22/3/13

¿Cómo estar en Sinaloa y no recordar a Owen?


DESVELO

Gilberto Owen


1. Pureza

¿Nada de amor -¡de nada!- para mí?
Yo buscaba la frase con relieve, la palabra
hecha carne de alma, luz tangible,
y un rayo del sol último, en tanto hacía luz
el confuso piar de mis polluelos.

Ya para entonces se me había vuelto
el diálogo monólogo,
y el río, Amor -el río: espejo que anda-,
llevaba mi mirada al mar sin mí.

¡Qué puro eco tuyo, de tu grito
hundido en el ocaso, Amor, la luna,
espejito celeste, poesía!



2. Canción

De la última estrella
a la primera
fue para oler las rosas.

Vuelta, al revés, del mundo,
abierta la memoria
de la primera estrella
a ti -mujer, idea-,
¿hasta cuándo la última?



3. La noche, que me espía por el ojo...

La noche, que me espía por el ojo
de la cerradura del sueño,
gotea estrellas de ruidos inconexos.
¿Para qué este hilo de aire con ecos?
Ya ningún lápiz raya mi memoria
con el número de ningún teléfono.

Mi mensaje cae conmigo
sin mis miradas, cuerdas de un trapecio
suspendido, otros días,
de mi cabeza sobre el cielo.

Y nadie inventa aún al inalámbrico
una aplicación para esto:
uno puede caer cien siglos
-sin una honda agua de sueño,
sin la red salvavidas de una antena-
al silencio.



4. El agua, entre los álamos...

El agua, entre los álamos,
pinta la hora, no el paisaje;
su rostro desleído entre las manos
copia un aroma, un eco...
(Colgaron al revés
ese cromo borroso de la charca,
con su noche celeste tan caída
y sus álamos hacia abajo,
y yo mismo, la cabeza en el agua
y el pie en la nube negra de la orilla.)

Llega -¿de dónde?- el tren;
corazón -¿de quién?- alargado,
oscuro y próspero, la vía
nos lo plantea = algo
más allá del alcance de los ojos.
Terremoto: llorando demasiado
los sauces salen al camino
como mujeres aterrorizadas.
Incendio: la luna, viento frío,
arrastra el humo de las sombras
hasta detrás del horizonte.

En el bosque, con tantos mármoles,
no queda sitio ya para las ninfas:
sólo Eco, tan menudita,
tan invisible y tan cercana.
Sólo una memoria sin nexo:
"cuéntalas bien
que las once son".

Luego el castigo de la encrucijada
por el afán de haber querido
saber a dónde llevan todos los caminos:
1, al pueblo; 100, a la ciudad; 1000, al cielo;
todos de ti y ninguno a ti,
a tu centro impreciso, alma,
eje de mi abanico de miradas,
surtidor exaltado de caminos.



5. El recuerdo

Con ser tan gigantesco, el mar, y amargo,
qué delicadamente dejó escrito
-con qué línea tan dulce
y qué pensamiento tan fino,
como con olas niñas de tus años-,
en este caracol, breve, su grito.



6. Palabras

Sólo tu palabra,
        río, deletreada,
        repetida, agria.

Sólo las estrellas
-solas- en el agua
y despedazadas.

¡Ya viene la luna!
Río, despedázala,
como a tu palabra

el silencio, como
la noche a la amada,
río, por románticas.



7. Ciudad

Alanceada por tu canal certero,
sangras chorros de luces,
martirizada piel de cocodrilo.
Grito tuyo -a esta hora amordazado
por aquella nube con luna-,
lanza en mí, traspasándome, certera,
con el recuerdo de lo que no ha sido.

Y yo que abrí el balcón sin sospecharlo
también, también espejo de la noche
de mi propio cuarto sin nadie:

estanterías de las calles
llenas de libros conocidos;
y el recuerdo que va enmarcando
sus retratos en las ventanas;
y una plaza para dormir, llovida
por el insomnio de los campanarios
-canción de cuna de los cuartos de hora-,
velándome un sueño alto, frío, eterno.



8. Desamor

¡Qué bosque -cómo oprime- tan oscuro!
Ganas de sacudir los árboles
para que caiga aquella luz
que se quedó enredada
entre las ramas últimas.

-Ella se quedaría, esclava,
trémula entre los dedos de Josué
detrás del horizonte, sin remedio-.

¡Luz de ayer, luz de ayer,
lluévete, vertical, a mi memorial
¡Rompe las rejas de los troncos,
horizontal luz de mañana!



9. Adiós

Todo este día corrió
el tren por mi pensamiento.
Toda la noche su sirena
rayará mi desvelo.

Y no poder imaginar
el vértice hipotético
en que se une la vía, tan lejano.
Nunca, nunca podré beber el sueño
en la confluencia amarga de su grito
y mi sollozo, siempre paralelos
y persiguiéndose,
toda la noche, en mi desvelo.



10. Tierra que la guarda ahora...

Tierra que la guarda ahora
-montoncito de tierra
y un poco de savia en los árboles-.

Ramas sin marzo, sin viento,
metálicas, más de luna
que de árbol, casi de alma.

Esta vez no ha quedado nada
del día en mi mirada.
Noche demasiado lírica.

Ella estará aquí más presente
-viéndome completo-
que yo que la creo sólo
puñadito de tierra
y un poco de savia en los árboles.



11. Soledad

Soledad imposible conmigo tan aquí
y mi memoria tan despierta.

Y además la plegaria
por la estrella perdida, tan sin luz,
por Blanca de Nieves, dormida
nube con luna en su ataúd de cielo,
y por el campo, ese hospiciano prófugo
que equivocó la senda y se tiró,
ya cansado, a la orilla del camino,
desesperando de llegar al pueblo.

Y hay también las canciones perdidas
que no se sabe nunca quien cantó;
y esta correspondencia sin palabras
de ojos a estrella, de alma a luz de luna.



12. Adiós

El pañuelo de espumas
del rompeolas me lloraba, ¡adiós!,
y en la noche aquel grito -aquella estrella-,
¡ven! y mi corazón que era sólo
un temblor que cantaba, en medio,
y de mi hondura, hacia la nada,
ya sin mis ojos, yo.

Y mi nombre escrito en la arena,
y tu ascensión, luz, lumbre, sobre el mar;
luego de allá, lejos, la onda,
de aquí, de mí, la sombra
que todo lo borraban.

El mar dormía
como nunca, y como si fuera
ya para siempre, sin mi alma.



13. El tranvía

A esta hora ese telegrama amarillo
ya sólo trae malas noticias:
un hombre, yo, tan agobiado...

¡Cómo abre -¡qué lívida!-
sus ventanas, leyéndolo, mi casa!



14. Corolas de papel de estas canciones...

Corolas de papel de estas canciones.
Se abren cuando al alba
nocturna de la lámpara
rompe a cantar ociosa
la ternura enjaulada entre los dedos.

Se cierran cuando Venus matutina
cae desprendida de su rama,
aún no madura y ya picoteada
por el frío del alba verdadera.



15. Romance

Niño Abril me escribió de un pueblo
por completo silvestre, por completo.
Pero yo con mi sombra estaba
haciendo sube y baja
en balanza de aire, a la ventana,
y el pasado pesaba más,
y se divulgó aquella carta
al caer a pasearse al bulevar.

             Señor policía el cielo,
             yo no hice aquel verso, no,
             que la estrella que veis ahogada
             sola a mi espejo se cayó.

Camino incansable, automóvil
para poetas, siempre a cien
kilómetros, y río que se va;
el cenit viene con nosotros,
el horizonte huye sin fin.

Niño Abril me escribía: "En junio,
ya no flor y no fruto aún,
¿qué prefieres, el pan o el vino?"
-Yo prefiero el vino y el pan,
y ser a la vez yo y mi sombra,
y tener cabal todo el campo
en mi árbol del bulevar.

               Señor policía el viento,
               yo no ando desnudo, no.
               que la sombra que veis llorando
               de un sueño mío se cayó.



Final

Palabras oscuras, que entonces
me parecían, ¡ay! , tan claras.
Hoy me estaría aquí pensando
hasta el alba, desesperadamente,
sin arrancarles un sentido:
¡tan de otro me suenan,
tan lejanas!

En cambio ésta aún no modulada
que en mí dirá una voz innata,
¡qué desnuda la siento,
qué nueva aún y ya qué conocida!

Está en mí -y en ti, libro,
como un recién nacido en el regazo
frío de este silencio, este cadáver,
hoy, de aquellas palabras.

14/3/13

Volver a la poesía: Georg Trakl



Salmo

                                                                             A Karl Kraus

Hay una luz que el viento ha extinguido.
Hay una taberna que en la tarde un ebrio abandona.
Hay una viña quemada y negra.
con agujeros llenos de arañas.
Hay un cuarto que han blanqueado con leche.
El demente ha muerto.
Hay una isla de los mares del sur
para recibir al dios del sol. Tocan los tambores.
Los hombres ejecutan danzas de guerra.
Las mujeres contonean las caderas
entre enredaderas y flores de fuego,
cuando el mar canta. Oh nuestro paraíso perdido.

Las ninfas han abandonado los bosques de oro.
Sepultan al extranjero.
Comienza entonces una lluvia ígnea.
El hijo de Pan surge
bajo la apariencia de un peón caminero,
que duerme al mediodía sobre la tierra ardiente.
Hay niñas en un patio con vestiditos
de una pobreza desgarradora.
Hay salas colmadas de acordes y sonatas.
Hay sombras que se abrazan ante un espejo ciego.
En las ventanas del hospital
se calientan los convalecientes.
Un barco blanco remonta el canal
cargado con epidemias sangrientas.

