3/2/12
Wislawa Szymborska
Poesía de Wislawa Szymborska para recordarla como merece. Descanse en paz...
Bajo una pequeña estrella
Que me disculpe la coincidencia por llamarla necesidad.
Que me disculpe la necesidad, si a pesar de ello me equivoco.
Que no se enoje la felicidad por considerarla mía.
Que me olviden los muertos que apenas si brillan en la memoria.
Que me disculpe el tiempo por el mucho mundo pasado
por alto a cada segundo.
Que me disculpe mi viejo amor por considerar al nuevo
el primero.
Perdonadme, guerras lejanas, por traer flores a casa.
Perdonadme, heridas abiertas, por pincharme en el dedo.
Que me disculpen los que claman desde el abismo el disco
de un minué.
Que me disculpe la gente en las estaciones por el sueño
a las cinco de la mañana.
Perdóname, esperanza acosada, por reírme a veces.
Perdonadme, desiertos, por no correr con una cuchara de agua.
Y tú, gavilán, hace años el mismo, en esta misma jaula,
inmóvil mirando fijamente el mismo punto siempre,
absuélveme, aunque fueras un ave disecada.
Que me disculpe el árbol talado por las cuatro patas de la mesa.
Que me disculpen las grandes preguntas por las pequeñas
respuestas.
Verdad, no me prestes demasiada atención.
Solemnidad, sé magnánima conmigo.
Soporta, misterio de la existencia, que arranque hilos de tu cola.
No me acuses, alma, de poseerte pocas veces.
Que me perdone todo por no poder estar en todas partes.
Que me perdonen todos por no saber ser cada uno de ellos,
cada una de ellas.
Sé que mientras viva nada me justifica
porque yo misma me lo impido.
Habla, no me tomes a mal que tome prestadas palabras patéticas
y que me esfuerce después para que parezcan ligeras.
Versión de Abel A. Murcia
Amor a primera vista
Ambos están convencidos
de que los ha unido un sentimiento repentino.
Es hermosa esa seguridad,
pero la inseguridad es más hermosa.
Imaginan que como antes no se conocían
no había sucedido nada entre ellos.
Pero ¿qué decir de las calles, las escaleras, los pasillos
en los que hace tiempo podrían haberse cruzado?
Me gustaría preguntarles
si no recuerdan
-quizá un encuentro frente a frente
alguna vez en una puerta giratoria,
o algún "lo siento"
o el sonido de "se ha equivocado" en el teléfono-,
pero conozco su respuesta.
No recuerdan.
Se sorprenderían
de saber que ya hace mucho tiempo
que la casualidad juega con ellos,
una casualidad no del todo preparada
para convertirse en su destino,
que los acercaba y alejaba,
que se interponía en su camino
y que conteniendo la risa
se apartaba a un lado.
Hubo signos, señales,
pero qué hacer si no eran comprensibles.
¿No habrá revoloteado
una hoja de un hombro a otro
hace tres años
o incluso el último martes?
Hubo algo perdido y encontrado.
Quién sabe si alguna pelota
en los matorrales de la infancia.
Hubo picaportes y timbres
en los que un tacto
se sobrepuso a otro tacto.
Maletas, una junto a otra, en una consigna.
Quizá una cierta noche el mismo sueño
desaparecido inmediatamente después de despertar.
Todo principio
no es mas que una continuación,
y el libro de los acontecimientos
se encuentra siempre abierto a la mitad.
De "Fin y principio" 1993
Versión de Abel A. Murcia
29/1/12
"Desde Fuera", Francisca Aguirre
¿Quién sería el extraño que quisiera
conocer un paisaje como éste?
Desde fuera, la isla es infinita:
una vida resultaría escasa
para cubrir su territorio.
Desde fuera.
Pero Ítaca está dentro, o no se alcanza.
¿Y quién querría descender al fondo
de un silencio más vasto que el océano?
Silencio son sus habitantes,
silencio y ojos hacia el mar.
Desde fuera
las aguas son caminos
¿desde la playa son sólo frontera?.
¿Y quién sería el torpe navegante
que entraría en un puerto sin faro?
Desde fuera, los dioses nos contemplan.
Desde aquí, no hay un pecho
capaz de cobijarlos:
los dioses son palabras; con el silencio, mueren.
¿Alguna vez la isla fue distinta?
Quién lo puede saber desde el aturdimiento.
Sin palabras, sin dioses, Ítaca es sólo el mar.
(Francisca Aguirre - Alicante, 1930 - ganó el Premio Nacional de Poesía de España en 2011 http://www.elpais.com/articulo/portada/Memoria/vida/literatura/elpepuculbab/20120128elpbabpor_2/Tes )
17/1/12
Memorias del horror
O Susan Sontag como pretexto
After all, a photograph is not an opinion. Or is it? Susan Sontag
After all, a photograph is not an opinion. Or is it? Susan Sontag
1.
Las fotografías no se ven. Cada una está dentro de una caja. Son veinticinco cajas negras que forman un cuadrado en el piso. Veinticinco cajas como veinticinco lápidas. La luz tenue resalta la desolación. Las fotografías no se ven. Un texto impreso en cada caja da cuenta de la imagen que guarda en su interior:
Ntarama Church, Nyamata, Rivanda
40 kilometers south of Kigali
Monday, August 29, 1994
"This photograph shows Benjamin Musisi, 50, crouched low in the doorway of the church amongst scattered bodies spilling out into the daylight. Four hundred Tutsi men, women and children who had come here seeking refuge, were slaughtered during Sunday mass. Benjamin looks directly into the camera, as if recording what the camera saw. He asked to be photographed amongst the dead. He wanted to prove to his friends in Kampala, Uganda, that the atrocities were real and that he had seen the aftermath."
Se trata de una instalación de Alfredo Jaar que formó parte de la exposición En guerra realizada en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona en el año 2004. Este artista chileno estuvo en Ruanda después del genocidio, en 1994, y tomó más de tres mil fotografías. La idea de mostrarlas le pareció intolerable por la posible lectura de apología de la violencia que podrían suscitar. ¿Cómo se muestra una masacre? ¿Cómo se comparte el espanto que provoca la muerte de cientos de miles de seres humanos? ¿De qué sirve hacer pública una imagen más? ¿Es una responsabilidad ética? ¿Una llamada de atención? ¿O una ilustración del periódico del día?
Frente al despliegue de fotografías del horror – las de la propia exposición y las del bombardeo mediático cotidiano – Jaar eligió el silencio de la ausencia de imágenes. Su obra es una cementerio de lápidas negras y rostro enterrados.
2.
¿Cuál es el valor de las imágenes que retratan el horror? ¿Contribuyen a que el espectador tome conciencia frente a situaciones de violencia e injusticia? ¿O acaso el exceso de imágenes ha colaborado a la insensibilización de nuestra sociedad? En la primera mitad del siglo XX, Virginia Woolf confiaba en la capacidad de conmoción de las fotos que llegaban de España. Se trataba de la primera guerra verdaderamente registrada por fotógrafos, ya no como la expresión de la curiosidad o el deber de alguno de manera aislada – como en la Primera Guerra Mundial -. El horror que mostraban, consideraba Woolf, debía ser suficiente para generar una postura pacifista. Las fotografías acercaban la terrible realidad de un pueblo en guerra, y esas imágenes de cuerpos desfigurados, de miradas dolientes, de seres humanos irreconocibles provocarían, al darse a conocer al gran público, una oposición absoluta a cualquier tipo de enfrentamiento bélico. Sin duda, en la Guerra Civil Española en particular, la postura de mucha gente progresista era – y sigue siendo a casi setenta años de distancia del inicio del conflicto – la defensa de la República, y las fotografías de las que hablaba Woolf buscaban más la solidaridad con la causa republicana que una oposición a la guerra que, como plantea Susan Sontag, despolitiza el enfrentamiento. O quizás el aceptar que era imprescindible que el gobierno se defendiera y defendiera sus principios frente a la agresión franquista, no se opusiera a una postura pacifista, como lo mostró Simone Weil quien a pesar de su condena a la guerra participó en España del lado republicano y en la lucha contra la Alemania de Hitler.
Sabemos que, más allá del deseo de Virginia Woolf, compartido por muchísimos otros, “las fotografías de una atrocidad pueden producir reacciones opuestas. Un llamado a la paz. Un grito de venganza. O simplemente la confundida conciencia, repostada sin pausa de información fotográfica, de que suceden cosas terribles” . Y sin embargo, mi querida Virginia, seguimos apostando a su capacidad de conmoción.
