjas
y oraciones que agradecen el milagro.
Obstinadas cadencias del aliento,
Encerradas en las páginas primeras,
Compañía ineludible de las horas
que grabaron otro sol sobre mi frente.
Cuídate del viento y sus raíces,
De buscar la misma piedra para el mismo muerto.
Cuídate de los rezos sobre el mar.
Soy nieta de dos lenguas que confunden horizontes
Y todo es vendaval de nostalgias en vuelo
Siempre al otro lado de los bosques y los ríos
Ríe el pájaro que vuelve cada otoño
A tejer de los hilos la costumbre
Rostros tercos que se aferran a cubierta
Inventando el paisaje en las pupilas.
Tierra firme en el páramo de olas
Para hundir los pies en el invierno.
Otros panes sabrán de otros secretos
Y en el trigo la plegaria será carne.
Un mapa se dibuja con las venas
Pero nunca contaron del tesoro
Sino de las ventanas al caer la tarde
De cafés cargados, de una mujer sobre la lumbre
Con perfil de moneda gastada
Con manos que hilan las hebras de tiempo.
Nunca hablaron del tesoro de sonidos
Que guardaron bajo llave antes de irse.
Soy nieta de dos lenguas que me arropan
Que me acunan en murmullos color sepia
Que saben de sabores penetrantes
Y de verbos que se pierden en susurros.
La marcha se detiene junto al fuego
Cada uno busca a otro tras sus rezos.
El que es quizás no sea
Ni siquiera cobijo a la intemperie.
La distancia se clava entre las uñas
Y hace más lento el ritmo del abrazo
Como si no reconociera los olores
Como si en el cuerpo sudoroso de la vela
No viera que está escrito su destino.
¿Qué me dieron a mí sus oraciones?
¿Qué las huellas en arenas de otros mares?
¿En cuál gesto mío están sus voces?
¿En qué pliegue de mi rostro los encuentro?
Soy nieta de dos lenguas que me llaman
En la música breve de la tarde.
Con un libro de salmos se me acercan
Y renuevan el pacto que me funda,
El desierto cubre entonces las heridas
Guardando en sus entrañas el origen.
Una a una retornan las preguntas
y la carne es el barro que me nombra
la grieta más antigua
el sudor áspero
el único testigo de su ausencia.
Si en el grito voraz que aún resuena
Bajo el cielo que – sabemos – no protege
Encontráramos el rastro de otros pasos
No sería diferente nuestro espanto
Ni el vacío de mis huellas en su historia.
Soy nieta de dos lenguas olvidadas
Que se abren como nubes de verano
Tras el rastro silencioso de un naufragio.
Sal que dibuja sonidos en la arena
Palabras de otras vidas presentes en mi nombre
Sobre álamos y pinos que olvidaron hacer sombra
En la tierra quemada hace mil años.
La leche se perdía entre los surcos,
Blanda caricia sobre la piel de nadie,
Y era adioses contenidos en el grito
Que agita pañuelos.
Soy nieta de dos lenguas
Que nunca han puesto voz a mi palabra
Y cantaron, sin embargo, al ruido de mi sangre
En un atardecer de mieses naranjas
y oraciones que agradecen el milagro.
Obstinadas cadencias del aliento,
Encerradas en las páginas primeras,
Compañía ineludible de las horas
que grabaron otro sol sobre mi frente.
Cuídate del viento y sus raíces,
De buscar la misma piedra para el mismo muerto.
Cuídate de los rezos sobre el mar.
Soy nieta de dos lenguas que confunden horizontes
Y todo es vendaval de nostalgias en vuelo
Siempre al otro lado de los bosques y los ríos
Ríe el pájaro que vuelve cada otoño
A tejer de los hilos la costumbre
Rostros tercos que se aferran a cubierta
Inventando el paisaje en las pupilas.
Tierra firme en el páramo de olas
Para hundir los pies en el invierno.
Otros panes sabrán de otros secretos
Y en el trigo la plegaria será carne.
Un mapa se dibuja con las venas
Pero nunca contaron del tesoro
Sino de las ventanas al caer la tarde
De cafés cargados, de una mujer sobre la lumbre
Con perfil de moneda gastada
Con manos que hilan las hebras de tiempo.
Nunca hablaron del tesoro de sonidos
Que guardaron bajo llave antes de irse.
Soy nieta de dos lenguas que me arropan
Que me acunan en murmullos color sepia
Que saben de sabores penetrantes
Y de verbos que se pierden en susurros.
La marcha se detiene junto al fuego
Cada uno busca a otro tras sus rezos.
El que es quizás no sea
Ni siquiera cobijo a la intemperie.
La distancia se clava entre las uñas
Y hace más lento el ritmo del abrazo
Como si no reconociera los olores
Como si en el cuerpo sudoroso de la vela
No viera que está escrito su destino.
¿Qué me dieron a mí sus oraciones?
¿Qué las huellas en arenas de otros mares?
¿En cuál gesto mío están sus voces?
¿En qué pliegue de mi rostro los encuentro?