La hermana extranjera surge de nuevo
en los malos sueños de alguien.

Versión de Helmut Pfeiffer

11/3/13

Hasta siempre, Rita

Hoy se cumplen dos años de la muerte de Rita Guerrero; como homenaje a esta mujer excepcional, quiero compartir con ustedes este texto que escribí para FrenteMX en 2011





Algunas imágenes de Rita 

¿De quién son los recuerdos que ahora me golpean? La memoria devora imágenes; las mías, las que he vivido, las que han vivido otros. Soy contrabandista de historias propias y ajenas.


Imagen 1

Me hubiera gustado conocerla cuando montaron la obra de teatro “América”, basada en la novela de Kafka. Había terminado la huelga de la UNAM de 1987. Hacía un par de años que yo había salido de la facultad y tenía la misma sensación de cansancio que mucha de la gente de mi generación. Llegó el 88 y todo lo que sabemos: la “caída del sistema”, el neoliberalismo feroz de Salinas… Pero es difícil – por suerte – que te quiten la cuerda cuando tienes veinte años. A veces charlábamos de esa época. Rita actuó luego en otra obra, su personaje era Vox Thanatos. Pero la voz de la muerte fue rápidamente la “voz de la vida”. Poncho decía algún poema de Baudelaire y tocaba el bajo. La excepcional coloratura de Rita ya sonaba con aquello de “Nos queremos morir. Comandante, ora por nosotros”. Ella no sabía que se estaba volviendo inmortal.


Imagen 2

Un día cualquiera creen que valdría la pena armar una banda. Hay que bautizarla, claro. Ponerle un nombre que tenga algún sentido. Así nació “Santa Sabina”. La propia Rita escribió:
Con el tiempo hemos encontrado el sentido de llamarnos así, y siempre hacemos un homenaje a María Sabina, quien fue una mujer muy sabia, que curaba con hongos alucinógenos el cuerpo y el alma, es decir una de tantas costumbres que hacían los pobladores mas antiguos de estas tierras. Lo que hemos intentado a través de nuestra música es hacer una exploración a nivel mas espiritual para tratar de entender la vida.
Tocan por primera vez juntos el 2 de febrero de 1989. En una exposición en algún antro que está en República de Cuba, en este de efe que había recibido a la tapatía Rita apenas unos años antes. Enseguida llegó el concierto en contra del proyecto nuclear de Laguna Verde. No había dudas: Rita Guerrero y Santa Sabina estarían siempre a favor de las mejores causas. “Con los pobres de la tierra”, como había escrito José Martí. Cantan además la primera rola con letra de Adriana Díaz Enciso (“A la orilla del sol”):
Luz, oscuridad, memoria

Sol, deseos de piel, heridas

Luz, oscuridad, la muerte

Luz, oscuridad, la vida.

El grupo se está convirtiendo ya en un mito ¡y aún no han grabado su primer disco! Flores y veladoras empiezan a aparecer en los conciertos. Rita es la diosa, ángel, bruja y alma de una banda diferente: arriesgada, comprometida, sugerente, amante de la literatura y de la profundidad de las palabras; una banda destinada a hacer historia en nuestro país. Lo que vino después ustedes lo conocen tan bien como yo.


Imagen 3

Llegó el viaje a Huautla para hacerle honor al nombre. María Apolonia, hija de María Sabina, bautizó a los músicos. El copal, las oraciones: la sabiduría indígena bendice a un grupo de chavos que descubre que toda la vida cabe en esas palabras dichas en mazateco. Música y misticismo. Música y búsqueda espiritual. También ésos son los caminos del grupo.


Imagen 4

¿Del rock a la música antigua? ¿De Santa Sabina al Ensamble Galileo? Rita fue una mujer para quien las fronteras, los límites, las clasificaciones, no eran un obstáculo sino un aliciente en su búsqueda de la libertad creativa. Por eso no le parecía extraño cantar un día “Azul casi morado” y al otro una obra española del siglo XV. Todo formaba parte de la magia que surgía de su maravillosa garganta.
Atraídos por la música de las antiguas capillas mexicanas, de los remotos pueblos migrantes del mediterráneo y de los cancioneros renacentistas españoles, hemos emprendido un viaje por la ruta de nuestras venas sonoras, descubriendo la riqueza con la que se ha construido nuestra identidad musical. (Ensamble Galileo)
Y quien disfruta de los infinitos caminos que le abre el mundo, de la capacidad de creación y juego, de la seducción como lenguaje de la música, hace de la generosidad un camino natural. Esa generosidad fue la que llevó a Rita de las investigaciones del Ensamble a la creación del Coro Virreinal de la Universidad del Claustro de Sor Juana. Como modo de continuar experimentando y creando pero, sobre todo, compartiendo su pasión, su conocimiento y su experiencia con los más jóvenes. El coro – llamado hoy “Coro Rita Guerrero” – es un espacio de amoroso homenaje a la libertad y a la belleza. Rita está presente en cada una de las obras, en cada una de las voces apenas maduras, en el entusiasmo con que los chavos se comprometen con partituras de hace tres o cuatro siglos.
Por todo esto extrañaremos a Rita. Y por su sonrisa, por la fuerza que transmitía desde el escenario, por la fragilidad que de pronto le apareció en el rostro, por su hijo Claudio corriendo en todos los ensayos, por la maravillosa mirada con la que envolvía y acariciaba, por la calidez de su voz, por su compromiso, por las búsquedas que van más allá de lo aparente… y por las jacarandas que le enseñaron que el verdadero secreto de la vida y la trascendencia puede estar en la simple caída de una flor.2




6/3/13

Libros prohibidos, con Sandra Lorenzano, 4 de marzo 2013.

El segmento de este lunes en El Weso, por W Radio, sobre "Las muertas" y "Dos crímenes" de Jorge Ibargüengoitia.




Escuchar en El weso: http://www.wradio.com.mx/escucha/podcast/el-weso/20070207/descarga/388268.aspx

Pier Paolo Pasolini: una voz herida y valiente




Porque siempre es bueno volver a escuchar tu voz herida y valiente, feliz cumpleaños entrañable Pasolini (nació el 5 de marzo de 1922 y fue brutalmente asesinado el 2 de noviembre de 1975)








Análisis tardío

(Fin de los años sesenta)

Sé bien, sé bien que estoy en el fondo de la fosa;
que todo aquello que toco ya lo he tocado;
que soy prisionero de un interés indecente;
que cada convalecencia es una recaída;
que las aguas están estancadas y todo tiene sabor a viejo;
que también el humorismo forma parte del bloque inamovible;
que no hago otra cosa que reducir lo nuevo a lo antiguo;
que no intento todavía reconocer quién soy;
que he perdido hasta la antigua paciencia de orfebre;
que la vejez hace resaltar por impaciencia sólo las miserias;
que no saldré nunca de aquí por más que sonría;
que doy vueltas de un lado a otro por la tierra como una bestia enjaulada;
que de tantas cuerdas que tengo he terminado por tirar de una sola;
que me gusta embarrarme porque el barro es materia pobre y por lo tanto pura;
que adoro la luz sólo si no ofrece esperanza.



Al muchacho Codignola

Querido muchacho, sí, claro, encontrémonos,
pero no esperes nada de este encuentro.
Si acaso, una nueva desilusión, un nuevo
vacío: de aquellos que hacen bien
a la dignidad narcisista, como un dolor.
A los cuarenta años yo estoy como a los diecisiete.
Frustrados, el de cuarenta y el de diecisiete
pueden, claro, encontrarse, balbuceando
ideas convergentes, sobre problemas
entre los que se abren dos décadas, toda una vida,
y que, sin embargo, aparentemente son los mismos.
Hasta que una palabra, salida de las gargantas inseguras,
aridecida de llanto y deseo de estar solos,
revela su irremediable diferencia.
Y, además, tendré que hacer de poeta
padre, y entonces me replegaré sobre la ironía,
que te incomodará: al ser el de cuarenta
más alegre y joven que el de diecisiete,
él, ya dueño de la vida.
Más allá de esta apariencia, de este aspecto,
no tengo nada que decirte.
Soy avaro, lo poco que poseo
me lo guardo apretado en el corazón diabólico.
Y los dos palmos de piel entre pómulo y mentón,
bajo la boca torcida a furia de sonrisas
de timidez, y los ojos que han perdido
su dulzura, como un higo agrio,
te parecerían el retrato
precisamente de esa madurez que te hace daño,
madurez no fraterna. ¿De qué puede servirte
un coetáneo, simplemente entristecido
en la delgadez que le devora la carne?
Cuanto ha dado ya lo ha dado, el resto
es árida piedad.

Versión de Carlos Vitale

De Poesía en forma de rosa, 1964

3/3/13

"A algunos les gusta la poesía", dice Wisława Szymborska


¿Están ustedes entre ellos?


A algunos, 
es decir, no a todos. 
Ni siquiera a los más, sino a los menos. 
Sin contar las escuelas, donde es obligatoria, 
y a los mismo poetas, 
serán dos de cada mil personas.

Les gusta, 
como también les gusta la sopa de fideos, 
como les gustan los cumplidos y el color azul, 
como les gusta la vieja bufanda, 
como les gusta salirse con la suya, 
como les gusta acariciar al perro.