3.
“Yo quería mencionarlos a todos por su nombre”, escribió Ana Ajmátova en su poema “Réquiem”. El muerto anónimo es uno más en las estadísticas del horror; el nombre, la historia de cada uno le dan realidad, lo vuelven alguien cercano, un prójimo. “...mon semblable, mon frère...” Esto lo saben por igual la literatura y el cine de guerra y los periódicos amarillistas. ¿Cuántas veces leímos la historia del muchacho de Puebla que trabajaba en el restaurant más alto de las Torres Gemelas? De los miles de muertos del 11 de septiembre, tenemos el nuestro, nos aferramos a él, y esto que podría parecer una banalización, una reducción de la gravedad de ésta o cualquier otra tragedia, por el contrario, la vuelve más cercana, la convierte casi en una historia de familia. Claro que no estamos exentos de banalidad: muchos de los que lloraron viendo la muerte del personaje representado por Roberto Benigni en La vita é bella, consideran que la muerte de seis millones de personas a manos de los nazis es simplemente “un problema judío”, o algo sobre lo que ya se ha hablado demasiado, “¿por qué sigue Imre Kertesz machacando sobre el tema?”
La entrada en un campo de concentración (alemán, soviético o argentino, lo mismo da) está marcada por el intento de borrar las señas de identidad; el nombre propio es sustituido por un número, la historia personal va desapareciendo ante el dolor y las vejaciones constantes. De ahí lo conmovedor de los relatos sobre la memoria, como modo de preservar la propia humanidad: Cuentan que Milena, la mujer que tanto había amado Kafka, tenía una amiga en el campo de concentración al que fue llevada, que creó un método para intentar sobrevivir a la pesadilla: recurría a los libros que había leído y que conservaba en la memoria. Uno era su preferido: un relato corto de Máximo Gorki, "Ha nacido un hombre”. O Maurice Halbwachs muriendo de disentería en Buchenwald mientras le cuenta a un joven y rojo español los secretos caminos de la historia . Se trata de pequeños espacios protegidos ante el horror cotidiano. No dan significado a su terrible situación, no la explican ni justifican; ni siquiera ofrecen una esperanza para el futuro. “Sencillamente existen como punto de equilibrio, recordándoles la existencia de la luz en un momento de oscura catástrofe.”
En Phnom Penh entre 1975 y 1979, en una prisión clandestina situada en el antiguo bachillerato de Tuol Sleng, fueron tomados alrededor de 6 mil retratos. Son los rostros de algunos de los más de 14 mil camboyanos que serían asesinados por el gobierno acusados de “intelectuales” y contrarrevolucionarios. Quienes fijan la mirada en la cámara, dice Susan Sontag, la están fijando también en nosotros; ¿cómo sostener la mirada ante quienes se encuentran “siempre mirando la muerte, siempre a punto de ser asesinados, vejados para siempre” (Ante el dolor de los demás, p.73). “Y el espectador se encuentra en la misma posición que el lacayo tras la cámara; la vivencia es nauseabunda. – continúa Sontag -. Se sabe el nombre del fotógrafo de la prisión – Nhem Ein – y se puede citar. Los que retrató, de rostro aturdido y torso demacrado, con la etiqueta numérica prendida en la parte superior de la camisa, siguen siendo un conjunto. Víctimas anónimas.”
Mencionarlos a todos por su nombre es un gesto ético, es un modo de restituirle a los muertos su humanidad. Éste es el sentido último de las largas listas de nombres que suele haber en los memoriales de cualquier parte del mundo Éste es el sentido de los nombres escritos en las cajas de Alfredo Jaar; las víctimas del genocidio de Ruanda tenían cada una –como los fotografiados en Phnom Penh- su historia, sus pasiones, sus recuerdos...todo se ha perdido: nos queda recuperar su nombre.
4.
Otro es, por supuesto, el objetivo del registro fotográfico del estado. De ahí la transgresión que significa apropiarse de las fotografías “oficiales” para incorporarlas al entorno familiar, disputándole así a las instituciones la “propiedad” sobre los retratados. Nuestros hijos nos pertenecen en todas y cada de sus imágenes, parecen decir las Madres de Plaza de Mayo cuando, en sus rondas de los jueves, enarbolan las fotos de las víctimas de la dictadura. Antígona nuevamente frente a Creonte.
"El valor cultural de la imagen tiene su último refugio en el culto al recuerdo de los seres queridos, lejanos o desaparecidos" , dice Walter Benjamin. Cada una de las fotografías de nuestro álbum personal -incluidas aquellas que parecieran excluir la carga afectiva, como las realizadas por las instancias de registro y control estatal-, es así un espíritu tutelar que conserva parte de una historia pasada. Esas imágenes son nuestra memoria; memoria que puede ser a la vez reivindicación política e íntimo espacio de dolor.
5.
La novela La edad de hierro de J. M. Coetzee es la larga carta que una mujer sudafricana blanca con un cáncer terminal, le escribe a su única hija que vive, desde hace muchos años, en Estados Unidos. Es una confesión, una despedida, un pedido de auxilio, una dolida reflexión sobre la realidad de Sudáfrica. El horror ha estado siempre allí; el histórico, el social, el del país completo, acompañando al monstruo que devora las entrañas de la mujer. De a poco, eso es lo que puede verse en las viejas fotografías: lo que aparentemente había quedado fuera, lo que no fue fotografiado.
Dies irae, dies illa aquellos en que el ausente está presente y el presente ausente. La foto ya no enseña quién había aquel día en el marco del jardín, sino a los que no estaban allí. Guardadas todos estos años en lugares seguros por todo el país, en álbumes y en cajones de escritorios, esta foto y miles como ella han madurado sutilmente, se han metamorfoseado. El baño de fijado no salió bien, o bien el revelado fue más allá de lo que uno habría soñado -¿quién sabe cómo sucedió?-, pero se han vuelto a convertir en negativos, un tipo nuevo de negativos en los que empezamos a ver lo que solía quedar fuera del marco, oculto.
Toda fotografía encierra un relato, tan extenso o profundo como queramos (o sepamos) verlo. Un relato construido a través de lo que la imagen muestra y, al mismo tiempo, como en la novela de Coetzee, con todo aquello que ha quedado “fuera del marco”. En este sentido, la foto es una síntesis, y por lo mismo requiere un tiempo de lectura que se contrapone a las nociones de inmediatez y velocidad que le hemos adjudicado históricamente a la fotografía, y sobre las que hemos construido nuestra idea de la recepción de imágenes, poco dada al análisis y la reflexión. Quizás por ello, Susan Sontag sostenga que finalmente resulta mucho más fuerte la palabra escrita que la foto, para generar algún tipo de conciencia que vaya más allá de la simple conmoción. “El problema no es que la mente recuerde por medio de fotografías, sino que sólo recuerda las fotografías.” (p.103) Una reflexión mayor sobre las imágenes del horror, sobre el relato que cada una encierra, nos llevaría tal vez a preguntarnos por el modo en que nuestros privilegios están vinculados al sufrimiento de otros. La consigna “Todos somos indios” de muchas de las marchas realizadas en la ciudad de México, después del levantamiento zapatista, pareciera de algún modo plantearse este problema. Por supuesto, la incomodidad ante este cuestionamiento debería ser muy fuerte en un país como Estados Unidos, y Susan Sontag lo sabe – es sobre esa sociedad que escribe, sobre lo que significa enfrentarse al “dolor de los demás” desde la realidad norteamericana -, por lo que la pregunta sobre “¿Qué se hace con el saber que las fotografías aportan del sufrimiento lejano?” (p.115), no es intrascendente.
6.
“La fotografía es, antes que nada, una manera de mirar. No es la mirada misma.”
7.
La fotografía como memento mori. Ciertas imágenes - como la del niño con las manos en alto, fotografiado en el gueto de Varsovia en el momento de ser sacado de su casa por los SS – se han convertido en una suerte de “íconos seculares”, emblemas del sufrimiento, y como tales exigen un espacio y un tiempo que permitan la reflexión. “Es difícil – escribe Sontag – encontrar espacio reservado para la seriedad en una sociedad moderna, cuyo modelo principal del espacio público es la megatienda...” (p.139). ¿Cómo detener el flujo vertiginoso de imágenes? ¿Cómo detener-nos y dejar que el dolor de los demás deje su huella en nuestra piel? El vértigo, el simulacro , la apatía o incluso la conmoción que dura lo que se tarda en dar vuelta la hoja del periódico, quizás sean el modo en que buscamos olvidar nuestro “ser para la muerte”. La memoria, como el niño del gueto, tiene el rostro de todos nuestros muertos, tiene el rostro de nuestra propia muerte; mejor pasar de prisa, mejor pasar de largo.
