27/10/07

La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez

Una propuesta de interpretación

La extrema asimetría por la extracción desregulada de ganancias por parte de un grupo es una condición crucial para que se establezca un contexto de impunidad.
Rita Laura Segato

Ser mujer en Ciudad Juárez es más peligroso que en otro lugares del país. Allí la violencia deja su marca, desde hace años, sobre los cuerpos femeninos. Cuerpos desechables, cuerpos prescindibles en el aparato productivo, cuerpos borrables del imaginario social, cuerpos disponibles para los “más hombres”. ¿Qué es finalmente una mujer? ¿Qué es una mujer si además es pobre? ¿Qué es sino un territorio para que el poder disponga de él a su antojo?
Ser mujer en Ciudad Juárez es más peligroso que en otros lugares del país; allí han sido asesinadas más de 460 mujeres en los últimos trece años; 600 más están desaparecidas. Cuerpos desechables, cuerpos prescindibles, cuerpos borrables. Algunas eran apenas niñas, adolescentes. Las historias de injusticia, de complicidad y silencio por parte de los poderosos, las conocemos todos.
Los crímenes siguen sin aclararse. Y como la impunidad genera más impunidad, continúan apareciendo cadáveres. A un promedio de dos asesinadas al mes, la misoginia llevada al más aterrador nivel de crueldad sigue alimentándose de cuerpos de mujeres de la frontera.
Rita Segato intenta comprender lo que parece incomprensible, entender el horror de una sociedad que escribe la violencia, la intolerancia, la prepotencia en los cuerpos de sus mujeres. Cuerpos de mujeres jóvenes, trabajadoras de la maquila en su mayoría, pequeñas, morenas, de cabellos y sueños largos. Cuerpos mutilados, cuerpos desfigurados. El poder del más fuerte se escribe sobre los cuerpos más vulnerables de la sociedad. Las mujeres y las niñas.
A partir de su trabajo con violadores en la penitenciaría de Brasilia, la antropóloga llega a cuestiones clave para entender este tipo de violencia; se trata de interpretaciones aterradoras por su sencillez, por la presencia, aceptación y complicidad cotidiana del horror que muestran en la sociedad.[3] Segato plantea que “…los crímenes sexuales no son obra de desviados individuales, enfermos mentales o anomalías sociales, sino expresiones de una estructura simbólica profunda que organiza nuestros actos y nuestras fantasías y les confiere inteligibilidad. En otras palabras: el agresor y la colectividad comparten el imaginario de género, hablan el mismo lenguaje, pueden entenderse.” (p.15)
Ahora bien, cómo funciona este lenguaje en una frontera que no es solamente frontera política sino, principalmente, abismo entre la miseria y el exceso. “La frontera del tráfico más lucrativo del mundo: tráfico de drogas, tráfico de cuerpos.” Uno de los puntos de partida del análisis es el estrecho vínculo entre el neoliberalismo feroz que se “globalizó” en los márgenes de esta frontera y la violencia sobre las mujeres; entre una acumulación desregulada que se concentró en las manos de algunas familias de Ciudad Juárez y el cuerpo femenino como desecho.
El Estado nacional – cada vez más empequeñecido y prácticamente sin control ni social ni económico en extensas zonas del país - ha dejado el poder en manos de grupos locales que actúan según las reglas de lo que podría considerarse un “totalitarismo regional”, siguiendo la propuesta de Hanna Arendt. Estaríamos hablando de la constitución de Estados paralelos; de ahí el subtítulo de la obra de Rita Segato: Territorio, soberanía y crímenes de segundo Estado. Ésta es la causa principal de la impunidad que ha imperado en lo que respecta a los feminicidios. Y Segato agrega un elemento más para intentar entender lo que ha sucedido desde la aparición en 1993 de la primera víctima: es preciso considerar a los crímenes de mujeres en Ciudad Juárez no como resultado de la impunidad, sino como productores y reproductores de impunidad. Esta reflexión es fundamental para salir del círculo simplificador del “móvil sexual” que suele aparecer en todas las explicaciones “oficiales” y profundizar en un fenómeno que involucra, de una manera o de otra, a todos los grupos con poder de la ciudad.
En este sentido, plantea la autora:
“Ésta fue mi primera hipótesis y es posible también que haya sido el primer propósito de sus perpetradores en el tiempo: sellar, con la complicidad colectivamente compartida en las ejecuciones horrendas, un pacto de silencio capaz de garantizar la lealtad inviolable a cofradías mafiosas que operan a través de la frontera más patrullada del mundo. Dar prueba, también, de la capacidad de crueldad y poder de muerte que negocios de alta peligrosidad requieren. El rito sacrificial, violento y macabro, une a los miembros de la mafia y vuelve su vínculo inviolable.” (p.27)

Tal propuesta se fortalece mediante uno de los puntos centrales del trabajo de Segato: la violencia sobre los cuerpos femeninos entendida como un mensaje doble. El enunciado implícito en la violación se dirige necesariamente a varios interlocutores. En general se ha considerado uno solo de los ejes de interlocución a lo largo de los cuales emite su mensaje el agresor; nos referimos al eje vertical que lo relaciona con la víctima. Sin embargo, hay otro aspecto que permite entender los mecanismos puestos en juego en los feminicidios; se trata de un eje horizontal de interlocución a través del cual el agresor se dirige a sus pares, ya sea para solicitar el ingreso a un determinado grupo, o para mostrar su poder frente a sus iguales, sean éstos aliados o competidores, frente a las autoridades locales y federales, a los organismos de derechos humanos, a los periodistas, a los intelectuales, a los activistas... Estamos ante la exasperación, dentro de un orden mafioso, de los procesos de probación, conquista y exacción de tributos de un otro/a que han sido históricamente productores de masculinidad en el régimen patriarcal. Subrayando la importancia de este eje horizontal queda claro que quienes dominan la escena son, para el violador, los otros hombres y no la víctima.

Si el libro de Rita Segato inicia en primera persona con el relato de su propio miedo en Ciudad Juárez, adonde fue invitada por las agrupaciones “Nuestras hijas de regreso a casa” y Epikeia, cierra después del análisis agudo, sólido y valiente que presenta y que he intentado resumir en estas páginas, con una vuelta a la primera persona para preguntarse acerca de las posibilidades políticas, jurídicas y éticas de combatir estos crímenes de lesa humanidad. Quizás estemos realmente descifrando el enigma, quizás hemos dado un paso importante en la comprensión de los hechos, sin embargo “al igual que el héroe trágico, nos sumergimos más y más en un destino que no conseguimos detener” (p.49).
“¿Y si tal vez la justicia no fuera posible sino solamente la paz? ¿Podríamos conformarnos con que los asesinatos de mujeres de Ciudad Juárez un día, simplemente, acaben y se vayan transformando lentamente en pasado, sin que nunca se llegue a hacer justicia? (…) ¿Si nos dijeran que la única salida es un armisticio, sería yo, serían ustedes, capaces de aceptarlo? ¿Y seríamos capaces de no aceptarlo?” (p.53)



[1] Rita Laura Segato, La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Territorio, soberanía y crímenes de segundo Estado, México, Universidad del Claustro de Sor Juana, 2006.
[2] Escritora.
[3] Ver Rita Laura Segato, Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes / Prometeo, 2003.

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