La poesía, 
pero qué es la poesía.
Más de una insegura respuesta
se ha dado a esta pregunta.
Y yo no sé, y sigo sin saber, y a esto me aferro
como a un oportuno pasamanos. 

Wisława Szymborska

2/3/13

"Ulises a Telémaco"


¿Recuerdan este bellísimo poema de Joseph Brodsky? Lindo sábado para todos!



Querido Telémaco,
                                       la Guerra de Troya
ha terminado. No recuerdo quién venció.
Los griegos, debe ser: los griegos, quién si no,
puede dejar en tierra extraña tantos muertos...
De todos modos, el camino que me lleva al hogar
resulta que se alarga demasiado.
Como si Poseidón, mientras perdíamos el tiempo,
hubiera dilatado el espacio.
Ignoro dónde estoy y lo que veo ante mí.
Al parecer, una isla, sucia, arbustos,
casas, gruñir de cerdos, un jardín
abandonado, cierta reina, hierba y pedruscos...
Telémaco, querido, en verdad
todas las islas se parecen una a otra
cuando es tan largo el viaje: el cerebro ya
va perdiendo la cuenta de las olas,
el ojo, tiznado de tanto horizonte, echa a llorar,
la carne de las aguas obtura el oído.
No recuerdo ya cómo acabó la guerra,
ni cuántos años tienes hoy recuerdo.

Hazte hombre, Telémaco, y crece.
Sólo los dioses saben si hemos de encontrarnos.
Tampoco ahora ya no eres el chiquillo
ante el cual detuve aquellos toros.
Hoy, de no ser por Palamedes, estaría a tu lado.
Pero tal vez sea mejor así: pues sin mí
te has librado de los males de Edipo,
y en tus sueños, Telémaco, ignoras el pecado.


De No vendrá el diluvio tras nosotros (Antología 1960-1996)
Versión de Ricardo San Vicente

27/2/13

Lindo día para leer a Gonzalo Rojas


Al silencio

Oh voz, única voz: todo el hueco del mar,
todo el hueco del mar no bastaría,
todo el hueco del cielo,
toda la cavidad de la hermosura
no bastaría para contenerte,
y aunque el hombre callara y este mundo se hundiera
oh majestad, tú nunca,
tú nunca cesarías de estar en todas partes,
porque te sobra el tiempo y el ser, única voz,
porque estás y no estás, y casi eres mi Dios,
y casi eres mi padre cuando estoy más oscuro.



De la liviandad

Volviendo sobre una línea de Cortázar, las mujeres
cómo recaen. Man Ray
hizo la foto: lomo largo
con todas las vértebras preciosas a la vista y ella cayendo
flexible en el encantamiento, flaca
la pelirroja, lista
para la otra pasarela del placer, los tirantes
por allá, las medias disparadas, y algo más lejos
en la otra punta de la alfombra los dos
zapatos altísimos sin nadie muertos de amor, tristísimos
y viudísimos de ella pidiéndole frenéticos que no,
que su cuerpo blanco no, que no se entregue
a la usurpación, que vuelva
como en el tango, que
no. -Cierren
finas las cortinas.



Fax con ventolera...

Fax con ventolera
y una rosa, hoy
salió de esto Rojas
-Gonzalo como le pusieron en el agua-, iba solo, no hay
epitafio que escribir en cuanto a su suerte, ni
cuerpo que respirar, escasamente
se dirá de él que vino
rápido y ha salido,
que ya no está entonces, que
no hay estrellas para él, que carnalmente
va encima del vidrio que lo encarcela una rosa
a modo de instrumento de perdición, que ha salido
y eso es todo.


Instantánea

El dragón es un animal quimérico, yo soy un dragón
y te amo,
es decir amo tu nariz, la sorpresa
del zafiro de tus ojos,
lo que más amo es el zafiro de tus ojos;

pero lo que con evidencia me muslifica son tus muslos
longilíneos cuyo formato me vuela
sexo y cisne a la vez aclarándome lo perverso
que puede ser la rosa, si hay rosa
en la palpación, seda, olfato

o, más que olfato y seda, traslación
de un sentido a otro, dado lo inabarcable
de la pintura entiéndase
por lo veloz de la tersura
gloriosa y gozosa que hay en ti, de la mariposa,

así pasen los años como sonaba bajo el humo el célebre
piano de marfil en la película; ¿qué fue
de Humphrey Bogart y aquella alta copa nórdica
cuya esbeltez era como una trizadura: qué fue
del vestido blanco?

Décadas de piel. De repente el hombre es décadas de piel, urna
de frenesí y
perdición, y la aorta
de vivir es tristeza,
de repente yo mismo soy tristeza;

entonces es cuando hablo con tus rodillas y me encomiendo
a un vellocino así más durable
que el amaranto, y ahondo en tu amapola con
liturgia y desenfreno,
entonces es cuando ahondo en tu amapola,
y entro en la epifanía de la inmediatez
ventilada por la lozanía, y soy tacto
de ojo, apresúrate, y escribo fósforo si
veo simultáneamente de la nuca al pie
equa y alquimia.




22/2/13

Ese no sé qué que queda balbuciendo


Para cerrar la semana, algo de poesía del gran Pedro Salinas, algo de amor y de ese no sé qué que queda balbuciendo

Ahora te quiero...

Ahora te quiero,
como el mar quiere a su agua:
desde fuera, por arriba,
haciéndose sin parar
con ella tormentas, fugas,
albergues, descansos, calmas.
¡Qué frenesí es, quererte!
¡Qué entusiasmo de olas altas,
y qué desmayos de espuma
van y vienen! Un tropel
de formas, hechas, deshechas,
galopan desmelenadas.
Pero detrás de sus flancos
está soñándose un sueño
de otra forma más profunda
de querer, que está allá abajo:
de no ser ya movimiento,
de acabar este vaivén,
este ir y venir, de cielos
a abismos, de hallar por fin
la inmóvil flor sin otoño
de un quererse quieto, quieto.
Más allá de ola y espuma
el querer busca su fondo.
Esta hondura donde el mar
hizo la paz con su agua
y están queriéndose ya
sin signo, sin movimiento.
Amor
tan sepultado en su ser,
tan entregado, tan quieto,
que nuestro querer en vida
se sintiese
seguro de no acabar
cuando terminan los besos,
las miradas, las señales.
Tan cierto de no morir,
como está
el gran amor de los muertos.



La voz a ti debida

Tú vives siempre en tus actos. 
Con la punta de tus dedos 
pulsas el mundo, le arrancas 
auroras, triunfos, colores, 
alegrías: es tu música. 
La vida es lo que tú tocas. 

De tus ojos, sólo de ellos, 
sale la luz que te guía 
los pasos. Andas 
por lo que ves. Nada más. 

Y si una duda te hace 
señas a diez mil kilómetros, 
lo dejas todo, te arrojas 
sobre proas, sobre alas, 
estás ya allí; con los besos, 
con los dientes la desgarras: 
ya no es duda. 
Tú nunca puedes dudar. 

Porque has vuelto los misterios 
del revés. Y tus enigmas, 
lo que nunca entenderás, 
son esas cosas tan claras: 
la arena donde te tiendes, 
la marcha de tu reloj 
y el tierno cuerpo rosado 
que te encuentras en tu espejo 
cada día al despertar, 
y es el tuyo. Los prodigios 
que están descifrados ya. 

Y nunca te equivocaste, 
más que una vez, una noche 
que te encaprichó una sombra 
-la única que te ha gustado-. 
Una sombra parecía. 
Y la quisiste abrazar. 
Y era yo.



18/2/13

AUNQUE BIEN SÉ QUE NO ME EXTRAÑAS, Rubén Bonifaz Nuño



Aunque bien sé que no me extrañas,
aunque tengo la razón, me acuerdo:
el cáncer terminó; te ausentas
por todo lo mal que supe amarte.

Ya fui desventurado cuando
estuviste aquí, y en el momento
donde te vas, me desventuro.
La sola ventaja de estar ciego
es acaso no poder mirarte.

Ya morir sin arrepentimiento
es mi esperanza, y te lo digo
porque al fin te conozco;
que si he pedido muchas cosas,
pude pagar con sobreprecio
las pocas que me fueron dadas.

Mientras más mal te portas, mucho
más te voy queriendo, y porque espero
menos, me injurio y te acrecientas.
Así tuvo que ser: de tanto
que te procuré, me aborreciste;
tan sólo pesares te he dejado.

Raspaduras de celos, dudas
que no opacaron la certeza
de cuanto en ti me desolaba.

Tú, como si nada, te diviertes;
pero entristécete:
si todos sabrán que estoy quemado,
ninguno sabrá que por tus llamas.

Vete como de veras; pierde
el número atroz de este teléfono,
la dirección que no aprendiste,
aquel corazón tan despistado.

Igual sigue siendo todo; nadie
hay como tú, por mi fortuna;
pero a nadie como tú he llegado.

En el agua escrito y en el viento
quedó el amor perpetuo. Sombras.
Y me quemo, y de mejor violencia
—ay, mamá— te alumbro al apagarme.

Ya te conozco, ya obligado
soy a bien quererte y despreciarme.
Pero no, porque me da vergüenza;
pero sí, porque me estoy muriendo
sin voluntad ni penitencia.

Y por todo: porque no quisiste
permanecer, porque me olvidas,
porque me voy tristeando, gracias
te doy. Y por andar de noche.

Aunque bien sé que no me extrañas,
aunque tengo la razón, me acuerdo:
el cáncer terminó; te ausentas
por todo lo mal que supe amarte.