Lorie Novak es una artista visual judeo-norteamericana cuyos trabajos manifiestan una especial preocupación por el tema de la memoria. En muchos de ellos la propuesta parte de la superposición de imágenes. “Past lives” , por ejemplo, obra de 1987, es la fotografía de una composición de imágenes superpuestas proyectada en una pared. Como fondo hay una foto de los niños de Izieu (en la Maison d’Izieu fueron capturados, por Klaus Barbie, 44 niños judíos y 7 de sus maestros que se habían refugiado allí de la Gestapo ) . La obra fue realizada el mismo año del proceso a Klaus Barbie. La foto que utiliza Novak apareció en un artículo sobre el tema en el New York Times Magazine. En el siguiente nivel de la fotografía encontramos dos imágenes: una del rostro de Ethel Rosenberg, y la otra, una fotografía de una mujer sonriente que carga a una niña. La niña es la propia Lorie Novak, en brazos de su madre, a mediados de los 50. De este modo, en la obra se mezclan la memoria personal y la historia pública, a través de la superposición de imágenes familiares y de aquellas figuras que poblaron las pesadillas y los sueños de su madre y de ella misma. Novak es un miembro de la segunda generación conectada a los niños del Holocausto “a través de un acto intergeneracional de adopción e identificación”. Su madre, por su parte, pertenece a la generación de Ethel Rosenberg. La fotografía pone en escena una reflexión acerca del poder de la historia pública sobre la historia personal. Y al mismo tiempo muestra los miedos infantiles que se generan a partir de una historia escasamente comprendida. Finalmente la única niña que parece triste es la propia Lorie, los otros están sonriendo, mirando con confianza hacia un futuro que nunca tendrán. Los niños que fueron asesinados están sobrepuestos a la niña que vive; la madre que fue ejecutada a la madre que vive. Sus vidas deben concebirse en relación con el terrible corte en esa otras vidas pasadas. La reflexión sobre el horror se inscribe, casi como un tatuaje –la superposición de imágenes crea la sensación de estar frente a cuerpos dibujados-, en la propia piel. Todos somos partícipes de una memoria que va más allá de lo individual; retomando un viejo debate sobre el testimonio, podríamos decir que todos somos testigos
8.
Mientras que en 1977, Susan Sontag sostuvo en su obra Sobre la fotografía, como lo sostendría también Roland Barthes en Camera lucida, que el exceso de imágenes recibidas cotidianamente contribuye a la insensibilización de los espectadores, en Ante el dolor de los demás, hace una reflexión crítica sobre esta postura. “¿Cuál es la prueba de que el impacto de las fotografías se atenúa, de que nuestra cultura de espectador neutraliza la fuera moral de las fotografías de atrocidades?” (p.122), se pregunta. Si bien la idea de que los horrores de los que tenemos noticia cotidianamente terminan por convertirse en un hábito es prácticamente fundadora de la modernidad , parece cobrar mayor fuerza con la presencia de la televisión y su vertiginosa y constante transmisión de imágenes del horror.
Sin embargo, ¿qué es lo que se está pidiendo en realidad? ¿Que las imágenes de la carnicería se limiten a, digamos, una vez por semana? En el sentido más general, ¿qué porfiemos en lo que pedí en Sobre la fotografía: ‘Una ecología de las imágenes’? No habrá ecología de las imágenes. Ningún Comité de Guardianes racionará el horror en aras de mantener plena su capacidad de conmoción. Y los horrores mismos no se atenuarán.” (p.125)
Desde su mirada actual, Sontag considera esta actitud como la “crítica conservadora de la difusión de tales imágenes”, en tanto erosiona el sentido de la realidad. De algún modo, tendría que ver con las propuestas, tan caras a los pensadores de la posmodernidad, de considerar la realidad como espectáculo o como representación para ser mirada cínicamente desde la comodidad de los países desarrollados, insinuando así la ausencia de sufrimiento real, o soslayándolo. Frente a eso propone:
Debemos permitir que las imágenes atroces nos persigan. Aunque sólo se trate de muestras y no consigan apenas abarcar la mayor parte de la realidad a que se refieren, cumplen no obstante una función esencial. Las imágenes dicen: Esto es lo que los seres humanos se atreven a hacer... (p.133)
Es en este sentido que hay que leer las fotografías de los soldados estadounidenses torturando a los prisioneros iraquíes. Esas imágenes, de algún modo nos hacen cómplices de la “diversión” de las tropas invasoras. Las violaciones, el maltrato, son una muestra no sólo del sadismo sino del desprecio y del odio hacia el “diferente” – todos “ellos” son potenciales terroristas - de hombres y mujeres que sonríen ante la cámara como si hubieran sido pillados haciendo una travesura en la escuela. De hecho, así pretende la sociedad norteamericana leer estas fotografías; finalmente no son tan diferentes a la pornografía que circula por internet, o a las escenas de violencia que muestran constantemente la televisión o los videojuegos, o incluso a las novatadas de las fraternidades. Sin embargo para algunos -¿cuántos? ¿sólo unos pocos dentro de Estados Unidos? ¿únicamente quienes desde el principio se opusieron a la intervención en Irak?– esas imágenes, más cercanas a las snuff movies que al fotoperiodismo, con una carga de obscenidad difícil de enfrentar, muestran que la tortura a prisioneros “es la consecuencia directa de una ideología global de lucha en la que ‘estás conmigo o en mi contra”. ¿En qué medida podrían revertir el apoyo de la mayor parte de la sociedad norteamericana a la política megalómana e intervensionista de Bush? Por las dudas, han pasado a formar parte del tipo de imágenes – como las de los soldados americanos muertos – cuya circulación el gobierno prefiere “controlar”. Aunque posiblemente, la mayor parte de la gente sonría al ver las hazañas de “sus muchachos” o sencillamente cambie de canal.
9.
El dolor de los demás puede convertirse en mercancía: se usa y se tira. No queda huella, no hay memoria. Nuevas fotografías sustituyen a las anteriores. Tal vez lo único que podamos hacer para volver a conmovernos sea encerrarlas cada tanto en cajas negras...
16/1/12
Dana Gioia, "Lo no dicho"
La experiencia vivida
pasa por dentro en gran parte.
No por haber quedado sin decirse
son menos reales
los diarios de la pena,
los temerosos sufrimientos
del amor no reconocido.
Siempre ocultamos
más de lo que nos atrevemos a confesar.
Pensemos en las cartas
escritas a nuestros muertos.
Traducción de J.E.Pacheco, en Dana Gioia, La escala ardiente, El Tucán de Virginia, Dirección General de Publicaciones del Conaculta, 2010.
15/1/12
Clara Janés, "Variables ocultas" (fragmentos)
Todo son escombros, tierra revuelta, árboles desnudos, niebla, pero florece el almendro.
En la niebla interior: aridez, espinas, abandono… Y ese caballo de hielo que duerme.
***
La luz está bajo tierra. Los campos desnudos no hallan rastros en las ateridas parvas ni las hierbas secas. Hay vahos engañosos. Por las grietas opacas llega la voz de las estrellas a la desolación. El ser es oscuro. La luz está bajo tierra.
***
El dios danzarín eleva la llama y se hace visible el corazón del olvido. Está lleno de formas talladas como diamantes, matrices desangradas por la cárcel de la perfección. Dijeron vida y ahora son puro destello de un vacío.
***
Deja de ser el hielo para transformase en unos ojos que vigilan la inmensidad del foso que separa los confines.
***
Al que cantó le fue concedido el don de la boca. Había cruzado las siete puertas, conocía todos los nombres y sus sombras y recuperó su corazón.
El caballo que dormía en la barca galopó sobre el río alejándose de la desembocadura.
Clara Janés, Variables ocultas, Madrid, Vaso Roto Ediciones, 2010.
13/1/12
Algunas notas para un viernes en la noche
Prefiero el oleaje del muelle, el olor a mar, las manos callosas de los pescadores que arreglan las redes. Vengo de la tibia página leída con devoción a la luz de una vela; de las veintidós letras y su pacto con el universo. De esos rezos está hecha una parte de mi carne. Pero se escuchan las olas entre cada palabra y los cantos de los que regresan al caer la tarde.