Soy nieta de dos lenguas que me llaman
En la música breve de la tarde.
Con un libro de salmos se me acercan
Y renuevan el pacto que me funda,
El desierto cubre entonces las heridas
Guardando en sus entrañas el origen.
Una a una retornan las preguntas
y la carne es el barro que me nombra
la grieta más antigua
el sudor áspero
el único testigo de su ausencia.
Si en el grito voraz que aún resuena
Bajo el cielo que – sabemos – no protege
Encontráramos el rastro de otros pasos
No sería diferente nuestro espanto
Ni el vacío de mis huellas en su historia.
21/3/11
En busca del cuento perdido
Kenzaburo Oé
Escritor y ensayista japonés, premio Nobel de Literatura y probablemente el mejor novelista de la posguerra. Oé nació en una remota aldea de montaña en Shikoku, localidad que aparece con frecuencia en su obra, y creció en tiempos de guerra. En 1954 ingresó en la universidad de Tokio y en 1958 ganó el prestigioso Premio Akutagawa por su relato La presa, que describe la custodia en un pueblo de un aviador negro prisionero. Su primera novela extensa, Memushiri kouchi (1958), ratificó su éxito. Establecido como escritor importante de la posguerra, escribió sobre la condición alienada del Japón moderno, al tiempo que apoyó causas de izquierda, a pesar de su amistad con Yukio Mishima. En 1963, el nacimiento de un hijo retrasado mental y una visita a Hiroshima causaron una nueva evolución en su escritura, que culminó con sus obras maestras Un asunto personal (1964) y El grito silencioso (1967). Su obra, de estilo complejo y contenido intelectual, aborda la crisis existencial, la historia y la identidad cultural. Sus novelas posteriores tratan temas antinucleares y ecológicos en un estilo moderno más libre. Destacan, además, en su vasta obra, Las aguas han inundado mi alma (1973), Juegos contemporáneos (1979) y la novela de ciencia ficción La torre del tratamiento (1990). En 1994 le fue concedido el Premio Nobel, siendo el segundo escritor japonés en recibirlo.
Tomado de: http://www.epdlp.com/escritor.php?id=2096
Entrevista: http://www.elpais.com/articulo/Babelia/gesto/hidalgo/elppor/20100123elpbab_3/Tes
Sobre Una cuestión personal: http://www.lecturalia.com/libro/3265/una-cuestion-personal
Matsuo Basho
19/3/11
La luna en "El rincón de las palabras"
La luna
Jorge Luis Borges
Cuenta la historia que en aquel pasado
Tiempo en que sucedieron tantas cosas
Reales, imaginarias y dudosas,
Un hombre concibió el desmesurado
Proyecto de cifrar el universo
En un libro y con ímpetu infinito
Erigió el alto y arduo manuscrito
Y limó y declamó el último verso.
Gracias iba a rendir a la fortuna
Cuando al alzar los ojos vio un bruñido
Disco en el aire y comprendió, aturdido,
Que se había olvidado de la luna.
La historia que he narrado aunque fingida,
Bien puede figurar el maleficio
De cuantos ejercemos el oficio
De cambiar en palabras nuestra vida.
Siempre se pierde lo esencial. Es una
Ley de toda palabra sobre el numen.
No la sabrá eludir este resumen
De mi largo comercio con la luna.
No sé dónde la vi por vez primera,
Si en el cielo anterior de la doctrina
Del griego o en la tarde que declina
Sobre el patio del pozo y de la higuera.
Según se sabe, esta mudable vida
Puede, entre tantas cosas, ser muy bella
Y hubo así alguna tarde en que con ella
Te miramos, oh luna compartida.
Más que las lunas de las noches puedo
Recordar las del verso: la hechizada
Dragon moon que da horror a la halada
Y la luna sangrienta de Quevedo.
De otra luna de sangre y de escarlata
Habló Juan en su libro de feroces
Prodigios y de júbilos atroces;
Otras más claras lunas hay de plata.
Pitágoras con sangre (narra una
Tradición) escribía en un espejo
Y los hombres leían el reflejo
En aquel otro espejo que es la luna.
De hierro hay una selva donde mora
El alto lobo cuya extraña suerte
Es derribar la luna y darle muerte
Cuando enrojezca el mar la última aurora.
(Esto el Norte profético lo sabe
Y tan bien que ese día los abiertos
Mares del mundo infestará la nave
Que se hace con las uñas de los muertos.)
Cuando, en Ginebra o Zürich, la fortuna
Quiso que yo también fuera poeta,
Me impuse. como todos, la secreta
Obligación de definir la luna.
Con una suerte de estudiosa pena
Agotaba modestas variaciones,
Bajo el vivo temor de que Lugones
Ya hubiera usado el ámbar o la arena,
De lejano marfil, de humo, de fría
Nieve fueron las lunas que alumbraron
Versos que ciertamente no lograron
El arduo honor de la tipografía.