Ya fui desventurado cuando
estuviste aquí, y en el momento
donde te vas, me desventuro.
La sola ventaja de estar ciego
es acaso no poder mirarte.

Ya morir sin arrepentimiento
es mi esperanza, y te lo digo
porque al fin te conozco;
que si he pedido muchas cosas,
pude pagar con sobreprecio
las pocas que me fueron dadas.

Mientras más mal te portas, mucho
más te voy queriendo, y porque espero
menos, me injurio y te acrecientas.
Así tuvo que ser: de tanto
que te procuré, me aborreciste;
tan sólo pesares te he dejado.

Raspaduras de celos, dudas
que no opacaron la certeza
de cuanto en ti me desolaba.

Tú, como si nada, te diviertes;
pero entristécete:
si todos sabrán que estoy quemado,
ninguno sabrá que por tus llamas.

Vete como de veras; pierde
el número atroz de este teléfono,
la dirección que no aprendiste,
aquel corazón tan despistado.

Igual sigue siendo todo; nadie
hay como tú, por mi fortuna;
pero a nadie como tú he llegado.

En el agua escrito y en el viento
quedó el amor perpetuo. Sombras.
Y me quemo, y de mejor violencia
—ay, mamá— te alumbro al apagarme.

Ya te conozco, ya obligado
soy a bien quererte y despreciarme.
Pero no, porque me da vergüenza;
pero sí, porque me estoy muriendo
sin voluntad ni penitencia.

Y por todo: porque no quisiste
permanecer, porque me olvidas,
porque me voy tristeando, gracias
te doy. Y por andar de noche.

17/2/13

"Leche" Edward Hirsch


Mi madre no se dejó arrear a amamantar
y decidió que la fórmula era más saludable
que el líquido de sus pechos.

Así que yo nunca chupé una sola gota 
de aquella fuente, ese río desecado.
Siempre me llegó embotellada.

Pero una noche hacia mis treinta y cinco
en un cuarto de espejos de la Carretera 59
una mujer que cargaba a una bebita

volteó a verme con una enigmática sonrisa,
me tomó el rostro entre sus manos rajadas
y depositó la punta de su pezón en mi boca.

Esto pasó hace mucho tiempo y en otra ciudad
y no es bueno hablar de ello.
Ha sido infantil traerlo a cuento en terapia.

Y sin embargo es uno de esos momento
- extraviados, involuntarios - que resurgen
desde el pasado sin la menor conciencia:

Ella me alza el rostro y yo pruebo
el súbito chorro de ese néctar,
la incurable dulzura que es la vida.


Tomado del libro Aligeren la oscuridad, traducción de Pedro Serrano, México, Cooperativa La Joplin, 2012.



Edward Hirsch (Estados Unidos 1950).
Es poeta y crítico. Ha publicado siete libros de poemas: For the sleepwalkers (1981), Wild Gratitude (1986), con el cual ganó el National Book Critics Circle Award, The Night Parade (1989), Earthly Measures (1994), One Love (1998), Lay Back the Darkness (2003), y Special Orders (2008). También escribió cuatro libros de prosa: el bestseller How to read a poem and fall in love with poetry (1999), Responsive Reading (1999), The Demon and the Angel: Searching for the source or artistic inspiration (2002), y Poet’s choice (2006).
Es el editor de Transforming Vision: Writers on art (1994), y de Theodore Roethke’s selected poems (2005). Ha recibido el Prix de Rome, el American Academy of Arts and Letters Award for Literature y una MacArthur Fellowship. Obtuvo una Guggenheim Fellowship en poesía en 1985. Desde 2002 se ha desempeñado como miembro del consejo directivo de la Fundación y en 2003 se convirtió en su cuarto presidente.



14/2/13

¿Te dije ya que amo hundirme en tus caderas?

Como si el mar fuera de fiesta, tu piel me recibe entres sus vientos y es de sal la dulzura de tu aurora. Celebro una vez más este naufragio como quien celebra el mejor de los oficios.

Ritual marino iluminando la sangre; no hay más nombre que el que dicta tu aliento ni otra plegaria que el abrazo.

En la orilla de tu cuerpo

Y fue de otros la huella del desierto
de los que tocaron los pliegues de tu piel
de los que navegaron por tu voz de madrugada
de los que escribieron salmos a tus ojos
y enloquecidos se desnudaron en las esquinas.

En el centro mismo de la aurora, las rocas tienen la tibieza del aliento.
Sobre el horizonte son naranjas las líneas de tu espalda 
                                                       y un incendio las palabras.
Destellos de luz ocupan el silencio.
Si hubo un principio fue en la orilla de tu cuerpo.



Permítanme la cursilería 3

Bitácora
Cristina Peri Rossi

No conoce el arte de la navegación
quien no ha bogado en el vientre
de una mujer, remado en ella,
naufragado
y sobrevivido en una de sus playas.

(Lingüística general, 1979)

Permítanme la cursilería 2

Amor se fue
Macedonio Fernández

Amor se fue.
Mientras duró,
de todo hizo placer. Cuando se fue,
nada dejó
que no doliera.

Permítanme la cursilería 1

La enamorada
Paul Éluard

Ella vive de pie sobre mis párpados
Sus cabellos están entre los míos
Tiene la forma exacta de mis manos
Y el color de mis ojos que la miran
Ella se hunde entre mi propia sombra
Como una piedra en el azul del cielo.

Ella tiene los ojos siempre abiertos
Y me impide dormir con su mirada
A plena luz sus sueños luminosos
Hacen evaporar todos los soles
Sus sueños me hacen sollozar reír
Y hablar sin tener nada que decir...

Versión de Andrés Holguín

10/2/13

Fisuras - Esther Seligson

El aniversario de su aún llorada muerte, ocurrida el 8 de febrero de 2010, y una invitación de la Universidad Hebraica a dar una conferencia sobre escritoras judeo-mexicanas, me llevan nuevamente a la excepcional obra de Esther Seligson. Para mí, Esther es una de las mejores creadoras de nuestro país. Comparto con ustedes este texto, "Fisuras", publicado en el libro Cicatrices (FONCA, Páramo Ediciones, 2009) y la hermosa foto de Rogelio Cuéllar.




“all around is jail
the way has no end
but what does it matter”
Breyten Breytenbach
Poem on toillet paper


La fisura está siempre ahí, no es que de pronto se abra como un inesperado brote de musgo en la pared o un bache de lodo bajo los pies: es, súbita, como una urgencia que la hiciese asomar su sombra para aspirar entre los delgados bordes una bocanada de aire, imperiosa, sin razón precisa, inesperadamente. Y cuando asoma la fisura, igual a un delgado cristal, se estrella en un sinfín de diminutas rajaduras donde imágenes del pasado gotean e inciden unas en las otras hasta confundir presente y futuro en una añeja nostalgia de ya no recuerdo qué pero cuya melodía hiere las fibras epidérmicas y los filamentos y me reduce a una masa obscura y translucida como cuarzo ahumado poroso de insoportable sensitividad. 

También yo escribo en tierra de nadie; y aunque sea en mi lengua materna me duele igual, extranjera acosada por un diálogo sordo, no el silencio, no esa Voz Callada, sino la sordera, sencillamente la sordera, el impune crimen de la negligencia. Huérfana es la tierra en que escribo y donde ojos ciegos deletrean hasta quemar mi lengua materna, hasta enmudecerla, que ni yo la entienda.

¿Para qué hablar de lo que no quiero escuchar, palabras huecas, ensordecientes? ¿Para qué tenderme una mano trunca, la palma muda, los dedos vacíos? Ay exilio, qué feroz equivocación esta tierra de nadie, destino apátrida mi lengua materna amor traicionero, provincia devastada: ninguna paloma mensajera, ave errante o colibrí.

A veces del “más allá” la música que amabas, un guiño pícaro para no desesperanzar, consuelo de otro lenguaje como piedrecilla que rodará desde alguna montaña invisible. ¿Cómo recobrar el espejo de tu voz, ángel de alas rotas? Dondequiera que pise me devasta la banalidad, el parloteo, y no sé pactar, no soy tolerante. Se repudren cual fruta pasada los vocablos no escritos, palabras sin destinatario.

La gente tiene miedo de tocarse el dolor; o, por el contrario, lo ha vuelto costumbre: todos los infortunios son pocos, son ninguno. La luz del atardecer se confunde en el cielo oscuro de tan nublado, se diría noche prematura, y ya olvidé abrazar y está reseca en la garganta la ternura no cantada. Me agosta la inmolación cotidiana de amaneceres limpios de terrorismo y discursos. Estoy derrotada: le he ocultado el rostro a Dios…

5/2/13

´Libros prohibidos' con Sandra Lorenzano. Las desventuras del joven Werther 04/02/13


Cada lunes en El Weso, por W Radio...
Libros prohibidos. Viajando con el Señor Tijeras.
Sandra Lorenzano nos cuenta sobre la ola de suicidios relacionados con la publicación de "Las cuitas de joven Werther" apasionate libro de Goethe.




Escucha el programa completo en: http://www.wradio.com.mx/escucha/programas/el-weso-del-lunes-04-de-febrero-parte-ii/20130204/programa/388268.aspx?au=1836368

4/2/13

"Centímetro a centímetro", Rubén Bonifaz Nuño



-Piel, cabello, ternura, olor, palabras-
mi amor te va tocando.
Voy descubriendo a diario, convenciéndome
de que estás junto a mí, de que es posible
y cierto; que no eres,
ya, la felicidad imaginada,
sino la dicha permanente,
hallada, concretísima; el abierto
aire total en que me pierdo y gano.