………………………………………………………………………………………
No me preguntes si te extraño los viernes en la noche. Me gustaría responderte desde poemas y ginebra; pero ésa es una de las vidas que dejé en la negra espalda del tiempo. Y el café que se me enfría y el rabino hecho de palo que me trajeron de Varsovia y las fotos sobre mi mesa me recuerdan que viajé en mi propia piel a las antípodas y volví para caer en las palabras de siempre. Extraña confesión. Es un modo de no hablar de las gaviotas que contaste para mí una noche. Un modo de no querer saberte lejos. Me gusta hundir la cabeza en tus caderas, pero no hoy que es viernes y de noche. No hoy.
……………………………………………………………………………………………
Se reconocen desde lejos: tienen las huellas del naufragio en la mirada.
……………………………………………………………………………………………
Al amanecer, los perfiles apenas se adivinan entre la bruma. Las sombras desaparecen camino a la orilla. Hablemos de alguien más. Me agobia esta primera persona que me sacude todo el tiempo por los hombros. Mejor tomar el camino que va hacia el sur, en silencio. Mejor enterrar mi cuerpo en la arena, de pie, como alguien dijo que hacían los sumerios. Nunca fuimos buenos construyendo castillos en la playa; nunca fueron ni demasiado altos ni demasiado fuertes, preferíamos sentir en la piel el frío del mar, correr tras los jirones de espuma amarillenta que arrastraba el viento. Ahí es justo donde duele, donde la bruma avanza y se come las imágenes. Ahí, en aquello que ya casi no recuerdo. Su voz. ¿Alguien recuerda cómo era exactamente su voz? Sin mentir, las grabaciones nunca dicen la verdad. ¿Alguien recuerda cómo era exactamente la voz de mi madre?
……………………………………………………………………………………………
Una vuelta más. El premio es volver a partir; la vuelta al mundo en menos de un minuto. Pero las fronteras me vuelven tatuajes las ausencias. Río arriba.
Río arriba y los caballos siguen girando. Y no he hablado aún del perfume del hinojo recién cortado. Ni de la ramita entre los dientes. Cada quien tiene su propia magdalena. Sé que alguien ya lo ha escrito. Pero no ha escrito que la miel más dulce es un secreto que guardan las madreselvas. Una gota solamente refleja el universo. Mamá agita la mano. Extraña confesión para viernes en la noche.
……………………………………………………………………………………………
Dicen que Paddy Dignam recibió otra palada sobre el cuerpo. Pero esto no es Dublín sino la ciudad gris de siempre, la que nos dio las rodillas raspadas y el pan con manteca de la infancia. El final del invierno no llega - nunca llega -, y el aire es pardo y ruidoso como todos los agostos. Alguien nos había prometido un regreso pero el silencio de las sirenas detuvo las naves; la isla fue entonces una copia en miniatura del desasosiego. Pobre Paddy encerrado entre cuatro tablones. Las vetas se le fueron grabadas en las yemas de los dedos. ¿Cómo vamos a acariciar ahora la madera?
…………………………………………………………………………………………
Y no eran ésas las voces que soplaban
los rezos antiguos en mi oído
Danza naranja de llamas titilantes
excluidos seremos de todos tus ritos
ángeles cansados que olvidaron sus nombres
sombras con alas de polvo
larga letanía de amores quebrados.
……………………………………………………………………………………………
Tras las palabras se esconde una imagen sin descifrar, o tal vez los últimos sonidos de la tarde, ésos mareados ya de su propia infancia que da vueltas y vueltas. Fue sólo un instante, un segundo reconcentrado en el espacio de su vértice. La reverberación del eco allí donde se inicia la curva entrañable de tu cuello. Y tu voz entonando el arrullo que quedó pendiente desde entonces. (No me preguntes si te extraño los viernes en la noche, porque tendría que responderte desde la complicidad con el silencio. Y desplegar contigo las velas a la distancia para dar la vuelta completa a nuestra brújula. Si no preguntas, me engaño siguiendo a Orión o a la Cruz del Sur – que es un mito que tengo tatuado en la memoria -). Pero no siempre amanece sobre la línea quebrada del horizonte.
……………………………………………………………………………………………
Era el mismo recorrido
una mano se asomó por encima de la gente
apenas se distinguía
luego la sirena suspendió las despedidas
y fue un solo murmullo el dolor del aire.
……………………………………………………………………………………………
Así debe haber caído la primera lluvia de la historia. Así: implacable, voraz. Mucho después llegó la nostalgia a teñirla del color de tus pupilas. Y aunque quiera evitarlo, la lluvia y tus ojos se instalan con cursilería de viejo almanaque. No habrá entonces más salida que la gastada canción del carrousel. Como al principio. Como cuando el relato no era relato sino simple paz de verano por la noche. Un ruido insignificante, una nada que apenas nos rozaba la piel… y la erizaba. Y así podría seguir, sumando algún ripio a la cadencia por el puro gusto de encontrarte en la esquina más violenta del sonido. Casi como un libre fluir, pero doliente, por eso no se hunde en el reflejo sino que prefiere flotar ignorando el abismo. Cada ola – lo sabemos – guarda el silencio completo del poema.
……………………………………………………………………………………………
Pero una vez más es viernes y de noche, y las velas recuerdan rituales de otras vidas, de la voz que se pierde hilando los sonidos, de la piel sutil del rezo. No me preguntes si te extraño. Bautizo tu cadera con las letras del origen. Vertiginoso aleph de la primera estrella. Las velas recuerdan las largas travesías y el nombre que guardamos bajo todos los secretos. ¿Es nuestro este viernes que apenas intuyo? ¿Es la voz que he olvidado la que canta? Mecidas por el viento, entre el desierto y la marea, las páginas susurran otros versos.
………………………………………………………………………………………
No me preguntes si te extraño los viernes en la noche. Me gustaría responderte desde poemas y ginebra; pero ésa es una de las vidas que dejé en la negra espalda del tiempo. Y el café que se me enfría y el rabino hecho de palo que me trajeron de Varsovia y las fotos sobre mi mesa me recuerdan que viajé en mi propia piel a las antípodas y volví para caer en las palabras de siempre. Extraña confesión. Es un modo de no hablar de las gaviotas que contaste para mí una noche. Un modo de no querer saberte lejos. Me gusta hundir la cabeza en tus caderas, pero no hoy que es viernes y de noche. No hoy.
……………………………………………………………………………………………
Se reconocen desde lejos: tienen las huellas del naufragio en la mirada.
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Al amanecer, los perfiles apenas se adivinan entre la bruma. Las sombras desaparecen camino a la orilla. Hablemos de alguien más. Me agobia esta primera persona que me sacude todo el tiempo por los hombros. Mejor tomar el camino que va hacia el sur, en silencio. Mejor enterrar mi cuerpo en la arena, de pie, como alguien dijo que hacían los sumerios. Nunca fuimos buenos construyendo castillos en la playa; nunca fueron ni demasiado altos ni demasiado fuertes, preferíamos sentir en la piel el frío del mar, correr tras los jirones de espuma amarillenta que arrastraba el viento. Ahí es justo donde duele, donde la bruma avanza y se come las imágenes. Ahí, en aquello que ya casi no recuerdo. Su voz. ¿Alguien recuerda cómo era exactamente su voz? Sin mentir, las grabaciones nunca dicen la verdad. ¿Alguien recuerda cómo era exactamente la voz de mi madre?
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Una vuelta más. El premio es volver a partir; la vuelta al mundo en menos de un minuto. Pero las fronteras me vuelven tatuajes las ausencias. Río arriba.
Río arriba y los caballos siguen girando. Y no he hablado aún del perfume del hinojo recién cortado. Ni de la ramita entre los dientes. Cada quien tiene su propia magdalena. Sé que alguien ya lo ha escrito. Pero no ha escrito que la miel más dulce es un secreto que guardan las madreselvas. Una gota solamente refleja el universo. Mamá agita la mano. Extraña confesión para viernes en la noche.