Pensaba que el poeta es aquel hombre
Que, como el rojo Adán del Paraíso,
Impone a cada cosa su preciso
Y verdadero y no sabido nombre,
Ariosto me enseñó que en la dudosa
Luna moran los sueños, lo inasible,
El tiempo que se pierde, lo posible
O lo imposible, que es la misma cosa.
De la Diana triforme Apolodoro
Me dejo divisar la sombra mágica;
Hugo me dio una hoz que era de oro,
Y un irlandés, su negra luna trágica.
Y, mientras yo sondeaba aquella mina
De las lunas de la mitología,
Ahí estaba, a la vuelta de la esquina,
La luna celestial de cada día
Sé que entre todas las palabras, una
Hay para recordarla o figurarla.
El secreto, a mi ver, está en usarla
Con humildad. Es la palabra luna.
Ya no me atrevo a macular su pura
Aparición con una imagen vana;
La veo indescifrable y cotidiana
Y más allá de mi literatura.
Sé que la luna o la palabra luna
Es una letra que fue creada para
La compleja escritura de esa rara
Cosa que somos, numerosa y una.
Es uno de los símbolos que al hombre
Da el hado o el azar para que un día
De exaltación gloriosa o de agonía
Pueda escribir su verdadero nombre.
15/3/11
El rincón de las palabras 15 de marzo de 2011
Selección de poesía japonesa
Si cantan los insectos,
solitaria la noche.
Si no, más todavía.
Otani Joseki (1875)
Víspera.
Pasa el viento sobre las chozas .
Dice algo el arrozal .
Yo golpeo las puertas de la vida .
¿Alguien, adentro, está?
Yone Noguchi (1875)
De vuelta del trabajo,
tarde, en la noche ,
voy llevando a mi niño ,
quien, apenas, ha muerto.
Takuboku Ishikawa (1885-1912 )
Mis canciones
Porque son tan pequeñas
mis canciones ,
creen que estoy midiendo
las palabras .
Pero no es que yo ahorre mis cancione s
sino que yo no puedo añadir nada .
Mi alma, distinta al pez, no tiene agallas
Canto con una sola bocanada.
Akiko Yosano (contemporánea)
Ausencia
Noche de primavera .
Silencio .
Susurran mis vestidos ,
al caer en el suelo .
Silencio .
Takeko Kujo (contemporánea )
Alguien
Alguien pasa, por mi ventana ,
diciendo : "está oscuro, está oscuro" .
Extraño : la luz sigue afuer a
y hay luces en todas las casas .
Mas, alguien cruzó mi ventan a
diciendo : "está oscuro, está oscuro".
Yaso Saijo (1892)
Y, cuando toso ,
resulta, nuevamente .
que sigo solo.
Ozaki Hoya (1885-1923)
El agónico enfermo
ha preguntado la hora .
Se hace silencio.
Ogiwara Seinsensui (1884)
Una larva
No conozco el alzarse de la luna ,
porque estoy confinado en un cuarto .
No conozco el alzarse del sol
desde que estoy hundido en una celda .
Y no conozco el firmamento claro
porque voy transitando cabizbajo .
No recibo noticias.
Confundo las mujeres con las flores
desde que me hallo ciego .
Y, así, todavía estoy vivo, todavía
conozco el viento frío y el olor de la tierra.
Yasao Akeda (contemporáneo)
Una rosa
Hay un horizonte que tiembla
en una rosa .
Hay una curva de fuego artificial
en una rosa .
Hay el zumbido de propulsión a chorro
en una rosa .
Hay un mapa horroroso de sueño
en una rosa.
Hay el brazo caído de un traje
en una rosa .
Y no hay ninguna rosa
en una rosa .
Ichiro Ando (1907 )
Tomado de Un siglo de poesía japonesa.
http://escholarship.bc.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1007&context=xul&sei-redir=1#search="poesÃa+japonesa"
14/3/11
Sobre la antología de cuentos "Mudanzas"
También hay un cuento mío incluido en el libro. Se llama "¿Quién le teme a Manuel Puig?". ¡Ojalá les guste!
13/3/11
28/2/11
26/2/11
"Vestigios" en El rincón de las palabras (27 de enero de 2011)
Cortar las ramas
la maleza
atados tengo los brazos
las piernas
el deseo
y es un crepitar de huesos
el que alimenta la savia
insectos aturdidos en el punto más alto de su espera
frotar de alas que le gritan
al reflejo de un incendio
podríamos poner una vela por los nuestros
o hundir la cabeza entre las hojas
en el olor húmedo
dulzón y pegajoso
dejar que el musgo le cubra la frente
el mapa de las venas
las manos manchadas de ceniza
dejar que se pierdan muy de a poco.
la maleza
atados tengo los brazos
las piernas
el deseo
y es un crepitar de huesos
el que alimenta la savia
insectos aturdidos en el punto más alto de su espera
frotar de alas que le gritan
al reflejo de un incendio
podríamos poner una vela por los nuestros
o hundir la cabeza entre las hojas
en el olor húmedo
dulzón y pegajoso
dejar que el musgo le cubra la frente
el mapa de las venas
las manos manchadas de ceniza
dejar que se pierdan muy de a poco.
24/2/11
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