Y después, qué delicia
la de ponerme lejos nuevamente.
Mirarte como antes
y llamarte de "usted", para que sientas
que no es verdad que te haya conseguido;
que sigues siendo tú, la inalcanzada;
que hay muchas cosas tuyas
que no puedo tener.

Qué delicia delgada, incomprensible,
la de verte lejos,
y soportar los golpes de alegría
que de mi corazón ascienden
al acercarse a ti por vez primera;
siempre por primera, a cada instante.
Y al mismo tiempo, así, juego a perderte
y a descubrirte, y sé que te descubro
siempre mejor de como te he perdido.

Es como si dijeras:
"Cuenta hasta diez, y búscame", y a oscuras
yo empezara a buscarte, y torpemente
te preguntara: ¿estás allí?", y salieras
riendo del escondite,
tú misma, sí, en el fondo; pero envuelta
en una luz distinta, en un aroma
nuevo, con un vestido diferente.

Programa 139. Javier Cercas. En busca del cuento perdido


Hoy en En Busca del Cuento Perdido, conoce la nueva novela de Javier Cercas, Las leyes de la frontera.
Además, un fragmento de la charla que sostuvieron Sandra Lorenzano con el autor.

Más sobre el programa: http://enbuscadelcuentoperdido.blogspot.com.ar/2013/02/139-javier-cercas.html

Javier Cercas, Las leyes de la frontera

En internet escúchalo por: A través de Horizonte http://www.horizonte.imer.com.mx/ 
Ciudad de México: 15 horas; Sinaloa 14:00; Buenos Aires y Montevideo: 18 horas; Madrid: 21:00 horas; Bogotá: 16:00 hrs; Los Ángeles: 13:00 hrs. 
Suscríbete al podcast y escucha los más de 130 programas en: http://enbuscadelcuentoperdido.blogspot.com/



Algo de Clara Janés para celebrar el deseo y la poesía

El banquete que os propongo es para el día de mi muerte...

El banquete que os propongo es para el día de mi muerte
y responde al amor que yo siento y deseo:
pido que se me coma,
que mi ser en no ser no se mude
sino en puro alimento;
comunión caníbal suplico,
génesis en el otro.

Nadie quiere comerme,
enferma estoy de amor.

"Vivir" 1983


Me dejaré morir en tu silencio...

Me dejaré morir en tu silencio,
que de noche me diste de comer
los frutos del cerezo
en tu alcoba de sombras
sangrantes de perfume
y nada más deseo.

Me dejaré morir en tu silencio.

"Kampa" 1986


Fue al alba...

Fue al alba,
perdona por la hora.
Tus párpados del sueño callaban
debajo de mi almohada
y al irrumpir la luz primera
se dibujó en el blanco
tu entrecejo fruncido
y tu voz murmuró unas palabras.
En el candil
dejaste un gesto de fatiga
y luego
tu mirada me llamó
desde las rosas.
Corrí a abrazarlas
y me senté a la mesa
y en el papel vacío
seguí los trazos
que tu mano deslizaba.
Desenredó del miedo
el oculto sentido,
del miedo a ya no ser para ser con,
del miedo a no saber
si uno podrá abarcar esa divina mutación
de ser en uno dos,
siendo arrancado
y arrancando así al otro de la muerte.
Y en la página
tomó vivo sentido
la palabra resurrección.

"Kampa I - Antología personal" 1979



Paso a paso...


Paso a paso
Desconfía de aquellos
que no han considerado nunca
el suicidio.
Van haciendo paso a paso el camino,
cegándose al abismo que siempre acosa al hombre

Entran en la matemática rueda
de la materia.
Se hacen invulnerables a la desesperación.
Cuentan incluso, fríamente,
con el corazón.

"Libro de alienaciones" 1980















31/1/13

Descansa en paz, Poeta

La enorme tristeza de saber que el día de hoy, 31 de enero, termina sin el gran Rubén Bonifaz Nuño. Comparto con ustedes dos poemas que me gustan especialmente.


AMIGA A LA QUE AMO..

Amiga a la que amo: no envejezcas.
Que se detenga el tiempo sin tocarte;
que no te quite el manto
de la perfecta juventud. Inmóvil
junto a tu cuerpo de muchacha dulce
quede, al hallarte, el tiempo.

Si tu hermosura ha sido
la llave del amor, si tu hermosura
con el amor me ha dado
la certidumbre de la dicha,
la compañía sin dolor, el vuelo,
guárdate hermosa, joven siempre.

No quiero ni pensar lo que tendría
de soledad mi corazón necesitado,
si la vejez dañina, perjuiciosa
cargara en ti la mano,
y mordiera tu piel, desvencijara
tus dientes, y la música
que mueves, al moverte, deshiciera.

Guárdame siempre en la delicia
de tus dientes parejos, de tus ojos,
de tus olores buenos,
de tus brazos que me enseñas
cuando a solas conmigo te has quedado
desnuda toda, en sombras,
sin más luz que la tuya,
porque tu cuerpo alumbra cuando amas,
más tierna tú que las pequeñas flores
con que te adorno a veces.

Guárdame en la alegría de mirarte
ir y venir en ritmo, caminando
y, al caminar, meciéndote
como si regresaras de la llave del agua
llevando un cántaro en el hombro.

Y cuando me haga viejo,
y engorde y quede calvo, no te apiades
de mis ojos hinchados, de mis dientes
postizos, de las canas que me salgan
por la nariz. Aléjame,
no te apiades, destiérrame, te pido;
hermosa entonces, joven como ahora,
no me ames: recuérdame
tal como fui al cantarte, cuando era
yo tu voz y tu escudo,
y estabas sola, y te sirvió mi mano.



CENTÍMETRO A CENTÍMETRO

-Piel, cabello, ternura, olor, palabras-
mi amor te va tocando.
Voy descubriendo a diario, convenciéndome
de que estás junto a mí, de que es posible
y cierto; que no eres,
ya, la felicidad imaginada,
sino la dicha permanente,
hallada, concretísima; el abierto
aire total en que me pierdo y gano.

Y después, qué delicia
la de ponerme lejos nuevamente.
Mirarte como antes
y llamarte de "usted", para que sientas
que no es verdad que te haya conseguido;
que sigues siendo tú, la inalcanzada;
que hay muchas cosas tuyas
que no puedo tener.

Qué delicia delgada, incomprensible,
la de verte lejos,
y soportar los golpes de alegría
que de mi corazón ascienden
al acercarse a ti por vez primera;
siempre por primera, a cada instante.
Y al mismo tiempo, así, juego a perderte
y a descubrirte, y sé que te descubro
siempre mejor de como te he perdido.

Es como si dijeras:
"Cuenta hasta diez, y búscame", y a oscuras
yo empezara a buscarte, y torpemente
te preguntara: ¿estás allí?", y salieras
riendo del escondite,
tú misma, sí, en el fondo; pero envuelta
en una luz distinta, en un aroma
nuevo, con un vestido diferente.

29/1/13

Seducciones de Sor Juana, nueva aplicación.



Seducciones de Sor Juana
Entrevista para Final de Partida: Nicolás Alvarado y Julio Patán platican con Sandra Lorenzano sobre de la nueva aplicación para tablet, 'Seducciones de Sor Juana'


Click en la foto para ver el video

27/1/13

Palabras calcinadas en el Día de la Memoria


Retomo este texto para compartirlo con ustedes en el Día de la Memoria por las Víctimas del Holocausto

Palabras calcinadas. Entre el silencio y la utopía

Cuando la lengua está tan tensa que empieza a tartamudear, o a susurrar, balbucear..., todo el lenguaje alcanza el límite en que dibuja su afuera y se confronta con el silencio. Gilles Deleuze


1.
Muy cerca de la barraca llamada “Mexiko” un hombre reza . ¿Está dios también allí mirando con horror el humo que cubre el cielo? ¿O ha olvidado a ese pueblo al que eligió hace ya tanto tiempo? Al abrevadero íbamos, Señor. Era sangre. Era la que tú has derramado, Señor. ¿Dónde estás, Señor? Se oye preguntar a algunos, unos pocos. Los más no dudan de ese dios que los ha señalado, que los ha puesto a prueba desde el origen de los tiempos. Abraham, Job, plagas, guerras, exilios…
¿Hay palabras para el horror? El rezo continúa con un suave balanceo. Otros repiten una y otra vez las páginas que guarda su memoria. Cuentan que Milena, la mujer que tanto había amado Kafka, tenía una amiga en el campo de concentración al que fue llevada que creó un método para intentar sobrevivir a la pesadilla: recurría a los libros que había leído y que conservaba en la memoria. O Maurice Halbwachs que le cuenta a un jovencísimo Jorge Semprún los secretos caminos de la historia mientras está muriendo de disentería en Buchenwald . Las palabras – las de los rezos, las de la literatura, las de la historia - crean así pequeños espacios protegidos ante el horror cotidiano. No dan significado a la terrible situación que están viviendo quienes las pronuncian, no la explican ni justifican; ni siquiera ofrecen una esperanza para el futuro. “Sencillamente existen como punto de equilibrio, recordándoles la existencia de la luz en un momento de oscura catástrofe”.
Pero frente al horror, las palabras no pueden ser sino balbuceo, tartamudeo. “¡Oh palabra, tú que me faltas!” clama con desesperación un Moisés tartamudo.
Palabras marcadas por el dolor, por la oscuridad, palabras de ceniza. Escribe Paul Celan, “Si viniera, / si viniera un hombre,/ si viniera un hombre al mundo hoy, con / la barba de luz de / los patriarcas: debería, / si hablara de este / tiempo, / debería, sólo balbucir y balbucir, / siempre, siempre, / así, así.”
Y el balbuceo es también salmo, plegaria, ritmo que hipnotiza, que transporta, que crea un universo otro, mítico, fundacional.