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Dicen que Paddy Dignam recibió otra palada sobre el cuerpo. Pero esto no es Dublín sino la ciudad gris de siempre, la que nos dio las rodillas raspadas y el pan con manteca de la infancia. El final del invierno no llega - nunca llega -, y el aire es pardo y ruidoso como todos los agostos. Alguien nos había prometido un regreso pero el silencio de las sirenas detuvo las naves; la isla fue entonces una copia en miniatura del desasosiego. Pobre Paddy encerrado entre cuatro tablones. Las vetas se le fueron grabadas en las yemas de los dedos. ¿Cómo vamos a acariciar ahora la madera?
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Y no eran ésas las voces que soplaban
los rezos antiguos en mi oído
Danza naranja de llamas titilantes
excluidos seremos de todos tus ritos
ángeles cansados que olvidaron sus nombres
sombras con alas de polvo
larga letanía de amores quebrados.
……………………………………………………………………………………………
Tras las palabras se esconde una imagen sin descifrar, o tal vez los últimos sonidos de la tarde, ésos mareados ya de su propia infancia que da vueltas y vueltas. Fue sólo un instante, un segundo reconcentrado en el espacio de su vértice. La reverberación del eco allí donde se inicia la curva entrañable de tu cuello. Y tu voz entonando el arrullo que quedó pendiente desde entonces. (No me preguntes si te extraño los viernes en la noche, porque tendría que responderte desde la complicidad con el silencio. Y desplegar contigo las velas a la distancia para dar la vuelta completa a nuestra brújula. Si no preguntas, me engaño siguiendo a Orión o a la Cruz del Sur – que es un mito que tengo tatuado en la memoria -). Pero no siempre amanece sobre la línea quebrada del horizonte.
……………………………………………………………………………………………
Era el mismo recorrido
una mano se asomó por encima de la gente
apenas se distinguía
luego la sirena suspendió las despedidas
y fue un solo murmullo el dolor del aire.
……………………………………………………………………………………………
Así debe haber caído la primera lluvia de la historia. Así: implacable, voraz. Mucho después llegó la nostalgia a teñirla del color de tus pupilas. Y aunque quiera evitarlo, la lluvia y tus ojos se instalan con cursilería de viejo almanaque. No habrá entonces más salida que la gastada canción del carrousel. Como al principio. Como cuando el relato no era relato sino simple paz de verano por la noche. Un ruido insignificante, una nada que apenas nos rozaba la piel… y la erizaba. Y así podría seguir, sumando algún ripio a la cadencia por el puro gusto de encontrarte en la esquina más violenta del sonido. Casi como un libre fluir, pero doliente, por eso no se hunde en el reflejo sino que prefiere flotar ignorando el abismo. Cada ola – lo sabemos – guarda el silencio completo del poema.
……………………………………………………………………………………………
Pero una vez más es viernes y de noche, y las velas recuerdan rituales de otras vidas, de la voz que se pierde hilando los sonidos, de la piel sutil del rezo. No me preguntes si te extraño. Bautizo tu cadera con las letras del origen. Vertiginoso aleph de la primera estrella. Las velas recuerdan las largas travesías y el nombre que guardamos bajo todos los secretos. ¿Es nuestro este viernes que apenas intuyo? ¿Es la voz que he olvidado la que canta? Mecidas por el viento, entre el desierto y la marea, las páginas susurran otros versos.
10/1/12
Palabras calcinadas: Entre el silencio y la utopía
Los invito a leer mi colaboración en el Periódico de Poesía
Periódico de Poesía - Fracternidades No. 44
8/1/12
Dos poemas a la luna - Jorge Luis Borges
Para celebrar la primera luna llena del año:
LA LUNA
A María Kodama
Hay tanta soledad en ese oro.
La luna de las noches no es la luna
que vio el primer Adán. Los largos siglos
de la vigilia humana la han colmado
de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo.
LA LUNA
Cuenta la historia que en aquel pasado
Tiempo en que sucedieron tantas cosas
Reales, imaginarias y dudosas,
Un hombre concibió el desmesurado
Proyecto de cifrar el universo
En un libro y con ímpetu infinito
Erigió el alto y arduo manuscrito
Y limó y declamó el último verso.
Gracias iba a rendir a la fortuna
Cuando al alzar los ojos vio un bruñido
Disco en el aire y comprendió, aturdido,
Que se había olvidado de la luna.
La historia que he narrado aunque fingida,
Bien puede figurar el maleficio
De cuantos ejercemos el oficio
De cambiar en palabras nuestra vida.
Siempre se pierde lo esencial. Es una
Ley de toda palabra sobre el numen.
No la sabrá eludir este resumen
De mi largo comercio con la luna.
No sé dónde la vi por vez primera,
Si en el cielo anterior de la doctrina
Del griego o en la tarde que declina
Sobre el patio del pozo y de la higuera.
Según se sabe, esta mudable vida
Puede, entre tantas cosas, ser muy bella
Y hubo así alguna tarde en que con ella
Te miramos, oh luna compartida.
Más que las lunas de las noches puedo
Recordar las del verso: la hechizada
Dragon moon que da horror a la halada
Y la luna sangrienta de Quevedo.
De otra luna de sangre y de escarlata
Habló Juan en su libro de feroces
Prodigios y de júbilos atroces;
Otras más claras lunas hay de plata.
Pitágoras con sangre (narra una
Tradición) escribía en un espejo
Y los hombres leían el reflejo
En aquel otro espejo que es la luna.
De hierro hay una selva donde mora
El alto lobo cuya extraña suerte
Es derribar la luna y darle muerte
Cuando enrojezca el mar la última aurora.
(Esto el Norte profético lo sabe
Y tan bien que ese día los abiertos
Mares del mundo infestará la nave
Que se hace con las uñas de los muertos.)
Cuando, en Ginebra o Zürich, la fortuna
Quiso que yo también fuera poeta,
Me impuse. como todos, la secreta
Obligación de definir la luna.
Con una suerte de estudiosa pena
Agotaba modestas variaciones,
Bajo el vivo temor de que Lugones
Ya hubiera usado el ámbar o la arena,
De lejano marfil, de humo, de fría
Nieve fueron las lunas que alumbraron
Versos que ciertamente no lograron
El arduo honor de la tipografía.
Pensaba que el poeta es aquel hombre
Que, como el rojo Adán del Paraíso,
Impone a cada cosa su preciso
Y verdadero y no sabido nombre,
Ariosto me enseñó que en la dudosa
Luna moran los sueños, lo inasible,
El tiempo que se pierde, lo posible
O lo imposible, que es la misma cosa.
De la Diana triforme Apolodoro
Me dejo divisar la sombra mágica;
Hugo me dio una hoz que era de oro,
Y un irlandés, su negra luna trágica.
Y, mientras yo sondeaba aquella mina
De las lunas de la mitología,
Ahí estaba, a la vuelta de la esquina,
La luna celestial de cada día
Sé que entre todas las palabras, una
Hay para recordarla o figurarla.
El secreto, a mi ver, está en usarla
Con humildad. Es la palabra luna.
Ya no me atrevo a macular su pura
Aparición con una imagen vana;
La veo indescifrable y cotidiana
Y más allá de mi literatura.
Sé que la luna o la palabra luna
Es una letra que fue creada para
La compleja escritura de esa rara
Cosa que somos, numerosa y una.
Es uno de los símbolos que al hombre
Da el hado o el azar para que un día
De exaltación gloriosa o de agonía
Pueda escribir su verdadero nombre.
4/1/12
Poemas de María Auxiliadora Álvarez
Los invito a asomarse a la estupenda poesía de María Auxiliadora Álvarez (Caracas, 1956)
El hueso de la apuesta
el regreso de la excavación trae los cartílagos rotos
[El hueso de la apuesta es una tela corta
/ colgando en tiras
mas en la distancia se siguen contando los granos secos
[de la harina que no alcanza
-el enfermo no atendido en el paisaje desierto-
[La sed que no aplaca pero ofrenda
/ Su sequedad
El cielo de más arriba
lo más puntual de los árboles es su propósito de desordenar el cielo de abajo
[para hacerlo parecer
/ huidizo y descuidado
el llanto de la cabra camino al matadero es un alto relieve sin nicho
[en el vacío:
como la piedra puntiaguda de una enfermedad en la familia o de un hijo
[que desgarra a una mujer joven (o no tan joven) Para nacer
/sin poder Para volver de África
el cielo de más arriba sin embargo brilla como ninguno:
[vuelan las ovejas del hambre en el azul de cadmio
de la estera Como viejos relámpagos arrastrando en peso
[La bóveda del firmamento
Textos tomados del Periódico de Poesía: http://www.periodicodepoesia.unam.mx/index.php?option=com_content&task=view&id=1036&Itemid=81
7/12/11
Rainer Maria Rilke, Poesía amorosa
Apágame los ojos: puedo verte;
ciérrame los oídos: puedo oírte;
y aun sin pies puedo andar en busca tuya,
sin boca, puedo conjurarte.