2.
En la biblioteca, un viejo recita: “El mundo parece perderse en la penumbra pero yo narro como al inicio mi canturreo que me sostiene, protegido a través del cuento, de las perturbaciones del presente y conservado para el futuro”. Un viejo poeta deambula por los pasillos de la biblioteca. Se llama Homero, se llama Cervantes, se llama Rilke, se llama Borges, se llama Ajmátova, se llama Celan. Un viejo poeta, rapsoda de tiempos idos.

¿Qué otra cosa era su canto - qué otra cosa es su canto - sino memoria? La memoria no como obligación sino como deseo de vida; incluso la memoria de la muerte. “Y no hallé cosa en que poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte”, escribió Quevedo. El poeta no es inocente, no es por eso que puede ver al ángel. El poeta no es inocente; el poeta sabe y por eso puede verlo. Lo mira y convoca su memoria para cantar del único modo que aún es posible cantar: con la lengua astillada, la lengua calcinada que ha pasado por el horror. El poeta conoce de frente el rostro del ángel de la historia, aquel que, en la descripción de Walter Benjamin, tiene los ojos “desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas” y mira la acumulación de “ruina sobre ruina” que “nosotros llamamos progreso”.
Sus cuentos son memoria, como son memoria las páginas que guarda la biblioteca; por eso quizás es allí donde se reúnen los ángeles, allí donde los murmullos son bálsamo y morada, donde las páginas de todas las épocas construyen hogares y patrias.
El poeta, dicen, guarda la memoria de la tribu. En África, dicen - pero no sólo allí - “cuando muere un anciano, es como si una biblioteca se quemara”.
El poeta y el ángel saben que llevamos en el cuerpo la marca de la memoria; la huella, la mayor parte de las veces desgarrada y dolorosa, de nuestra propia vida. La máquina de la historia escribe sobre cada uno; pero ya no se trata de una sola palabra – esa condena que acababa por matar al personaje creado por Kafka en el cuento “En la colonia penitenciaria” – sino de un complejo palimpsesto, desigual, heterogéneo. Alguien decía que lo que define a cada ser humano es lo que hace con esa marca, de qué manera convive con ella. Sólo “la actualización hace de la memoria un acto de resistencia porque impide fijarla en un relato domesticado” . Sólo así despliega su potencial desestructurante, su incomodidad. La memoria incómoda es la que permite que una sociedad crezca en la tolerancia, en el respeto, que crezcan los resquicios del placer y la fuga, sin absolutos, sin homogeneidades impuestas, sólo a partir de las cambiantes, móviles y tantas veces molestas esquirlas de la memoria. No hay otro modo de romper cualquier versión maniquea o convencional, no hay otro modo de astillar los dualismos reductores, para tomar distancia y redibujar los perfiles de víctimas y verdugos, para aproximarnos al terror, para ayudarnos a entender el silencio de la sociedad, los caminos de la resistencia, para reconocerme en el rostro del otro, para pasarle, como quería Benjamin, el cepillo a la historia a contrapelo. “El ángel quisiera detenerse, despertar a los muertos y recomponer el pasado”.
Escribió Paul Celan en el Discurso de Bremen, “Accesible, próxima y no perdida permaneció, en medio de todas las pérdidas, sólo una cosa: la lengua. Sí, la lengua no se perdió a pesar de todo. Pero tuvo que pasar entonces a través de la propia falta de respuesta, a través de un terrible enmudecimiento, pasar a través de las múltiples tinieblas del discurso mortífero. Pasó a través y no tuvo palabras para lo que sucedió; pero pasó a través de lo sucedido. Pasó a través y pudo volver a la luz del día, ‘enriquecida’ por todo ello”.
La palabra sobrevive, a pesar de todo, a las tinieblas del discurso mortífero. Esa palabra que sólo puede ser murmullo, palabra rota, palabra en duelo; palabra que rehuye la prepotencia y la soberbia. Acumulación de ruina sobre ruina. ¿Acaso podemos hoy pensar de otra manera que no sea desde lo agrietado, desde lo fallido, desde las fracturas? ¿Acaso aún es posible un pensamiento que, sin avergonzarse, no sea “menor”?
Cuando el niño era niño, era el tiempo de las preguntas. ¿Por qué soy yo y no soy tú? ¿Por qué estoy aquí y no allá? ¿Cuándo empezó el tiempo y dónde acaba el espacio? ¿Es la vida bajo el sol tan solo un sueño? ... El murmullo crece. En el principio fue el verbo.

3.
El puente Mirabeau. Abajo el río es el recuerdo permanente del mes de abril de 1970. “¿Cómo escribir, Madre, en la lengua de tus asesinos?” Veinticinco años después del asesinato de sus padres y de su propio paso por un campo de concentración, Paul Celan se tiró al Sena desde el puente Mirabeau. ¿En qué lengua? ¿Ahogado en qué sonidos? Desde el puente Mirabeau, la historia es memoria desgarrada.
Leche negra del alba te bebemos en la tarde
te bebemos al mediodía y en la mañana te bebemos de noche
bebemos y bebemos
cavamos una tumba en los aires donde no estamos encogidos
Así comienza “Todesfuge”, “Fuga de muerte”, quizás el poema más representativo de la oscuridad que envolvió al siglo XX; el poema que llevó a Adorno a pensar que tal vez sí, que tal vez y a pesar de todo sí seguía existiendo la poesía después de Auschwitz.
“Fuga de muerte” se llamó en su primera publicación “Tango de la muerte”.
Un hombre vive en la casa que juega con las serpientes
que escribe cuando oscurece a Alemania tu pelo de oro Margarete
escribe y sale de la casa y brillan las estrellas y silba a sus perros
silba a sus judíos y los manda cavar una tumba en la tierra
y nos ordena ahora toquen para bailar...

En un campo cercano a Czernovitz, un lugarteniente de las SS obligaba a un grupo de judíos a tocar tangos mientras otros cavaban las tumbas para sus compañeros muertos. …silba a sus perros, silba a sus judíos y los manda cavar una tumba en la tierra.
Paul Celan mira el Sena desde el puente Mirabeau. “¿Cómo escribir, Madre, en la lengua de tus asesinos?”
De todas las imágenes elijo "...cavamos una tumba en los aires...". Si la fuga alude directamente a un cierto tipo de composición musical, habla también del (im) posible escape del horror; la única fuga posible es a través de la muerte, a través del cuerpo vuelto humo en los hornos crematorios. No cavamos en la tierra sino en el espacio desterrado que es hogar atroz y a la vez liberador para el humo. Ante la orquesta tocando la fuga, la muerte es un maestro de Alemania, y sin embargo, sólo puede hablarse de ella exasperando su propia lengua, torsionando el alemán de las órdenes y la violencia. Como lo señala George Steiner, Celan penetra el enigma de Auschwitz desde dentro de la misma lengua de la muerte.
El escape, la fuga, son el aire, aquello que está fuera de la tierra, la "destierra". Y "destierra" es precisamente el título de otro poema de Celan. Un raro extravío / era palpable, casi como si / hubieras estado vivo. "Destierra" como verbo; hay alguien o algo que destierra al yo que habla en el poema. ¿Dios, el padre, la historia? El tú de los textos de Celan es complejo, ambiguo, nómade . "Destierra" también como el sustantivo que designa al lugar del exilio; se habita entonces la extrañeza de la destierra. Negación del espacio de la vida, del espacio de origen, del espacio complejo de pertenencia que es rostro de la identidad en el cuerpo colectivo. En este sentido la destierra se constituye como lo contrario a la "utopía", "el no-lugar de un futuro alternativo imaginado" (...), en la destierra "la vida 'normal', con todas sus contradicciones, dolores y promesas, alegrías y miserias, se ha vuelto invivible".  No hay utopía posible, la destierra es ajena, amenazante, siniestra, en el sentido del unheimlich freudiano; es nuestra propia cotidianeidad vuelta otra, desconocida, desfamiliarizada. Allí donde la orquesta de judíos es obligada a tocar un tango mientras todos cavamos una tumba en los aires.

4.
El humo de los crematorios es también una imagen recurrente en La escritura o la vida de Jorge Semprún.
"No podían comprenderlo, realmente no podían esos tres oficiales. Habría que contarles lo del humo: denso a veces, negro como el hollín en el cielo variable. O bien ligero y gris, casi vaporoso, flotando al albur de los vientos sobre los vivos arracimados, como un presagio, una despedida. Humo para una mortaja tan extensa como el cielo, último rastro del paso, cuerpos y almas, de los compañeros." (p.24)
Humo que es mortaja como en Celan; el aire: una tumba. Y más que el humo, obsesiona a Semprún el aire vaciado de pájaros que ese humo provoca. Los pájaros abandonando el bosque de Buchenwald son quizás los mismos que vuelan enloquecidamente frente a la lente de Hitchcock. No son sobrevivientes, no se han salvado de la muerte; como todos en este rincón de Alemania, la han atravesado, la han recorrido, le han temido y la han amado. No son sobrevivientes, entonces, sino aparecidos en el último graznido de la locura.