Ampútame los brazos, y te agarro,
como con una mano, con el corazón mío;
detén mi corazón, y latirá el cerebro;
y si arrojas el fuego en mi cerebro,
te llevaré sobre mi sangre.
24/11/11
Sobreviviéndome
Comparto con ustedes uno de los poemas de Tomás Segovia que más me conmueven:
Salir ahora a andar por el invierno
Es como andar por otra vida
Fuera otro el que anda
Por todas partes como siempre
Me siguen acechado casi con travesura
Casi con guiños las súbitas imágenes
Pero esta vez tan dolorosas
De mil viejos momentos de mi vida
Que de pronto deslumbran mi presente
Pero ay acedia acedia
Yo sigo siendo el deslumbrado
Mas jamás seré ya el deslumbramiento
Ahora soy sin remedio
De otra sustancia que mi vida
Sigo aún vislumbrando
Tras una leve bruma inocua
el rostro del destino
Pero sé que no es éste su rostro verdadero
Sé que es un simulacro con perfidia adaptado
A este ávido mundo de crueles simulacros
No es la fe en el futuro lo que está suspendido
Es la duda infecciosa que me ahoga el pasado
Me dejo ir de espaldas sobre la nostalgia
Para huir de la angustia en sus nubladas playas
Y lo que encuentro en ellas
Es la guardia misma de la angustia
La memoria poblada teme sus propias sombras
En cada evocación hallada en sus caminos
Se agazapa como una turbia araña
La angustia y su acre asma
La angustia ese fantasma
Sentado encima del pulmón
Y en todo lo vivido no hallo cosa creíble
Pero cuál es la luz que se ha velado
El sabor que se ha muerto
El limpio sentimiento que se ha vuelto insensato
¿No fue acaso verdad
Que cada hora de las que he vivido
O me han vivido
Creyo en su propia realidad sin sombra
Creyó en mi realidad sin sombra?
¿Cuáles ojos que entonces me veían
No ven ahora sino mi tiniebla?
¿Eran los arduos ojos de los dioses?
¿No era de esto de lo que tanto hablábamos
Quizá sin comprenderlo
Al hablar de la muerte de los dioses?
Pues no basta no basta una luz de mi vida
Que es luz sólo a mis ojos
Mi vida sólo mía no es nada ni es de nadie
Nunca ha existido una verdad privada
Los antiguos maestros nos mintieron
No está en nuestro interior el interior
Lo interior es la luz que no tenemos
Sino que ella nos tiene si nos tiene
Los días de mi vida
Cómo no han de esfumarse al ser tocados
Si no tienen un rostro que puedan ver los dioses
O si no hay dioses para ver los rostros
Es eso sí la ardua mirada de los dioses
Lo que anhela mi afán mientras recorro
La austeridad abierta del invierno
Es eso sí pero ¿podría ahora
Este insalvable desamparo mío
Hacerse cargo él solo en la intemperie
De la luz desertada por los dioses?
No lo he de saber nunca
Pero esa es mi tarea posible o imposible
Volver a abrir la luz insumergible
Donde pueda ser vista la verdad de mi historia
Me ayudaría es indudable
Un gesto mínimo del tiempo
Una ligera claridad en la hosca mirada
Del día odiosamente gris
Un leve pliegue en los labios de este cielo
Tan desdeñoso y cejijunto
Mas por qué el mundo que no tiene una yema
De la que puedan aún brotar un don
Ah bienaventurados bienaventurados
Aquellos cuyas vidas se extinguieron
Sin haber visto extinta la luz de su expresión
Que nunca les tocó encontrar en su espejo
Sus ojos sin mirada y su rostro sin halo
Que nunca les fue impuesto seguir en el camino
Con su propio despojo enganchado a su espalda
Como un tullido afásico que arrastrar por el polvo
Que no tuvieron nunca que volver a su casa
Después dela función vestidos por las calles
Con un absurdo traje agobiante de actor
Que agotadas las pilas que henchían su zumbido
Supieron devolver las piezas de su vida
Como una vieja máquina atascada
Pues a qué luz podría alzar el vuelo
Quien no puede sacar de su pantano
Hacia una superficie respirable
Ningún rostro mirable
Qué mirada buscarles a los dioses
Si no hay nada que ver
Ah invierno inseducible
Qué haces de mis recuerdos que al extender mi mano
Se me escurre su peso entre los dedos
¿De veras todo fue también entonces
Esta cáscara vana que queda entre mis manos
Cada vez que las hundo en el pasado
Como en una hojarasca enmudecida?
¿De dónde viene entonces este alfileretazo
En el más desarmado y tierno vértice
Del corazón a tientas?
A quién le duele en mí
Que no es a mí
Pues para mí
El dolor mismo ha muerto
Su roja brasa siempre oculta
Tras el velo morado de la desolación
¿Para mí sólo este desconsuelo
Que me apelmaza con su sorda arena
La nuez de la garganta
Para mí esta conciencia
De un tiempo en agonía
Que es ella misma una conciencia agónica
Estos ojos cuajados de dureza invernal
Para ver el invierno?
¿Para mí nunca más
La ardua mirada de los dioses?
Sin ella nada de lo que he vivido
Lo que he vivido en verdad
No es en mí mismo donde mi pasado
Podría ver su rostro reflejarse
Es en los fuertes ojos de los dioses
Y si mi vida logra
Hacer surgir su rostro de la sombra
Ese rostro ha de ser espejo de esos ojos
Mas nos depejaré este invierno
Con solo recorrerlo
No basta este obstinarse contra el frio
No basta ir adelante tiritando
No basta no arrendrarme ante el crüel pasado
Y sus heladas púas lacerantes
No sirve ya el pasado
No sirve era otro mundo era otra vida
Todo lo que supimos de la muerte
Y no fue poco
No lo supimos en la muerte
No volveremos nunca a saber bien a bien
Cual fue el nido que hicimos
En la espesura de la historia
Este que vive en mí lo que a mí me rodea
No soy yo ni su vida es la mía
Es sólo uno que heredó mi historia
Que lleva mi memoria como el traje de otro
Pero al que no le saben mis sabores
Ni le hablan mis murmullos
Ni le empuñan mis sueños
Mi vida se quedo en aquel recodo
Y aquel que la vivió sigue con ella
Que he de esperar entonces
Buscar refugio en otra vida
En hundirme dos veces en la bruma
Sería refugiarme de los dioses
Y de sus ojos llameantes
Huïr de la verdad y su viva intemperie
Sólo si vuelvo por aquella vida
Que ha quedado en la zanja desollada
Será verdad después de mi vida libre
Cómanse pues los dioses mis despojos
No les preguntaré por mi otra vida
No les preguntaré por su alimento.
23/11/11
Su palabra, más viva que nunca, a cien años de su nacimiento
Josefina Vicens (23 de noviembre de 1911 - 22 de noviembre de 1988) es una escritora imprescindible. Autora de las novelas El libro vacío y Los años falsos es, sin duda, una de las grandes narradoras de nuestro idioma.
“Si el libro no tiene eso, milagroso, que hace que una palabra común, oída mil veces, sorprenda y golpee; si cada página puede pasarse sin que la mano tiemble un poco; si las palabras no pueden sostenerse por sí mismas, sin los andamios del argumento; si la emoción sencilla, encontrada sin buscarla, no está presente en cada línea, ¿qué es un libro?” (El libro vacío, pp.16-17)
9/10/11
Herencia
Comparto con ustedes uno de los poemas que leí el jueves 6 de octubre en la Gala de Poesía del Hay Festival de Xalapa:
Herencia
Soy nieta de dos lenguas olvidadas
Que se abren como nubes de verano
Tras el rastro silencioso de un naufragio.
Sal que dibuja sonidos en la arena
Palabras de otras vidas presentes en mi nombre
Sobre álamos y pinos que olvidaron hacer sombra
En la tierra quemada hace mil años.
La leche se perdía entre los surcos,
Blanda caricia sobre la piel de nadie,
Y era adioses contenidos en el grito
Que agita pañuelos.
Soy nieta de dos lenguas
Que nunca han puesto voz a mi palabra
Y cantaron, sin embargo, al ruido de mi sangre
En un atardecer de mieses naranjas
y oraciones que agradecen el milagro.