5.
Mi dios es hambre Mi dios es cáncer
Mi dios es nieve Mi dios es vacío
Mi dios es no Mi dios es herida
Mi dios es desengaño Mi dios es ghetto
Mi dios es carroña Mi dios es dolor
Mi dios es paraíso Mi dios es
Mi dios es pampa Mi amor de dios
Mi dios es chicano

Cada una de estas frases, versos de un poema llamado "La vida nueva" que forma parte del libro Anteparaíso, fue escrita por Raúl Zurita, en el cielo de Nueva York, en junio de 1982. El humo es aquí la tinta sobre un cielo ajeno, extranjero, cielo de destierro para hablar de la patria, para hablar de Chile. Zurita funda una patria a través de toda su escritura: cordilleras, desiertos, playas, existen en la geografía chilena a partir de las palabras del poeta. "Quién podría la enorme dignidad del desierto de Atacama como un pájaro se eleva sobre los cielos empujado por el viento". Cordilleras, desiertos, playas, tienen una herida, una marca como cicatriz dolorosa, como cicatriz que no cierra; la patria, que es también "matria", cuerpo femenino en la poesía de Zurita, tiene una herida: la muerte y el dolor instaurados por la dictadura. El poeta, aun sabiendo que no hay expiación posible, hiere también su cuerpo, lo marca para doler con ella. El poeta quema su mejilla cuando escribe su primer libro llamado precisamente Purgatorio. "Mis amigos creen que estoy muy mala porque quemé mi mejilla", dice la frase inicial puesta a modo de epígrafe. También Anteparaíso significa una señal más en el cuerpo: el intento de cegarse con ácido. Y así "Toda la patria se iba blanqueando en sus pupilas" . Escribe Zurita en la introducción a la edición que realizó la Editorial Universitaria en 1997: "Finalicé el Anteparaíso con unos poemas trazados en el cielo e intenté cegarme porque pensé que esas palabras recortándose contra el azul serían infinitamente más hermosas si quien las había creado no las podía ver."
Cegarse como Edipo marca el camino de una imposible expiación. En griego, Edipo significa "aquel que es capaz de ver y saber". El poeta es, para Raúl Zurita, el elegido, aquel que debe hacerse responsable de las culpas de la comunidad. Como el personaje trágico, es el que "sabe demasiado". Como el desierto, la oscuridad de la ceguera permite saber, oír la voz esencial.
"VII. Chile será entonces un amor poblándonos las alturas.
VIII. Hasta los ciegos verán allí el jubiloso ascender de su Ruego.
IX. Silenciosos todos veremos entonces el firmamento entero levantarse límpido iluminado como una playa tendiéndonos el amor constelado de la patria", escribe en "Las utopías".
El humo es sobre el cielo de Nueva York una fuga desesperada desde la destierra hacia la utopía.

6.
Para Edmond Jabés como para Zurita es necesario huir al desierto para crear. Desprenderse del lenguaje cotidiano, de la pasta que cubre a la sociedad. La nada es, como en cierta línea del pensamiento judío, condición para la creación. Y en el vacío del desierto, de la desterritorialización absoluta, del exilio, la nada es el lugar de la palabra de Dios.
"Dios, antes del hombre, ¿pensó el mundo en poeta? Su palabra es creación.
El universo, en ese caso, no sería sino Su poema.
Legible eternidad.
Perennidad de lo legible.
Eternidad del libro."
Dios estará en esa presencia-ausencia que habla en el desierto, que calla en el desierto con una voz de fino silencio, como dice la Biblia en la lectura de Serge André. El desierto es la página para la divina escritura. Podemos leerla, saberla, escucharla en realidad, en tanto se ausenta. Extraño Dios que nos deja solos frente a la belleza de la hoja en blanco para hacernos descubrir, como diría Levinas, la huella del infinito en el rostro del otro. En el silencio que es a la vez angustia y reparación. Entre la palabra que no tiene posibilidad de nacer o que no ha nacido aún y la palabra que ya no es necesaria, está el silencio. Silencio entre ruinas, o silencio de la esperanza.
Cuando el poeta entra en el silencio, la poesía limita con la noche. Es el silencio del poema no escrito frente a las palabras mentirosas y vacías. Las sirenas, escribió Franz Kafka, "tienen un arma más terrible aún que el canto, y es su silencio. Aunque no haya sucedido, es quizás imaginable la posibilidad de que alguien se haya salvado de su canto, pero de su silencio ciertamente no."

7.
"No podían comprenderlo todo...", escribe Jorge Semprún. Frase que tiene resonancias de aquélla que se repite de manera obsesiva en un texto de Marguerite Duras: "No has visto nada en Hiroshima". ¿Qué es "Hiroshima, mon amour"? Es una película sobre el amor; sobre el amor desgarrado porque no hay otra forma de amar después de Hiroshima ("Tú me destruyes. Tú me haces bien".) Pero es sobre todo, al igual que La escritura o la vida, al igual que Anteparaíso y los versos en el cielo, un texto sobre la memoria y sobre el olvido; sobre la tensión que se establece entre ambos ("Tengo buena memoria; conozco el olvido" dicen los protagonistas de Duras.) "No has visto nada en Hirshima. No sabes nada de Hiroshima", quiere decir "no estuviste aquí, por lo tanto no puedes hablar sobre esta tragedia". No basta visitar un museo o conmoverse con las imágenes; no basta estremecerse ante los rostros del espanto. "No sabes nada de Hiroshima". Y esta frase pone en escena un elemento clave: el testimonio. ¿Quiénes saben? ¿Quiénes pueden hablar? ¿Hay acaso testimonio posible? Escribe Elie Wiesel, sobreviviente de Auschwitz: “Los que no han vivido esa experiencia nunca sabrán lo que fue; los que la han vivido no la contarán nunca; no verdaderamente, no hasta el fondo. El pasado pertenece a los muertos”.
Para los griegos, la memoria y la imaginación pertenecían a la misma parte del alma. ¿Cómo, entonces, imaginar un futuro posible sin memoria? Lo que corremos el riesgo de olvidar se sitúa también en el futuro. ¿Para qué otra cosa “sirven” los genocidios sino para borrar la memoria del futuro? Múltiples futuros posibles son los que han sido "desaparecidos" de la historia oficial a lo largo de los siglos. La tensión entre memoria y olvido, entre el afán de preservar el recuerdo y los intentos de borrarlo, dibuja un campo problemático que remite, en última instancia, a una concepción determinada de la historia y de su incidencia sobre el presente. Si "amnesia" y "amnistía" tienen un origen etimológico común que refiere a un campo semántico compartido, rescatar la memoria de su posible caída en el agujero negro del olvido es un gesto político opuesto a cualquier intento de borramiento. El testimonio, la memoria, están también, están sobre todo, en el desgarramiento de la lengua, en el vaciamiento de las palabras. Los autoritarismos de cualquier tipo buscan exiliarnos del lenguaje, convirtiéndolo en algo plano, hueco, unívoco.
“Se ha adueñado de la humanidad un singular sentimiento de desprecio por la palabra...” Leo esta frase que pronunció Hermann Broch en una conferencia en el año ¡1934! y no puedo sino sentirme absolutamente sacudida por ella. “...desprecio por la palabra...”; bien lo percibía Broch en la Europa de entreguerras, con Hitler estrenándose en el poder, con un paisaje de pogroms e intolerancia que se repetía empezando a cubrir gran parte del mapa de Occidente. Leo esta frase y pienso en los comandantes zapatistas hablando en el Palacio Legislativo y, quizás sin saberlo, compartiendo con Broch y con tantos otros esta preocupación por la desvalorización del lenguaje. Habla la comandanta Esther, y con su voz busca volver a darle dignidad a las palabras: “La palabra que traemos es verdadera. No venimos a humillar a nadie. No venimos a vencer a nadie. No venimos a suplantar a nadie. No venimos a legislar. Venimos a que nos escuchen y a escucharlos. Venimos a dialogar”. Vivimos en un momento de “empaste de la lengua”, de puré de lenguaje, reino de los clichés, las metáforas raídas por el uso, la domesticación, el murmullo banal, el palabrerío superficial y plano, que sin duda ha invadido el espacio cotidiano, incluida la propia reflexión sobre la memoria. Frente a esto es necesario volver a plantearse una ética del lenguaje, porque sabemos que el que es, es por la palabra. En Europa en los años 30, como en las sociedades de posdictadura o en el complejo México de principios del siglo XXI, amar las palabras, protegerlas, volver a darles la dimensión que les corresponde, es defender la posibilidad de la reflexión, del diálogo, del encuentro con el Otro, de su reconocimiento a partir de la propia historia y de aquella que compartimos. Hermann Broch y la comandanta Esther saben - como lo sabe Don Luis Leal - que cada palabra tiene el rostro de nuestra memoria, que la palabra es identidad, con o sin pasamontañas.
Si somos el ser de la palabra, es allí donde se puede rescatar la memoria, donde puede dejarse testimonio del horror, en la búsqueda - la mayor parte de las veces dolorosa, difícil - de la densidad del lenguaje, de sus quiebres y contradicciones, en la búsqueda, finalmente, de la palabra poética. "...el poeta ha hecho del habla un dique contra el olvido, y los dientes agudos de la muerte pierden el filo ante sus palabras", escribió George Steiner.
Sólo la palabra poética - y hablo de una propuesta de escritura más que de un género literario - permitiría entonces enfrentar a la muerte, y desde el balbuceo llegar a la epifanía; sólo la poesía permitiría ese grado de extranjería, de extrañamiento con que es necesario mirar el lenguaje para ser uno con el “habla inarticulada, con esa voz muda", con esa canción sólo audible en el desierto de la página en blanco, del cielo/mortaja desterrado.
Aun desde la "destierra", aun desde el incomprensible humo que cava en el aire al ritmo de un tango, el lenguaje poético aparece quizás como el último espacio posible de la utopía.

25/1/13

La entrañable Virginia Woolf

El 25 de enero de enero de 1882 nació en Londres Virginia Woolf, una de las escritoras que me resulta más entrañable de mi altar personal.

Como homenaje releeré Las olas, un libro que aún hoy sigue deslumbrándome. 

Aquí comparto un fragmento de la novela, y un enlace a The Virginia Woolf Society of Great Britain, un sitio que vale la pena explorar:  http://www.virginiawoolfsociety.co.uk 

Las olas (fragmento)

El sol no había nacido todavía. Hubiera sido imposible distinguir el mar del cielo, excepto por los mil pliegues ligeros de las ondas que le hacían semejarse a una tela arrugada. Poco a poco, a medida que una palidez se extendía por el cielo, una franja sombría separó en el horizonte al cielo del mar, y la inmensa tela gris se rayó con grandes líneas que se movían debajo de su superficie, siguiéndose una a otra persiguiéndose en un ritmo sin fin. Al aproximarse a la orilla, cada una de ellas adquiría forma, se hinchaba y se rompía arrojando sobre la arena un delgado velo de blanca espuma. La ola se detenía para alzarse enseguida nuevamente, suspirando como una criatura dormida cuya respiración va y viene inconscientemente. Poco a poco, la franja oscura del horizonte se aclaró: se hubiera dicho un sedimento depositado en el fondo de una vieja botella, dejando al cristal su transparencia verde. En el fondo, el cielo también se hizo translúcido, cual si el sedimento blanco se hubiera desprendido o cual si el brazo de una mujer tendida debajo del horizonte hubiera alzado una lámpara, y bandas blancas, amarillas y verdes se alargaron sobre el cielo, igual que las varillas de un abanico. Enseguida la mujer alzó más alto su lámpara y el aire pareció dividirse en fibras, desprenderse de la verde superficie en una palpitación ardiente de fibras amarillas y rojas, como los resplandores humeantes de un fuego de alegría. Poco a poco las fibras se fundieron en un solo fluido, en una sola incandescencia que levantó la pesada cobertura gris del cielo transformándola en un millón de átomos de un azul tierno. La superficie del mar fue adquiriendo gradualmente transparencia y yació ondulando y despidiendo destellos hasta que las franjas oscuras desaparecieron casi totalmente. El brazo que sostenía la lámpara se alzó todavía más, lentamente, se alzó más y más alto, hasta que una inmensa llama se hizo visible: un arco de fuego ardió en el borde del horizonte, y a su alrededor el mar ya no fue sino una sola extensión de oro. La luz golpeó sucesivamente los árboles del jardín iluminando una tras otra las hojas, que se tornaron transparentes. Un pájaro gorjeó muy alto; hubo una pausa: más abajo, otro pájaro repitió su gorjeo. El sol utilizó las paredes de la casa y se apoyó, como la punta de un abanico, sobre una persiana blanca; el dedo del sol marcó sombras azules en el arbusto junto a la ventana del dormitorio. La persiana se estremeció dulcemente. Pero todo en la casa continuó siendo vago e insustancial. Afuera, los pájaros cantaban sus vacías melodías.

24/1/13

Vida de perros Partes II y III


II.
En unas viejas películas que filmó mi padre en las que mi hermana Bibi de tres años hacía de El Zorro, porque alguien le había regalado el disfraz, aparecen dos cachorritos que persiguen y les muerden los pies a “Bernardo” (Daniel, mi hermano menor, que con dos años aún no decía una sola palabra por lo que resultaba óptimo para el papel del mudo que acompaña a Diego de la Vega), al bandido encarnado por el “puberto” de pelo largo en que se había convertido Pablo, y al Sargento García, representado por la más cachetona de la familia (¿adivinen quién era???). Los cachorritos se llamaban Kimba y Panta y habían llegado a casa de la mano de uno de los personajes más fascinantes de nuestra infancia: el tío Mauricio. Mauricio Paley, tío de mi madre, era un porteño digno de un aguafuerte de Roberto Arlt: medio reo, mujeriego, mal hablado, fracasado en los negocios... Mi abuela materna, Luisa, era la mayor de los hermanos y la única que había nacido en Odessa; todos los demás nacieron en Buenos Aires adonde habían llegado los padres atraídos por la política de inmigración que respondía a lo planteado por el Preámbulo de la Constitución: 

Nos, los representantes del pueblo de la Nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino...

Alguna vez he contado que tengo una copia de este preámbulo colgada en mi estudio porque me conmueve enormemente. “...para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino...”. Frase que atrajo a los Paley, y a los Schifrin que también eran judíos y rusos. Que sedujo a los Ferro, que llegaron desde Génova, y a los Lorenzano, que venían de Calabria, de la bassa Italia. Ésas son mis raíces. En esas historias de inmigrantes está mi memoria. “Todo mezclao, todo mezclao”, como escribió Nicolás Guillén. 
Pues un buen día, el tío Mauricio, que adoraba a su sobrina, y - por carácter transitivo - a esos cuatro hijos que ella había tenido con el goy de la familia, llegó con un par de maravillosos cachorros pastor alemán. Divinos, juguetones, traviesos. Pero de pronto dejaron de jugar, de mordernos los tobillos, de perseguir a la Vaqui, de ladrarle a Don Spada, el jardinero. A los pocos días comenzaron a caminar con dificultad, y unas semanas más adelante estaban totalmente paralizados. Les había dado moquillo. Kimba y Panta están enterrados en el jardín. Al Zorro se le caían las lágrimas por debajo del antifaz.


III.
Y tuvimos - ¡qué privilegio! - nuestro perro argenmex. Había llegado a casa ya bautizado y nadie se atrevió a cambiarle el nombre: fue Johnny, entonces, al norte y al sur del Ecuador. En realidad: ”Shony” al sur; “Iony” al norte. 

Después del golpe de estado del 24 de marzo del 76, mis padres comenzaron a hablar de dejar el país. ¿Cómo? ¿Papá estaba en peligro? ¿Y nosotros? ¿Adónde nos iríamos? ¿Y la escuela? ¿Y los amigos? Fueron meses vertiginosos, oscuros, tristes. Salimos de Ezeiza el 8 de julio. Quizás por eso sigo odiando ir a Buenos Aires en invierno. Es gris, lluvioso, frío, y siempre huele al miedo del exilio. Armamos maletas con lo mínimo indispensable (¿qué es lo mínimo indispensable cuando uno abandona su hogar?), abrazamos a la gente querida, lloramos, escribimos cartas de despedida, juramos amores eternos, y nos subimos al avión. ¿Y Johnny? Perdimos las fotos de la infancia, los libros de la biblioteca, el Tigre y sus ríos entrañables, el fondo del jardín con nuestros perros enterrados, el jazmín y el roble. Y perdimos también a nuestro perro.
He contado muchas veces ya mi llegada a México. El dolor de la despedida todavía fresco se mezclaba con la sorpresa de la libertad recién descubierta. Llegamos a las Torres de Mixcoac, igual que tantos otros exiliados. A 5 - 301. Noé Jitrik y Tununa Mercado ya hacía más de un año que vivían también allí, con sus hijos ¡y con el Cuzco! Un cocker que seguía con devoción a Magdalena en sus recorridos por las plazas. Ellos sí trajeron al perro, reclamábamos nosotros, centrando en el buen Johnny toda nuestra nostalgia. Papá  perdía la mirada por la ventana buscando infructuosamente el horizonte. ¿Tienen ustedes idea de lo claustrofóbico que puede volverse un pampeano en una ciudad rodeada de montañas? 
Afortunadamente, la solidaridad tiene razones que la razón desconoce: un grupo de amigos de mis padres juntaron algo de dinero y nos mandaron a Johnny a la otrora región más transparente. 
Fuimos todos al aeropuerto. Finalmente, era el regreso del hijo pródigo. “No llegó”, le decían a mi padre los empleados de la aduana. “Aquí no hay ningún perro”. “No insista”. ¿Está usted seguro? Hasta que oímos un ladrido. “¡Johnny!”, gritó papá. La escena que cuento a continuación sigue a pie juntillas el relato paterno y debe ser imaginada en cámara lenta: el collie y mi padre corren uno hacia el otro y se funden en un abrazo que dura varios segundos. Era la patria que llegaba en versión canina.
Ahora sí la familia estaba completa. La extrañeza ante los nuevos olores, los ruidos, las costumbres, las palabras, desaparecía cuando llegábamos a casa y el perro movía la cola de plumero, tan feliz como nosotros con el reencuentro. 
Fue nuestro confidente muchos años. Con su muerte terminó mi adolescencia. Lo enterramos en algún lugar de Ciudad Universitaria, en ese nuevo hogar que fue para todos nosotros la UNAM.



Llorar a lágrima viva con (y por) Oliverio Girondo


El 24 de enero de 1967 murió el gran Oliverio Girondo, y con él algunas de las palabras más bellas, irreverentes y entrañables de nuestra poesía.

Dos joyas filmadas por mujeres

 En los días en que estuve a media máquina vi dos joyas filmadas por mujeres:  - "Atlantics", película franco senegalesa de Mati D...