Obstinadas cadencias del aliento,
Encerradas en las páginas primeras,
Compañía ineludible de las horas
que grabaron otro sol sobre mi frente.
Cuídate del viento y sus raíces,
De buscarle otras piedras al mismo muerto.
Cuídate de los rezos sobre el mar.
Soy nieta de dos lenguas que confunden horizontes
Y todo es vendaval de nostalgias en vuelo
Siempre al otro lado de los bosques y los ríos
Ríe el pájaro que vuelve cada otoño
A tejer de los hilos la costumbre
Rostros tercos que se aferran a cubierta
Inventando el paisaje en las pupilas.
Tierra firme en el páramo de olas
Para hundir los pies en el invierno.
Otros panes sabrán de otros secretos
Y en el trigo la plegaria será carne.
Un mapa se dibuja con las venas
Pero nunca contaron del tesoro
Sino de las ventanas al caer la tarde
De cafés cargados, de una mujer sobre la lumbre
Con perfil de moneda gastada
Con manos que hilan las hebras de tiempo.
Nunca hablaron del tesoro de sonidos
Que guardaron bajo llave antes de irse.
Soy nieta de dos lenguas que me arropan
Que me acunan en murmullos color sepia
Que saben de sabores penetrantes
Y de verbos que se pierden en susurros.
La marcha se detiene junto al fuego
Cada uno busca a otro tras sus rezos.
El que es quizás no sea
Ni siquiera cobijo a la intemperie.
La distancia se clava entre las uñas
Y hace más lento el ritmo del abrazo
Como si no reconociera los olores
Como si en el cuerpo sudoroso de la vela
No viera que está escrito su destino.
¿Qué me dieron a mí sus oraciones?
¿Qué las huellas en arenas de otros mares?
¿En cuál gesto mío están sus voces?
¿En qué pliegue de mi rostro los encuentro?
Soy nieta de dos lenguas que me llaman
En la música breve de la tarde.
Con un libro de salmos se me acercan
Y renuevan el pacto que me funda,
El desierto cubre entonces las heridas
Guardando en sus entrañas el origen.
Una a una retornan las preguntas
y la carne es el barro que me nombra
la grieta más antigua
el sudor áspero
el único testigo de su ausencia.
Si en el grito voraz que aún resuena
Bajo el cielo que – sabemos – no protege
Encontráramos el rastro de otros pasos
No sería diferente nuestro miedo
Ni el vacío de mis huellas en su historia.
Herencia
Soy nieta de dos lenguas olvidadas
Que se abren como nubes de verano
Tras el rastro silencioso de un naufragio.
Sal que dibuja sonidos en la arena
Palabras de otras vidas presentes en mi nombre
Sobre álamos y pinos que olvidaron hacer sombra
En la tierra quemada hace mil años.
La leche se perdía entre los surcos,
Blanda caricia sobre la piel de nadie,
Y era adioses contenidos en el grito
Que agita pañuelos.
Soy nieta de dos lenguas
Que nunca han puesto voz a mi palabra
Y cantaron, sin embargo, al ruido de mi sangre
En un atardecer de mieses naranjas
y oraciones que agradecen el milagro.
Obstinadas cadencias del aliento,
Encerradas en las páginas primeras,
Compañía ineludible de las horas
que grabaron otro sol sobre mi frente.
Cuídate del viento y sus raíces,
De buscarle otras piedras al mismo muerto.
Cuídate de los rezos sobre el mar.
Soy nieta de dos lenguas que confunden horizontes
Y todo es vendaval de nostalgias en vuelo
Siempre al otro lado de los bosques y los ríos
Ríe el pájaro que vuelve cada otoño
A tejer de los hilos la costumbre
Rostros tercos que se aferran a cubierta
Inventando el paisaje en las pupilas.
Tierra firme en el páramo de olas
Para hundir los pies en el invierno.
Otros panes sabrán de otros secretos
Y en el trigo la plegaria será carne.
Un mapa se dibuja con las venas
Pero nunca contaron del tesoro
Sino de las ventanas al caer la tarde
De cafés cargados, de una mujer sobre la lumbre
Con perfil de moneda gastada
Con manos que hilan las hebras de tiempo.
Nunca hablaron del tesoro de sonidos
Que guardaron bajo llave antes de irse.
Soy nieta de dos lenguas que me arropan
Que me acunan en murmullos color sepia
Que saben de sabores penetrantes
Y de verbos que se pierden en susurros.
La marcha se detiene junto al fuego
Cada uno busca a otro tras sus rezos.
El que es quizás no sea
Ni siquiera cobijo a la intemperie.
La distancia se clava entre las uñas
Y hace más lento el ritmo del abrazo
Como si no reconociera los olores
Como si en el cuerpo sudoroso de la vela
No viera que está escrito su destino.
¿Qué me dieron a mí sus oraciones?
¿Qué las huellas en arenas de otros mares?
¿En cuál gesto mío están sus voces?
¿En qué pliegue de mi rostro los encuentro?
Soy nieta de dos lenguas que me llaman
En la música breve de la tarde.
Con un libro de salmos se me acercan
Y renuevan el pacto que me funda,
El desierto cubre entonces las heridas
Guardando en sus entrañas el origen.
Una a una retornan las preguntas
y la carne es el barro que me nombra
la grieta más antigua
el sudor áspero
el único testigo de su ausencia.
Si en el grito voraz que aún resuena
Bajo el cielo que – sabemos – no protege
Encontráramos el rastro de otros pasos
No sería diferente nuestro miedo
Ni el vacío de mis huellas en su historia.
8/10/11
Poesía en Voz Alta
17/9/11
Los libros de la semana: Némesis
Némesis, la novela más reciente de Philip Roth, es, sin duda, un libro excepcional. En él, Roth ha creado a Bucky Cantor, uno de sus más entrañables personajes, y lo ha enfrentado a las eternas preguntas sobre el destino, dios y la fatalidad, en el tórrido verano de 1944, entre la guerra y la epidemia de polio que asoló a los Estados Unidos.
El miedo, el desconcierto, el enojo, la intolerancia, en una sociedad que se ve colocada de pronto ante el abismo.
Comparto con ustedes el enlace a la reseña que escribió J.M.Coetzee y que publicó en The New York Review of Books (les recomiendo que la lean después de haber leído la novela)
http://www.nybooks.com/articles/archives/2010/oct/28/moral-brink/
Y el artículo publicado por el español Eduardo Lago en El País
http://www.elpais.com/articulo/cultura/mejor/Philip/Roth/vuelta/elpepicul/20101102elpepicul_1/Tes
De Philip Roth (Newark, 1933) se podría afirmar lo que dijo Borges a propósito de Quevedo: "No es un escritor, es una literatura". Desde que publicó su cuarto libro, El Lamento de Portnoy (1969), se convirtió en uno de los referentes imprescindibles del panorama literario universal. Dentro de su vasta producción, hay varias obras de gran envergadura, como la serie de novelas protagonizadas por su alter ego, Nathan Zuckerman, personaje más real que lo que da de sí la realidad, y que permitió a Roth llevar a cabo una serie de complejas exploraciones acerca del sentido del arte y de la vida. Sus seguidores (que en España, donde le edita Mondadori, son legión) están de enhorabuena: Su última obra, Nemesis, recién publicada en Estados Unidos, nos devuelve al mejor Roth tras una década de producción algo desigual y excesiva. O al menos así lo ha considerado la crítica del país.
La obra, ambientada en la II Guerra Mundial, retoma el viejo tema de la peste
Uno de los mayores logros de Roth como narrador es que obliga a los lectores a adentrarse con él en regiones sumamente oscuras de la experiencia humana. Ello lo convierte en un narrador a quien puede resultar incómodo seguir. Se ha dicho de él que nadie ha explorado mejor en nuestro tiempo el misterio de la sexualidad. Otras cumbres de su arriesgada propuesta narrativa son El teatro de Sabbath (1995), Pastoral Americana (1997), y La mancha humana (2000). Aunque es cierto que en algunas novelas ha puesto a prueba las posibilidades técnicas del arte narrativo, como en El pecho (1972) o La contravida (1986), la verdadera fuerza de Roth está en su capacidad para obligarnos a mantener la mirada abierta en los momentos más duros que nos plantea a todos el reto cotidiano de la existencia. Así, en Patrimonio (1991), el protagonista (que puede o no ser el propio Roth) sostiene un duelo insoportable con lo que significa ser testigo de la agonía y muerte de su padre. Otro tanto hace, en distintos momentos de su obra, con la enfermedad o la vejez. El reto es difícil porque al hacerlo logra alejarse de lo que es en sí aborrecible y doloroso para trascenderlo a través del arte. No es que borre la distancia entre realidad y ficción, como se ha dicho, sino que nos sitúa en un punto en el que, desde la emoción, nos permite entender situaciones cruciales de la vida para las que no hay sino las palabras más elementales: el odio, el mal, el amor, la posibilidad de que el mundo y la historia estén gobernados por el más absoluto sinsentido. Para afrontar la vida, cuando es difícil y en los momentos de esplendor, disponemos del arte. Sabiendo que es así, Roth no deja de escribir. Probablemente no podría hacerlo, aunque quisiera.
La mancha humana (2000) supuso la entrada de su obra en el siglo XXI. A partir de entonces, lejos de ralentizarse, su productividad se regularizó, con títulos como El animal moribundo, La conjura contra América, Everyman, Sale el espectro, Indignación y Humillación. Aunque sus lectores parecían necesitarlo tanto como siempre, cabía preguntarse si el escritor había llegado al límite de sus posibilidades. ¿Se estaba repitiendo? Llegó octubre de 2010, volvió a sonar su nombre, como cada otoño, entre los candidatos al Nobel. Una vez más, no se le concedió. Lo que sí llegó con la puntualidad de siempre fue una nueva novela, Nemesis, y con ella la sorpresa. A Roth le queda mucho por decir.
El tema de Nemesis es la epidemia de polio que asoló Estados Unidos durante el verano de 1941, tal y como afectó a la comunidad judía de Newark, la ciudad natal del autor, escenario de su infancia, al que ha regresado repetidamente en su obra. En Nemesis, Roth retoma un viejo tema, el de la peste, tratado anteriormente por Daniel Defoe y Albert Camus. El trasfondo, en este caso, es la II Guerra Mundial, con sus atrocidades. En su última entrega, Roth nos arrastra a lo mejor de que es capaz el teatro de su imaginación, alcanzando un virtuosismo del que sólo son capaces los maestros de lo invisible. Al comentar la novela, el sudafricano J. M. Coetzee, ganador del premio Nobel de Literatura, repara en una escena misteriosa en la que se explica cómo cavar una tumba. Se trata de una lección, señala Coetzee, tanto de vida como de muerte. Escribir es afrontar la muerte y aprender a vivir. Todo a la vez.
15/9/11
PROGRAMA DE ESCRITURA CREATIVA
Los invitamos a sumarse a los nuevos talleres del Programa de Escritura Creativa
Talleres presenciales
Taller de Spoken Word: Altisonante (poesía en la calle).
Imparte: Rojo Córdova
Martes y jueves de 16:00 a 19:00 hrs. (Revisar temario)
Inicio: 20 de septiembre de 2011
Duración: 8 sesiones (24 horas)
En la actualidad se habla mucho de que la gente no lee y de que los libros que menos se consumen son aquellos destinados a la poesía; se cree que la lírica es el asunto más ajeno al acontecer cotidiano de nuestra sociedad, se cree que la lectura es exclusiva de nuestros ojos y que estamos a años luz de practicarla constantemente.
Taller de literatura en acción.
Imparte: Rocío Cerón
Jueves de 17:00 a 20:00 hrs.
Inicio: 22 de septiembre de 2011
Duración: 12 sesiones (24 horas)
Creación de proyectos literarios en diálogo/conjunción con otros lenguajes artísticos como música, video, acción, objetualidad (libro objeto, libro de artista, poesía visual), proyectos de arte urbano, intervenciones, arte postal, swarming textual, performance, guerrillas poéticas.
-Exposición final de piezas producidas de los participantes.
Talleres a distancia
Laboratorio de escritura digital: Textos para la blogósfera y redes sociales
Imparte: Lauri García Dueñas
Inicio: 19 de septiembre de 2011
Duración: 6 semanas (30 horas de trabajo lectivo)
En este taller, el alumno iniciará o perfeccionará la escritura de textos literarios para la web, optimizando los recursos de los nuevos soportes e identificando las diferencias entre escritura digital e impresa, con el fin de mejorar la comunicación con sus lectores.
NUESTROS CURSOS TIENEN VALOR DE DIPLOMADO
Horas necesarias para acreditar el Diplomado:
Presencial: 192 horas de los cursos de tu elección
A distancia: 180 horas de trabajo lectivo de los cursos de tu elección
¿Quieres inscribirte?
LLENA EL FORMULARIO ELECTRÓNICO DE INSCRIPCIÓN:
COSTOS
(CONSULTA LOS COSTOS PARA PÚBLICO EN GENERAL EN EL INTERIOR DE CUALQUIER TEMARIO, SOLICITA LOS COSTOS PARA COMUNIDAD CLAUSTRO POR CORREO ELECTRÓNICO)
Informes e inscripciones
Cecilia Núñez / Luis Torres
Programa de Escritura Creativa
Universidad del Claustro de Sor Juana
51303300, Ext. 3461 y 3305
http://escrituraclaustro.ucsj.edu.mx
escrituraclaustro@ucsj.edu.mx
www.ucsj.edu.mx
Izazaga 92, Centro Histórico, 06080, México, D.F.
12/9/11
Las palabras como ensalmo y refugio
Hola a todos,
Los invito a leer mi artículo de esta semana en El Universal:
Las palabras como ensalmo y refugio - El Universal - Editoriales
Y un poema de Juan Gelman para compartir:
Fábricas del amor
Y construí tu rostro.
Con adivinaciones del amor, construía tu rostro
en los lejanos patios de la infancia.
Albañil con vergüenza,
yo me oculté del mundo para tallar tu imagen,
para darte la voz,
para poner dulzura en tu saliva.
Cuántas veces temblé
apenas si cubierto por la luz del verano
mientras te describía por mi sangre.
Pura mía,
estás hecha de cuántas estaciones
y tu gracia desciende como cuántos crepúsculos.
Cuántas de mis jornadas inventaron tus manos.
Qué infinito de besos contra la soledad
hunde tus pasos en el polvo.
Yo te oficié, te recité por los caminos,
escribí todos tus nombres al fondo de mi sombra,
te hice un sitio en mi lecho,
te amé, estela invisible, noche a noche.
Así fue que cantaron los silencios.
Años y años trabajé para hacerte
antes de oír un solo sonido de tu alma.
4/9/11
Poesía en Voz Alta
Poesía escénica / Poesía multimedia
Casa del Lago Juan José Arreola
Sábado 8 de octubre 2011
Sesión poética / 18:00 horas
Sandra Lorenzano: (México/ poesía música)
Bruno Bartra: Éxodo y liberación: (México / electropoesía nómada)Con músicos de Polka Madre y La Internacional Sonora Balkanera
José Paes de Lira Filho: (Brasil / poesía del cordel)
Consulta aquí el calendario de Poesía en Voz Alta
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Libros de la semana: Nocturnos
¡Qué delicia pasar una tarde acompañada por Nocturnos de Kazuo Ishiguro! El tiempo, los deseos, la sombra del fracaso, son los temas que toman cuerpo a través de una de las plumas más interesantes de la narrativa inglesa contemporánea.
Dice la editorial Anagrama:
Éste es el primer libro de relatos del autor, reúne cinco historias que pueden leerse como estudios y variaciones sobre unos cuantos temas o como todo un concierto. En «El cantante melódico», un guitarrista de oficio reconoce a un vocalista americano y juntos aprenden una lección sobre el distinto valor del pasado. En «Come Rain or Come Shine», un maniaco-depresivo es humillado en casa de una pareja de antiguos progres que han pasado a la fase yuppie. El músico de «Malvern Hills» columbra su mediocridad cuando prepara un álbum a la sombra de John Elgar. En «Nocturno», un saxofonista conoce a una vieja artista de variedades. En «Violonchelistas», un joven prodigio del chelo encuentra a una mujer misteriosa que le ayuda a perfeccionar su técnica. Las cinco barajan elementos que son habituales en el autor: la confrontación de las promesas de la juventud y los desengaños del tiempo, el misterio del otro, los finales ambiguos y sin catarsis. Y la música, íntimamente relacionada con la vida y obra del autor.
http://www.anagrama-ed.es/titulo/PN_756
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